Ana Moreno Soriano. El hilo de Ariadna. Reflexiones para un tiempo de crisis. Editorial ERIS, Jaén, 2018.

 

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Este libro recoge las reflexiones de casi diez años que, en forma de columna de opinión, han aparecido periódicamente en Diario IDEAL de Jaén. Cuenta con un brillante prólogo de David Becerra Mayor; en él dice que en un momento de la Historia se impuso un discurso no-ideológico, porque habíamos llegado al ocaso de las ideologías, que la crisis del sistema capitalista  parecía tener una respuesta científica y técnica pero que no es así, porque de la crisis se sale combatiendo la ideología dominante. Para ello resulta imprescindible reivindicar la memoria y la cultura. Poner la memoria y la cultura en el centro de nuestro discurso. Mirar atrás para construir futuro. Homenajear a quienes nos precedieron, sabiendo que el mejor homenaje que podemos hacerles es leer sus obras.

La introducción que enmarca estas reflexiones empieza con una pregunta: ¿por qué el título de El hilo de Ariadna? Sabemos, por la Mitología, que el joven ateniense Teseo se ofreció a matar al minotauro y así librar a su pueblo del terrible tributo en vidas humanas que se cobraba cada año. Sabemos también que consiguió su objetivo con la ayuda decisiva de Ariadna que le proporcionó un ovillo de hilo, que debía seguir para salir del laberinto. Lo que ocurrió después entre los jóvenes difiere de una versión de la leyenda a otra, pero en todas existe el laberinto de Creta y, en todas, el protagonista tenía que seguir el hilo de Ariadna para encontrar la salida… Que estas reflexiones para un tiempo de crisis estén recogidas bajo el título de El hilo de Ariadna indican que existe un laberinto y que hay que buscar una salida: ¿qué es, en estos momentos, el hilo de Ariadna? Algo que se repite, de una forma u otra, en todas estas páginas y que no es ni más ni menos que la conciencia, esa forma de ser y de entendernos como seres humanos, que está determinada por el ser social y se pierde en la alienación. Porque el mundo es un laberinto, nada inocente desde luego, un entramado de intereses que, sólo con una gran lucidez y sin atender a los cantos de sirena, podemos tratar de desentrañar. Esos cantos de sirena nos dijeron, tras la caída del Muro de Berlín, que habíamos llegado al fin de la Historia, al ocaso de las ideologías, que vivíamos en el mejor de los mundos y que ya no era necesaria la lucha ni el compromiso… Pero la última crisis  del sistema capitalista ha puesto de manifiesto todo lo contrario y de eso trata precisamente esta colección de artículos cuyo subtítulo, Reflexiones para un tiempo de crisis, es suficientemente significativo del contexto económico, político y social en el que han sido escritas estas páginas y que tratan de analizar la naturaleza, causas y consecuencias de esa crisis, que comenzó de forma ostensible en 2007 y continúa más de diez años después… Ése ha sido el caldo de cultivo en el que germinaron las palabras que, cada quince días, aparecían en el periódico para conectar algún aspecto de la realidad con esa reflexión de fondo, en lucha ideológica contra el postmodernismo, la ideología del capitalismo globalizado, que se presenta como alternativa o superación de las décadas anteriores; el postmodernismo es un paradigma de pensamiento líquido que prende en la sociedad actual en millones de «mentes perezosas», que diría Julio Anguita;  es una especie de revolución del individualismo, una reacción en forma de «ajuste de cuentas» con el proyecto emancipador y revolucionario de la modernidad, especialmente con el movimiento obrero marxista del siglo XIX. El sacerdote mexicano Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza ha elaborado un código para circular por esa nueva vida «a la carta» que el sistema ofrece y que yo hace un tiempo traté de resumir en este decálogo: Te amarás a ti mismo/a sobre todas las cosas; la Historia empieza en ti, aquí y ahora; preferirás las ocurrencias «graciosas» a la alegría; romperás los lazos familiares que te comprometan o cuestionen; estarás «enganchado/a» a las nuevas tecnologías de la comunicación, pero casi nunca disponible para nadie, porque no tendrás tiempo; practicarás el sexo de forma cómoda y no comprometida; criticarás las consecuencias del robo y la explotación, pero no las causas; huirás de los grandes relatos para hacer historias parciales y resaltar las diferencias; preferirás las opiniones personales y los debates en pequeños grupos a los acuerdos colectivos para transformar la realidad; buscarás más la forma que el fondo, la imagen que la realidad, el ruido que las nueces… y el éxito por encima de todo. Esta forma de entender la vida es tremendamente útil al capitalismo actual, porque cambia los valores absolutos y las síntesis superadoras por una ideología para tiempos rápidos, que es más una sensibilidad que un sistema racional. Y ésa es la ideología sutil y machaconamente difundida por el poder mediático-cultural del sistema, la ideología capitalista que nos construye,  tal y como dice Juan Carlos Rodríguez.

Pero volvamos al hilo de Ariadna, a la conciencia sin la cual no es posible salir del laberinto. Esa conciencia que se rebela contra una concepción absurda del tiempo o denuncia la manipulación que el poder hace del lenguaje; esa conciencia que pone nombres a la memoria histórica: Marcos Ana, María Teresa León, Gabriel Celaya, Miguel Hernández…, que reivindica los Derechos Humanos y la historia del Movimiento Obrero. La Historia no empieza aquí y ahora, como propugna el postmodernismo, para dejarnos inermes y a merced del sistema, porque nuestra conciencia nos dice que somos parte de un proyecto colectivo del que forma parte mucha gente: jóvenes que gritan Sí se puede aunque tengan que buscar empleo a muchos kilómetros de su tierra; pensionistas que estiran su pensión para mantener a más de una familia; trabajadores y trabajadoras que hacen huelga y asisten a las manifestaciones del Primero de Mayo, porque hay que seguir manteniendo la llama de la lucha sindical; poetas que resisten y novelistas que se anticipan a la realidad; hombres y mujeres que hacen política con nobleza y con orgullo. Tenemos palabras, canciones y poemas que nos hermanan en la lucha y en los sentimientos; viajes que son libros abiertos y libros que nos llevan de viaje; sabores, olores, paisajes vividos, recreados, degustados, que nos invaden de nostalgia o nos sacuden la desidia… y  todo eso es la vida y no tiene que ser la vida capitalista que nos ofrece la ideología dominante cuando nos invita a que abandonemos toda esperanza, como Dante a la puerta del Infierno…

Hay una conciencia que se explicita  con frecuencia en estas páginas, pero que está latente en todas ellas: es la afirmación de las mujeres de conquistar su espacio, usurpado desde siglos por el patriarcado y, en los últimos tiempos, en alianza perfecta con el capitalismo. Desde Hypatia de Alejandría a las mujeres del siglo XXI cuya conquista es tenerse a sí mismas, pasando por las brujas y las revolucionarias francesas que reivindicaban los derechos de ciudadanía, la historia de las mujeres es una historia de injusticia y de violencia para que estemos apartadas y calladas. Pero el feminismo como conciencia de las mujeres existe desde que alguna, en algún momento, se dio cuenta de que estaba discriminada y obró en consecuencia: decidió rebelarse y empezó a tomar la palabra, a exigir la igualdad, a luchar por la libertad. Muchas aparecen en estas páginas: la misma Hypatia, Teresa de Jesús, Virginia Wolf, Rosa Luxembyrgo, Clara Zetkin, Tillie Olsen, Dolores Ibárruri, María Teresa León, Doris Lessing, Simone de Beauvoir, Pilar Paz Pasamar, Frida Kahlo…; otras, como Celia Amorós, Gioconda Belli o Fanny Rubio siguen aportando el magnífico testimonio de sus textos y su voz; y otras —las republicanas que mantuvieron la esperanza en silencio y tragándose las lágrimas pero pasaron el testigo de la lucha por la igualdad a sus hijas y a sus nietas, las que resistieron y lucharon en la clandestinidad durante el franquismo, las aceituneras de Jaén, las madres del 8 de marzo, las jóvenes obligadas a elegir entre la maternidad y un trabajo precario, las chicas embaucadas por el amor líquido, las profesionales infravaloradas y explotadas, las mujeres maltratadas y asesinadas que ya solo serán un número en trágicas estadísticas…— no aparecen con nombre propio, pero son nuestra memoria y nuestro presente y con todas ellas caminamos hacia un futuro sin explotación y sin dominio, porque la revolución pendiente  será feminista, o no será.

Estas páginas se nutren de Literatura. Miguel de Cervantes, Antonio Machado, Pablo Neruda, Benedetti, César Vallejo, Juan Ramón Jiménez, Luis Martín Santos, Julio Cortázar, Ernesto Cardenal, Caballero Bonald, Buero Vallejo, Javier Egea, Felipe Alcaraz, Manuel Ruiz Amezcua, junto a otros nombres ya citados, son autores a los que siempre volvemos porque la lectura de su obra, como dice Virginia Wolf, nos quita las escamas de los ojos para que veamos el mundo con más claridad y, sobre todo, podamos ver las contradicciones que tratan de ocultar los detentadores del poder de todos los tiempos: Albert Camus dice que los hombres mueren y no son felices, pero la conciencia da sentido a la vida como en el mito de Sísifo y dice, sobre todo, que hay en las personas más cosas dignas de admiración que de desprecio; con Bertolt Brecht aprendemos a luchar contra la mentira y la ignorancia —a pesar de las dificultades—, a valorar el estudio, a cantar sobre los tiempos sombríos y a dudar, porque dudar es rechazar las creencias, decir no a supuestas verdades eternas pero dudar es, sobre todo, preguntarnos por qué somos así, experimentar con nuestro yo que es un sujeto construido históricamente, para comprender que las cosas no son tan claras como parecen, aunque esa claridad tenga como soporte-coartada la naturaleza, la vida o la razón. Estas páginas tienen más de duda y de interrogantes que de certezas y de respuestas pero, de ningún modo, caen en el pensamiento líquido de puro adaptativo, ni niegan una historia de lucha en la que muchas personas han escrito páginas brillantes, ni renuncian a conseguir la felicidad de vivir en un mundo en el que todo sea posible menos la explotación, citando de nuevo a Juan Carlos Rodríguez. Por eso, gritan contra la injusticia y la desigualdad, son una llamada de atención para que seamos cada vez más conscientes de las asechanzas del sistema, del entramado de intereses de que se sirve el capitalismo para legitimar la explotación y el dominio. También son un canto al compromiso, a la amistad, al amor y a la esperanza, porque esos sentimientos pueden convertirse en instancia crítica contra la ideología dominante, si impedimos que el mercado les ponga precio y convierta las relaciones humanas en un intercambio de favores para conseguir beneficios.

Si lo que la ideología ofrece como vida humana es la vida que permite el sistema capitalista y su lógica implacable se da de bruces con los derechos humanos; si las personas aspiramos a vivir en paz y rechazamos la injusticia y la desigualdad; si el lenguaje está manipulado y la literatura refleja una realidad ahistórica; si queremos que el amor y la felicidad sean posibles, tendremos que decir «No» a las creencias que la ideología dominante nos inocula cada día, tendremos que poner en pie un mar de dudas que no es debilidad sino fortaleza, tendremos que aprender a preguntar y a preguntarnos para ser cada vez más conscientes de lo que somos, de lo que el poder quiere que seamos, de lo que podemos ser… El hilo de Ariadna puede estar tejido con palabras y con lecturas, con luchas y con derrotas, con búsquedas y con hallazgos, pero cada uno debe tejer el suyo y juntarlo con muchos otros para, entre todos, salir del laberinto y plantar cara al poder. Como dice Antonio Machado, el mañana no está escrito y tenemos el derecho —y el deber— de soñar con las espléndidas ciudades y las amplias alamedas de la libertad.