Helena Maleno Garzón, ejidense activista de derechos humanos y fundadora del colectivo «Caminando Fronteras», se dedica día a día desde el norte de África a apoyar las redes migrantes. De formación periodista, ha realizado investigaciones sobre la situación en las fronteras y las vulneraciones de derechos en estos lugares que ella llama «de no derechos», colaborando con el Defensor del Pueblo, y con entidades como SOS Racismo u Oxfam Intermon. Además, ha trabajado como delegada de CEAR e investigadora de Women’s Link Worldwide, realizando trabajos en terreno sobre trata de seres humanos. Ha participado en la realización de varios documentales sobre personas migrantes. Por su labor ha recibido todo tipo de premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional, que destacan su papel como garante de los derechos humanos en las fronteras. En 2017 fue citada por la justicia marroquí acusada de favorecer el tráfico de inmigrantes y la inmigración ilegal, en base a unas investigaciones iniciadas por la UCRIF española años antes. Tras meses de citaciones, incertidumbre y apoyo hacia la activista por parte de instituciones y organizaciones de todo el mundo, la causa fue archivada al no existir indicios de delito, suponiendo esta decisión un nuevo impulso para la lucha por los derechos de las personas migrantes.

 

MARGA VEIGA : ¿Puedes darnos las claves para entender las migraciones contemporáneas?

HELENA MALENO: Las migraciones contemporáneas hay que entenderlas en un contexto donde todo el mundo se ha movido del Norte al Sur como ha querido. Los europeos, en un proceso de colonización de otros territorios se movieron hacia el sur. Ahora se ha producido un cambio, y hay mucha gente que se mueve del Sur al Norte global, y también se mueven otras direcciones en procesos diferentes. A través de ellos todo el norte global ha creado una serie de negocios que se derivan del control del movimiento. El negocio del control de movimiento es ahora mismo uno de los negocios más importantes del mundo. Por otro lado, ese ejercicio del derecho al movimiento hay que entenderlo como una lucha decolonial y como un acto de reivindicación de derechos.

MV: ¿Y si hablamos de las vulneraciones de derechos humanos que sufren las personas migrantes?

HM: Las personas migrantes, personas que ejercen el derecho al movimiento, no son consideradas como sujetos de derecho. Pierden sus derechos, sobre todo en las zonas de frontera, que son zonas de no derecho. Y esto quiere decir que pierden absolutamente todos sus derechos, incluido el derecho a la vida. Se ha normalizado que el control migratorio esté por encima del derecho a la vida. Se ha normalizado que se pueda disparar material antidisturbios a personas que están en el agua y que esto provoque catorce muertos y que no haya que perseguir a las personas responsables de esas catorce muertes. Hemos normalizado que haya una patera hundiéndose y que no se pongan en marcha todos los medios de rescate necesarios para ir hacia esa patera. Hemos normalizado tener, en un servicio público que defiende el derecho a la vida, como es Salvamento Marítimo, un mando militar que se encargue de controlar los rescates a las personas migrantes. Mientras que los rescates de los yates, de los buceadores o de otras de otras tipologías serán rescates con mayores garantías. Y todo eso lo hemos normalizado. Hemos normalizado que exista una ley de extranjería y que a las personas migrantes se les apliquen leyes diferentes y derechos diferentes. Hemos normalizado que los derechos se tengan que ir ganando, que no tengan derecho al trabajo… Incluso queríamos normalizar que no tuvieran derecho a la sanidad, hay discursos que hablan de ello. Es todo un sistema creado desde hace mucho tiempo que genera mucho dinero a empresas. Tras todo ese sistema de construcción política están los negocios de grandes empresas, como las industrias de la guerra e industrias criminales.

MV: En muchas ocasiones las personas que migran se enfrentan a situaciones de vulnerabilidad que les hacen asumir otros riesgos añadidos, ¿podrías hablarnos de ellos?

HM: Ejercer el derecho al movimiento en determinados contextos es peligroso. Hay una serie de instrumentos que controlan ese derecho al movimiento, como por ejemplo, las leyes de extranjería, los radares, el proyecto SIVE [1], todo el sistema Frontex, todas las vallas, todos los radares en el Sahel,… Estos instrumentos, que ponen en riesgo a las personas, son fruto de las políticas  «de la disuasión», que se basan en el denominado «efecto llamada». Esas políticas de la disuasión ponen en marcha mecanismos que atentan contra los derechos fundamentales de las personas que se mueven, incluyendo el derecho a la vida, y que generan un negocio a través del control de esos cuerpos que se mueven. Esto es la necropolítica: decidir quién muere y quién vive y en qué circunstancias en esas zonas de frontera, lo que se ha llamado la necrofrontera. A la vez que existen todos esos mecanismos que inciden en cerrar las rutas de las personas que se mueven con esas políticas de la disuasión, hay una serie de industrias criminales que abren otras rutas más peligrosas y que se postulan como pasadores que pueden garantizar tu derecho al movimiento. Las industrias del control migratorio, vinculados a las industrias de la guerra, se retroalimentan con estas industrias criminales, estos negocios se retroalimentan, se necesitan. Y al final ese cuerpo que se mueve, ese cuerpo migrante, se convierte en objeto de negocio. Se decide quién vive, quién muere, y el sufrimiento de ese cuerpo migrante también da dinero, como vemos en diferentes contextos: la esclavitud en Libia, la explotación con fines sexuales, la explotación en el sur de Italia de las personas migrantes, la explotación en el sur del estado español como en el caso de las freseras de Huelva… Como hemos dicho, son dos negocios que se retroalimentan y que viven de esos cuerpos que se mueven, de los cuerpos migrantes y de su sufrimiento, incluso de su derecho a la vida. A partir de ahí, se puede imaginar toda la serie de vulnerabilidades que sufren, toda esa serie de dolores, todos esos impactos que tienen en su cuerpo.

MV: Cada vez más, los estados europeos tratan de blindar sus fronteras. ¿Qué consecuencias trae esto para las personas migrantes?

HM: El blindaje de fronteras tiene un impacto económico muy importante. Es decir, hay mucha gente ganando, hay grupos muy importantes ganando muchísimo dinero de este blindaje de fronteras. Eso tiene un impacto sobre los cuerpos de las personas migrantes, que es un impacto de transformar, de cosificar a las personas migrantes. Son criminalizadas, cosificadas y en muchos casos también victimizadas, lo que también es una forma de racismo. Ya no son criminales, sino que son «pobrecitas migrantes», como en el caso de la trata. La victimización nos sirve también para alimentar la criminalización de las personas que se mueven, de las personas migrantes.

MV: Como especialista en trata de seres humanos, ¿puedes decirnos qué conexión tienen las migraciones con la trata?

HM: Nosotras siempre hemos dicho que trata no debería vincularse a las migraciones. Hay un hecho muy determinante en el Estado español, y es que la propia policía de control de fronteras que es la UCRIF,  es la policía que se supone que tiene que garantizar los derechos de las personas víctimas y supervivientes de la trata. Esto es un error grandísimo, puesto que nuestra experiencia nos dice que esto para lo que ha servido no ha sido para proteger los derechos de esas personas víctimas supervivientes de la trata, sino que ha servido para criminalizar y perseguir aún más a las personas migrantes y a su derecho al movimiento. Es verdad que en un mundo, donde como te decía, cada vez se aplica más la necropolítica y donde los cuerpos migrantes son elementos del necropoder, elementos en la necrofrontera, cada vez más muchas personas usan las redes de trata que se postulan como una estrategia migratoria. Pero la trata no hay solamente una trata transnacional. En el Estado español no hay una Ley Integral contra la trata. Hay un protocolo en el que se toca la trata en su dimensión transnacional y la enfoca en su dimensión de explotación sexual. Pero no se trabaja la trata con fines de explotación doméstica, ni se trabaja la trata con fines de explotación laboral. No se trabaja una trata que no sea trasnacional, pero hay una trata interna también, hay una trata dentro de las propias fronteras europeas. La trata ha sido usada de forma perversa, sobre todo por el sistema policial, para criminalizar también el derecho al movimiento, y esto, como te decía al principio, no ha servido para proteger los derechos de las víctimas y supervivientes de la trata. Hace falta desvincular la trata de las migraciones, hace falta desvincular la trata de explotación sexual, hace falta una policía que no sea una policía de control de fronteras, que proteja a las víctimas, y hace falta sobre todo reintegrarles en sus derechos. Porque no solo desde un enfoque policial se lucha contra la trata. De hecho, el enfoque policial, nos lo dice la experiencia, obtiene muy pocos resultados, y las condenas son bastante ínfimas, mientras que los derechos de las personas víctimas de la trata siguen siendo vulnerados. Lo vimos con la «operación Carioca» [2], donde solamente al final hubo una condena de pocos años y donde las víctimas seguían escondiéndose como contó el compañero Nicolás Castellano en uno de los reportajes de la Cadena SER.

MV: En Europa se está dando un auge de los discursos en contra de las migraciones. ¿Por qué crees que se da?

HM: Porque todavía estamos en un sistema colonial, porque estamos en un sistema que está basado en el racismo institucional. Hay un racismo institucional que está en la base de la construcción de las instituciones europeas. Además, como hemos dicho al principio, detrás de las fronteras hay un negocio muy importante que esas empresas hacen lobby para hacer un tipo de políticas, que se tienen que basar en algunos discursos y mensajes. Y esos discursos y mensajes son el aumento del racismo, la xenofobia, el rechazo a través de la institucionalización del racismo, y de la normalización de un racismo social que sigue latente en las sociedades europeas.

MV: ¿Por qué ese rechazo a refugiados y migrantes?

HM: No me gusta la diferencia entre refugiados y migrantes. Esas categorizaciones… cuánto más víctimas son, son más aceptadas, ¿no? Porque al final no queremos ver a las personas. La diferencia del concepto entre refugiado e inmigrante ha servido también para criminalizar a las personas migrantes, que según las instituciones se mueven por motivos económicos y no por motivos de persecución, dando a entender que la Convención de Ginebra de 1951 no puede representar toda la situación actual. ¿Dónde están las víctimas de trata en ese discurso de protección? Algunos países sí están adoptando medidas en los casos de las victimas supervivientes de la trata, como por ejemplo, Francia. En el Estado español se dan muy pocos asilos vinculados a la condición de víctima superviviente de la trata. ¿Dónde están los desplazados por el cambio climático? Y otra cuestión, ¿por qué hay refugiados de primera y refugiados de segunda? El asilo se ve muy claro en algunos casos, por ejemplo, por motivos políticos. La mayoría de las personas que están pidiendo asilo son personas de Venezuela, y se les acepta a trámite, mientras que es muy difícil que una persona de Centroáfrica, o muchas veces incluso de países que llevan un conflicto enquistado, como República Democrática del Congo, se les acepte a trámite una demanda asilo. Es decir, que hay unos intereses económicos y también unos intereses políticos detrás de esa categorización de migrantes y refugiados. Y también sirve para lavar conciencias, también de determinados sectores de la izquierda, diciendo «bienvenidos refugiados, pero a esto hay que ponerle un tope». Esa categorización refugiados-migrantes a mí me parece bastante dura y aberrante, y tiene un impacto bastante delicado en los derechos de las personas.

MV: Has sufrido recientemente ser acusada y juzgada por tráfico de personas. Existe una persecución de las organizaciones que defienden los derechos de los personas migrantes, ¿cómo ocurre esto?

HM: Efectivamente existe una persecución a las personas que defienden derechos en las fronteras, persecución que obedece a lo que pasa en muchos lugares del mundo, donde los defensores de derechos señalan a los estados, pero también señalan a las empresas que se están enriqueciendo con las políticas de control migratorio. Al igual que en Latinoamérica las defensoras de derechos humanos están siendo asesinadas por denunciar lo que están haciendo las industrias extractivas y por denunciar vulneraciones de derechos, las defensoras de las personas migrantes o las propias personas migrantes, que son las principales defensoras de sus derechos, están siendo asesinadas por defender derechos en una zona en la que tocan intereses económicos muy grandes, como son los intereses de las empresas de la guerra.

Es una política, es un efecto más de la necropolítica que se siente en todos los países de Europa. Desde el año 2005 se han constatado 158 procedimientos judiciales en Europa contra personas que defienden derechos de personas migrantes. Pero esto es sólo la punta del iceberg. Debajo está toda la persecución a las personas migrantes que están defendido sus derechos. En junio de 2018 asesinaron a Soumaila Sacko, que era un compañero maliense sindicalista que defendió los derechos de él y de sus compañeros en el sur de Italia, cuando eran explotados trabajando 12 horas al día por 20 euros. Como las compañeras de la fresa, que se han erigido defensoras de sus derechos y de los de otras compañeras para denunciar las condiciones de esclavitud en las que están trabajando. Por lo tanto, la punta del iceberg son los procedimientos judiciales, pero luego hay un acoso, un hostigamiento, una persecución... La propia ley mordaza también es una herramienta de persecución de las defensoras de derechos, y cuando hablamos de  personas perseguidas por defender derechos de las personas migrantes no solo estamos hablando de otros países, estamos hablando también del propio estado español y de los estados europeos.

MV: ¿Crees que la creación de vías seguras sería una solución para evitar los riesgos a los que se exponen las personas migrantes? ¿Podrían ofrecer otras ventajas?

HM: ¿Cuál es el concepto? ¿Qué significa vía segura? Es un tema delicado… Las vías seguras tienen que ser propuestas muy claras donde se vea cuáles van a ser los instrumentos para generar esas vías seguras. Porque muchas veces se planteaba que esa vía segura consistiera en que las personas pudieran pedir asilo desde países terceros. Se manipulaba ese concepto de vía segura por parte de las administraciones públicas diciendo que se pudiese pedir asilo, por ejemplo, desde Marruecos, y hacer una serie de reinstalaciones posteriores en territorio europeo. Efectivamente necesitamos vías seguras, pero necesitamos que el planteamiento de esas vías seguras no responda a una construcción más del racismo institucional y que no se convierta en otro negocio más de la necropolítica y de la selección de las vidas de las personas que se mueven.

Creo que no es loco plantear el derecho a la libertad de circulación. Parece una locura porque tenemos un discurso muy interiorizado de todo el tema del control del territorio. Pero en un mundo globalizado en el que todo se mueve: las mercancías, la información,… El que los cuerpos las personas no se puedan mover libremente parece una contradicción bastante importante. Se puede abrir un debate sobre sobre la libertad de circulación. Existía en el siglo XIX, sobre todo ese movimiento que hubo de todos los colonos, de todos esos millones de personas que salieron de Italia para ir a América, de todos esos millones de personas que salieron de Europa y se asentaron en Australia, de todos esos millones de personas que han ido a África… Yo creo que es el momento. Efectivamente habrá que valorar el tema de las vías seguras y las propuestas que algunas organizaciones están haciendo, pero hay que abrir un discurso más amplio donde se ponga en el centro toda la situación de racismo institucional y donde se pongan en el centro también los derechos de las personas migrantes.

MV: El aumento del número de personas llegadas a las costas españolas, ¿supone una nueva tendencia? ¿Se debe al cierre de la ruta Libia-Italia?

HM: Las nacionalidades que pasan por la ruta Libia-Italia no son las mismas nacionalidades que están en la ruta occidental. Nosotros no hemos notado que por la ruta de la frontera occidental viniesen muchas personas que hayan pasado por la ruta de Libia-Italia, no compartimos las mismas nacionalidades. Las nacionalidades mayoritarias aquí son otras, y de hecho muchas de esas personas ni siquiera han entrado por tierra, que era la fórmula más utilizada años anteriores, sino que han entrado por vía aérea a Marruecos para coger la vía occidental. Creo que la gente intenta moverse, la gente ejerce ese derecho al movimiento como una forma también de respuesta. Date cuenta además que la mayoría de personas que están cruzando ahora mismo la frontera son magrebíes, la mayoría de nacionalidades que cruzan la frontera son marroquíes, argelinos, y después le siguen los guineanos. Este año la mayoría de personas que han llegado a territorio europeo son magrebíes.

MV: ¿Crees que Europa, y específicamente España, está gestionando adecuadamente los recursos para atender a las personas llegadas?

HM: Habrá que hacer una evaluación bastante importante del sistema de acogida. Primero con lo que pasó el verano pasado. Llevamos treinta años de experiencia en la frontera occidental europea, frontera sur española, treinta años de experiencia de llegadas de personas. La gestión que se hace de esas llegadas es una gestión totalmente policial. Es muy doloroso cuando personas víctimas de naufragio son recibidas con la ley extranjería, y no se le aplican los protocolos de víctima de tragedias. Como por ejemplo, el otro día a las personas que se refugiaron en la Isla Perejil, que ni siquiera sabían que estaba en una isla y que después de haber sufrido un naufragio con su toy, donde murió un compañero costamarfileño, estuvieron quince horas en la isla sin recibir ningún tipo de asistencia del Estado español, que dice que esa isla es territorio español, hasta que fueron rescatadas por autoridades marroquíes, entrando en un territorio que España dice que es su territorio. Lo duro de esto es que el estado español no quiso aplicar un protocolo de víctimas de tragedia a las víctimas de un naufragio que habían llegado a una zona del territorio. Esto es tremendo, y esto pasa. Esto pasó el verano pasado, cuando muchas de las personas no fueros recibidas en el sistema de acogida, sino que fueron desplazadas en autobuses sobre todas a las zonas del norte, porque al final lo que iban eran a otros lugares de Europa. El sistema de acogida es un sistema que al final son unos cuantos meses y después las personas se ven abocadas a una situación de irregularidad administrativa, de falta de derechos y sobretodo de explotación laboral. Otra vez estamos igual, habría que valorar cuáles son esos protocolos, habría que valorar el impacto del racismo institucional en los procesos de acogida de las personas migrantes, y habría que darle una vuelta bastante importante a esos procesos de acogida.

MV: ¿Qué acciones concretas podrían acometerse para mejorar la situación de personas migrantes?

HM: Primero hay que tener un discurso claro. Claramente primero hay que sacudirse el racismo institucional, hay que sacarlo de las instituciones, de los protocolos… Las construcciones racistas hay que sacudirlas. No solo existen en los planteamientos de derecha, sino también en los planteamientos de izquierda. Ya lo están diciendo los compañeros y compañeras migrantes y racializadas que están en el Estado español. Hay un peligroso racismo institucional que vemos, por ejemplo, en el caso de las compañeras de la fresa en Huelva. Todos los abusos de la fresa no han despertado la misma indignación en el movimiento feminista que despiertan otro abuso hacia otras mujeres; entonces nos tenemos que sacudir ese racismo también desde planteamientos muy profundos de izquierdas. Ahora mismo hay que acompañar las luchas o por lo menos, no darles voz, porque las compañeras y compañeros migrantes ya tienen su voz, sino dejar de invisibilizar esa voz y ponerla en primera plana, y son ellas quienes tienen las claves. Yo creo que ahora hay movimientos muy interesantes, como el Sindicato de Manteros, como el Espacio Inmigrante, como los Ex-Menas [3] de Barcelona… Son ellos los que tienen las claves, son esas personas que han sufrido el impacto sobre sus cuerpos de todo ese racismo institucional, de toda esa necropolitica, de toda esa explotación. Son ellas quienes tienen las claves de lucha y de discurso. Yo creo que el futuro y las acciones concretas no tienen que partir de donde han partido siempre, sino de esos nuevos movimientos, movimientos que día a día se enfrentan a la necropolítica, que día a día ponen en riesgo sus vidas porque nuestro sistema se las arranca.