I

La Guerra siempre es un negocio. ¿Para quién? Supuestamente para los estados, pero no es así: desde el erario público se ponen los muertos y los presupuestos generales del ministerio de Defensa, pero los mayores beneficios de cualquier contienda van a parar a bolsillos privados.

Desde antiguo fue así, incluso en la era de los grandes imperios que buscaban aventureros, corsarios y banqueros para sus empresas bélicas. La sangre pagaba cara la seda o las especias, el índigo o el oro. También durante el siglo XX. Los totalitarismos fueron una respuesta a la gran depresión de 1929. Pero, ¿quién sacó tajada de aquellos 70 millones de muertos? La industria armamentística. Tan sólo en compraventa de armas, la Unión Soviética invirtió 48 mil millones de dólares y Gran Bretaña, 28 mil, Canadá, 4 mil y la Francia libre, 3,5, por no hablar de cantidades menores que pusieron sobre el tapete diversos países latinoamericanos, Bélgica, Polonia, Holanda o Checoslovaquia. Sin embargo, Estados Unidos movió 84.500 millones de dólares de 1945, aunque el costo global de la contienda para las arcas de dicho país supuso alrededor de 3.500 millones de dólares de 1945. Una bicoca si se tiene en cuenta los réditos alcanzados después como primera potencia mundial. Y, sobre todo, si se tiene en cuenta el mal negocio de los vencidos: el presupuesto militar nazi ascendió a 68 mil millones de dólares, mientras que Italia puso 23.500 y Japón 14 mil.

El impacto en vidas de la guerra fría fue menor, a pesar de las guerras de Vietnam, Camboya, Angola, Sáhara Occidental, Irán o Irak, o las primeras campañas de Afganistán contra la Unión Soviética. Una fruslería de treinta millones de bajas. En paralelo, siguió sonando la máquina registradora. Sobre todo en un aspecto especialmente contradictorio, esa paradoja a la que algunos llaman inteligencia militar.

II

La industria militar, durante los últimos cincuenta años, ha utilizado como rehenes a los civiles. Se ha llegado a decir que los avances en materia de defensa contribuían a mejorar cualquier suerte de tecnología, desde la salud a la educación o la carrera espacial y las grandes conquistas de la ciencia. Era cierto. Sin embargo, los próceres con respuesta para todo torcían el gesto cuando se les preguntaba si no hubiera sido más rentable que todo el esfuerzo se hubiera centrado en el uso civil sin que tuviéramos que ir apartando a las cunetas de nuestra conciencia colectiva los cadáveres de los campos de batalla.

Sin el aliciente de las guerras, seguro que habríamos tardado más en los grandes avances informáticos, en la fibra óptica o en los medios digitales. Pero, ¿a quién le interesan tales avances a cambio de simples intereses comerciales? No hay mejor deporte que invadir paisitos a la busca de yacimientos petrolíferos, de gas, de uranio o simplemente de víveres.

III 

Cuando acabó la guerra fría, Francis Fukuyama elucubraba sobre el fin de la historia, pero el Pentágono no podía permitirlo. Durante la última década del siglo XX, las principales batallas empezaron a librarse en el parquet de las bolsas, con una crisis económica de calado similar a la que había venido marcando la pauta desde el crack energético de 1973. La industria militar estaba mano sobre mano y Estados Unidos perdía protagonismo en el cine bélico. Y todo ello a pesar de que la diana de sus factorías apuntaron hacia los narcos o hacia el terrorismo convencional: no hay nada mejor que echarle un vistazo a las novelas de Tom Clancy de aquellos años. Fue entonces, justo antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y de la puesta en valor del yihadismo como nuevo objetivo militar del pensamiento único, cuando la Casa Blanca desempolvó la idea del escudo anti-misiles, que Ronald Reagan había patentado en los 80 robándole a Georges Lucas la patente de “Star Wars”. La guerra de las galaxias iba a dar nombre a un escudo anti-misiles diseñado, desde el primer momento, por si se cumplía el vaticinio de Tim Burton y Marte decidía atacar a los terrícolas. No había, en aquel momento, misiles de alcance suficiente que permitieran llegar desde Moscú, Teherán o Tripoli a la Gran Manzana, a Bourbon Street, a Disneylandia o al hotel Flamingo de Las Vegas. Sin embargo, los Estados Unidos empezaron a aflojar la pasta para que la maquinaria de la industria armamentística volviese a calentar sus calderas.

Falto de ingenio, esa fue la idea que Georges W. Bush desempolvó en el año 2000, poco antes de que la Operación Justicia Duradera contra Afganistán, que dura injustamente hasta hoy en día, le diera cuerda suficiente a algunas de las  principales empresas fabricantes del pim, pam, pum mundial. Los informes del Instituto de Investigación por la Paz en Estocolmo (conocido bajo el acrónimo de Sipri, correspondiente a Stockholm International Peace Research Institute), se realizan con periodicidad anual desde 2002 y suelen estimar que el 63% de las ventas proviene de empresas estadounidenses, el 29% de europeas y el 2% de rusas. El resto corresponde a firmas japonesas, israelíes e indias.

Por supuesto que existen otros gigantes del trapicheo de la muerte, respetabilísimas compañías como Pratt and Whitney de Canadá, Mercedes-Benz de Alemania y BAE Systems del Reino Unido. Unas y otras se alternan en un ranking siniestro que desafía a la crisis económica —la venta de armas de los 100 principales fabricantes del mundo creció un 8% en el 2009 por un importe de 401.000 millones de dólares—y que suele situar a Lockheed Martin a la cabeza de la lista, alternándose con BAE Systems, y seguidas ambas muy de cerca por las estadounidenses Boeing, Northrop Grumman y General Dynamics. Naturalmente, la primera de dichas empresas es la mano que mece la cuna del Escudo Antimisiles.

IV

El escudo se basa en el Sistema de Combate Aegis (curo acrónimo ACS corresponde a la expresión inglesa  Aegis Combat System). Se trata de un sistema de armas naval integrado desarrollado en Estados Unidos —de cuya tecnología es tan dependiente la Armada española— por la División de Misiles y Radares de Superficie de la RCA Corporation, y ahora producido por Lockheed Martin.

En efecto, se trata en origen de la célebre RCA, o mejor dicho, de su compañía de servicios denominada RCAS, cuya sede central se encontraba ubicada en Cherry Hill, New Jersey, como una división de complementos tecnológicos para la célebre multinacional de los electrodomésticos, de los discos pero que también trabajaba desde antiguo con los suministros militares de alta gama. En 1989, aquella empresa pasó a formar parte del imperio de The Lockheed Martin Corporation, junto con el patrimonio de otras diecisiete compañías de distintos sectores, desde las aeronáuticas Glenn L. Martin y Loughead Brothers. Actualmente, esta potente firma opera tanto en los mercados comerciales como en la Defensa militar, con una plantilla que se aproxima a 140.000 trabajadores y que dirige sus negocios desde Bethesda, en Maryland, un suburbio de Washington D.C. que curiosamente destaca por su excelencia universitaria en materia de salud.

La Lockheed Martin está organizada en cinco segmentos operativos, como BMP con sede en Moorestown, también en Nueva Yersey, cuya actividad proviene de la antigua RCA y de la célebre General Electric. Se dedica a fabricar sistemas electrónicos de primer nivel para submarinos, navegación en superficie, tierra y aire. Así que obtuvo el contrato para la fabricación e integración de los sistemas de armamento y operaciones Aegis, que desarrolló por encargo de la Armada. Toda una aventura para la innovación tecnológica y para la industria bélica, que partía de su experiencia en sistemas integrados, radares, desarrollo de software y microelectrónica, sistemas de despegue vertical y de control de incendios. Pero también ha despuntado en los soportes para el lanzamiento de misiles balísticos.

Los contratos de RCA y, naturalmente, Lockheed, en la actualidad incluye, entre otros compromisos con el Gobierno estadounidense, el desarrollo de radares y sistemas de alerta en Alaska, un proyecto de test de misiles en Cabo Cañaveral o la construcción de los misiles de defensa balística Aegis, en sus diversos centros de trabajo, desde Dahlgren y Wallops  Island, en Virginia, o Port Hueneme, en California, entre otros enclaves. Un historial que, como no podía ser de otra manera, ha recibido numerosas distinciones. La historia, como se sabe, la escriben los vencedores.

V

Una coraza de piel de cabra. Eso significa Aegis, o Egida, en griego. Un escudo protector, si se quiere. La defensa de Zeus, si nos remontamos a la mitología clásica. El sistema Aegis se basa en la utilización de potentes radares y computadores para rastrear y guiar misiles con el propósito de interceptar proyectiles enemigos y destruir blancos hostiles. Inicialmente creado para la Marina de los Estados Unidos, actualmente el Aegis  también es utilizado por la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón, la Armada Española, la Marina Real Noruega y la Marina de la República de Corea.

El sistema es heredero de un proyecto iniciado por Estados Unidos a comienzos de los años 60, el Advanced Surface Missile System (ASMS), para misiles de superficie, que cambió su nombre por el actual en 1969. El sistema está basado en un radar multifunción avanzado, con detección y seguimiento automáticos. Es tridimensional y cuenta con cuatro antenas de fase, con alta potencia de cuatro megavatios, capaz de realizar simultáneamente funciones de búsqueda, seguimiento y guiado de misiles pudiendo  seguir hasta 200 blancos a más de 200 millas. Su prototipo se instaló en 1973 en el buque de pruebas USS Norton Sound. El desarrollo de la informática ha multiplicado su capacidad operativa, desde la guerra antiaérea, a la antisuperficie y a la antisubmarina. Aquella tecnología trajo estos lodos: su propósito actual estriba en desarrollar sus potencialidades como sistema de defensa contra misiles balísticos de medio alcance. En la actualidad, España cuenta con cuatro fragatas AEGIS clase Álvaro de Bazán, tiene una quinta en construcción y la Armada ha solicitado del Congreso la construcción de una sexta unidad. Claro que lo de incorporar la Base de Rota al escudo anti-misiles no se encontraba previsto en la hoja de ruta.

VI

El presupuesto de la guerra grava a la hacienda estadounidense, hasta el punto de que la administración Obama haya decidido, cuando la crisis se agudiza, que sus huestes deben volver grupas de las campañas de Irak y de Afganistán. Al Estado le irá mal pero a sus compañías privadas le van de fábula. Según datos de ese mismo informe, a mitad de la primera década del siglo XXI, la industria armamentística de Estados Unidos se benefició del 80% del aumento en el gasto militar y del 48% invertido a nivel mundial.

Las nuevas cruzadas contra la violencia islamista desviaron durante buena parte de la década la atención del viejo escudo antimisiles. Sin embargo, Barack Obama relanzó este programa con la instalación de escudos antimisiles terrestres en Polonia y Chekia o sobre soporte marino en el mar de China.

De entrada, cuando comenzaba la década, José María Aznar ya hizo amago de sumar a nuestro país a dicho proyecto, hasta el punto  de que, en 2001, un joven portavoz socialista llamado José Luis Rodríguez Zapatero, le afeó en su primer debata cara a cara en sede parlamentaria que hubiera anunciado su entrada en vigor en territorio patrio sin pasar siquiera por el Congreso. Ahora, el propio ZP voló raudo a Bruselas el pasado 5 de octubre de 2011, con las Cortes ya prácticamente disueltas, a anunciar públicamente la adopción de una medida de tal envergadura, que viene a confirmar su reciente propensión a imponer reformas laborales por decreto, a incluir en la Constitución la contención del déficit sin referéndum alguno y a hacernos partícipes de un despliegue teóricamente defensivo que incluso aliados occidentales como Rusia consideran hostil.

VII

Cuatro barcos dotados con el sistema antimisiles Aegis se instalarán en Rota, como una fuerza naval combinada que operará en el Mediterráneo, de común acuerdo con España y otros aliados europeos como Rumanía y Polonia, así como otros países ribereños como Turquía: “Estos barcos también apoyarán los esfuerzos críticos de la OTAN para construir una efectiva defensa antimisiles”, afirmó León Panetta, secretario de Defensa de la Alianza Atlántica, en relación con la cumbre que dicha organización celebró en Lisboa a finales de 2010 y en donde se adoptó la decisión de dotar a esta organización de un mejor sistema de protección anti misiles.

Lo curioso del caso es que fue Europa quien le pidió oficialmente dicho escudo a Tío Sam. De hecho, el despliegue que operará desde Rota parte de la llamada European Phased Adaptive Approach, que suele traducirse como Enfoque Europeo de Adaptación Gradual. Se trata de una propuesta del presidente Obama, formulada a 17 de septiembre de 2009 que replanteó la defensa contra misiles balísticos en Europa.

“Para decirlo simplemente —afirmó entonces el inquilino de la Casa Blanca—, nuestra nueva arquitectura de defensa antimisiles en Europa proporcionará unos sistemas de defensa más fuertes, más inteligentes, y más rápidos para las fuerzas estadounidenses y los aliados de Estados Unidos. Es más amplio que el programa anterior;. Despliega potenciales que ya han demostrado su rentabilidad y se basa en nuestro compromiso de proteger el territorio de los EE.UU. en contra de largo alcance amenazas de misiles balísticos, y que garantiza y refuerza, al mismo tiempo, la protección de todos nuestros aliados de la OTAN “.

Antes de que concluyera dicho mes, Holanda ya anunció que destinaría alrededor de 250 millones de euros en la modernización del sistema de vigilancia con radares Smart-L en buques de la defensa antiaérea precisamente para reforzar el escudo antimisiles de la OTAN en Europa. Darth Vather acechaba de nuevo y los holandeses se aprestaban a reforzar su programa de Defensa Activa Multinivel ante Misiles Balísticos de Teatro (Altbmd, por sus siglas en inglés) para abatir supuestamente proyectiles enemigos orientados al espacio europeo. Estos sistemas ultramodernos de Smart-L procederán a completar el equipamiento de fragatas en el mar Báltico para cubrir el norte y otras en el Mediterráneo, en aras de reforzar el flanco sur del escudo antibalístico, ideado por Estados Unidos. El despliegue incluirá estos radares Smart-L junto con los sistemas de vigilancia AN/TPY-2 —que se instalarán en Turquía—, los misiles interceptores Standard-3 y los Aegis, basados en el mar, que utilizarán Rota como base de referencia pero cuyo radio de acción incluirá el Mediterráneo y el Golfo Pérsico.

Demasiado ruido para tan pocas nueces. Demasiado escudo para tan pocos misiles. Demasiada guerra para tan poca paz.

VIII

Estamos en la primera fase de dicho despliegue, que concluirá de hecho a finales de este año y por la cual ya se han establecido radares terrestres AN/TPY-2 en Polonia, al tiempo que el sistema Aegis BMD se ha incorporado a barcos como el USS Monterey que, desde la pasada primavera, ya patrulla por el mediterráneo con dichos equipos a bordo. Sin embargo, el acuerdo que alcanzó Bush con el gobierno polaco no se quedaba en un simple radar, sino que consistía en la ubicación de diez unidades de misiles con un alcance de seiscientos kilómetros y una velocidad de cinco kilómetros medio por segundo. Demasiado lejos de Corea o de Irán, pero muy cerca de Rusia, dicho sea de paso. Así que no extraña que Moscú haya protestado de inmediato por la confirmación de que cuatro buques dotados con el sistema Aegis recalarán en España.

La siguiente fase se prolongará hasta 2015, con la instalación de una versión más avanzada de los interceptores SM-3, desde una base terrestre que ya ha sido localizada en Rumanía, tras una selección conjunta que dicho país llevó a cabo con Estados Unidos durante el pasado mes de mayo. Tres años más tarde, en 2018, se completará la fase 3, con un interceptor de ese mismo tipo que mejorará los ya existentes, desde 2009, en Polonia. Para completar el calendario, se ha fijado la fecha de 2020 para desplegar el SM-3 Block Interceptor IIB, que supuestamente mejorará la capacidad del continente para hacer frente a misiles de medio y largo alcance.

Aunque el grueso de los países europeos ha eludido situar en su territorio este tipo de defensas, Estados Unidos ha logrado incluso vencer la resistencia de Rusia que había mostrado serias críticas en el pasado pero que en noviembre de 2010 durante una reunión del Consejo OTAN-Rusia (Nato Russia Council) alcanzaron un principio de acuerdo en aras de “explorar oportunidades de cooperación de defensa antimisiles”, incluyendo la puesta a punto de una junta de evaluación de amenaza de misiles balísticos. Sin embargo, la incorporación de la base de Rota al operativo ha vuelto a despertar la suspicacia rusa. Será por algo. Como se sabe, Moscú no cree en las lágrimas. Ni paga traidores.

IX

¿Quiénes tienen misiles balísticos de medio alcance con los que atacar a Occidente? Al-Qaeda, no: contra el terrorismo yihadista, la opción norteamericana es el Africom, un nuevo comando operativo que actualmente tiene sede oficial en Stugart, en Alemania, pero que contará con una base propia en la zona marroquí de Tan Tan, muy próxima al Sáhara Occidental. El acuerdo firmado in extremis por el anterior presidente del Gobierno español también incluye la cooperación de la base española en tareas de apoyo a este mando africano de Estados Unidos, así como al USS Central Commands, un dispositivo estadounidense que se creó en 1983 y que habitualmente patrulla el Mar Rojo, el Golfo de Omán, el Golfo Pérsico y el Mar de Arabia.

Aunque numerosos países cuentan con misiles de largo y medio alcance, en el actual escenario, se perfila Irán y Corea como los nuevos malos de la película. Sin embargo, cabe preguntarse si ambas naciones tienen capacidad operativa para lanzar sus misiles contra España. En absoluto. Como objetó Vladimir Putin en su día, ni Irán ni Corea cuentan aún con capacidad para lanzar misiles de un alcance de hasta ocho mil kilómetros ni los va a tener en un futuro previsible, a pesar de sus experimentos nucleares: “También es obvio que un hipotético lanzamiento de un misil de Corea del Norte contra Estados Unidos vía Europa Occidental contradice las leyes de la balística.”, comentaba hace años el líder ruso.Y esas leyes no han variado tampoco con el paso del tiempo.

Sin embargo, nuestro país ha decidido darles asilo en una base española aunque todavía con fuerte dependencia estadounidense. ¿Por qué Estados Unidos no se ha decidido en cambio por la base de Gaeta, en Sicilia, un lugar mucho más próximo a Irán que la Península? Quizá por su proximidad al polvorín libio. Desde el aznarato, existía la tentación de trasladar a Rota buena parte de las actividades de la US Navy en dicha base italiana, pero todo quedo en suspenso cuando se enfriaron las relaciones entre Washington y Madrid a raíz de la derrota electoral del PP en 2004.

Nápoles se convirtió entonces en a nueva sede de las Fuerzas Navales de EE UU en Europa (CINCUSNAVEUR), mientras que Gaeta (Sicilia) mantuvo la VI Flota (COMSIXFLT), con la presencia permanente del US La Salle y su grupo aeronaval al completo  se había ofrecido en principio a Rota y a Oeiras, en Portugal. Esta última fue descartada por su alto coste y la opción de Rota se rechazó de plano tras el desencuentro entre el ultramontano Bush y el entonces aparentemente pacifista Zapatero.

La presión estadounidense estaba clara. Era un toma y daca. Como España se retiró de Irak, tampoco hubo opción a que, en 2005, se convirtiera en el cuartel general de la estructura estática de la «NATO Response Force» (NRF). Sin embargo, el acuerdo que estaba dispuesto a firmar Aznar iba mucho más lejos, con la derogación del acuerdo que tan sólo permite la presencia de buques de propulsión o carga nuclear en el puerto de Cartagena. El de Rota, dejó de recibirlos desde que en 1979, en plena transición, se logró un acuerdo que impedía la presencia en sus dársenas de los temibles Polaris.

A cambio, Estados Unidos se comprometió verbalmente con Aznar a que los astilleros de San Fernando, en Cádiz, que entonces gestionaba Izar, se convirtiesen en el principal  centro de reparaciones de la Sexta Flota en el Mediterráneo: esto es, la ITV de 60 unidades navales tanto de guerra como civiles. A pesar de dicho fiasco, la base de Rota prosiguió la ampliación de sus atraques y hangares, por lo que todo parece indicar que sigue adelante el plan “Rota Visión 2015”, que supone la inversión de más de 40.000 millones de las antiguas pesetas en dicha base.

X

El auge creciente de la Base de Rota confirma, según los expertos, la caída en desgracia de la de Gibraltar en la geoestrategia del Estrecho.

En la actualidad, la base aeronaval de Rota reúne a más de 8.000 efectivos estadounidenses, tanto personal civil como militar, prestando apoyo logístico a las unidades de la Sexta Flota y al Comando Aéreo Móvil de la Fuerza Aérea de los EEUU en sus tránsitos desde Alemania hacia el Sudeste Asiático, así como a las fuerzas operativas de la OTAN, incluyendo el inmediato horizonte del norte de Africa. Su importancia parece creciente y, desde luego, se sigue barajando su potenciación a partir del cierre de la base de Rhein-Mein en Alemania. En cualquier caso y a pesar del idilio entre la administración Bush y los gobiernos de José María Aznar o el distanciamiento entre Washington y Madrid a partir de que José Luis Rodríguez Zapatero retirase las tropas españolas desplegadas en Irak, todos los ejecutivos de nuestro país, tanto bajo los gobiernos de la UCD (1977-1982), del PSOE (1982-96), del PP (1996-2004) y nuevamente el PSOE, que en febrero de 2011 prorrogó los últimos acuerdos, con ciertas restricciones.

El anterior embajador de Estados Unidos en España durante la era Bush se llamaba Eduardo Aguirre y a partir de los cables difundidos por wikileaks conocemos su convicción de que, a pesar de la retirada de tropas españolas de Irak, José Luis Rodríguez Zapatero se había mantenido fiel a la cooperación militar con su país:

“Las bases de Rota y Morón son centros estratégicos, a medio camino entre los EE.UU. y Afganistán e Irak. Aviones y buques americanos realizan alrededor de 5.000 vuelos y 250 escalas al año. El ejército español es pro americano y pro OTAN. La marina cuenta con el sistema AEGIS en sus fragatas y ha estado trabajando durante cinco años para adquirir el sistema de misiles Tomahawk. España también está interesada en el Joint Strike Fighter. Tenemos que mantener fuerte esta relación de ejército a ejército”.

A partir de febrero, al menos sobre el papel, Estados Unidos afrontó mayores restricciones para los permisos de almacenamiento de explosivos, sobrevuelos y escalas de sus aviones, tanto en dicho recinto como en el de Morón. Hasta ahora, cualquier aparato militar estadounidense que decidiera cruzar nuestros cielos “para los vuelos no contemplados en las autorizaciones generales”, tenía que pedir permiso con dos días de antelación. Ahora tendrá que hacerlo una semana antes e incluir “un memorándum en el que se explique detalladamente las circunstancias del vuelo, el tipo, la cantidad de carga a transportar y el itinerario del mismo”. ¿Significará acaso que España podrá negar dicho permiso? En teoría, si. ¿Querrá hacerlo? Probablemente, no, pero al menos sobre el papel así aumenta la tutela española sobre unas bases que supuestamente también lo son.

En virtud de esta modificación que permitió prorrogar nuevamente el convenio, EE.UU. tampoco podrá almacenar bombas de racimo ni minas antipersonales y deberá mejorar la protección ambiental de sus instalaciones. A cambio de ello, España no denunció el convenio, lo que habría implicado un proceso parlamentario que llevaría a la negociación de un acuerdo global, por lo que La Moncloa ha apostado por introducir dichas “mejoras”, según el léxico utilizado por la ministra Carme Chacón, que precisó a su vez que también se ha prohibido expresamente los “repostajes en vuelos sobre territorio nacional y vuelos en modo visual”. Las mejoras sobre un convenio que no se denuncia suponen, y así lo subrayó el portavoz de IU, una “fórmula extraña al derecho”.

XI

La Royal Air Force (RAF) mantiene en Gibraltar un destacamento permanente (“The RAF station at Gibraltar” o “RAF Gibraltar”) formado exclusivamente, como recuerda el investigador Luis Romero Bartomeus,

“por personal de asistencia en tierra a aeronaves, encargado de dar servicio y seguridad a las que periódicamente acuden a realizar tareas de adiestramiento, dado que la meteorología es mucho más benigna en la zona que en las Islas Británicas, o a las que realizan tránsitos con destino a otras bases de operaciones”.

Las pintorescas características del aeródromo —“airfield” o “campo de aviación” en la terminología militar y “airport” o “aeropuerto” en la comercial—, quizá provocaran la caída al mar de un avión militar británico durante unos ejercicios matinales en julio de 1984. La extraña pista de aterrizaje, de 1.829 metros de longitud sobre el istmo, comparte su uso con el de la aviación civil y con el tránsito pedestre o el tráfico rodado y regulado por semáforos. Recientemente, ha sido habilitada para recibir aeronaves de transporte de gran capacidad, como los C-17 Globemaster III. Se calcula que la RAF dedica anualmente 15 millones de euros al mantenimiento de estas instalaciones. Al mando de las mismas se encuentra un Wing Commander de la RAF, equivalente a teniente coronel.

Por ahora, el Gobierno británico ha dado garantías de que no volverá a repararse ningún sumergible de propulsión o carga nuclear en Gibraltar, tal y como ocurrió con el “HMS Tireless” en 2000, a lo largo de todo un año que puso en riesgo a la región. En una carta suscrita en febrero de 2006 por Jack Straw, entonces titular del Foreign Office, y dirigida a su homólogo español Miguel Angel Moratinos, se puso por escrito lo que ya manifestó verbalmente su predecesor Cook al ministro español de Asuntos Exteriores Josep Piqué, durante la crisis del “Incansable”. Esto es, que aquella reparación de urgencia, constituyó un hecho “excepcional”.

Pero Luis Romero también aprecia en la carta de Straw la importancia que el ministerio británico de Asuntos Exteriores otorga todavía a la fuerza nuclear británica de submarinos, no solamente para el Reino Unido, sino para la OTAN. Y cita textualmente lo que, en dicho documento, Straw le dice a Moratinos:

“Todos los submarinos británicos están declarados a la OTAN y sus despliegues se realizan en apoyo de ese compromiso. La flexibilidad para su despliegue alrededor del mundo es fundamental para nuestro cometido defensivo en el seno de la OTAN, así como para nuestra propia defensa, y por lo tanto, sirve a los intereses defensivos de nuestros dos países. La base naval de Gibraltar desempeña un importante papel de apoyo a la capacidad global de la flota de submarinos de la Royal Navy”.

“La referencia argumentada de la importancia de Gibraltar para la Royal Navy —admite Romero— supone una declaración de intenciones sobre el futuro de dichas instalaciones y una clara manifestación de oposición a que sufran cambio alguno. Nada nuevo si se consideran las constantes declaraciones al respecto que se efectúan en la Cámara de los Comunes o a los medios de comunicación por parte de los responsables del Ministerio de Defensa (MOD), aunque sí que resulta relevante al ser el titular del Foreign Office quien se lo comunica por escrito a su homólogo español”.

Sin embargo, en dicho escrito, se formalizan otras garantías entre ambos países. De hecho, Straw preciso que España “siempre dispondrá de la debida comunicación relativa a los movimientos de los submarinos del Reino Unido en la zona de Gibraltar”, pero le recuerda que “tales movimientos son y seguirán siendo notificados a través de los canales establecidos en la OTAN a los que España (y otros miembros de la OTAN) tienen acceso privilegiado”.

Sobre la seguridad de las escalas, el titular del Foreign Office señala que su Gobierno ofrece una serie de garantías a los gobiernos anfitriones cuando recala en puertos extranjeros un submarino nuclear, recogidas en un documento denominado “Statment by the United Kingdom Gobernment on Operation of Nuclear Powered Warships in Foreign Ports”, copia del cual Straw adjunta a su escrito. Esta declaración no sería aplicable a España, afirma Straw, dado que no es el anfitrión de las escalas en Gibraltar, pero ante las especiales características de este caso y la demanda efectuada, el ministro británico confirma una serie de puntos incluidos en el citado documento, comprometiéndose a llevarlos a cabo. Dichos puntos se resumen en el compromiso de no descargar material nuclear ni residuos durante estas escalas; aplicar en Gibraltar todos los procedimientos de seguridad que sean de aplicación en cualquier puerto del Reino Unido; confirmación de que no se mantienen en el Peñón instalaciones permanentes de reparaciones importantes de sistemas nucleares y la manifestación de que el Reino Unido “sitúa la seguridad de la población local y de la región circundante en el centro de todas sus preocupaciones cuando opera con su fuerza nuclear”. Por ello, se compromete a notificar “de inmediato y trabajar en colaboración con todas las autoridades competentes, en el caso muy improbable de un accidente que afecte al reactor de un navío de guerra que fuera a llevar a cabo una escala en el puerto de Gibraltar”.

Lo que no resulta tan excepcional es la inquietud del sindicato mayoritario de Gibraltar, Transport General Workers Union, cuyos líderes y en especial el veterano José Netto, manifestaron siempre la preocupación por conocer el material que manipulaban sus trabajadores en el puerto y en el astillero de la Roca, ya que nunca se tenía la certeza o no de que se tratara de material radiactivo. Un riesgo latente que viene a unirse a otros peligros a los que se enfrenta, por lo común, la población de la Bahía de Algeciras.

Así, a finales de abril de 2010, se supo que la comisión de Peticiones del Parlamento Europeo volverá a estudiar la alta mortalidad por cáncer en Gibraltar y el resto de la comarca. ¿Se tratará de eso que llaman daños colaterales?

XII

Pese a las frecuentes visitas de altos oficiales británicos, el peso numérico de las fuerzas armadas británicas asentadas en Gibraltar es realmente reducido. En el Peñón se vivió en primera línea la privatización de las fuerzas militares que puso en marga Margaret Thatcher en los 80 y que condujo a todo un full monty del imperio.

La desaparición del submando aliado de cuarto nivel ubicado en Gibraltar (GIBMED), con motivo de la renovación que sufrió toda la estructura militar aliada, coincidiendo con la plena integración española a la OTAN en 1999 y el más reciente cierre y posterior desmantelamiento de la Terminal terrestre de comunicaciones por satélite de la Alianza, el 1º de enero de 2004, dentro de un proceso general de modernización de sus capacidades, son solamente dos de los elementos que han tenido incluso repercusión en la disminución del rango de quien ostenta el mando de las fuerzas armadas británicas en el Peñón (subordinado al gobernador), el Commander British Forces (CBF), que de un vicealmirante hace diez años ha pasado a un comodoro en la actualidad. De él dependen los efectivos de los tres ejércitos presentes en Gibraltar. Igualmente, el gobernador del Peñón, representante de la Reina en Gibraltar y teórica máxima autoridad política y también castrense dejó de ser un militar de la máxima graduación a partir de febrero de 1997 y desde entonces tres gobernadores civiles se han sucedido en el cargo. Desde el mes de septiembre de 2006, de nuevo un militar ha vuelto a ocupar dicho cargo. Las autoridades del Peñón manifestaron en su momento su malestar por la ruptura de la tradición de que fueran militares de los tres ejércitos quienes se turnaran en dicha representación, dado que podía interpretarse como una pérdida de consideración por parte de la metrópoli. Ninguna explicación oficial se ha hecho pública para justificar este nuevo cambio.

Pero sólo la RAF y la Royal Navy cuentan en el despliegue británico en el Peñón. El último batallón residente británico del Ejército de Tierra se retiró en marzo de 1991. En la actualidad, solamente el Royal Gibraltar Regiment, compuesto en su mayoría por soldados gibraltareños y la mayoría a tiempo parcial, tiene guarnición en la Roca, aunque ni siquiera alcanza la entidad de un batallón de infantería al mando de un teniente coronel del Ejército británico, que suele ser también gibraltareño.

“De la presencia naval consigna Luis Romero, resta el denominado Gibraltar Squadron, dotado con dos patrulleras de 16 metros y tres semirígidas (RIBs) de 6,5 metros, al mando de un Lieutenant Commander (capitán de corbeta)". La reducción de efectivos militares supuso en su momento una pérdida de ingresos para la economía gibraltareña sumamente importante, dado que el cheque militar equivalía en 1980 al 80 por ciento de su PIB, habiendo reducido su importancia en la actualidad hasta solamente un 10 por ciento (quizás menos), según el propio ministro principal.

Sin embargo, las conexiones navales entre Gibraltar y Rota van más allá de las redes hidropónicas sumergidas que sirven para la detección de submarinos:

“Gibraltar, por su situación geográfica y dadas las facilidades que otorgan los británicos, es igualmente una base utilizada frecuentemente por las fuerzas navales norteamericanas (US Navy). Sus submarinos nucleares de patrulla, al igual que sus buques de superficie que entran y salen del Mediterráneo, recalan frecuentemente en el Peñón, gozando de las mismas ventajas y atenciones que los buques británicos vuelve a desvelar Luis Romero. De hecho, un capitán de fragata de la US Navy ha estado destinado permanentemente en Gibraltar bajo el acrónimo USNLO (United State Navy Liaison Officer), como oficial de enlace, dedicado también a atender el material produce el MDC (Marítime Data Center) que se ocupa fundamentalmente de las escuchas submarinas mediaque nte sensores activos y pasivos desplegados por el fondo del Estrecho y que se controlan desde el citado centro gibraltareño, en Rosa Bay”.

Al menos, eso fue así hasta junio de 2006. En esa fecha, Aladar Nasser se despidió del Peñón como el último USNLO que ha ejercido esa función en Gibraltar, “dado que con su pase a la reserva, la marina norteamericana ha decidido suprimir dicho destino y que un oficial destinado en Nápoles asuma sus cometidos”.

Romero cita una entrevista publicada en “La Voz de Cádiz”, en diciembre de 2004, y en la que Dominique Searle, director de “The Gibraltar Chronicle”, avisa que no se debe minusvalorar la presencia norteamericana en Gibraltar y en ella puede estar la clave de muchas decisiones:

“Creo que Gibraltar es incluso más crucial para ellos que para los ingleses. La importancia de Gibraltar siempre ha sido el control de submarinos, el punto de inteligencia y su posición entre el Atlántico y el Mediterráneo. Mientras en Cádiz y en Andalucía haya más sentimiento antiamericano, más sube la importancia de Gibraltar”.

La presencia de efectivos militares británicos en la Roca, con lo que ello ha supuesto para las arcas locales, ha ido decreciendo, hasta llegar a menos de medio millar en la actualidad, según cifras manejadas por el Parlamento británico: 440 para ser exactos. El negocio de Gibraltar está ahora en los cruceros. Mucho más pacíficos. Sus usuarios sólo disparan cámaras fotográficas.

XIII

El Peñón sigue siendo, sobre todo para la Royal Navy, una base logística de primer Orden, aunque ya los desembarcos de marinos no sean tan numerosos ni tengan tanta incidencia como ocurriese en el pasado. La reducción del peso cuantitativo de las fuerzas armadas británicas en Gibraltar ha sido compensado por los avances tecnológicos y un nuevo concepto del despliegue aeronaval en el área del Estrecho, con la plena participación española en numerosas maniobras.

España también ha mejorado los equipos electrónicos y la tecnología de control de su fachada sur, en un esfuerzo presupuestario creciente desde los años 80:

“Un primer avance de por donde podían ir las cosas en el futuro se produjo en 1991, cuando Irak invade Kuwait y la comunidad internacional, con el aval de Naciones Unidas, se dispone a repeler militarmente dicha ocupación relata Luis Romero. El Estrecho se convierte, de la noche a la mañana, en paso obligado de buena parte del material bélico que ha de llegar a la zona de operaciones. Las fuerzas armadas españolas, como parte de su contribución a dicho despliegue, ponen en marcha distintas operaciones de control y protección de los buques que deben atravesar el Estrecho camino del Canal de Suez. Incluso el puerto Bahía de Algeciras es utilizado como escala intermedia de trasbordo de material militar estadounidense que, tras ser desembarcado en contenedores, llega a Rota por carretera para embarcar de nuevo con destino a la zona de operaciones”.

En el Estrecho convergen, al menos, cuatro sistemas de control españoles que a veces se solapan pero que responden a fines distintos: el Mando de Artillería de Costa (MACTA) del Ejército de Tierra; el Sistema Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) de la Guardia Civil; el Centro de Coordinación y Salvamento de Tarifa, perteneciente a la Sociedad Estatal de Salvamento y Seguridad Marítima (SASEMAR) y las estaciones terrestres integradas en el dispositivo del “Sistema Santiago” (inteligencia de señales ó SIGINT) desplegadas a ambos lados del Estrecho por el Estado Mayor de la Defensa, cuyos efectivos se han integrado recientemente en el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS).

Cada uno de estos organismos, con sus respectivos sistemas que a veces convergen al unísono en maniobras militares como “Tapón” y “Neotapón”, a su trabajo cotidiano suman la función de mantener un alto grado de información sobre los tráficos del Estrecho que facilite el mantenimiento de la seguridad y el control de este paso. Una misión clave frente a la posible acción de muyaidines cargados de explosivos que amenacen la navegación por dicho cuello de botella.

Sin embargo, todas las marinas mundiales jugaban allí al gato y al ratón desde mucho antes de que el fanatismo redujera a cenizas la zona cero de Manhattan.

XIV

En 2012, entrará en pleno rendimiento el llamado U.S. Africa Command (AFRICOM), otro de los proyectos mimados por George Bush y cuya puesta en servicio se vio lastrada por diversos recortes presupuestarios y reticencias políticas. También por la desconfianza de Estados Unidos respecto a sus socios europeos y especialmente hacia la España de Zapatero, que se había retirado de Irak sin pedir permiso.

De ahí que Estados Unidos apostase por instalar su principal base para este proyecto en territorio marroquí, en Tan Tan, a dos pasos del Sáhara y con la vista puesta, en principio, contra Al Qaeda del Magreb Islámico. El proyecto se ha venido desarrollando durante los últimos doce años, a partir de un equipo de 120 personas bajo el mando del general William E. Kip Ward, algunas de sus declaraciones al periódico Barras y Estrellas hicieron pensar en el traslado a Rota de las instalaciones de Stuggart: «Poner el mando en la base de Rota no es ni buena ni mala solución», respondió a la gallega hace un par de años a las preguntas de Ignacio Cembrero, en El País, durante una sospechosa visita a España antes de hacerse cargo de dicho mando.

Los cuarteles generales de este mando militar se mantienen hasta ahora en Kelley Barracks, en la localidad alemana de Stuttgart, que es en donde reside el Mando de Fuerzas estacionadas en Europa y que fue concebida como una sede temporal «para un futuro inmediato», tal y como se dice en la orden de creación del comando. Alemania mantendrá dicho operativo, «al menos por ahora», según pudo leerse  en la mencionada revista titulada en inglés “Stars and Stripes”: su dotación alcanzará la cota de 1300 uniformes en 2012. Hasta ahora, todo este despliegue se ha centrado en las bases de Estados Unidos en Alemania. Como la de Sembach, donde radicó la sede del mando 17 de su fuerza aérea que complementa el mando africano y que, quizá en un futuro y en función de este nuevo idilio entre La Moncloa y la Casa Blanca, que sin duda reforzará Mariano Rajoy, podría desplazarse hacia Rota al socaire del famoso escudo. Todo ello unido a la reciente y vertiginosa guerra de Libia, a la tutela de Estados Unidos sobre la legítima rebeldía de las primaveras árabes, al olvido de la causa saharaui y la tensión creciente sobre Siria o Irán, ¿no nos llevaría a pensar que estamos dibujando el nuevo mapa político y militar del mediterráneo pero con los ojos vendados y sin perspectiva?

XV

Ahora, Estados Unidos ha reconstruido su red de intereses con las últimas mesnadas de Zapatero y quizá haya negociado la incorporación de esos famosos cuatro buques a Rota, a cambio de que sean reparados en los astilleros de la Bahía de Cádiz, como una bomba de oxígeno al fuerte paro que experimenta dicha provincia. En octubre del pasado año, el nuevo embajador de Estados Unidos, Alan D. Solomont visitó las tres factorías navales de la Bahía gaditana, por invitación expresa de Navantia, a fin de recobrar el viejo proyecto de convertirlas en el centro de reparación de la VI Flota. Acto seguido, el embajador de EEUU ha declarado a los medios de comunicación que, “en un futuro”, podría haber “más carga de trabajo”. Allí, en la unidad de reparaciones Cádiz-San Fernando ya se han reparado algunos buques estadounidenses, como la fragata ‘USS John L. Hall’ con número F-32 de la US Navy.

Hasta ahora, de lo único que se habla es de que este nuevo refuerzo para la principal base de la Península supondría la creación de 300 puestos directos y 1000 indirectos. El aumento de la dotación estadounidense, que volvería a superar los 10.000 soldados, ya que hoy apenas llega a los 9000, difícilmente crearía semejante expectativa de empleo. Los trabajadores españoles de la base que no han logrado ver reconocidos sus derechos a la negociación por parte de las autoridades españolas, saben en sus propias carnes que se trata de un empleo precario.

Por otra parte, la marina española es dependiente de Estados Unidos en su tecnología militar y de hecho el sistema Aegis ya figura a bordo de varias fragatas de nuestro país. Es más sofisticado, sin embargo, el que se incorpora a estos nuevos cuatro buques que pretenden venir a Rota para quedarse. Estos sistemas se incorporan a barcos construidos en Bath Iron Works, el mayor astillero norteamericano, localizado en Kennebec River Bath, en el estado de Maine. Por lo que no cabe pensar en ningún caso que vayan a trasladar su tecnología a España para construirlos a partir de ahora en las depauperadas factorías navales del sur.

Los buques que llegarán a Rota son destructores y se encuentra previsto que se incorporen a los grupos marítimos permanentes de la OTAN, tanto en ejercicios navales como en visitas a puertos y cooperación en materia de seguridad. En Rota, hay mucha gente que creen que las calles volverán a llenarse de marines como en los años 50 y 60, que se multiplicarán las licencias de taxis y puede, incluso, que las güisquerías. Aquí se piensa en amarrar los perros con longaniza, pero nadie se percata de que el peligro para la población civil de la zona: millones de habitantes que pueblan las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, aumenta más cada año que pasa. Los muertos, por cierto, no trabajan. Pero corren malos tiempos para la lírica.