CONTENIDO

(1)- Evidencia empírica y apodíctica

(2)- Marxismo y nuestra época

(3)- La historia del capitalismo y de su cultura

(4)- Condiciones de posibilidad

(5)- Dialéctica

 

Los escritos que a continuación presento reunidos por vez primera bajo el título de la  presente comunicación, intentan pensar la crisis del marxismo y la superación de la misma. Primero, (1) comienzo por el indicio del triunfo de esta tarea: la exposición de la EVIDENCIA EMPÍRICA Y APODÍCTICA de la verdad y consiguiente actualidad del marxismo [1]. Sigue una brevisima semblanza del MARXISMO Y NUESTRA ÉPOCA —la misma que la de Marx— así como de los conceptos a desarrollar para pensarla precisamente, así, como idéntica a la de Marx (2) [2]. Todo lo lcual nos habilita a pensar LA HISTORIA DEL CAPITALISMO Y DE SU CULTURA, en la que se inserta el marxismo. La  pregunta por el sentido de la historia es lo que aquí se pone en juego (3) [3]. En cuarto lugar —con base en lo expuesto— podemos plantear la pregunta por: las CONDICIONES DE POSIBILIDAD para pensar la crisis del marxismo y la superación de esta en el curso de la historia del capitalismo [4]; lo que precisa los conceptos pertinentes al respecto (4). Por donde, finalmente, puedo esbozar una (5) DIALÉCTICA de progreso y regresión civilizatoria y de decadencia y progreso ideológico capitalistas (crisis del marxismo incluida) [5]. Misma en la que tiene lugar la superación de esta crisis.

(1) EVIDENCIA EMPÍRICA Y APODÍCTICA

DISCURSO DE RECEPCIÓN DEL VII PREMIO LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL PENSAMIENTO CRÍTICO Septiembre de 2012

Jorge Veraza Urtuzuástegui

Sr. Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez,

Sr. Ministro del Poder Popular para la Cultura Pedro Calzadilla,

Señoras y Señores:

La burguesía entró en la historia por la puerta grande mostrándose como clase histórica por antonomasia que revolucionó los modos de vida tradicionales en lo que tenían de atávicos y opresivos. Así la retrataron Karl Marx y Friedrich Engels en el Manifiesto del Partido Comunista en 1848, en el momento en que diera comienzo su declive e iniciara la aurora de la misión histórico universal del proletariado sin que la de la burguesía hubiera terminado aún.

Hace poco más de cuarenta años que las clases oligárquicas de nuestro continente fueron caracterizadas como lumpemburguesías, y desde entonces en lugar de mejorar las cosas han empeorado. Pues las burguesías en todo el mundo —pero ejemplarmente las latinoamericanas— en el curso de los treinta años de política neoliberal, han devenido en francos sujetos antihistóricos. Pues su condición de vida es el plusvalor que explotan a la clase obrera y hasta hace poco la producción de valores de uso era la condición del mismo, pero hoy la industria  capitalista no sólo produce crecientemente valores de uso nocivos al lado de positivos sino que los nocivos se han vuelto predominantes y aún peor, el plusvalor ya sólo puede producirse y realizarse en el mercado si y sólo sí su soporte es un valor de uso nocivo y cada vez más nocivo. De suerte que la tecnología capitalista —columna vertebral de la condición histórica original de la burguesía— se ha tornado en específicamente nociva y somete al consumo humano bajo el capital hasta la médula misma de la reproducción celular de nuestro organismo enfermándonos corporal y mentalmente, volviéndonos adictos consumidores de sus basofias [6].

El resultado histórico de este renovado modo de producción ha sido una burguesía que no sólo deslegitima y corrompe al Estado republicano que ella creara sino, también, el medio ambiente planetario, la moral y la cultura sociales, que desangra al mundo en guerras sistemáticamente acompasadas con la acumulación de capital, que prostituye a la juventud y a la niñez, las endroga y a todo ser humano. Una burguesía que no sólo puede sino que se afana en acabar con la vida del planeta, ya no sólo por la hecatombe nuclear sino por el calentamiento global y la destrucción transgénica de la biósfera o por su nanotecnológica degradación.

Y si crecientemente sus representantes políticos —de Baby Bush Hitler para abajo— se nos muestran incultos y descerebrados y éticamente esquizofrénicos, unos individuos que justifican en Jesucristo la invasión y masacre de pueblos para saquearlos y explotarlos, ahora sus novísimos candidatos presidenciales son, como las “drogas de diseño”, productos mediáticos de diseño carentes de superyo moral y ora son cínicos neofascistas que desprecian al pueblo y se ufanan, sádicos, de reprimirlo y masacrarlo o, según la conveniencia, ora son hipócritas que prometen cristianamente bienestar, desarrollo y armonía en favor de las clases populares; así que son tan letales como dichas drogas cuyo patrón técnico rige la producción de tales políticos. La mentira al pueblo para oprimirlo, explotarlo, humillarlo y prostituirlo, para venderlo al imperialismo, reprimirlo brutalmente y desangrarlo, para asesinarlo, confundirlo y despojarlo para volver a oprimirlo y explotarlo, etcétera, una y otra vez, una y otra vez. Es lo que encarnan los nuevos candidatos presidenciales de diseño de la burguesía.

Satírica más que trágicamente, muchas corrientes de izquierda en el planeta se han visto arrastradas por este caudal de ambición sadomasoquista y tanático que abandera la burguesía devenida sujeto antihistórico; de suerte que es frecuente toparse con unas izquierdas que se canibalizan entre ellas amén de obstaculizar el desarrollo del pensamiento revolucionario y la correspondiente práctica .

Y bien, es en este contexto histórico clasista y tecnocivilizatorio que han reaccionado vitalmente movimientos multitudinarios de sobrevivencia rebelde y renovadora sobre todo en América Latina y, descollantemente, la Revolución y el Estado Bolivariano de Venezuela que ya reorienta democráticamente no sólo la vida económica, social, política y cultural de su pueblo sino que ha tenido la fuerza y visión de propiciar el desarrollo de la conciencia libertaria y vitalmente afirmativa de la humanidad toda al postular el Premio Libertador Simón Bolívar al Pensamiento Crítico, auténtico faro cultural no sólo de toda América sino del mundo.

¡Qué alegría impulsora y esperanzadora! que exista algo así en medio de este “panorama después de la batalla” en el que se ha convertido nuestro planeta a causa del neoliberalismo. Y siento en mí una profunda gratitud…y, sí, en medio de tanta iniquidad, connivencia y malas leches, una gratitud sorprendida ante la sincera autenticidad de cada uno de los integrantes del jurado internacional del presente certamen.

DISCURSO:

Quisiera hablarles de la evidencia empírica de la verdad del pensamiento de Marx, pues es sustantiva para la reconstrucción teórica de este y para su reencuentro teórico y práctico con América Latina y con el mundo. Y si es fácil contar con ciertas evidencias empíricas sobre sucesos cotidianos y aun de muchos científicos, hay otras como las de los fraudes electorales o de alguna tesis científica que es más difícil obtener; así que es pertinente que comience por encarecer ante ustedes las inmensas dificultades que reporta el contar hoy con una evidencia empírica por muchos negada y que, además, tardó más de 100 años en ofrecérsenos incontrovertible.

Reconstruir el marxismo hoy y reencontrarlo con América Latina

1. Factores que parecen posibilitar la reconstrucción del marxismo hoy pero no son suficientes para ello

La reconstrucción del marxismo superando su crisis ya secular es la premisa para que algo así como el Reencuentro de Marx con América Latina ocurra y constituye una tarea perfectamente viable en el año 12 del siglo XXI. No se crea que sólo debido a que desde 2008 —en la cresta de la crisis económica mundial que reventara desde septiembre de 2007— apareció un letrero en un muro de Alemania, con letras grandes y muy visibles cuya fotografía circula en Internet por todo el mundo, que rezaba: Marx tenía razón; en alusión al estallamiento de tal crisis económica. En todo caso, es cierto que Karl Marx habló de que las crisis económicas en el capitalismo son cíclicas y producidas por la propia acumulación y desarrollo del capital.

Y no se crea, tampoco, que dicha reconstrucción es viable sólo por la formidable y exitosa emergencia de un sujeto histórico internacional latinoamericano con una profunda necesidad de poseer un pensamiento crítico. Pero ciertamente estos son factores que dan empuje y pueden facilitar una empresa histórica como la de la reconstrucción del marxismo en tanto pensamiento crítico singular de altísimo valor científico y político. Ni porque se crea vislumbrar la posibilidad de triunfo toda vez que ha comenzado la decadencia del Imperio; porque decadencia no es lo mismo que debilidad y hasta ahora la decadencia del imperio éste la ha podido enderezar en mayor medida contra nosotros. De modo análogo a como —y esto es un síntoma de la decadencia del Imperio— la crisis económica ha promovido el rescate de los bancos por los diversos Estados y no, más bien, el rescate del pueblo que sufre en carne propia todo el peso de una crisis desencadenada —que no causada— por los manejos especulativos y amañados de los bancos que se rescatan y de los banqueros que en su gran mayoría son premiados con altísimos sueldos y regalías mejor que con la cárcel, como lo merecen. El Imperio está decadente pero no débil y solventa su decadencia a nuestra costa, así que en vez de cantar victoria por adelantado como algunos hacen, debemos advertirnos de la paradoja, defendernos singularmente y cerrar filas y volver a defendernos colectivamente intentando entender más a fondo al enemigo y nuestras posibilidades para usarlas óptimamente y no darle pie a que nos bata o que nos debilite. Ciertamente, sólo triunfos muy acotados y que sólo con dedicación y mucho esfuerzo se alcanzan, nos son dables.

Pero una tarea como la de la reconstrucción del marxismo sería imposible —incluso facilitada y aupada tan oportunamente— si el propio discurso marxista no tuviera en su interior las condiciones y herramientas que le posibilitaran reconstruirse y superar su crisis, si no poseyera en su seno la suficiente fuerza, autenticidad, capacidad autocrítica y, sobre todo, coherencia y verdad como para poder reconstruirse. Y a esta premisa general es que se añade la existencia de un factor decisivo que permite la reconstrucción del marxismo hoy.

2. El factor decisivo

Quiero llamar la atención acerca de un hecho histórico decisivo para el pensamiento crítico en general y para el discurso crítico cientifico comunista de Karl Marx en singular y por ende para el marxismo. Hecho que al darnos la evidencia empírica de la verdad de dicho pensamiento nos entrega, con ello, la razón de por qué, ahora, puede reconstruirse el marxismo y ser desarrollado superando su crisis, por supuesto con base en que internamente posee tal capacidad y que externamente confluyen, en los días que corren, diversas facilitaciones para tal empresa, que la vuelven necesaria y posible además de que la impulsan activamente.

Los rasgos esenciales del hecho histórico al que me refiero, me obligan a llamarlo avatar teórico histórico; y tuvo lugar, precisamente, en ocasión de la primera crisis mundial del capitalismo, la que estalló en 1971, se potenció en 1973 con la crisis del petróleo y no se resolvió propiamente sino once años después de iniciada, en 1982, dando lugar a la emergencia del neoliberalismo. Pues bien, es entre 1971 y 1974 que podemos ubicar la emergencia de un avatar teórico histórico. Llamo así a este hecho histórico, porque su función principal es teórica; es decir, una teoría (la de Marx) discutida por múltiples investigadores resulta reconocida en gracia a la crisis económica referida. Pero no llamo a este avatar histórico teórico sino que digo “teórico histórico” porque, también, su sustancia principal es teórica aunque se verifica prácticamente, constelando situaciones históricas definidas: de un lado, una crisis económica mundial y, de otro lado, una enconada polémica sobre la misma y sobre la teoría de Marx sobre las crisis. Y es, precisamente, este hecho histórico un avatar no en el sentido débil de esta palabra o como sinónimo de suceso, fase, vicisitud o cambio sino en el sentido fuerte de la misma que aludiría a un suceso muy especial porque en él se concentran no sólo múltiples determinaciones del pasado que más o menos corrían disociadas en el transcurso del tiempo; sino que, además, lo que sucederá después aquí germina y está prefigurado en la exacta medida en que los anhelos futuros tuvieron ya aquí inmediata realización o encarnación. 

Recuerdo, a título de ilustración de lo que es un avatar histórico, al movimiento internacional del 68; avatar histórico social que todavía hasta la fecha libera sus potencialidades democratizadoras y revolucionadoras de la cultura. O ese otro avatar histórico social: la Revolución de 1848, la primera revolución internacional de la historia;  que aunque democrático burguesa ya pudo participar en ella el proletariado con un programa político propio y no como mero apéndice de la burguesía —tal y como el obrero es al interior de la fábrica mero apéndice de la máquina—; e, incluso, la clase obrera pudo ser consciente en esa ocasión de que su futura revolución de clase debía ser una revolución internacional e, incluso, mundial y, a la vez, simplemente humana y no encaminada a hacer valer ninguna opresión de clase para explotar a otra clase. La entrevió, pues, ausente de todo sectarismo y particularismo como una revolución proletaria de la humanidad inclusiva de todos los pueblos oprimidos del mundo.

O recuerdo a Jesucristo, ese avatar escatológico o que la teología cristiana pretende el único; a Apolonio de Tiana; a Krishna; a Buda; a Mahoma; a Epicuro; a Juliano el Apostata; a Zaratustra; a Bolívar; a Martí o a Hitler que son otros tantos ejemplos de avatares históricos individuales, positivos todos a excepción del muy nefasto último en ser nombrado o, el tristemente célebre gobernante mexicano traidor a la patria, Antonio López de Santa Anna, etcétera. Y es que interesa el ejemplo de los avatares históricos individuales porque el pensamiento y las emociones son ingrediente decisivo de su ocurrencia y eso nos acerca a la comprensión de la idea de que existen, también, avatares teóricohistóricos, como los hube nombrado.

3. ¿Cuál fue el contenido del avatar teórico histórico a que me refiero y por qué es tan importante para la superación de la crisis del marxismo y para la actual reconstrucción del mismo luego de desmembrada la URSS, etcétera?

La crisis económica mundial que reventó en 1971, ocurrió después de que, a la salida de la Segunda Guerra Mundial, se iniciaron décadas de auge capitalista, luego de que Gran Bretaña dejó de ser la potencia hegemónica del capitalismo y Estados Unidos tomó las riendas del mundo y se pensó y se proclamó que ya jamás habría de nuevo crisis económicas; que el nuevo capitalismo las había superado para siempre contra la predicción de Marx en el siglo XIX. Así que la por entonces tan cacareada “prosperidad sin crisis” no pudo sino concluir, en verdad, transformándose en una crisis económica de sobreproducción generalizada; por cierto, sólo explicable en acuerdo a la ley de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer, expuesta por Marx en la sección tercera del tomo III de El Capital. Y no sólo sino que tanto el economista marxista, dirigente de la IV Internacional, Ernest Mandel, como el consejista Paul Mattick, habían previsto dicha crisis con base en observaciones empíricas y mediciones estadísticas del estado de la economía mundial interpretadas en acuerdo a la ley formulada por Marx hace más de un siglo.

Por sobre los tiempos y las expectativas del capital, Marx tenía razón. La realidad capitalista convalidaba la teoría de Marx. El aspecto básico constitutivo del avatar teórico histórico consiste, pues, en que lo que el sujeto dice lo repite el objeto y, precisamente, más de cien años después; dándole, así, una convalidación histórica. Como si el objeto contestara con su propia voz como eco a las palabras del sujeto.

De hecho, como para que algo así sea posible debe estar sucediendo que lo que dice un sujeto —en este caso Marx— otros, millones de ellos y por generaciones lo practican, lo producen; así que producen una situación histórica objetiva concordante con lo que aquel hombre pensó. Y eso es lo que se dice resumidamente como que el objeto, ese que testificamos nosotros, convalida lo que el sujeto dijo. Así que como se ve, la cosa no es tan simple como la de un sujeto que se relaciona con un objeto y espejea su pensamiento en él, sino que habemos otros sujetos que testificamos y somos parte del objeto que testificamos: la situación histórica actual producida por generaciones de millones de otros sujetos. 

Esto constituye el segundo nivel de existencia del avatar teórico histórico en donde ya se revela la consistencia propiamente teórica del evento histórico, aunque todavía sólo parcialmente su carácter pleno de avatar. Misma que se revela sólo en el tercer nivel constitutivo de este fenómeno.

En efecto, la cosa se profundiza y complejiza volviéndose fascinante. Pues entran en escena otros sujetos más que testifican el objeto y a los sujetos que testifican al objeto convalidando lo que Marx dijo en su momento. Y testifican polemizando —a veces contra lo que hubieran querido o esperado— la sorprendente correspondencia entre lo que el sujeto Marx dijo y lo que el objeto repite.

Aquí es donde el evento adquiere redondamente su característica de avatar bajo la modalidad de “ teórico histórico”. Porque en la antesala de la crisis de 1971-82, el ambiente cultural estuvo cribado por intensas y muy ricas polémicas teóricas no sólo sobre la crisis sino sobre toda la época histórica, hablándose del Imperialismo y el Capital Monopolista, sobre el Capital Monopolista de Estado, el Neocapitalismo, el capitalismo tardío y sobre la ley de la acumulación de capital, entre marxistas y no marxistas y aún más aguda era la de los marxistas entre sí acerca de cómo explicar las crisis, si mediante la teoría del subconsumo o mediante la desproporción de sectores productivos o como crisis de realización de las mercancías que se producen o, finalmente, como crisis de sobreacumulación de capital en arreglo a la ley de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer y fue esta última opción la que prevaleció y por sobre todos los intentos de explicación, el de Marx.

4. La virtual superación de la crisis del marxismo

En este punto tenemos virtualmente lograda la superación de la crisis del marxismo y a la vez se vuelve patente que lo que ésta tiene de realidad y no de mero chisme de desprestigio promovido por la ideología dominante, es que la crisis del marxismo es la crisis de los marxistas pero de ninguna manera es la crisis del pensamiento de Marx. Así que mucho hay que aprender de él (verbigracia la referida ley) que creíamos superado y, en realidad, nos supera porque horada más de 100 años de densidad histórica para dar cuenta de la crisis económica; y si hablamos de la actual, la de 2007 a la fecha, son poco más de 160 años, así que sin más el futuro —nuestro presente— se reconoce en el avatar teórico histórico de los 70 del siglo XX y no sólo múltiples tendencias del pasado se anudan en él.

He aquí un fenómeno histórico propio de lo que Fernand Braudel llama la “larga duración”. He aquí un túnel del tiempo, una cinta de Moebius temporal, un panoptikos, un cristal opalino, un caleidoscopio o simplemente —y para referirlo en su esencia— he aquí un evento de reciprocidad y reconocimiento propiamente históricos. En el que —con base en que se reconoció que Marx tenía razón— se revelaron, también, la reciprocidad y el reconocimiento humanos en tanto base del pensamiento crítico.

Y es de resaltarse que en 1844 Marx nombra a la suya crítica positiva o crítica científica, por una doble razón. Por basarse en la realidad empírica —lo que positivamente existe— y por basarse en el fundamento positivo de toda historia. A saber, la comunidad de hombres libres vinculados entre sí orgánico comunitariamente y con sus condiciones materiales de existencia. Fundamento que —aunque pareciera no existir más— se halla presente aún en la sociedad burguesa, en esa realidad empírica totalmente enajenada. Presente bajo la forma de la más radical necesidad viva y la más radical esperanza práctica de superar dicha enajenación.

Es este fundamento positivo el que la sociedad burguesa niega sin comprenderlo y siempre estando en minoridad respecto del mismo. Por eso la tesis 10 ad Feuerbach, también de fines de 1844, discurre así: “El horizonte del viejo materialismo es la sociedad civil o burguesa, mientras que el del nuevo materialismo la sociedad humana o la humanidad socializada” [7]. El movimiento práctico existencial que el proletariado y la humanidad deben llevar a cabo para negar lo que de la sociedad burguesa los niega, esta negación de negación condicionada por el fundamento positivo aludido, constituye el camino que sigue teóricamente el pensamiento crítico por antonomasia, la Crítica Positiva de Marx que, por eso, éste desarrolla hasta una figura científica plena; figura que radicaliza tanto más la criticidad de ésta.

Ahora bien, la comprobación empírica formidable de la ley de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer que tuvo lugar en el contexto del avatar teórico histórico que nos ocupa, constituye para el marxismo el punto arquimideo por así decirlo, el “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Porque se revela en medio de una enconada polémica científica e ideológica la profunda verdad del pensamiento de Marx por contra de toda dubitación e incertidumbre, desprestigio, campaña de silencio o de difamaciones de más de un siglo. A partir de esta verdad justamente vuelta indiscutible —y ante la que toda duda aparece como dogmática y ridícula, producida por una fe enferma— sí, a partir de esta verdad, el pensamiento crítico puede establecer una por una muchas otras. Reconstituirse.

Ciertamente tenemos aquí algo así como el “dudo, pienso, luego existo” colectiva e históricamente producido. Es decir, tenemos una certeza cartesiana, una evidencia apodíctica del pensamiento de Marx. Y, precisamente a la vez epistemológica y ontológica, pues que la situación histórica convalida con su ser la consistencia de la ley formulada teóricamente por Marx en toda su coherencia (relación no contradictoria entre conceptos) y que la recorre como verdad (relación de adecuación entre pensamiento y realidad), en la exacta medida en que multitud de cerebros pensantes distribuidos en todo el planeta se ven obligados a conceder tal reconocimiento.

Veinte y dieciocho años antes respectivamente del desmembramiento de la URSS y de la caída del Muro de Berlín —y del espejismo con el que la derecha especuló a gusto de que allí teníamos la evidencia empírica de que caía el socialismo en cuanto tal y se derrumbaba el marxismo, de que se trataba del fin de las utopías y de la historia siendo la sociedad burguesa su coronación— el avatar teórico histórico de 1971-1974 revelaba con la comprobación empírica de la ley del desarrollo capitalista de Marx, la verdad de toda su crítica de la economía política y del materialismo histórico en el que ésta se sustenta; y con esta verdad —la de la crítica de la sociedad burguesa— hacía patente la vigencia del proyecto socialista. Por si fuera poco, dieciséis años después del desmembramiento de la URSS ha reventado la segunda crisis mundial del capitalismo y de nuevo la constatación de que Marx tenía razón. Así que es perfectamente viable la reconstrucción del marxismo y está, de hecho, en curso.

5. La inversión copernicana del desarrollo del marxismo

¿Y cuál es el camino justo que debe seguir tal reconstrucción? se preguntará. También lo acaecido en el avatar teórico histórico de 1971 ofrece a esta cuestión la indicación de una dirección incontrovertible, en la medida en que dicho avatar conlleva una especie de inversión copernicana del desarrollo del marxismo del siglo XX.

En efecto, hasta la fecha prevalece la idea equivocada —que debemos hoy reconocer que ese avatar subvirtió limpiamente— de que Marx teorizó un capitalismo completamente distinto al nuestro y que por ende el marxismo deberá desarrollarse partiendo de nuevas ideas a las que podrían añadirse algunas de Marx que todavía pudieran ser rescatadas. Lo que tiene la apariencia de ser históricamente sensato. Aunque en años recientes —siguiendo este camino— se ha llegado al colmo casi risible de que —para sintonizar al marxismo con la posmodernidad— debiéramos afanarnos en construir un “marxismo posmoderno” tal como propugnaran, por ejemplo, Ernesto Laclau y Frédéric Jameson, etcétera; instaurando con este absurdo la novísima figura en la que el pensamiento de Marx gira en torno del nuevo “marxismo”. Cuando que la inversión copernicana aludida indica que el verdadero Sol del desarrollo y reconstrucción del marxismo es el pensamiento de Marx; y los posteriores marxistas podremos aportar algo al marxismo y aún desarrollarlo si forjamos nuestras ideas con arreglo a las de Marx, asumidas en forma consecuente e integral.

Cual es la presencia de toda relación coherente entre lo general y lo particular. Con la ventaja de que de esta manera el principio reconstructivo y de desarrollo del marxismo es simultáneamente un principio generoso de acogida de cualquier aporte auténtico. Y según esta misma norma, tenemos que el marxismo que así se reconstruye y se desarrolla es un marxismo no sectario porque no excluye a este o aquel marxista (dígase consejista, analítico, maoísta o trotskista, leninista, luxemburguista, frankfurhiano, autonomista o cualquier otro, etcétera, el posmodernista incluido).

Lo cual implica que se trata asimismo de un marxismo no dogmático pues se atiene a la cientificidad de la racionalidad dialéctica y todo aporte lo contrasta polémicamente tanto con la realidad como con la estructura integral del discurso crítico de Marx. Pues, ciertamente, la consideración de una ruptura entre el joven Marx y el maduro —como Althusser imaginara— resulta fuera de lugar. Ruptura que cumplía la función sectaria de excluir a todo marxista que se basara en el joven Marx. Cuando que es en los escritos de éste donde encontramos los lineamientos estratégicos de su discurso crítico científico, como aquel tan caro que señala la necesidad de desarrollar la Crítica de la Economía Política hasta la figura de Crítica Global de la Sociedad; señalamiento convalidado por el viejo Marx con la propuesta —que Friedrich Engels recoge al final del Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado— de encuadrarlas a ambas en la “Crítica de la civilización”, en el tenor en que Charles Fourier la propusiera pero enriquecida con los descubrimientos etnológicos. Crítica de la Civilización tanto más necesaria en la “época de la degradación civilizatoria mundial” en la que la humanidad se debate hoy; y en la que los pueblos originarios —descollantemente los del continente americano— constituyen la crítica práctica y viviente de la civilización capitalista ofreciéndonos la alternativa del buen vivir (Sumaj Qamaña) ante el modo de vida maquinístico gran industrial productivista y consumista del novísimo capitalismo, así que caracterizado por una subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital radicalizada salvajemente hasta convertirse en subsunción real también del consumo bajo el capital.

6. La falacia del Marx proimperialista norteamericano y el reencuentro del verdadero con América Latina

Y ya vamos viendo cómo la reconstrucción consecuente del marxismo en acuerdo a la crítica de la economía política y al materialismo histórico nos encamina a un reencuentro de Marx con América Latina. En el entendido de que la coherencia, la verdad y la integralidad del materialismo histórico y de la crítica de la economía política implican de suyo reconocer errores particulares y superarlos; así como los puntos fuertes, para hacerlos valer y desarrollarlos. Y, ciertamente, una lectura atenta logra descubrir una verdadera perla en lo escrito por Marx respecto a la invasión de Estados Unidos a México, una premonición racional de casi 100 años; la del traspaso de la hegemonía mundial de manos de Inglaterra a los Estados Unidos y de que esta nación podrá dominar no sólo la cuenca atlántica sino, también, la cueca del océano Pacífico, hecho que es nada menos la clave del mundo de hoy y, en particular, de la realidad de América Latina. Hecho que es asimismo la base de la sorprendente teoría del imperialismo de Marx, cuando que se pensaba que no la tenía.

Dadas las adversas condiciones que el capital en general y las empresas capitalistas transnacionales en particular y hoy dominantes, imponen a la reproducción de la humanidad y aun a su mera preservación, la alternativa pertenece a los oprimidos, a los pueblos de la Tierra, quienes más sufren dicha adversidad. Y no parecen ser las burguesías del mundo (G-7, G-20, OMC, etcétera.) quienes den la alternativa. Pues ante la crisis económica y civilizatoria mundiales están aterradas de que la han producido y no asumen el hecho crudo, su responsabilidad, sino que se culpan entre si (por ejemplo, que los banqueros son los culpables o que el potente capitalismo chino, etcétera.) y se aterran de todo posible cambio sustancial a la política económica neoliberal y la defienden con más violencia y autoritarismo, huyen de la democracia configurando situaciones neofascistas por doquier, como lo demuestra la falaz antinomia reaccionaria —de tiempos de la Guerra Fría— entre marxismo y democracia relanzada brutalmente hace diez días por el Parido Republicano en E. U., propugnando una guerra —que no de ideas sino— ad hominem al marxismo, la cual destruye la libertad de pensamiento y expresión mientras su candidato para presidente Mitt Romney usa las palabras libertad y democracia y análogamente las prostituye su compañero de fórmula Paul Ryan , sesudo propugnador de “austeridad rara todos menos los militares y los ricos”. Verdaderos “El Gordo y El Flaco” del humor negro suprematista que de las sonadas derrotas ganadas por el imperio en Afganistán e Irak gracias al aventurerismo bushiano, no logran sacar mejor enseñanza que disponerse a desencadenar la tercera guerra mundial; termonuclear, por cierto, para mejorar a las dos previas.

El lúcido diagnostico que en 2007 ofreciera el recientemente fallecido Gore Vidal de que George Bush hijo “ha demolido la Constitución”, retrata a la antihistórica burguesía contemporánea y simultáneamente, por contra, perfila nuestras tareas eminentemente democráticas. Porque el socialismo es la democracia realizada y jamás ha sido otra cosa. Por eso el reencuentro de Marx con América Latina es esencialmente democrático y son los oprimidos del mundo quienes por todos los medios luchan por la democracia. Misma que la crisis vuelve cada vez más urgente para revertir o contrarrestar la degradación civilizatoria. Y por eso hete allí que el pueblo ya repudia hoy a los hambreadores y represores a lo Rajoy y a los de su calaña. Pues los oprimidos del mundo que son ya todos los pueblos, la humanidad proletarizada, estos sí que están interesados no en culpar a los banqueros pero blindarlos con millones de dólares sino en salir, efectivamente, de la aterradora crisis económica generada por el capital y las burguesías y, naturalmente, propugna por políticas de beneficio social; y si la penuria y lo complejo de la situación  manipulada por los medios de comunicación del capital confunden al pueblo, los ejemplos se multiplican de cómo la profundización de la crisis lo convencen y las medidas que contra el pueblo imponen brutales los gobiernos de la burguesía, lo confirman de que sólo los cambios democráticos resolverán la situación en cada lugar y a todos los niveles, según necesidades y posibilidades objetivas. Y asimismo son las comunidades de pueblos originarios y las municipales quienes defiende auténticamente el medioambiente; y los pueblos quienes genuinamente están interesados en defender los derechos humanos y la libertad de expresión por sobre la hipocresía y doblés de las instituciones oficiales del imperio, como se patentizan en la persecución inglesa, sueca y norteamericana a Julian Assange, paladín de la libertad de expresión e información; y son las luchas populares las que han regenerado —y aun, quisiera decir, desintoxicado— a ciertas burguesías como la brasileña , la sudafricana o la hindú devolviéndoles relativamente la iniciativa histórica.

Es en estos momentos, en que se abren las posibilidades de reorganizar los movimientos de izquierda en el mundo para ganar democráticamente el poder, por ejemplo, en: España, Italia, Grecia, Portugal, etc., cuando sociedades como: Venezuela, Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay son ejemplo por cómo aprovecharon las condiciones de sobreexplotación y franco despojo impuestas por el capitalismo neoliberal para, por contra, instaurar gobiernos democráticos y son ejemplo de lo que se puede hacer para desarrollar sus países y mejorar las condiciones de vida de sus connacionales.

Concluyo. La democracia es “el eslabón más débil de la cadena de dominio” del imperio pero, recíprocamente, es el anhelo, la necesidad más sentida y la mayor fuerza de todos los pueblos de la Tierra, de nuestros pueblos. Por eso, si las empresas trasnacionales vomitan múltiples mercancías de siempre variados valores de uso nocivos por todo el orbe y son , también, verdaderas fábricas de Santaannas (vendepatrias), sucede que, por contra, desde el seno de la humanidad proletarizada, carne y sangre de todos los pueblos, vienen naciendo y formándose los hombres y mujeres verdaderos y los gobernantes cuya vocación es “servir al pueblo” —a su nación [no a la capitalista sino a la nación proletaria , sometida como se encuentra al capital: pero no anulada y siempre vigente, sustento firme de todo internacionalismo que sea concreto, auténtico y no vana palabra [8]], a su patria— esforzados en realizar paso a paso la democracia y una relación armónica con la naturaleza. Tal es nuestro actual horizonte y desafío. 

(2) El  MARXISMO Y NUESTRA ÉPOCA

OBJETIVO PARA EL VII PREMIO LIBERTADOR AL PENSAMIENTO CRÍTICO

Dr. Jorge Veraza Urtuzuástegui

Mi objetivo para presentar el libro (Del Reencuentro de Marx con América Latina. En la época de la degradación civilizatoria mundial) como candidato al VII Premio Libertador al Pensamiento Crítico es, dicho sencillamente y fuera de toda afectación, prestar un servicio a la humanidad, hoy en desgracia, como el título del libro así lo sugiere: “...En la época de la degradación civilizatoria mundial”.

Creo poder hacer dicho servicio porque ya hace décadas he estado laborando en la reconstrucción del marxismo, tarea que en el siglo XXI se ha vuelto urgente. Y lo vengo haciendo precisamente en el contexto del desarrollo histórico capitalista en el que sucumbió la era de Keynes y emergió la del neoliberalismo, en el curso de la cual cayera el muro de Berlín en 1989 y quedara desmembrada la URSS en 1991, con la consiguiente confusión en las filas de la izquierda y, en especial, en las del marxismo que vio entonces redoblarse su ya casi para ese entonces secular crisis. […]

[…]

[En el cuerpo del libro] Inicio señalando los hechos mundiales que han consolidado la incontrovertible actualidad del pensamiento de Marx en nuestros días (la existencia del mercado mundial y la reciente crisis de sobreproducción). Pero, sobre todo, aludo al sorprendente avatar histórico teórico —hasta ahora no reconocido como tal— (la crisis de 1971-82) que vuelve forzoso científicamente hablando recurrir a dicho pensamiento (1). Cuya actualidad es la base general para hablar de la necesidad de una propuesta teórica de reconstrucción y desarrollo del marxismo y del servicio que ésta puede prestar a la humanidad hoy; por eso es que, en segundo lugar, añado a esta cuestión general el creciente peso geopolítico de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica como a un hecho geopolítico mundial del capitalismo contemporáneo que abre posibilidades para el desarrollo de la democracia y del socialismo (2). Lo cual agudiza —en términos particulares— la necesidad de una orientación teórica estratégica. Concluyo esta primera parte de mi argumento —que hasta aquí ha versado sobre la necesidad general y particular del mismo para nuestra época— con el señalamiento de su necesidad singular, pues que en el contexto de la proletarización de la humanidad no sólo se ha constituido lo que Marx conceptualizaba como el obrero total sino que éste acaba de dar muestras de que ha llegado a ser consciente de sí y aspira a desarrollar esta conciencia (3).

En la segunda parte de mi argumentación, que se desarrolla en los tres apartados finales, hago patente (4) la necesidad de contrarrestar el insuficiente reconocimiento de los aportes marxistas que se han desarrollado en América Latina, entre los que se encuentra mi propuesta, y en seguida (5) argumento la pertinencia de presentar mi obra en este certamen pues contiene dos ingredientes originales inéditos entre las propuestas teóricas marxistas contemporáneas, a saber: por un lado, una teoría sistemáticamente elaborada para pensar el capitalismo contemporáneo, mediante el concepto de subsunción real del consumo bajo el capital, es decir, como época de degradación civilizatoria mundial y, por otro lado, la recuperación rigurosa del concepto de fuerzas productivas. Finalmente (6), ofrezco una explicación sucinta de la estructura de la obra con la que participo en éste concurso.

La sorprendente actualidad del pensamiento de Marx

En primer lugar, hablaré de dos hechos históricos que demuestran hasta la saciedad la actualidad del pensamiento de Karl Marx.

En todos los planes para llevar a cabo su crítica de la economía política, Marx postula el tema del mercado mundial como momento culminante de su argumentación. Y ya desde el Manifiesto del Partido Comunista (1848) este tema se revela como la perspectiva objetiva desde la cual Marx evalúa toda particularidad de la sociedad burguesa, pues la contiene en su totalidad. Y por el capítulo IV de La sagrada familia (1844) sabemos que la perspectiva de totalidad le corresponde en la sociedad burguesa al proletariado, como atinadamente pudo glosar a Marx Georg Lukács en su célebre “¿Qué es marxismo ortodoxo?” (1919).

¿Y qué tenemos enfrente sino la realización del  mercado mundial capitalista como resultado de la globalización neoliberal bajo la Égida de Estados Unidos desencadenada a partir de 1982?

Y hoy lo tenemos ante nosotros, precisamente, en medio de las convulsiones de la crisis económica capitalista mundial que estallara en septiembre de 2007 y, desde entonces, viene conformando a golpe de cincel y martillo la faz del cosmos capitalista y lo seguirá haciendo por el próximo lustro o más. Por eso, para muchos, el clamor que, todavía en medio del estallido de dicha crisis, se escuchó en Alemania y quedó impreso en grandes letras de molde, ese de que MARX TENÍA RAZÓN, no fue una fresca sorpresa sino una confirmación por demás espectacular, eso sí.

Pero lo que ahora se confirma surgió en la primera crisis auténticamente mundial del capitalismo, la de 1971-1982, en la cual se forjara la alternativa económica neoliberal que vino a sustituir a la keynesiana. Se trata de un acontecimiento de profunda importancia histórica y teórica, es decir, el hecho bien testificado por todos los cerebros pensantes del mundo —y esta testificación mundial es parte del mismo evento histórico— de que la crisis económica mundial no sólo pudo ser explicada mediante la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia formulada con precisión por Marx desde 1866, en el capítulo XV del tomo III de El Capital, sino que incluso se la pudo prever […] mediante dicha ley. Y hoy también sólo esta ley puede dar cuenta de la especificidad y de las complejidades de la crisis mundial actual.

Insisto: esta ley formulada por Marx a mediados del siglo XIX explica los novísimos fenómenos del capitalismo contemporáneo y todo el mundo es testigo de ello. Así a pesar de las reiteradas afirmaciones tendenciosas e irresponsables como las del Papa Benedicto XVI en su reciente visita a México (La Jornada, sábado 24 de marzo de 2012, p. 31), pero tan reiteradas durante todo el siglo XX, la doctrina marxista sí se aplica a la realidad contemporánea. Pero no hay que preocuparse pues no se trata —como puede pensar este hombre— de una cuestión de fe, en la que se puede creer o no, a elección, sino de la comprobación científica de la vigencia y el rendimiento analítico de una ley para dar cuenta de los fenómenos contemporáneos. 

Y no creamos que esta ley está sola. No soslayemos —porque erraríamos— que esta ley tan comprobadamente vigente no es sino la culminación de la línea argumentativa que atraviesa las casi 2,000 páginas que la anteceden en El Capital. Crítica de la economía política, así que las convalida, y que sintetiza el argumento que Marx viene sosteniendo a lo largo de más de 20 años, como se ve ya en el Manifiesto del Partido Comunista y, más aún, desde sus luminosos Manuscritos económico filosóficos de 1844, en donde se articulan la crítica de la economía política y el materialismo histórico; extremos y vínculos que asimismo quedan convalidados. Pues la crítica de la sociedad burguesa, comenzando por su economía, requiere de la comprensión crítica de la historia anterior y de la anticipación general de la por venir.

Y es esta trabazón la que se sintetiza en la formulación de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en tanto ley del desarrollo del modo de producción capitalista, pues no sólo es ley de las crisis de este modo de producción. Sino que puede ser la clave de éstas sólo porque son un momento del desarrollo histórico de dicho modo de producción regido por la mencionada ley.

Así pues, por sobre los tiempos, la ley formulada por Marx rige nuestro mundo no obstante que muchos célebres marxistas tan descollantes como Lenin (El imperialismo fase superior del capitalismo, 1914) o despreciados como Eduard Bernstein (Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, 1899) que pensaron que las tesis de Marx eran válidas para el capitalismo de libre competencia del siglo XIX pero no ya para la que creyeron ser una nueva fase del capitalismo, el imperialismo. Idea asumida por Bernstein desde una perspectiva claudicante y revisionista, mientras que por Lenin de manera revolucionaria.

Pero la ley formulada por Marx rige nuestro mundo sorprendentemente incluso por sobre la idea de Lenin, basado en Hilferding (El Capital financiero, 1908) de que, actualmente, rige una nueva relación de producción dominante, la del capital financiero, en sustitución del capital industrial que rigiera en la fase libre competitiva.

La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia es también, en contra de las apariencias, la ley del dominio del capital industrial y, por lo tanto, además, la ley de la expansión imperialista del capitalismo, tal y como demostrara puntualmente Nicolai Bujarin en su La economía mundial y el imperialismo (1916) en polémica con La acumulación de capital (1913) de Rosa Luxemburgo, aunque, paradójicamente, creyendo que al recuperar la referida ley de Marx completaba el argumento de Lenin.

[…]

En síntesis, la historia se ha encargado de demostrarnos en dos formidables, por así decirlo, avatares teórico-históricos —la crisis de 1971-1982 y la actual, que comenzara en septiembre de 2007— la vigencia plena del pensamiento de Marx en sus líneas esenciales sintetizadas en la referida ley que no sólo rige por sobre los tiempos sino por sobre las apariencias e, incluso, por sobre las opiniones en contrario de los agoreros de la burguesía y, aun, de algunos de los mejores marxistas revolucionarios. Y todo esto, ciertamente, sorprende.[…]

[…] ¿Es éste el marxismo en el siglo XXI?

Pero hete aquí la paradoja. Ciertamente el pensamiento de Marx debería sernos útil en la actual coyuntura que ya lo exige por todos lados y de hecho hace  uso de él de una u otra forma. Y América Latina está siendo la cuna no sólo de importantes movimientos sociales sino desde hace más de dos décadas también del mejor marxismo. Sin embargo, éste hecho todavía no se reconoce a cabalidad, incluso entre algunos marxistas latinoamericanos, de suerte que el cuadro que del marxismo nos ofrecen algunos autores descollantes es, en el mejor de los casos, recortado e insuficiente.

Baste como ejemplo el que nos ofrece César Altamira en su libro Los marxismos del nuevo siglo (Biblos, Buenos Aires, 2006), prologado por Antonio Negri. Entre los marxismos que reconoce están la escuela francesa de la regulación, el obrerismo italiano que desemboca en Toni Negri y el así llamado Open Marxism, cuyo representante más conocido en habla hispana es John Holloway. Y aunque también alude de pasada a la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, así como a Louis Althusser y Gilles Deleuze, desconoce el decisivo aporte de Bolívar Echeverría coronado con su teoría de la modernidad capitalista, o el de Enrique Dussel o el de Franz Hinkelammert [no digamos la filosofia de la praxis de Adolfo Sanchez Vázquez, etc.].

Intentando justificar en su prólogo el criterio excluyente de Altamira, Antonio Negri afirma que “el marxismo crítico de Frankfurt [Adorno-Horkheimer] y el marxismo tercermundista (o sea, la teoría de la dependencia, las teorías antisistémicas del imperialismo [Wallerstein-Arrighi o Samir Amín], etc.) […] ya no resultan útiles como argumentos para comprender el presente”; por eso las llama teorías “arqueológicas”, pues él, junto con Altamira, quiere, muy modernamente, “un marxismo posmoderno” porque cree —como Fredric Jameson— que “un capitalismo posmoderno exige necesariamente que se le oponga un marxismo posmoderno” (p. 15). Altamira piensa que éste tipo de “marxismo” es el propio de un “mundo posmoderno […], donde las clases se han disuelto”, pues es “un mundo posindustrial” y un “mundo de posclases” (p. 33).

Evidentemente estas fantasías no resisten la prueba de los hechos mundiales a los que me permití aludir más arriba.

Pero hay más, pues Altamira se cree —aunque no lo dice explícitamente— la idea en la que Alvin Toffler (La tercera ola, 1980) sustenta su antimarxismo según la cual la nueva tecnología informática desmaterializa al mundo y anula la centralidad del trabajo así como la explotación y la alienación —y por ende la vigencia de las teorías del valor y del plusvalor—, y que, por lo tanto, ahora existe un “capitalismo virtual”. Contra Toffler —pero prisionero en las premisas de éste—, Altamira sostiene que un nuevo marxismo es posible, pero un marxismo politicista, que deje de lado la prioridad de las fuerzas productivas para acentuar —antinómico y de modo falaz— la importancia de las luchas sociales.

Por éste camino llegamos a la curiosa paradoja de que al “capitalismo virtual” de Alvin Toffler, sustentado en la poderosa tecnología informática, Altamira no puede oponerle sino un marxismo que es impotente porque carece de fuerzas productivas, o casi.

[…] La subsunción real del consumo bajo el capital y el concepto crítico de fuerzas productivas.

Pero la cuestión es más grave ya que el despropósito de Altamira simplemente refleja —aunque en su estilo personal— el horizonte general en el que se ha movido el marxismo durante todo el siglo XX y lo que va del XXI, es decir el de un marxismo sin fuerzas productivas

Cuando la ideología estalinista las exaltó no hizo sino mentirlas y cuando los críticos antiestalinistas las denegaron explícitamente —como en La dialéctica del iluminismo de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer (1949) o en El hombre unidimensional de Herbert Marcuse (1966) — eran presa del horror ante el nazismo, el estalinismo y la devoradora sociedad de consumo norteamericana. Como creyeron que estas monstruosidades eran hitos del progreso de las fuerzas productivas pensaron que al rechazar el falsum debían rechazar, también, a las fuerzas productivas en cuanto tales. 

Así se remachó la falacia de la ideología burguesa que identifica el progreso en general con progreso capitalista y a éste con el desarrollo de las fuerzas productivas, y que se repite, apenas maquillada, en la identificación estalinista del progreso científico tecnológico con el de las fuerzas productivas. El caso es que por ningún lado se distingue críticamente lo que es tecnología capitalista nociva respecto de lo que son fuerzas productivas de la humanidad [9].

Pero encontramos este concepto de fuerzas productivas de la humanidad tanto en el núcleo del materialismo histórico como —contextualizado en la “historia crítica de la tecnología” (El Capital, tomo I, capítulo XIII)— en la columna vertebral de la crítica de la economía política. Es pues, ni más ni menos, un concepto clave para la crítica del desarrollo capitalista. Marx descubre que el desarrollo de este sistema social se sustenta en el hecho de que la sociedad burguesa somete o subsume realmente a la tecnología y, más precisamente, al proceso de trabajo bajo el capital, y que sólo sobre esta base se construye un modo de producción capitalista específico.

Marx hace referencia a las fuerzas productivas para criticar, mediante éste concepto, el modo en que el capital las subordina para explotar a la clase obrera y a la naturaleza. Por lo tanto, no debemos confundir la tecnología capitalista configurada a través de dicho sometimiento con lo que son propiamente las fuerzas productivas de la humanidad. Más bien es necesario profundizar el concepto crítico de fuerzas productivas desde la perspectiva de la historia crítica de la tecnología para complementar el concepto de subsunción real del trabajo bajo el capital (que distingue a las fuerzas productivas de la humanidad respecto de la tecnología capitalista) con el de subsunción real del consumo bajo el capital. Esta teoría permite distinguir a las fuerzas productivas y a las fuerzas productivas del capital capitalista en general respecto de la tecnología capitalista específicamente nociva, toda vez que mide los efectos o resultados de dicha tecnología sobre el consumo humano, a saber: la destrucción de la fisiología y la psicología humanas así como del medio ambiente en el que habita la humanidad.

Esta teoría de la subsunción real del consumo bajo el capital es mi propuesta. La vengo elaborando desde hace 35 años y es uno de los aportes que, entre muchos otros, habría que tener en cuenta en un recuento serio de los aportes marxistas actuales y que son soslayados en la presunta “cartografía del marxismo contemporáneo” (Negri) de Altamira (p. 15).

[Con los párrafos que siguen] concluyo la exposición de mi objetivo al participar en éste certamen explicando las partes que integran el libro con el que postulo mi candidatura, que es una antología de mi obra publicada hasta 2011.

[…] “La subsunción real del consumo bajo el capital o el capitalismo contemporáneo” —pues son sinónimos ambos términos— titulo la segunda parte de la antología que presento en este certamen. Pero antes, a la pregunta obligada de cómo es que fue posible que nos encontremos “en la época de la degradación civilizatoria mundial” —pues eso es precisamente la subsunción real del consumo bajo el capital específicamente neoliberal y su consustancial acumulación originaria residual terminal—, contesto aceptando el desafío de dar cuenta de “La historia del capitalismo hasta hoy como si la viera Marx” (título de la primera parte). Es decir, doy cuenta de esta historia con base en la teoría de Marx sobre el imperialismo —pues existe, y no con la de Lenin o la de Rosa Luxemburgo, etcétera, que la desconocieron [10]— y con base en el desarrollo de las fuerzas productivas. Para lo cual desentraño un concepto implícito en Marx, el de medidas geopolíticas de capital, que es imprescindible para pensar en una línea histórica continua el desarrollo del capitalismo desde la época de El Manifiesto del Partido Comunista y para resolver la sorprendente paradoja de la vigencia de su pensamiento y de que su ley del desarrollo y del dominio del capital industrial explique nuestra situación actual. Sí, que siendo el de Marx, como el de cualquiera, un pensamiento históricamente determinado, diga la verdad sobre nosotros a siglo y medio de distancia a pesar de las afirmaciones no digamos de Michel Aglietta, Immanuel Wallerstein, Alvin Toffler, Francis Fukuyama o Jeremy Rifkin —y, claro, los presuntos marxistas posmodernos— sino incluso de marxistas revolucionarios de la talla de Rosa Luxemburgo o de Lenin.

Y como esa historia recontada, por así decirlo, “a la Marx”, y este presente nuestro conceptualizado como el de la subsunción real del consumo bajo el capital en tanto forma complicada de la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital fueron posibles con base en un reentendimiento de la crítica de la economía política, dedico la tercera parte de la antología —“El Capital de Marx, el mercado mundial y la nación”— a mostrar mis cartas, mi clave, es decir, mi interpretación de El Capital. La integra una selección de algunos pasajes decisivos de mi Leer El Capital hoy y de mi Lucha por la nación en la globalización, pues de suyo la arquitectura de El Capital tiene la ambición de dar cuenta del mercado mundial capitalista y por ello ofrece las bases para una teoría de la nación y de los estados nacionales en tanto configuraciones consustanciales al desarrollo capitalista mundial. Por supuesto estas configuraciones no son pasajeras ni pasan de moda, como intentaran hacernos creer los ideólogos de la globalización neoliberal y algunos marxistas desprevenidos.

Cierro esta tercera parte de la antología presentando mi concepto de fuerzas productivas procreativas. La totalidad de éstas es lo que constituye a la nación (lugar de los nacimientos) y por extensión a la humanidad. Con este concepto de fuerzas productivas procreativas —que rescato de El origen de la familia la propiedad privada y el Estado de Engels— complemento el de fuerzas productivas técnicas para redondear el concepto crítico integral de fuerzas productivas.

La cuarta parte la titulo “Hegel y Freud en la historia del capitalismo y la construcción del marxismo en el siglo XXI” porque en ella se expone cómo a la degradación civilizatoria material mundial en que hoy nos encontramos le corresponde el perfeccionamiento de la ideología de dominio capitalista. Esta ideología de dominio ha decantado como una doble amenaza de muerte en contra de la humanidad proletarizada: la que constituye explícitamente la dialéctica del amo y el esclavo formulada por Hegel, y la que se encuentra implícita —supuestamente dimanando del corazón humano— en el principio de muerte imaginado por Freud en contra de su propio principio de placer y de sí mismo. 

Sin embargo, “sólo la industria en todo su desarrollo (e inherente enajenación...) produce la esencia ontológica de la pasión humana tanto en su totalidad como en su humanidad” —dice Marx en la última página de su Manuscrito de 1844, la de “El dinero”— y, por lo tanto —para decirlo con Hölderlin—, en el extremo peligro brota la salvación (formulación muy cara al Heidegger de “La Pregunta Por La Técnica”, donde éste se regodea en lo Gestell asumido como misterio tecnológico de la modernidad). Y como esa dialéctica ocurre también en el plano de las ideas, he aquí que en el siglo XXI ha sonado la hora de la reconstrucción del marxismo. O como añadiera Marx a renglón seguido en aquel mismo texto de 1844 —y en ese tris del extremo peligro—: “la ciencia del hombre es por tanto en sí misma un producto de la autónoma actividad práctica del hombre”, resolviendo así, con esta remisión a la praxis, el misterio de por qué es que en el extremo peligro brota la salvación —pues, al contrario de Heidegger, Marx no gusta de regodearse en el misterio.

Por eso, concluyo la antología con el “Prólogo” a mi Los Manuscritos de 1844. Un discurso revolucionario integral para patentizar así el carácter unitario del pensamiento de Marx desde estos Manuscritos juveniles hasta El Capital (y en realidad hasta su muerte) más allá de cualquier fantasmagoría sectaria que oponga al joven Marx con el viejo (a lo Althusser) o al sistemático con el asistemático (a lo José Aricó). Porque, ahora sí, con esta unidad en la mano y concibiendo unitariamente la historia del capitalismo —y no ya escindida en dos fases, en la primera de las cuales queda refundido Marx y nosotros en la segunda, en ruptura con él—, es viable la reconstrucción del marxismo, un marxismo al que le es posible reencontrarse con América Latina.

De ahí el título del libro que presento en este concurso: Del reencuentro de Marx con América Latina en la época de la degradación civilizatoria mundial.[,,,]

(3) LA HISTORIA DEL CAPITALISMO Y DE SU CULTURA

OBJETIVO PARA PARTICIPAR EN EL IX PREMIO LIBERTADOR AL PENSAMIENTO CRÍTICO

Dr. Jorge Veraza Urtuzuástegui

El libro que presento a la IX edición del Premio Libertador Simón Bolívar al Pensamiento Crítico lo he titulado: El sentido de la historia y las medidas geopolíticas de capital. Crítica a intérpretes del Manifiesto del Partido Comunista, que constituye un replanteamiento de la historia del desarrollo capitalista (siglo XIX al XXI) y de las condiciones de posibilidad de la revolución comunista, de en qué consiste y ha consistido la historia de estos poco más de dos siglos y de en qué consiste el hacer la historia en el presente de una manera que realmente lo trascienda. Una reflexión doble por demás necesaria para la humanidad planetaria en su conjunto en los días que corren pero, en particular, para los pueblos latinoamericanos. Doble teorización que constituye el núcleo fundamental del Manifiesto y que lo pone al día.

El libro vio la luz en ocasión de los 165 años de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista y, precisamente, para celebrarlos, para hablar de su vigencia y actualidad y para plasmar en letra impresa lo que hoy podemos decir acerca de la revolución comunista y lo que —desde la perspectiva del Manifiesto y de El Capital— puede establecerse críticamente respecto de la sociedad burguesa planetaria contemporánea y respecto de la historia que la gestó; temas ambos que por razón de la lucha de clases y del paradójico decurso histórico del mundo, han caído en variadas y profundas malversaciones y prevalece gran confusión al respecto, en momentos de crisis económica mundial y crisis civilizatoria generalizada —inclusiva del, finalmente, reconocido letal cambio climático— en los que más nos vale a los humanos tener claridad acerca de nuestro ser históricamente determinado y de nuestras posibilidades de sobrevivencia y de trascendencia liberadora. De allí mi interés en escribir el libro, de publicarlo y de presentarlo en éste magno certamen del pensamiento crítico. Pues se trata de un libro que en cuanto a los asuntos esenciales del Manifiesto —y sin revocarlo o relativizarlo— intenta ponerlo al día, menos por la pretensión vana de hacerlo y más obligado por la necesidad en que el hoy y nosotros en él, se debate. Una puesta al día del Manifiesto que obligadamente para hacerse debe discutir con otros intérpretes del mismo prominentes y significativos y que, desafortunadamente, si lo han revocado o relativizado es, precisamente, porque los tiempos de esa bisecular historia aludida los han confundido. Y por eso justamente es que en esta singular y necesaria puesta al día del Manifiesto, me ocupo muy esencialmente de restablecer el sentido de la historia y su decurso, cuya complejidad ha sido motivo para que la ideología dominante aproveche para confundir las cabezas de los sometidos y de todos los que quieren liberarse de las cadenas del capitalismo. 

De suerte que sentido de la historia parece no existir por ningún lado y por todos se lo deniega, pretendiéndose que solamente existen hechos, hechos tras hechos, sin ningún sentido; y no sólo la ideología dominante llegó a la soberbia que por boca de Francis Fukuyama pronunció aquella condena —que a él le pareció agudeza— de que había llegado el fin de la historia [11]. Desafortunadamente ante el avance del capitalismo neoliberal desde 1982 y de la caída del muro de Berlín (1989) y del bloque socialista (1991) la izquierda y la conciencia proletaria y revolucionaria en general pudieron creer en el dictum ultraderechista y nihilista de Fukuyama. Y si bien se suscitaron inteligentes contestaciones en la izquierda contra Fukuyama, otra cosa muy distinta es lo que ha sucedido en referencia a poner las cosas en positivo tanto respecto del desarrollo histórico capitalista y su configuración neoliberal actual, como respecto de la actualidad del pensamiento no sólo económico de Karl Marx sino político revolucionario e histórico en general. Es lo que se hace en el presente libro. Y ya digo que la puesta al día del Manifiesto hoy es un paso imprescindible en la reconstrucción del marxismo y, a la vez, urgente para los siguientes pasos que, sin trastabillar, pueda dar la humanidad de aquí en adelante [12]. Corresponde, ahora, particularizar en el argumento del libro que presento; pues así particularizaré en mi objetivo de presentarlo en este certamen.

En la primera parte, pongo en escena un ejercicio de marxismo sin dogma y cuyo despliegue apunta a desdogmatizar al marxismo y a todo teorizar. Y ello, precisamente, porque es necesario para la reconstrucción del marxismo hoy; reconstrucción que debe ser la de un marxismo sin dogma y actuante. Por ese motivo discuto con tres intérpretes del Manifiesto. En primer lugar, con el prominente historiador marxista Eric Hobsbawm que durante la mayor parte de su vida militara en las filas del Partido Comunista Inglés; en segundo lugar, con uno de los más grandes líderes revolucionarios del siglo XX, León Trotsky, paladín de la Revolución de Octubre y fundador de la Cuarta Internacional; finalmente, con Marshall Berman cuya interpretación del Manifiesto no está filtrada por una perspectiva partidista y que lo comenta no solamente en sus implicaciones económicas, políticas y revolucionarias sino, también, culturales, particularmente estéticas y psicológicas. Representativos de perspectivas marxistas tan disímbolas, estos tres autores participan, sin embargo, de un enfoque equivocado común respecto del Manifiesto; y del que la mayor parte de intérpretes participa. Se trata de interpretarlo a partir de observar la historia del desarrollo capitalista creyendo que en ella tuvo lugar un corte decisivo, que repartió de un lado la época de Marx y de otro lado la nuestra diciendo, por ejemplo, que Marx conoció un capitalismo de libre competencia y que ahora existe una nueva época imperialista dominada por el capital financiero y los monopolios. Basado principalmente en El imperialismo. Un estudio [13] (1902) de Hobson y en El capital financiero [14] (1908) de Hilferding, Lenin construyó la teoría más influyente respecto de la aquí aludida ruptura histórica; luego dogmatizada por el estalinismo y el leninismo en general. De suerte que los grandes aportes de Lenin tanto a la teoría del capitalismo como a la de la revolución se han visto entreverados con tesis del mismo que resultan a un tiempo incompatibles con la realidad histórica y con el pensamiento de Marx. Mismo que, en gracia al referido parteaguas histórico, quedó arrinconado en su vigencia plena del lado de la así llamada —en una terminología que se ha trasladado acríticamente de la teoría económica neoclásica al pensamiento marxista— fase libre competitiva del capitalismo; mientras que en la así llamada fase imperialista, el Manifiesto del Partido Comunista por ejemplo, perdería en realidad buena parte de su vigencia, no obstante los esfuerzos de los intérpretes que aquí discutimos y de la gran mayoría en contrario pero partiendo de la premisa equivocada aludida.

Y por supuesto que existe el imperialismo pero no es cierto que no lo conociera Marx y no lo incluyera en su conceptualización general del Manifiesto ni en la bien precisada científicamente de El Capital. Y resulta, por supuesto, imposible que domine la burguesía como clase en una nación o en el mundo y no lo haga, precisamente, con base en el dominio del capital industrial, respecto del que el capital comercial y el financiero —en las más variadas combinaciones y figuras— no pueden sino ser instrumentos para lograr dicho dominio, por más paradójico que sea su funcionamiento. Así que Marx es contemporáneo nuestro, vivimos la misma época; si bien ésta se ha desarrollado y complicado en nuestros días. Y desde esta perspectiva es que podemos y debemos interpretar el Manifiesto y, a nuestra vez, utilizarlo para dar cuenta en su esencia de las complicaciones de la época actual que resultan por demás confucionistas a la mirada del observador.

La reflexión de fondo al respecto es la siguiente: la primera gran crisis mundial del capitalismo, la de 1971-82, así como la actual iniciada en 2008, que es la segunda, han sido explicadas a cabalidad y aún previstas por prominentes marxistas entre los que descuellan Ernest Mandel y Paul Mattick, echando mano de la ley de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer, ley formulada por Marx en el Tomo III de El Capital, Sección tercera. Y que es la ley del desarrollo capitalista y en correlato necesario, la ley del dominio del capital industrial sobre el conjunto de la economía y de la sociedad. Mientras que, de otro lado, se dogmatiza la teoría del imperialismo de Lenin diciendo que vivimos una nueva fase del capitalismo en la que ya no domina el capital industrial sino el financiero, entendiendo Lenin por este término la fusión del capital industrial con el bancario. Así que el problema no sólo consiste en que la llamada por Lenin fase superior o última del capitalismo, no ha demostrado empíricamente serlo [pues, más bien, que testificar la última fase del capitalismo, testificamos la caída de la URSS en 1991 y desde mediados de los noventa testificamos al capitalismo refrescándose con una nueva locomotora: la acumulación de capital en China; y de hecho con varios nuevos motores: Rusia e India entre ellos y Brasil, etc.] (pues, en todo caso, el imperialismo constituye una dimensión inherente al capitalismo maquinístico gran industrial y no concluirá sino con éste). Sino que no son compatibles –como muy agudamente lo señalaran Paul Baran y Paul M. Sweezy en su El capital monopolista [15], de 1966– la teoría del imperialismo como nueva fase del capitalismo con la referida ley formulada por Marx. [Pues si tenemos una supuesta nueva face, le corresponde su propia ley; y como Baran y Sweesy creyeron en dicha fase, formularon una nueva ley, efectivamente. Pero no fue la suya la que pudo explicar la crisis económica de 1971 etc., sino la de Marx.] Y además de no ser compatibles ambos cuerpos teóricos para ser aplicados al mismo objeto, resulta que la historia del desarrollo capitalista —en su paradójica astucia, podría chancearse— demostró empíricamente con las dos crisis mundiales referidas y, también, lo demostró teóricamente, con la hazaña teórica de explicar dichas crisis a cabalidad, que la ley de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer es plenamente aplicable a la realidad del capitalismo contemporáneo no sólo a nivel nacional sino mundial. Lo que demuestra de forma incontrovertible que nuestra época es la misma que la de Marx. Y es éste un esclarecimiento que solamente el materialismo histórico y la crítica de la economía política bien entendidos y sin dogma, han podido conquistar a favor de la conciencia histórica de todos los oprimidos del mundo.

De ahí que nuestra pormenorizada discusión con los tres prominentes intérpretes de que nos ocupamos aquí para poner estas cuestiones en claro, se titule: “Consecuencias deletéreas de la teoría del imperialismo como premisa de lectura del Manifiesto”. Y por eso es que la segunda parte del libro ya puede titularse o abrir: “Otra vía: aplicación del materialismo histórico al materialismo histórico al leer el Manifiesto”. Pues en lugar de filtrar la interpretación que tenemos del Manifiesto a partir de la teoría del imperialismo, lo interpreta según la perspectiva del propio materialismo histórico [ejercicio intentado por vez primera por Georg Lukacs [16] y por Karl Korsch [17]], que tuvo en dicho libro su primera y luminosa formulación terminológicamente madura y articulada con su aplicación práctica en la historia. La vía alternativa de lectura del Manifiesto que ofrece esta segunda parte entrega tres grandes resultados —que se corresponden con los capítulos IV al VI del libro— que a continuación puntualizo. 

En primer lugar, (ad cap IV) sobre la base del desarrollo del capital industrial en vista de dominar el mundo partiendo de Europa central —perspectiva ésta que es la del Manifiesto— Marx construye en El Capital los conceptos de subsunción formal y de subsunción real del proceso de trabajo bajo el capital (correlativos con los del plusvalor absoluto y del plusvalor relativo respectivamente) para dar cuenta analíticamente del desarrollo del capital industrial y de su dominio sobre el mundo profundizando, así, consecuentemente la perspectiva científica y dialéctico revolucionaria del Manifiesto. Por eso, en este capítulo retomo dichos conceptos y desarrollo el de subsunción real del proceso de trabajo bajo el capital hasta su forma culminante, a la que nombro subsunción real del consumo bajo el capital [producción de plusvalor en la que se imbrica sistemáticamente la producción de valores de uso nocivos]; debido a que la potencia del capital industrial se muestra en este momento culminante con la capacidad de someter no sólo a la producción tanto formal como realmente sino, incluso, muestra la potencia necesaria para someter aquello que se encuentra más allá de la producción y, aun, al consumo no sólo en su forma sino en su realidad material íntima; esto es, somete la composición mecánica, eléctrica y magnética, y aún, la composición química de los valores de uso que consumimos; de suerte que, consecuentemente, también nuestro metabolismo biológico tanto fisiológico como psicológico, queda sometido al capital, a las necesidades de acumulación del capital. 

Como es patente, estos conceptos sirven para dar cuenta científicamente del desarrollo histórico capitalista, pues son los pertinentes para pensar su desarrollo estructural y funcional. Pensando el desarrollo histórico capitalista sobre la base de los mismos, pensamos dicho desarrollo no sólo en acuerdo con la perspectiva de El Capital sino con la del Manifiesto. Y la realidad, ahora, en vez de parecernos que revoca al Manifiesto —como cuando la observamos desde la perspectiva de las teorías clásicas del imperialismo y de las derivaciones de éstas— patentemente lo convalidan, lo comprueban y reafirman; y no sólo en apariencia sino desde la esencia misma del proceso de explotación de plusvalor a la clase obrera por parte del capital, esto es, desde la esencia misma del modo de producción capitalista. 

Podría decirse que hemos construido estos conceptos “para poner la realidad a favor del Manifiesto”, como si de un truco se tratara; pero no hay truco, simplemente estamos utilizando los conceptos científico críticos pertinentes para el análisis del desarrollo histórico capitalista; de ahí la afortunada coincidencia. Y añado, que sobre la misma base —es decir, en acuerdo a los conceptos de subsunción real y formal del proceso de trabajo bajo el capital— forjamos otro concepto: el de medida geopolítica de capital. Es el concepto que alude a la capacidad del capital industrial para dominar el espacio y, precisamente, el espacio geográfico y el espacio político o de relaciones sociales. Según dicha capacidad el capital adquiere una medida mayor o menor geográfica y política o, dicho sintéticamente, una medida geopolítica. Evidentemente el capital no puede dominar el espacio geográfico y social sino sobre la base de su desarrollo tecnológico y explotador sobre la clase obrera; lo cual es, justamente, lo que se pone en juego en el concepto de subsunción real del proceso de trabajo bajo el capital. Por eso entendemos que el concepto de medida geopolítica de capital constituye un desarrollo del concepto de subsunción real del proceso de trabajo bajo el capital para dar cuenta del sometimiento del espacio geográfico y social al capital. 

De tal manera que con los conceptos de subsunción formal y real del proceso de trabajo bajo el capital llevados hasta su culminación como subsunción real del consumo bajo el capital para pensar el sometimiento del tiempo histórico bajo el capital y, aún, añadiendo el concepto de medida geopolítica de capital para pensar el sometimiento del espacio bajo el capital, logramos forjar conceptos que permiten analizar de manera concreta la historia del desarrollo capitalista, una historia necesariamente espacializada. Conceptos que concretan analíticamente la perspectiva científica y revolucionaria del Manifiesto afinada por la de El Capital y con base en el cual los he forjado consecuentemente. Por supuesto, en concordancia con la ley del desarrollo capitalista, a saber, la ley de la tendencia de la ganancia a caer, y que es, ni más ni menos, la ley del dominio del capital industrial sobre la humanidad.

Estos conceptos permiten comprender la emergencia de la Revolución de Octubre de 1917 y la caída del Muro de Berlín (1989) así como el derrumbe del así llamado “Bloque Socialista” (1991) como parte del desarrollo histórico mundial del capitalismo o, si se quiere, del proceso de mundialización del capitalismo industrial [18]; y asimismo permiten comprender al imperialismo no como una fase histórica discontinua respecto del capitalismo industrial sino como una dimensión inherente al modo de producción capitalista específico o maquinístico gran industrial; dimensión inherente que se desarrolla y complejiza conforme el capital industrial desarrolla y complejiza su dominio sobre el mundo. Como se ve, nuestro primer resultado es la forja de unos conceptos que nos permiten entender la historia del desarrollo capitalista a cabalidad, esto es, en plena continuidad, disolviendo sus paradojas y apariencias o simulacros.

En segundo lugar, (ad cap V) sobre la base de forjar los conceptos científico críticos adecuados para pensar el desarrollo histórico capitalista mundial —los conceptos de subsunción real del consumo bajo el capital y de medidas geopolíticas de capital— podemos conquistar una segunda cumbre: dar cuenta de “qué es el comunismo hoy”, título de nuestro capítulo V. Pues en el curso del siglo XX se puso a la orden del día en la escena mundial de múltiples maneras la cuestión acerca de la relación entre la democracia y el socialismo y, en particular, de la relación entre la democracia directa y la democracia representativa y, aún, como rezara el título del célebre y fundamental libro de Lenin, la relación de El Estado y la Revolución, etcétera. De tal manera, en este capítulo alcanzamos un resultado decisivo para la conciencia revolucionaria del presente: la conceptualización precisa de la relación que deben mantener la democracia directa y la democracia representativa en las sociedades comunista y socialista; así como la que deben mantener en las sociedades de transición entre el capitalismo y el socialismo; y que debe ser una relación consecuente con la que dichas formas políticas mostrarían en la sociedad socialista y en la comunista. La solución histórica finalmente encontrada de estos problemas la denomino: democracia directa mediante democracia representativa. Una dialéctica que nos muestra el dominio de la democracia representativa por la democracia directa; que nos patentiza que no puede haber socialismo, comunismo y sociedades de transición sin democracia representativa, pues ésta es una condición necesaria —aunque no suficiente— de estas formaciones sociales. Y también se nos vuelve patente, que la democracia directa por sí sola no está en posibilidad de gestionar como un todo la sociedad socialista, comunista y la de transición; y que el plan estatal de desarrollo no puede ser socialista, comunista o de transición si no está sometido tanto a la democracia directa como a la representativa. Y, finalmente, que ésta debe quedar sometida a la directa; pues la democracia directa es la condición suficiente de las formas de sociedad que trascienden al capitalismo o que sirven para trascenderlo. Pero es la condición suficiente sólo sobre la base de garantizar su condición necesaria de dominio sobre el conjunto de la sociedad: la democracia representativa. 

Y bien, el capítulo V se ocupa de especificar el modo concreto en que la democracia directa logra dominar a la democracia representativa, recuperando las enseñanzas de la Revolución Francesa plasmadas en los escritos de Graco Babeouf y de Jean Paul Marat y, sobre todo, ¡sorprendámonos! de los escritos políticos del Marqués de Sade, que llevó hasta sus últimas consecuencias las ideas de Marat y pudo tematizarlas demostrativamente. Algo que Babeouf se vio imposibilitado a hacer a causa de haber sido encarcelado y ejecutado por el gobierno burgués contra el que se alzó en la así llamada “Conspiración de los Iguales” [19]

En tercer lugar, (ad cap VI) después de especificar en general los conceptos requeridos para comprender científico críticamente el desarrollo histórico capitalista y después de plantear —superando las paradojas y problemas que el siglo XX hizo patentes— en qué consiste el comunismo hoy, también de manera general o en sus puntos esenciales, podemos concretar la manera en que puede desarrollarse el proceso revolucionario y, entonces, la forja de la sociedad de transición (necesariamente burguesa pero alterada en forma tal que permite trascender a dicha sociedad) en vista de lograr la construcción del socialismo. Por eso este capítulo lo he titulado “La nueva carta a Vera Zasúlich para el siglo XXI”. Es decir, hoy cómo aterrizamos, sobre la base de una concepción científica y crítica auténtica de la historia del desarrollo capitalista y de una renovada idea doblemente democrática del comunismo que rebase los escollos históricos con los que toparon los intentos prácticos de construirlo, hoy cómo aterrizamos las ideas que Marx le comunicara a la revolucionaria rusa Vera Zasúlich, acerca de cómo llevar a cabo la revolución social en Rusia en aras de propiciar la emergencia de la revolución socialista en Europa y de rechazo también en Rusia, pues no podía tratarse de una vía directa ni para Rusia ni para Europa. Me apoyo para este tercer acercamiento —la concreción del proceso revolucionario socialista actual— en el análisis de las realidades que nos muestran las reformas políticas y la revolución cultural acaecidas en Bolivia tras la llegada al poder de Evo Morales desde 2005 apoyándose en el MAS (Movimiento al Socialismo). 

En síntesis, nuestra lectura del Manifiesto del Partido Comunista aplicándole consecuentemente la perspectiva del materialismo histórico y de la crítica de la economía política, nos ha permitido contrastarlo fructíferamente con las realidades históricas del siglo XX y XXI. De suerte que hemos podido dar cuenta del desarrollo histórico capitalista de manera renovada y con base en El Capital de Marx; y asimismo hemos podido dar cuenta de en qué consiste el comunismo hoy, así como el proceso revolucionario que permitiría transformar auténticamente la sociedad burguesa en sociedad socialista. Comprensión del desarrollo histórico capitalista, concepción renovada del comunismo y concepción renovada de la revolución, son los tres grandes resultados que nos arroja el haber intentado otra vía de lectura del Manifiesto del Partido Comunista. Sobre esta triple base entramos a la parte tercera del libro que nos ocupa en la que nos encargamos de exponer en forma particularizada el desarrollo histórico efectivo del capitalismo desde 1750 a la fecha y, precisamente, bajo el título de “La Recuperación del Sentido de la Historia” que contiene un único capítulo (VII) titulado: “Medidas geopolíticas de capital para reabrir el sentido de la historia”. Paso a explicar el caso.

En el siglo XXI podemos recuperar el sentido de la historia sólo si restablecemos el significado preciso o la comprensión esencial de lo que significa capitalismo y su desarrollo, así como de lo que significa comunismo y de lo que significa el proceso revolucionario que transforma auténticamente a la sociedad burguesa en una sociedad socialista. O, en otros términos, si no logramos comprender al capitalismo coherentemente, su devenir y el sentido de éste nos serán inaccesibles, por sobre cualquier apariencia en contrario; y este sentido forma parte, evidentemente, del sentido de la historia en su conjunto y en el momento actual. Y lo mismo cabe decir del comunismo en tanto idea y en tanto movimiento práctico de la historia en curso y, también, como futuro posible, condicionados —idea, movimiento práctico y realidad futura— por la existencia del capitalismo y de su desarrollo; pues es ésta la otra parte constitutiva del sentido de la historia hoy. Finalmente, el proceso revolucionario proletario comunista —así que del frente amplio de todos los pueblos de la tierra, esto es, de la humanidad, contra el capitalismo— en tanto proceso dador de sentido histórico ve falseada y frustrada su gesta al momento de actuar contra el capitalismo y en aras de la construcción de la sociedad socialista si, precisamente, se hace una idea falsa de ambos objetos: uno sobre el que recae su acción y otro que la orienta. Así que sólo una comprensión cabal del capitalismo y del comunismo —idea, movimiento práctico y realidad futura— posibilita una determinación correspondientemente adecuada de la actuación revolucionario socialista y de la revolución socialista en su conjunto. En lo que antecede hemos logrado restablecer las ideas correspondientes y por ende el sentido total de la historia en cuanto su esencia; pero, ciertamente, para decirlo con Hegel, cuando pronunciamos la palabra zoología —en tanto término general— no tenemos con ella de suyo el conocimiento pormenorizado del reino animal; así que ahora debemos de mostrar el sentido de la historia en cada una de sus partes, fases y momentos. Cuando que la ideología dominante quiere negar todo sentido a la historia o cuando se lo atribuye, como en el caso de Fukuyama, la da por terminada hablando de que el fin de la historia ya llegó; y aún más, cuando los propios dominados y aún muchos de los que se rebelan en contra del imperio capitalista le creen a dicha ideología o por lo menos piensan que si tiene sentido la historia pero que éste no guarda relación con el socialismo y el comunismo; y por si fuera poco muchas de las realidades en curso durante la era neoliberal —dentro de la cual todavía estamos— como el desmembramiento de la URSS y el sorprendente desarrollo capitalista chino, entre otras, parecen convalidar tanto la negación crasa del sentido de la historia como la atribución equivoca del mismo excluyente del significado del socialismo y el comunismo. 

En otros términos, el socialismo del siglo XXI necesita satisfacer como requerimiento estratégico imprescindible, hacer patente el sentido de la historia contemporánea y actuar en correspondencia con toda precisión. De suerte que estas cuestiones teóricas de fondo y, como digo, estratégicas, son en el predicamento actual asuntos prácticos que urgen ser resueltos porque condicionan cada uno de nuestros próximos movimientos, acciones y proyectos en la lucha por la libertad y el socialismo.

Es en ese sentido que el capítulo VII aplica el concepto de medidas geopolíticas de capital al desarrollo histórico capitalista desde 1750, haciendo especial hincapié en las medidas geopolíticas de capital reconocibles desde 1850 a la fecha. Pues del juego paradójico, contradictorio, dialéctico entre la medida geopolítica europeo continental de capital que se consolidó hacia 1848 —época de redacción del Manifiesto del Partido Comunista— y la medida geopolítica mundial de capital que se inaugurara, justamente, en 1850, depende la comprensión del desarrollo capitalista desde entonces en sus términos fundamentales. 

Pero entre tanto emergieron otras medidas geopolíticas de capital que son particularizaciones regionales de la medida geopolítica mundial, que para nada es un todo homogéneo sino pleno de singularidades y relaciones contradictorias entre las mismas que dan por resultado un funcionamiento paradójico que opone dificultades a su comprensión. Tales como la medida geopolítica americana y la asiática o la africana y la australiana, etcétera. De por medio va la comprensión de la crisis del marxismo, de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, de la Revolución de Octubre y de las revoluciones alemana y húngara, así como de la Crisis del 29 y del fascismo y el nazismo, así como de la era estaliniana y la Revolución China; y ni qué decir, del traslado de la hegemonía mundial capitalista de manos de Inglaterra a Estados Unidos. En realidad, dicho brevemente, de todas y cada una de las más significativas gestas humanas acaecidas internacionalmente y que este capítulo intenta dilucidar en cuanto a su relación con el sentido que le confieren a la historia y cómo es que se relaciona con el sentido general de ésta; en particular, la emergencia de una nueva rebeldía latinoamericana de dimensiones continentales y que ha tenido conquistas tan portentosas como la Revolución bolivariana que Hugo Chávez liderara y la construcción del Estado Plurinacional de Bolivia, presidido por Evo Morales. Pues es imprescindible comprender el significado de estos eventos —y otros correlativos— en referencia al sentido general de la historia contemporánea.

De tal manera, el libro constituye un triple ejercicio necesario a la reconstrucción y desarrollo del marxismo en el siglo XXI. En primer lugar, la puesta en acción de un marxismo sin dogmas revolucionario y, a la vez, perfectamente concordante con el pensamiento de Marx (Parte I). En segundo lugar, la reconstrucción y conformación de los conceptos de capitalismo o sociedad burguesa y de las sociedades socialista y comunista, así como del concepto de revolución; conceptos propios de la tradición socialista y del materialismo histórico (Parte II). Finalmente, el libro ofrece en su última parte (Parte III) la forja de conceptos nuevos y de un análisis de la historia actual que completan al pensamiento marxista auténtico concordante con Karl Marx. Y son estos tres ejercicios imprescindibles tanto teórica como políticamente para las gestas liberadoras de nuestro tiempo lo que vengo a presentar en este certamen, lo que constituye mi objetivo para participar en esta VIII edición del Premio Libertador Simón Bolívar al Pensamiento Crítico.

(4) CONDICIONES DE POSIBILIDAD

[CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA PENSAR LA CRISIS DEL MARXISMO Y LA SUPERACIÓN DE ESTA EN EL CURSO DE LA HISTORIA DEL CAPITALISMO]

[Si queremos dar cuenta del desarrollo del marxismo deberemos, por supuesto, medir su coherencia interna, así como el modo consecuente o inconsecuente en que un seguidor de Marx, sea este Lenin, Lukacs, Althusser, Negri, Aglietta, Benneti o Cohen, Sanchez Vázquez, Dussel, Haug, Echeverría, Musto o Bidet etc., lo intenta desarrollar o aplicar. Pero no podemos olvidar, así mismo, confrontar dichos discursos con las realidades que les son contemporaneas; lo que nos lleva no sólo a contrastar éste hecho con éste tramo de teoría sino a pensar la historia del capitalism como un todo y a la historia del marxismo incluida en aquella. Bueno y si se trata de pensar la historia del marxismo para entender sus crisis y la posible superación de las mismas, no lo podremos hacer si no restablecemos en su verdad la historia del desarrollo capitalista. Y esta es un objeto altamente problemático; y que se ha visto destazado en su unidad y coherencia de multiples maneras; entre ellas las diversas concideraciones que se apoyan en las teorías del imperialismo (la de Rosa Luxemburgo y la de Lenin, por ejemplo). Así que es obligado recuperar los conceptos de Marx forjados precisamente para pensar dicha historia desde su fundamento, desde el nivel en que dicha historia se produce, los conceptos de sf y sr pt/k y desarrollar conceptos correspondientes, como el de src/c; por aquí recuperamos la continuidad y, con ella, la coherencia en el tratamiento de la historia; y así mismo recuperar y reconstruir conceptos historicos como el de mgk , en vista de dar cuenta no sólo coherentemente sino en toda su complejidad, vericuetos y paradojas de esa historia.

Por eso es que antes de pasar a nuestro siguiente tema, advirtamos de las paradojas propias de la dialéctica de la medida europeo continental de capital y la mundial, que son las principales; por ser ellas el alfa y el omega del desarrollo histórico capitalista.

En efecto, notemos que la medida europea experimenta su agotamiento a mediados del siglo XIX; síntoma de lo cual fue precisamente el estallido de la revolución de 1848, en el curso de la cual fue publicado el Manifiesto Comunista. Así que el mundo capitalista de entonces vivió un momento de asfixia durante el cual miró de cerca a la muerte. Vivió por adelantado una escena en la que se representó cómo serían las cosas al final de sus días. Vivio la decadencia de su cultura, al tiempo del magnífico auge de la cultura proletaria, a la que se la vió enarbolando un discurso crítico comunista nada menos que científico, el forjado por Marx y Engels; y experimentó la emergencia de la primera revolución internacional, la de 1848, emergiendo en ella el proletariado revolucionario como clase autónoma y ya no a remolque de la clase burguesa, como sucediera en la Revolución Francesa de 1789-1796. Pero luego de la crisis económica inglesa de 1847-1849, que se transformó en el Continente en crisis política y aun revolucionaria (la Revolución de 1848, precisamente) inició la recuperación económica inglesa; lo que en el Continente le posibilitó a la burguesía y a los restos de Absolutismo reacerse, iniciando la contrarrevolución. Así que de “Mayo octubre de 1850[20], pudo tener lugar el desbordamiento pujante y mundial del capitalismo fuera de Europa, inagurándose así la medida geopolítica mundial de capital (mgmk). 

Así que lo que había sido experiencia del fin y decadencia, se transformó en aurora y relanzamiento, abriéndose un periodo de larga duración historica para el desarrollo histórco capitalista. Eso sí, sin que los síntomas de agotamiento y decadencia ideológica y política previos se borraran de inmediato sino que en muchos casos, más bien, se profundizaron, conforme los signos progresistas y expansivos del capitalismo tanto económicos como políticos y culturales —ciencias naturales y sociales incluidas— se multiplicaban y entremezclaban con los deletereos y decadentes, etc.

De tal manera, la concideración de la dialéctica de las medidas geopolíticas de capital (mgk) —que como digo es multiple y compleja, irreductible a las paradojas fundamentals generadas por el contraste entre la medida mundial y la europeocontinental— sí, la concideración de dicha dialéctica, permite dar cuenta del curso paradógico y no lineal del desarrollo mundial de la modernidad capitalista.

Al tiempo en que la concideración del desarrollo histórico capitalista desde la perspectiva del desrrollo productivo capitalista o, en otros términos, desde la perspecticva de la susunción formal y real del proceso de trabajo y del consume bajo el capital, nos permite observer en continuidad la historia de la sociedad burguesa en su devenir mundial, esto es, sin nigún corte que la vuelva incoherente; tal y como ocurre cuando decimos que estamos en otra fase de capitalismo que la que vivió Marx y calificamos a esta nueva fase nada menos que mediante una nueva relación de producción. Lo que en realidad sería lo propio de otro modo de producción (por ejemplo, el feudal) no simplemente otra fase del modo de producción capitalista. Mientras que la vigencia histórica de la moderna sociedad burguesa es aquella en la que la relación de producción dominante es el capital industrial.

En sintesis, lograr la continuidad en el estudio de la historia del capitalismo —ella misma un ser continuo— (mediante los conceptos de sf y sr pt/k y src/k) y a la vez, lograr conciderar su complejidad, contradictoriedad y paradojas (mgk), como la de que el proletriado debía ser el sujeto de las revolucions del siglo XX y fue, más bien, el campesinado, lograr ambos cometidos, digo, nos posibilita dar cuenta efectivamente de la historia del capitalismo y de su cultura, en cuyo seno germina y se desarrolla , entra en crisis y renace, etc., el pensamiento revolucionario, por antonomasia el marxismo.

El ensayo que sigue intenta dar cuenta del desarrollo del marxismo en el seno del desrrollo cultural de la sociedad burguesa y del desarrollo histórico general de esta de 1789 a la fecha. Y precisamente, precindiendo para ello de las teorías del imperialismo, en la exacta medida en que echa mano de los conceptos de sf y sr del pt/k, el de src/k y los correspondientes a las diversas mgk.]

(5) DIALÉCTICA

DIALÉCTICA DE PROGRESO Y REGRESIÓN CIVILIZATORIA Y DE DECADENCIA Y PROGRESO IDEOLÓGICO CAPITALISTAS (CRISIS DEL MARXISMO INCLUIDA)

El desarrollo histórico expansivo de las medidas geopolíticas de capital y, en especial, de la medida geopolítica de capital mundial que las direcciona a todas desde 1850, no es un desarrollo lineal y coherente —y ni siquiera sólo ramificado a través de diversas medidas geopolíticas de capital regionales de distintos ritmos de desarrollo cada una— sino que es un desarrollo específicamente contradictorio y paradójico según una dialéctica de progreso y regresión histórica a nivel de la civilización material de las sociedades burguesas. Además de que a nivel del desarrollo de las ideas presenta una dialéctica particular altamente paradójica, toda vez que la conciencia de la sociedad sobre su propio desarrollo es imprescindible para éste; pero la sociedad burguesa contiene en su seno a los sujetos históricos cuya conciencia histórica, en acuerdo a la verdad, los llevaría a destruir revolucionariamente dicha sociedad. Por lo que la verdad particular y global se verá en dificultades para lucir. Karl Marx observó que desde 1830 se perfilaba la decadencia ideológica de la burguesía, antes de la saturación de la medida geopolítica de capital europeo continental (1848). Decadencia que prosiguió con el desarrollo del nacimiento de la medida geopolítica de capital mundial (1850) pero que, por supuesto, fue contrarrestado por un relanzamiento de la cultura burguesa en diferentes áreas, al ya no estar asfixiadas la fuerzas productivas de la sociedad dentro del estrecho marco de la medida geopolítica de capital europeo continental, según dijimos.

La aludida decadencia ideológica de la burguesía y las observaciones de Karl Marx respecto de ésta, fueron oportunamente registradas por Georg Lukács. Pero, desafortunadamente, las interpretó con base en la teoría del imperialismo de Lenin, creyendo que sólo tuvo lugar una creciente decadencia pronto catastrófica, de la que sería ejemplo el nazismo. No observó estas determinaciones culturales en acuerdo a las claves del desarrollo capitalista de Karl Marx: la sucesión y combinación de las medidas geopolíticas de capital europeo continentales y de la medida geopolítica de capital mundial. Que es cómo hemos querido reflejar este decurso histórico en el presente esquema.

Expliquemos el problema que preside la elaboración del esquema que más abajo presentaremos: desde más o menos 1825 —año de la primera crisis económica internacional capitalista que experimentaron las economías tanto de Inglaterra como de Francia— las fuerzas productivas capitalistas se encuentran contradiciéndose con las relaciones de producción. Vamos a nombrarlas fuerzas productivas sobreacumulativas. Con ello, con el hecho de que la totalidad de las relaciones de producción capitalistas se contradigan con las fuerzas productivas que contienen, y mediante las cuales el capitalismo explota plusvalor relativo a la clase obrera, tenemos que inicia una decadencia ideológica y cultural de la burguesía [21].

El hecho es que la burguesía no está pudiendo plantear a nivel cultural un horizonte abierto y progresista, precisamente porque sus relaciones de producción se están contradiciendo con los factores de progreso. De suerte que se suscita una decadencia a nivel filosófico en el desmembramiento de la escuela hegeliana; y una decadencia en el pensamiento económico que determina —hacia la década de los treintas del siglo XIX— que ya sea imposible el desarrollo de la economía política clásica como ciencia e inicie el desarrollo de la economía política vulgar, y así seguido. Es en medio de esta decadencia ideológica de la burguesía determinada geopolíticamente por la contradicción de las fuerzas productivas y las relaciones de producción territorialmente proyectadas, es en el seno de este contexto, que surge la crítica de la economía política de Marx enfrentando tanto a la economía política clásica como a la economía política vulgar. Léase el Postfacio a la segunda edición del tomo I de El capital, redactado por Marx en 1872, que hace referencia a cuál fue la condición de posibilidad histórica y teórica para que él pudiera escribir su crítica de la economía política; condición histórica de posibilidad que acabo de resumir.

En Marx y el problema de la decadencia ideológica de la burguesía el gran sabio marxista, Georg Lukács, registra los fenómenos que acabo de nombrar, cita a Marx en los momentos en que éste le toma el pulso a esa decadencia ideológica y Lukács saca como conclusión que esta decadencia ideológica va a proseguir, que se encontraba en un cierto nivel en 1830 cuando existía la posibilidad de una economía política clásica científica, y que en 1850 ya va galopando y en 1870 ya vuela y en 1910-14 la decadencia ideológica es total: así que ahora la alternativa la tiene el pensamiento revolucionario.

Ahora bien, aunque Lukács reflexiona este tema y cita a Marx no lo está reflexionando más que en una corta secuencia de años en conexión con una referencia general a las relaciones de producción y a las fuerzas productivas, pero no en referencia a las medidas geopolíticas de capital. Le pasa desapercibido este argumento de Marx para abordar el problema. 

Esto es decisivo, porque unas fuerzas productivas que a partir de 1825 empiezan a ser sobreacumulativas porque se contradicen de manera general con las relaciones de producción capitalistas, una vez que ocurre la crisis de 1848 convertida además de crisis económica en crisis revolucionaria internacional, lo cual le da respiro a Inglaterra para recuperarse en 1849 y ya en 1850 comenzar a invadir el mundo con sus mercancías, es entonces cuando da inicio una nueva medida geopolítica de capital; propiamente la mundialización del capitalismo. Con lo cual tenemos que las fuerzas productivas ya tienen un ámbito territorial mucho más amplio al cual aplicarse, así que ya no se van a contradecir de manera general con las relaciones de producción. A partir de ahora si hay contradicciones serán particulares, rebasables pero, en realidad, tenemos un ámbito territorial muy grande como marco de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. Así que se invierte el problema, en lugar de que las relaciones de producción sean grillete de las fuerzas productivas, ahora, de nueva cuenta, son el marco de su desarrollo; el capitalismo se estaba asfixiando, ahora tiene de nueva cuenta aire, eso significa que en lugar de haber decadencia ideológica empieza a haber un renacimiento ideológico de la burguesía; pero Lukács no registra este hecho a nivel de la ideología porque tampoco registra el hecho a nivel de la realidad. 

Más aún, entre la economía y la ideología, sí, en medio de ambas, también hay que observar el asunto a nivel de la organización social: la revolución mundial fue actual en 1848, nunca más ha sido actual; ha habido actualidad de la revolución a nivel nacional, a nivel regional, en distintos países, pero no una actualidad de la revolución en términos mundiales, es decir, de todo el mundo capitalista.

La revolución de 1848, ciertamente, fue una revolución democrático burguesa, no una revolución proletaria, pero fue la primera revolución en la que el proletariado mostró una organización y un programa autónomo respecto de la burguesía; mientras que es evidente que después de 1850 en lugar de que tengamos la actualidad de la revolución como horizonte histórico, el horizonte histórico es de inactualidad de la revolución mundial, ya solamente podrán darse alguna que otra revolución nacional. Así que no solamente hay un renacimiento ideológico de la burguesía ligado a un renacimiento económico porque ahora tiene el mundo como campo de explotación sino, además, hay un renacimiento del modo de producción capitalista, de la sociedad burguesa como un todo frente a una inactualización de la revolución proletaria.

Nótese el hecho de que el que pasemos de la medida geopolítica de capital continental europea a la medida geopolítica de capital mundial, significa un cambio evolutivo en el desarrollo de las fuerzas productivas, ya lo dijimos, de ser sobreacumulativas y decadentes a volver a ser progresistas. Lo mismo sucede con las correspondientes ideología y cultura; en lugar de ser decadentes, otra vez hay renacimiento. El desarrollo de las matemáticas durante el siglo XIX y XX, como base de desarrollo de todas las ciencias naturales, o la emergencia de otras nuevas ciencias como la antropología y el psicoanálisis, etc, desde fines del siglo XIX, patentizan que la burguesía tiene pujanza para construir técnica y construir comprensión del mundo; mientras en el movimiento obrero ha surgido un retroceso relativo. Si bien no en términos acumulativos. Aquí hay progreso; pues como sigue expandiéndose el capitalismo, sigue habiendo cada vez más obreros y más explotación y ya hay una conciencia histórica de clase que dice cómo hacer política, cómo hacer alianzas e, incluso, cómo hacer revoluciones y por qué (el materialismo histórico). Pero en términos estructurales el desarrollo histórico capitalista ha vuelto inactual la revolución, así que hay un retroceso histórico relativo del movimiento obrero en tanto fuerza productiva procreativa en el curso del progreso de las fuerzas productivas capitalistas sobre todo las técnicas, aunque ya vimos que también la ciencia y la cultura se desarrollan; en efecto, se registra un retroceso relativo del horizonte histórico que tuvo un impacto regresivo formidable en el movimiento obrero para el que la apertura o cierre del horizonte histórico es decisivo.

Ciertamente, el horizonte histórico en 1848 daba como para vislumbrar la posibilidad de la revolución comunista que trascendiera al capitalismo, era actual estructuralmente, el sujeto proletario estaba apenas en pañales pero el sistema mostraba un momento de crisis global; y dado que el sujeto proletario no pudo incidir de manera transformadora general, el sistema simplemente se siguió desarrollando, cargando consigo cada vez más ingredientes de decadencia inscritos en sus fuerzas productivas técnicas y de ahí hasta su filosofía, sus artes, su ciencias, etc.; pero se siguió desarrollando. 

Recordemos que Marx en 1850 publica un ensayo en donde expone la teoría general de este problema: “De mayo a Octubre de 1850”; y añadamos, ahora, que en 1858, después de la crisis de 1856-57, en plena recuperación y visualizando las tendencias de desarrollo capitalista, Marx le escribe una carta a Engels el 10 de octubre. Es una carta muy importante [22]. En la que le dice a Engels, haciendo una reflexión Marx acerca del desarrollo capitalista mundial, que una vez pasado el momento de la revolución de 1848 el capitalismo se ha desarrollado más allá de su medida europea y tiene ante si su medida geopolítica mundial, y que su primera tarea va a ser el establecimiento del mercado mundial; que, dice Marx, es una empresa histórica, como diciendo: vamos a tener capitalismo para muchos años porque esta —el establecimiento del mercado mundial— es su misión histórica y está abierta [23] a la orden del día.

Ciertamente, Marx dice que el capitalismo se encuentra concentrado en Europa y en EU, pero que en el resto del mundo se tienen países muy poco desarrollados y sin embargo está abierta la empresa histórica de por lo menos esbozar el mercado mundial. Es la primera cota mínima de vitalidad del capitalismo, por lo menos dejar en esbozo el mercado mundial.

[Hoy se ve que esa primera cota fue trascendida y el capitalismo no solamente lo esbozó sino que lo fue realizando e, incluso, lo ha ido tupiendo.] Y le pregunta Marx a Engels y se pregunta a sí mismo ¿qué esta empresa histórica del capitalismo que le entrega nueva vitalidad no pone en suspenso la actualidad de la revolución comunista? porque la revolución comunista debiera ocurrir en el centro más desarrollado del capitalismo en acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas; pues su teoría es materialista, no voluntarista, ni idealista, entonces tiene que poner en concordancia a la revolución con el proletariado y con las fuerzas productivas técnicas, no puede hacerlo de otra manera. Por eso dice: aunque todo está maduro en el centro para esta emergencia, sin embargo el capitalismo tiene gran vitalidad en los extremos, en la periferia, todavía tiene una gran misión histórica por desarrollar, tiene que civilizar el planeta o, bien, tiene que por lo menos realizar el esbozo del mercado mundial.

Esta es la pregunta decisiva que hace Marx. Evidentemente se verificó un cambio de ritmo y de retroceso del horizonte histórico. Así que si los revolucionarios se mantienen como si no hubiera este retroceso y este cambio de ritmo en el desarrollo histórico capitalista —y así se mantuvieron— pues habrán de contradecirse no solamente con la realidad sino también con Marx. 

En contraste, tenemos que hacia 1896, Eduard Bernstein cuestiona la propuesta revolucionaria de Marx y Engels plasmada en el Manifiesto del Partido Comunista; y entiende que en el contexto de un capitalismo pujante y en evolución continua, no solamente se ha vuelto inactual la revolución sino que ha perdido sentido en cuanto tal, así que las tareas de la socialdemocracia [24] son llevar a cabo alianzas con la burguesía y lograr reformas favorables a la clase obrera que logren cincelar una sociedad burguesa cada vez mejor, en el mismo sentido en el que ya se ha transformado el capitalismo cualitativamente respecto del que Marx y Engels conocieran. Bernstein fue criticado por Kautsky, por Rosa Luxemburgo y por Lenin, así como por otros marxistas. Todos asumiendo que el capitalismo había cambiado cualitativamente respecto del que Marx y Engels conocieran, aunque ofreciendo salidas diversas y a veces opuestas a la de Bernstein. Salidas francamente revolucionarias como las de Rosa y Lenin sustentadas en sus respectivas teorías del imperialismo. Rosa sobre la premisa de revocar los esquemas de reproducción de Marx y Lenin defendiéndolos pero señalando que la relación de producción dominante del capitalismo de libre competencia que conociera Marx había sido el capital industrial mientras que la del nuevo capitalismo de los monopolios era el capital financiero (fusión del industrial y del bancario). Y que no solamente se volvía actual la revolución bajo estas condiciones sino que, de hecho, vivíamos la última fase del capitalismo. Así que la intervención revisionista de Bernstein dio inicio a la primera crisis del marxismo que intentó ser revertida por Kautsky, el así llamado marxista ortodoxo y, sobre todo, por los marxistas francamente revolucionarios Luxemburgo y Lenin. Pero en todos los casos, la crisis del marxismo no fue superada sino apenas revertida relativamente pero profundizada y complejizada.

Ahora bien, con la emergencia de la crisis del marxismo y siendo ésta, de hecho, tan pronunciada y duradera (de 1896 hasta 1956) tenemos la paradoja siguiente: en lugar de testificar la decadencia ideológica de la burguesía —que es de lo que habla Lukács en 1936, retomando observaciones de Marx sobre la decadencia ideológica de la burguesía suscitada en 1825 pero proyectándolas hacia el futuro— lo que tenemos es, más bien, la decadencia ideológica del pensamiento de la izquierda. Decadencia que no se puede entender sino por la pujanza económica y política y aún ideológica de la burguesía, que ha logrado domeñar a la teoría revolucionaria e infiltrarse en sus filas y robarle las palabras de la boca, o si se quiere del pensamiento. Pues cuando la teoría revolucionaria no sabe ya quién la domina, cuando en lugar de decir: “me domina el capital industrial” y atinar, dice: “me domina el capital financiero”, el esclavo ya no sabe quién lo domina. Esta es la marca indeleble de que persiste la crisis del marxismo y que la ideología de la burguesía ha agarrado el nervio de la teoría revolucionaria.

 

 

Este esquema nos presenta dos líneas de desarrollo histórico; la superior es la línea del desarrollo civilizatorio material y socialmente considerado; mientras que la línea inferior nos muestra la línea de desarrollo a nivel de las ideas de la sociedad; y en ambos casos se verifica el hecho de que la forma de desarrollo es contradictoria según una dialéctica de progreso y de regresión. Y ésta es la tesis que dichos esquemas quieren ilustrar. 

Aclaremos, en primer lugar, que el esquema contiene efectivamente sólo dos líneas de desarrollo y no tres como podría creerse por la última línea que alude a la segunda mitad del siglo XIX; simplemente sucede que en la línea de tiempo, los fenómenos de progreso y de regresión ideales tanto científicos como filosóficos e ideológicos, etcétera ocurren con tal frecuencia que en el espacio de una página de libro quedarían sumamente apeñuscados los eventos; por eso es que una parte de los mismos correspondientes a la línea del desarrollo espiritual de la sociedad, se colocó debajo de esta línea: los de la segunda mitad del siglo XIX. Aclarado este detalle ofrezco algunas consideraciones para la correcta lectura del esquema, comenzando por la línea superior; que es la que ilustra el desarrollo de la civilización material y del que depende, por su puesto, el del desarrollo espiritual de la sociedad.

1. Para leer correctamente el primer esquema debemos colocar la vista en la línea continua de flechas negras, que es la que ilustra el progreso civilizatorio del capitalismo. Y no se trata tanto de que el progreso civilizatorio capitalista ha sido lineal, como a veces se dice peyorativamente hacia la persona o personas que creyeran que algo así ha sucedido. No, lo decisivo en la representación de la línea de desarrollo progresivo del capitalismo es considerar que ha sido continuo, lo importante es la continuidad y no la linealidad, continuidad lo más compleja que se quiera e introduciendo en ella bifurcaciones, puntos ciegos, casualidades, incoherencias e, incluso, saltos aparentes o relativos pero que nunca rompen la continuidad sino que unos condicionan a los otros a veces en coherencia y otras en contradicción ora para proseguir el modo previo de desarrollo ora para revocarlo.

Ahora, cabe comentar las curvas rojas y verdes que brotan, por así decirlo, en el curso del progreso civilizatorio continuo —que no lineal— del desarrollo capitalista (nuestra línea negra). Como se aprecia, las rojas aunque sean de distintas formas siempre son retrógradas; mientras que las verdes siempre son progresivas. Los colores son convencionales y remedan los utilizados en los semáforos para controlar el tráfico citadino: el verde es siga y el rojo es alto; pero aquí, el rojo puede no sólo frenar el progreso sino, incluso, ser retrógrado. La primera curva roja a considerar es la de la Primera Guerra Mundial, la que brota en la línea de progreso civilizatorio en el 1914. 

En efecto, la Primera Guerra Mundial marca el momento en el que el desarrollo civilizatorio capitalista perdió la posibilidad de ser simplemente progresivo en forma predominante como venía sucediendo desde 1850 —una vez inaugurada la medida geopolítica mundial de capital— e, incluso, desde 1750 en que se inaugura con la Revolución Industrial la medida geopolítica de capital europeo continental; por su puesto tomando en consideración las paradojas y contradicciones del caso; según las cuales el capitalismo vive un momento de asfixia hacia 1848 mientras que hacia 1850 toma una gran bocanada de aire, así que muchos de sus rasgos civilizatorios e ideológicos entre 1830 y 1848 son decadentes; mientras que esta decadencia es crecientemente contrarrestada a partir de 1850 aunque prosigue avanzando. Pero el caso de la Primera Guerra Mundial es emblemático de la emergencia de un retroceso civilizatorio general del capitalismo que se abrió paso conforme este se desarrollaba. 

La Primera Guerra Mundial nos muestra un suceso inédito en la historia de la humanidad e, incluso, en la historia del capitalismo hasta ese día: una carnicería de millones llevada a cabo en el enfrentamiento entre varias naciones. Además, ocurrió bajo la forma de la utilización de máquinas industriales de guerra como la ametralladora, el tanque o el avión y aún el rifle de repetición y tanto el uso de la pólvora como de la nitroglicerina y de la dinamita, así como el uso de gases venenosos en el combate. Asimismo es de resaltarse que las barbaridades ocurridas en esta guerra estan ocurriendo en el centro del sistema, en el centro de la civilización capitalista por vez primera; mientras que hasta entonces actos análogos solamente habían sido llevados a cabo por cuenta del capitalismo en las colonias y contra individuos de los que el hombre blanco decía que eran salvajes. Ahora los casos de ignominia ocuparon también el centro del espacio capitalista y superaron con creces lo que este venía haciendo en sus márgenes. De por medio el magno torcimiento de ideas y actitudes de las instituciones civilizadas; que fue tan amplio y tan profundo como para que, incluso —y esto nos da la medida o es el termómetro de la gravedad general suscitada—, la Segunda Internacional y todos los partidos de izquierda europeos, votaran a favor de los créditos de guerra y al hacerlo traicionaran no solamente sus ideales y principios sino, de hecho, traicionaran a sus afiliados y al proletariado en general, puesto que precisamente estas personas habrían de ser quienes fueran a la guerra a asesinar y a ser asesinados. El capital mundial se preparó en esta ocasión su primera misa negra, su festín sacrificial de millones contra la humanidad en vista de sólo así lograr prevalecer. Con la hazaña negra de por medio, consistente en que buena parte de sus masas humanas y de sus inteligentes conductores fueron los artífices voluntarios del evento.

El resto de flechas rojas retrógradas son análogas; pero sobresale la correspondiente a la formación del Estado nazi a partir de 1933 y de su actuación hasta 1945, de por medio el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Mismo escenario general que el de la Primera Guerra Mundial y con características análogas pero, ahora, potenciado hasta su monstruificación. El racismo genocida de millones involucrado en el holocausto nazi es significativo de que las tendencias capitalistas negadoras del sujeto humano habían adquirido rasgos patológicos generalizados, pues no se detenían en determinaciones de clase o de riqueza, así que basándose más o menos evidentemente —incluso para sus agentes— en sus intereses y mezquindades y ambiciones. Lo que en cualquier momento posibilitaba la censura y la crítica ética del caso. Sino que, ahora, la negación de los sujetos hasta la muerte llegaba hasta la carne y la sangre, así que se presentaba de manera completamente irracional y como no teniendo que ver siquiera con los intereses económicos y políticos. Lo que volvía imposible la discusión racional y moral del caso con sus agentes y promotores. El deterioro de la civilización material no solamente lograba torcer los principios, las ideas, las instituciones y destruir progresivamente la industria, etcétera; sino que había logrado penetrar en la emocionalidad de la humanidad, torciéndola patológicamente por completo, de ahí el pertinente concepto científico que utilizara Wilhelm Reich para pensar el fenómeno: se trataba de una peste emocional [25]. Pero incluso antes de la guerra y el genocidio, la propia conformación del Estado nazi es emblemático de un gran retroceso civilizatorio. Porque en vista de sacar adelante sus intereses, la burguesía alemana aceptó contravenir todas y cada una de las ideas y principios que venía sosteniendo en vista de sacar adelante esos mismos intereses y justificarlos. Y el retroceso que operaba el Estado nazi no solamente ocurría en términos económicos y políticos. Sino incluso la cultura —y en especial la alemana— en su mayor parte pasó a ser traicionada.

De nueva cuenta el termómetro del grave retroceso civilizatorio nos lo da lo que ocurrió en el seno del proletariado y del pueblo en general. En efecto, Hitler no llegó al poder mediante un golpe de Estado, aunque lo intentó en 1927 pero falló y fue encarcelado. En 1933 llegó al poder mediante el voto popular mayoritario. Lo cual significa, como agudamente observara Wilhelm Reich, que el proletariado mostró un comportamiento político irracional y autodestructivo, toda vez que votó a favor de sus enemigos de clase, del representante político de la burguesía; y, por cierto, el más retrógrada. De nueva cuenta el retroceso civilizatorio inaugura un evento nunca antes visto y llega a arraigar incluso en la emocionalidad humana no sólo en principios e ideologías. De ahí el gran valor histórico y teórico de La psicología de masas del fascismo de Wilhelm Reich; libro en el que analiza puntualmente esta enormidad. Si en la Primera Guerra Mundial los congresistas de la socialdemocracia en cada país europeo votaron a favor de los créditos de guerra y contra la clase obrera —incluso la de sus respectivas naciones— con la emergencia del Estado nazi, testificamos a las masas mismas actuando políticamente de forma autodestructiva con base en un torcimiento emocional fundamental que, por supuesto, arraiga en las nuevas condiciones del modo de producción y reproducción capitalistas. Desde entonces —como vemos en nuestro esquema— los bucles de regresión histórica de la civilización material capitalista prosiguieron hasta la fecha encontrando una cumbre en 1939 con el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial; por lo que la fascistización como forma histórica capitalista regresiva extrema prosiguió después de la caída de Hitler. Y así llegamos hasta 1991, año del desmembramiento del así llamado Bloque Socialista y del triunfo pleno del neoliberalismo.

En ese punto de nuestro esquema vemos emerger una especie de aurora boreal fatídica, una regresión histórica magna, ya no más un mero bucle regresivo, así sea de la magnitud del Estado fascista y del holocausto nazi. Ahora la regresión histórica es generalizada. Y nuestro esquema la representa con una línea punteada roja —pues no dejamos de estar en el 1991— que se curva retrógradamente para retroceder desde este año hasta el 1815, año de fundación de la reaccionaria Santa Alianza presidida por Meterninch que congregó a los Imperios absolutistas sobrevivientes y feroces: el Imperio ruso, el prusiano y el austrohúngaro, que rigiera el propio Meterninch, Triple Alianza que fuera la base para su análoga casi contemporánea Cuádruple Alianza que incluía a Inglaterra. Formidables instrumentos de contención social de carácter absolutista muy del interés del hegemón capitalista, que apenas introdujo matices. De suerte que la regresión histórica generalizada que nos ocupa, nos revela al neoliberalismo globalizado como un auténtico Neoabsolutismo. 

Para significar que esta regresión histórica generalizada no constituye un mero bucle particular regresivo en medio del progreso general capitalista sino, al contrario, que éste progresa en el sentido de una progresión y regresión crecientes, siempre encuadrados en la perspectiva del 1815, para significar el carácter generalizado de la regresión histórica en cuestión, digo, el esquema añade debajo de la línea negra de progreso una serie de flechas rojas consecuentes y retrógradas con la leyenda debajo de cada una de “regresión histórica”; y todas conducen y reconducen hacia el 1815.

Mientras que en una línea imaginaria secante respecto de la línea punteada roja que va desde 1991 hasta 1815, se caracteriza a esta regresión histórica generalizada, que esta curva punteada representa, sí, se la caracteriza como: “Progreso y regresión civilizatoria del capital (SRC/K)-Tecnología capitalista nociva (TKN)”. Lo cual significa que esta regresión del capitalismo hasta la perspectiva de la Santa Alianza —esa misma que en 1848 es denunciada e impugnada en la primera página del Manifiesto del Partido Comunista— no está ocurriendo simplemente por el triunfo de una fuerza política reaccionaria y por las directrices de un líder de ultraderecha como Hitler, por una mera voluntad política o un torcimiento emocional sadomasoquista y apestado sino que está ocurriendo con base en que la civilización material capitalista actual está fundamentada en una TKN, así que tanto el cuerpo material productivo como consuntivo de la sociedad son nocivos y patológicos tanto para la vida humana como para el medio ambiente; y es esta nocividad general dual la que deben gestionar políticamente los líderes burgueses actuales, cuyas personificaciones emblematizan los “tres chiflados” de la invasión de Irak: Baby-Bush Hitler, Tony Blair y José María Aznar. De suerte que la regresión histórica generalizada neoabsolutista está sustentada en la SRC/K específicamente neoliberal.

Por eso es que —porque está ocurriendo de hecho esta regresión histórica generalizada desde 1991 hasta 1815— por eso es que, digo, después de este punto los desarrollos progresivos dentro del capitalismo no pueden ser asumidos simplemente o representados simplemente como la línea continua de flechas negras de nuestro esquema; ahora cada progreso constituye algo complejo y a contracorriente de la deriva inercial del sistema en su conjunto a nivel planetario; por eso es que se representan mediante bucles verdes progresivos que se distinguen tanto de los rojos regresivos como de la mera línea de progreso general negra; se alzan por sobre de ella, se curvan y se lanzan hacia una meta de progreso contraria a la tendencia general del desarrollo capitalista. Como si sucediera una especie de arremolinamiento de este y todo él girara hacia atrás en dirección hacia el 1815 predominando una situación neoabsolutista pero, en medio del remolino, hay rebrotes de espuma y oleaje de sentido contrario. Así, vemos en secuencia representarse en cada bucle progresivo del esquema el movimiento zapatista de liberación (EZLN) en 1994 y, luego, el triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela en 1998, con el que logró su primer gran triunfo la Revolución Bolivariana, etcétera; sin olvidar el triunfo electoral del MAS (Movimiento al Socialismo) en Bolivia que llevaría a Evo Morales en 2005 a presidir ese país y a crear el Estado plurinacional de Bolivia, etcétera. En realidad, en todos los casos para que ocurrieran estos bucles de progreso histórico a partir de 1991, han debido concurrir movimientos revolucionarios, es decir, un verdadero arremolinamiento de sentido contrario al remolino capitalista; mismo que jala hacia atrás imponiendo una modernidad neoabsolutista análoga a la que viviera Sade y que este retratara y criticara en sus novelas de monstruosos déspotas libertinos impunes.

Todos estos movimientos progresivos logrados mediante revolución que se representan en los bucles verdes, tienen lugar —como lo indica la flecha roja continua que está sobre ellos— en un movimiento de regresión histórica franca, toda vez que a partir de 1991 el mundo vive una situación de SRC/K generalizada; vive —para decirlo retomando una palabra cara al teórico nazi del Estado nazi Carl Schmitt y que significa artefacto— vive, digo, una situación de Gestell totalitario [26] en el que todas las piezas contestan orgánicamente unas con otras pero no sólo por fuerza de voluntad política del Führer sino con base en la civilización material productivo y consuntiva degradada que es la SRC/K. La crisis económica y múltiple de 2008 a la fecha —la segunda crisis auténticamente mundial del capitalismo— ha sido la ocasión para que por segunda vez se compruebe la vigencia de la ley de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer, formulada por Marx en la sección tercera del tomo III de El capital. En el entendido de que esta ley de las crisis capitalistas las explica, precisamente, por ser la ley del desarrollo capitalista en general y ser la ley del dominio del capital industrial —así que también este dominio se comprueba por sobre cualquier opinión en contrario de que domine el capital financiero actualmente o que dominen los servicios o la informática o que el sistema tienda a la desmaterialización o la inmaterialidad en medio de despojos brutales operados en contra de la población mundial y de un intensivo ejercicio brutal de minería a cielo abierto en todo el orbe —nada inmaterial— en vista de, con ellos, contrarrestar la caída tendencial de la tasa de ganancia. Lo que inmediatamente levanta olas de reacción popular defensiva, vitales y progresistas. De suerte que en medio de esta crisis en curso se vuelven virulentas las tendencias contrapuestas de bucles regresivos tecnológicos, financieros, políticos y culturales que van conformando una verdadera deriva fascista en todo el planeta a la que se oponen bucles progresistas de signo revolucionario y democratizador. Especialmente es resaltante el choque de esta deriva fascista contra la Nueva Autonomía Latinoamericana que tiene como puntales a los Estados democráticos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba, Brasil, Argentina y Nicaragua, etcétera que han conformado organismos regionales como el ALBA, UNASUR, el CELAC y BANSUR, etcétera.

Tanto la “Primavera Árabe” como los movimientos de “Indignados” de los Ocupa Wall Street y de Madrid y que se han multiplicado por el mundo, forman parte de los bucles de progreso histórico que se arremolina partir del estallamiento de la crisis múltiple de 2008. Y, en fin, a partir de la que se tocan con las manos las contradicciones clasistas del sistema capitalista mundial y la urgente necesidad de trascenderlo revolucionariamente y de defenderse de sus embates, así que la situación es sumamente propicia para el renacimiento y reconstrucción del marxismo; misma que, de hecho, viene abriéndose paso. Pero como éste es precisamente un formidable fenómeno ideológico y cultural, ya nos invita a que pasemos a analizar la segunda línea de nuestro esquema.

2. El progreso y el retroceso —o, si se quiere, la decadencia— ideológica del capitalismo, así como del discurso crítico que acompaña su formación cultural, están condicionados por el progreso y retroceso históricos de la civilización material de éste; por eso es que el esquema muestra estos en primer lugar y, ahora, en su segundo renglón nos muestra una línea de tiempo donde aparecen momentos significativos del desarrollo intelectual de la sociedad burguesa.

Comenzamos en 1830 cuando Marx registra la emergencia de la decadencia ideológica de la sociedad burguesa; de suerte que sorprende el que Hegel corone la visión filosófica de la burguesía acerca del mundo natural e histórico pero que a partir de aquí, la filosofía en lugar de desarrollarse decaiga; y que la economía política llegue a constituirse como ciencia con los aportes de Adam Smith y David Ricardo pero, igualmente, en ese punto se detenga y empiece a decaer, a vulgarizarse, a renunciar descubrir verdades ingeniándoselas para mejor encubrirlas a la vez que entregándole a la burguesía consejos para explotar mejor a los obreros y realizar el plusvalor que les arranca, etc. Pero dialécticamente se abrió a partir de entonces la posibilidad de la crítica de la economía política y de la crítica de la filosofía hegeliana hasta que, a partir de 1844, Marx logra poner las bases esenciales de ambas críticas científicamente desarrolladas. Pues es momento de fundación tanto del materialismo histórico como de la crítica de la economía política marxista. Esta contradicción dialéctica se expresa en nuestro esquema con flechas rojas y verdes que se cruzan; las rojas son curvas retrogradas, bucles de retroceso histórico a nivel ideológico que aluden tanto a la economía política burguesa como a Hegel; mientras que las verdes cruzan rectamente a las rojas, lanzándose hacia adelante en la línea del tiempo y representan al materialismo histórico y a la crítica de la economía política. 

Ahora bien, a partir de la Revolución de 1848 y la consecuente recuperación de la economía inglesa en 1850, se inauguró la medida geopolítica mundial de capital y el cosmos burgués tanto económico como cultural se revitalizó; así que los rasgos decadentes que lo empezaron a caracterizar antes de la Revolución de 1848, si bien prosiguieron, encontraron contrarresto constante conforme iba estableciéndose paulatinamente dicha medida geopolítica de capital. Paradoja que Georg Lukács no registró en ocasión de reconstruir la tesis de Marx acerca de la decadencia ideológica de la burguesía, según adelantáramos. Por lo que Lukács piensa que simple y llanamente prosiguió la decadencia ideológica y al seguirle la pista al ulterior desarrollo artístico y literario así como al filosófico de la burguesía sólo registra decadencia; y, en el caso de la filosofía, ésta se muestra como un creciente irracionalismo cada vez más complejo que va de Schopenhauer a Nietzsche hasta Heidegger, etc. Es el cuadro que nos muestra, Lukacs, en El asalto a la razón; que aunque en mucho atina porque los rasgos decadentes prerevolución de 1848 prosiguieron profundizándose después, soslaya nada menos que el renacimiento y progresos de la cultura burguesa tanto a nivel filosófico como artístico y literario, si bien la ciencia económica no se recuperó relativamente de su decadencia ideológica sino hasta Keynes. Pero en compensación se desarrollaron nuevas ciencias sociales ligadas al desarrollo expansivo del capitalismo y a su desarrollo en el dominio de la sociedad (Etnología) y cada vez más íntimo de los seres humanos (psicoanálisis) conforme se desarrollaba la medida geopolítica mundial de capital.

En efecto se desarrolló, de un lado, la antropología como ciencia vinculada con la expansión imperialista que fue topando con cada uno de los pueblos de la tierra para someterlos y que aparecen como tema de esta nueva ciencia social; de hecho, es sobre la base de los progresos de la antropología que Marx quiso cumplir al final de su vida su proyecto de crítica global de la sociedad burguesa y de la civilización —cual la había formulado en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844– así que leyó y anotó a los antropólogos y fue sobre la base de sus “Notas Etnológicas” que Engels después de la muerte de su amigo, redactó El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado publicado en 1884. Así que es evidente que —si Luckas no— Marx registró un progreso ideológico de la burguesía posterior a su observación de su decadencia ideológica prerevolución de 1848; progreso en el que hay que incluir como muy significativo para Marx el gran aporte Charles Darwin a la teoría de la evolución de las especies, que vio la luz en su El origen de las especies publicado a inicios de la década de los 60 del siglo XIX. E igualmente, se conformó el psicoanálisis develando las conexiones internas de la psique humana al tiempo que era sometida por la propiedad privada en general y la explotación capitalista en particular completada por la acumulación de capital, en el seno de las cuales se exacerba el complejo de Edipo y las neurosis así como una peculiar psicología de masas, etc. Es todo esto lo que ilustra el siguiente segmento del esquema que nos ocupa. 

Para ello, como si lo viéramos con lupa, el esquema muestra un segmento adicional debajo del renglón que estamos tratando, y en el que se cruzan flechas rojas y verdes; las rojas son curvas retrogradas que representan el irracionalismo filosófico que Lukács puntualmente registrara, así como el de la teoría económica; mientras que las verdes representan los progresos científicos aludidos. Y todo ello transcurre en la segunda mitad del siglo XIX, recién inaugurada la medida geopolítica de capital como dijimos. 

El siguiente segmento inicia en 1896 con la revocación del pensamiento de Marx en toda la línea llevado a cabo por Eduard Bernstein, empresa que se conoce con el nombre de revisionismo y que diera inicio a la crisis del marxismo. Así que se trata de un movimiento retrogrado del pensamiento de la izquierda conforme ocurre la expansión mundial capitalista y aún el desarrollo ideológico de la burguesía en diversos ámbitos. Particularidad que no se representa en el esquema sino sólo la paradoja más honda del caso. A saber, que a partir de 1913 La acumulación de capital de Rosa Luxemburgo intenta revertir completamente al revisionismo bernsteineano e, incluso, en 1916 lo intenta Lenin con su El imperialismo fase superior del capitalismo. Libro  que a partir del triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 se convirtiera en texto canónico y cada vez más dogmatizado acerca del desarrollo capitalista posterior a Marx y que decía aplicarlo y desarrollarlo para la nueva época. Así que todo pareció como si la crisis del marxismo iniciada por Bernstein, hubiera sido revertida. Pero no fue así, porque las enérgicas argumentaciones tanto de Rosa como de Lenin se levantaron, sin embargo, sobre la base de haber aceptado una premisa ideológica de Bernstein decisiva: que se había abierto una nueva época en el capitalismo. Premisa sólo aparentemente sustentada en los hechos pero que emanaba, en realidad, de la ideología burguesa del progreso en una variante para uso de la izquierda que Bernstein fuera el primero en expresar.

De tal manera, la honda paradoja que se representa en el cruce de la flecha roja y verde en el esquema, es la de que el pensamiento de izquierda todo, marxista en particular, se mantuvo en crisis; lográndose una reversión sólo parcial de la embestida bernsteiniana revisionista, que es lo que muestra la flecha verde progresiva que alude al intento fundamental de Rosa y de Lenin; pero la flecha roja retrograda, el bucle de retroceso histórico e ideológico lo vemos surgir en 1924, año de la muerte de Lenin y quiere significar que incluso el trazo teórico del gran revolucionario ruso acompañó a la deriva retrograda iniciada por Bernstein desde 1896. Sin embargo, el período contiene aportes tan decisivos como la idea de los Consejos Democráticos y la autogestión de la producción y de la vida entera de la sociedad, basada en el evento de la civilización material desencadenado por la Revolución rusa de 1905 en la que surgiera por vez primera como forma de poder popular el soviet o Consejo Democrático; o como la emergencia de lo que Maurice Merleau Ponty en 1947 denominara en Las aventuras de la dialéctica, “el marxismo occidental” —en oposición al marxismo soviético estalinizado y profundamente dogmático— cuyos representantes son Georg Lukács y su Historia y conciencia de clase de 1923 y Karl Korsch, autor de Marxismo y filosofía del mismo año; obras que serían decisivas para el desencadenamiento del renacimiento del marxismo en la década de los sesentas del siglo XX. 

En realidad como dijimos más arriba, la crisis del marxismo muestra el hecho de que está ocurriendo la decadencia ideológica del pensamiento de izquierda en correlato con el progreso civilizatorio capitalista mundial y el relativo progreso de la ideología burguesa que lo acompañó.

Veamos el siguiente segmento que considera la formación del Estado nazi y la Segunda Guerra Mundial (1933-1945). La flecha curvada retrograda parte de 1945, en realidad representa una tendencia de todo el período como en los casos previos. Y es de notarse que en éste, la línea verde que representa tendencias de progreso ideológico sólo está punteada, pues las tendencias ideológicas regresivas irracionalistas y de tipo fascista fueron muy fuertes; y no sólo en Alemania sino en toda Europa y en Estados Unidos y América Latina así como en Asia (URSS y Japón) aunque en China florecieron tendencias democratizadoras nacionalistas y comunistas auténticamente revolucionarias —que aunque en medio de masacres de millones de personas y de retorcimientos psicológicos, políticos e ideológicos de los cuales fue emblemático Mao Zedong [27]— se coronaron en 1949 con el triunfo de la Gran Revolución China que liberaría al país de todas las ataduras imperialistas y destruiría las relaciones de dominio burgués y de despotismo asiático, sustituyéndolas por un capitalismo de Estado. Todo en medio de dos cruentas guerras: una prolongada guerra civil y la invasión militar japonesa que logró ser expulsada del país. Mientras en el centro europeo del capitalismo las tendencias progresistas de la cultura a duras penas salieron adelante. Aunque dándose aportes descollantes como la Psicología de las masas del fascismo (1933) de Wilhelm Reich y los brillantes trabajos de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, sin olvidar El ser y la nada (1942) de Jean Paul Sartre, etc. El carácter paradójico regresivo/progresivo de todo el período lo emblematiza la gran hazaña científica que daría por resultado la construcción de la bomba atómica y el estallamiento en Hiroshima y Nagasaki en 1945.

Nuestro siguiente segmento va de 1960 a 1980; y en él la ideología burguesa en su conjunto mostró una tendencia general retrograda; en el entendido de que incluyó como parte de sí al marxismo soviético especialmente al stalinista, que logró presentarse a los ojos del mundo como si fuera el auténtico pensamiento revolucionario proletario comunista en una magna hazaña de simulación ideológica sustentada en la conformación material civilizatoria del Estado soviético, en tanto culminación del simulacro epocal del que más arriba hablamos.

La curva roja retrograda que representa éste retroceso general de la ideología burguesa en el que la democracia fue utilizada por el nuevo hegemón del mundo, Estados Unidos, para justificar su expansión imperialista en todo el mundo, la flecha retrograda que representa éste retroceso, digo, se ve cruzada por una firme flecha verde en la que se alude a Jean Paul Sartre. Se trata, ahora, de la referencia a la Crítica de la razón dialéctica publicada en 1960, obra en la que —retomando lo mejor del marxismo occidental— Sartre intenta recuperar el pensamiento original de Marx y desarrollarlo al tiempo en que construye una antropología genética estructural mediante la cual discierne las estructuras básicas constitutivas de la sociedad y de la historia y que encuentran configuraciones particulares precisas según las épocas; y se trata, justamente, de dar cuenta no sólo de las estructuras sociales de la vida cotidiana normal y general como la praxis y la necesidad, como la reciprocidad, la díada y el tercero así como de la escasez, lo práctico inerte y la serialidad sino, incluso, de dar cuenta de las estructuras generales que se suscitan en la dinámica social con la emergencia de procesos revolucionarios; estructuras como el grupo en fusión y el grupo juramentado etc. básicas para entender configuraciones histórico-particulares de las mismas como el partido político y, en especial, la dialéctica trágica de la emergencia de la contrarrevolución en medio de la ocurrencia de la revolución. Estructuras todas las cuales Sartre ilustra con ejemplos empíricos, en especial, en el caso del grupo juramentado con el desarrollo del stalinismo dentro de la URSS y de los Procesos de Moscú instaurados por Stalin en 1935-36 en contra de la vieja guardia bolchevique, etc. En fin, se trata con esta obra de Sartre de un auténtico renacimiento del marxismo sistemáticamente estructurado que cuestiona a fondo lo que denomina el ensayo que abre el libro —“Cuestiones de Método”— “el marxismo detenido”, aludiendo no sólo al marxismo-leninismo tanto en su versión stalinista como trotskista sino, incluso, a las posiciones de Georg Lukács posteriores a Historia y conciencia de clase y aún al anquilosamiento que muestran las críticas izquierdistas al stalinismo, etc. Con lo cual se inauguró la posibilidad histórica de reactualizar al pensamiento de Marx —llevando a cabo un amplio arco de desarrollo progresivo desde el año de publicación de El capital hasta los 60 del siglo XX— superando completamente la crisis del marxismo iniciada por la intervención revisionista de Bernstein en 1896 y que durara hasta 1956, año del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS en el que Kruschev criticara el culto a la personalidad de Stalin y criticara a la dogmática staliniana propugnando por la “Vuelta a las Fuentes” del marxismo, esto es, la recuperación auténtica del pensamiento de Marx, Engels y Lenin. En ese momento concluye “oficialmente” la primera gran crisis del marxismo pero, realmente, la superación de la misma la constituye la Crítica de la razón dialéctica

Ahora bien, en este mismo segmento de la línea del tiempo vemos surgir una línea verde punteada de sentido progresista que representa al marxismo oficial. Pues si lo comparamos con el pensamiento de Marx observamos que es una falsificación del mismo, un pseudo marxismo y una auténtica ideología burguesa; que con el resto de la misma arrastra al pensamiento de la humanidad hacía atrás. Pero dada su ambivalencia —basada en que para mentir al pensamiento de Marx debe referirlo y para torcer al de Lenin también e, incluso, decir que propugna por la liberación del proletariado y por la revolución social, aunque en todos los frentes, país por país, intente frenarla— pudo suceder el fenómeno paradójico de que esta ideología ambivalente, sirviera para expresar y guiar el descontento de millones de proletarios y de ciudadanos en general en el mundo en su lucha en contra del capitalismo y del imperialismo. De suerte que con base en este “marxismo oficial” se construyeron 

variantes locales que contenían elementos creativos añadidos, suscitándose síntesis revolucionarias tan poderosas como la que, por ejemplo, sirvió de referente al proceso de la Revolución Cubana de 1954 a 1959 en que ésta triunfara. Así que si la ideología burguesa logró domeñar y falsear al pensamiento revolucionario marxista, no pudo hacerlo sino a condición de publicitarlo y difundirlo en todo el mundo y, aún, de entregarlo como base inerte a partir de la cual los auténticos revolucionarios de la época como Fidel, Lumumba o el “Che” etc., construyeran sus propios idearios y programas de reforma y revolución expresando los anhelos más sentidos de las masas por liberarse de las cadenas de la explotación, la opresión y el imperialismo y llevar a cabo una auténtica democratización de sus vidas. 

No sólo sino que esa flecha verde punteada va más allá del 1980, así que incluye la emergencia del Eurocomunismo en 1974-1976, cuya ideología pertenece a la problemática del marxismo oficial en una versión oportunista pero que dirige críticas ciertas a la URSS y al Bloque Socialista y propugna por el desarrollo de la democracia dentro de Europa. La producción teórica de los intelectuales de los partidos comunistas en éste período es basta e involucra múltiples aportes como lo emblematiza el célebre libro de Michel Aglietta Regulación y crisis del capitalismo [28], en el que se intenta analizar la relación salarial y el taylorismo y el Fordismo para pensar los procesos de subordinación real de la producción y formal del consumo en el capitalismo de entonces, siempre dentro del marco general de la teoría canónica del marxismo oficial, la del Capitalismo Monopolista de Estado. Ahora la escolástica stalinista luego de ser superada la crisis del marxismo en los años sesenta e inicios de los setenta, era complementada con una segunda crisis del marxismo que diera inicio con el Eurocomunismo pero que criticaba a dicha escolástica tanto en el fondo como en la forma y que tenía voluntad de zafarse de todo dogma construyendo propuestas originales que ora recuperaban a Lenin y a Marx ora los revocaban en toda la línea pero encubriendo la revocación. Así que esta nueva crisis del marxismo no se caracterizó por una escolástica dogmática sino por un discurso bizantino que remozaba dogmas y, sobre todo, que echaba mano de las grandes verdades científico-filosóficas y políticas de Marx, Engels y de Lenin y aún de Gramsci para validarse pero que en verdad los mentía. Análogamente a como se comportó el cristianismo en Bizancio hacia el siglo IV después de Cristo, cuando saqueó a la filosofía griega para darle fundamento filosófico a la teología cristiana que carecía de él pero, al mismo tiempo, no sólo revocaba los sistemas filosóficos griegos de los que se servía sino que prohibía la filosofía griega, perseguía a los filósofos y quemaba sus obras. 

El siguiente segmento de nuestra línea de tiempo es el último y se abre a partir de 1989 con la caída del Muro de Berlín, registrando sucesos ideológicos sumamente complejos como veremos. El segmento inicia en el año de la caída del Muro de Berlín que dio pie a creer que había caído el socialismo; y con el desmembramiento de la URSS (1991) y el desmoronamiento del Bloque Socialista en el mismo año esa creencia se cristalizó. E inmediatamente la derecha sacó deducciones, como la de que el proyecto socialista en cuanto tal era absurdo o la de que como la URSS era un Estado marxista y todos los que se desmoronaron también, el marxismo había quedado en los escombros de tal derrumbe. El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama publicado en 1991, compendia esas falacias y las lleva adelante de un modo delirante. Su sadomasoquismo espiritual, vamos a llamarle, es extremo, pues constata/anuncia el fin de la historia pero no se crea que le duele el anuncio o la constatación le aterra, sino que se entusiasma y lo celebra. Pues según él, hemos llegado a la meta de la realización humana que es ni más ni menos la sociedad burguesa neoliberal mundializada; y afortunadamente las utopías socialistas —las llama— se han derrumbado y de tal manera que difícilmente se le ocurrirá a alguien volver a enarbolarlas y para que todavía menos suceda esto es que él se encuentra argumentando lo propio en su libro. Esta misma jovial ambivalencia que presenta la cancelación de la historia como algo positivo y siempre el lado deletéreo como el mejor sólo porque conviene a la clase dominante, este torcimiento de Eros continuo hasta convertirse en una figuración parecida a lo que Freud imaginara ser Thanatos pero siempre en interés de defender los intereses del capitalismo, se expresa en confusiones continuas, en sesgos interesados al cual más absurdo; pero como toma aspectos de la realidad por motivo pasan por ser verdades y realmente aterrorizan a la gente y logran convencerla.

Así que vemos de nuevo esa ambivalencia en la idea de Estado marxista, no sólo porque es imposible algo así en el sentido de que el adjetivo no nos dice nada acerca de la estructura política del Estado que, en realidad, sólo puede ser republicano o monárquico o bonapartista o absolutista o teocrático etc., es decir, con características que aludan a la estructura sociopolítica en cuestión, mientras que aquí se alude a una ideología (el marxismo) que, entre otras cosas, más bien habla de la extinción del Estado. Pero es, precisamente, éste el punto donde resalta la imposibilidad de la frase; en la que algo real y materialmente determinado como es un Estado queda asociado sin más a un cuerpo ideológico (el marxismo), sugiriendo que esa idea se ha realizado en ese Estado. Así es que nos hace creer en fantasmas, esto es, en que las ideas se realizan, se vuelven cosa, cosa allí que espanta. Hegel usado por la derecha y que en lugar de filosofía idealista hace sociología o lo pretende tomándole la palabra a aquellos militantes de izquierda que alguna vez durante el siglo XX, glorificaron a la URSS con la metáfora de que era un Estado marxista, de que se había realizado un anhelo. 

El caso es que esos militantes eran conscientes de usar una metáfora y, en todo caso era el entusiasmo el que a veces les hizo creer que decían una verdad; pero lo tortuoso y retorcido de la intervención de Fukuyama y de la derecha intelectual en general en este punto, es que aterrada porque realmente pudiera haber ocurrido esa realización del anhelo de millones, procede a decir las cosas en serio, sin metáfora y quiere creer que es verdad no por entusiasmo como cuando alguien se ilusiona al enamorarse, sino por odio y pausadamente —para que la tortura dure más— va soltando sus palabras como quien va poniendo los ladrillos de un muro en analogía al que se derrumbó en Berlín en 1989 y que, ahora, la ideología de derecha reconstruía para encarcelar cualquier anhelo de liberación de la humanidad y de trascendencia respecto de la sociedad burguesa neoliberal. 

Así que la frase ambivalente “Estado marxista” que vuelve uno la realidad y la idea y que revierte en odio congelado y parsimonioso la agitación apasionada del que se cree, finalmente, sin cadenas, sirvió para convalidar las ecuaciones falaces URSS = socialismo y URSS = Marx, de modo que si se cae la URSS…ja, ja, ja. En fin, la caída del Muro de Berlín dio pie a que la ideología de derecha se envalentonara y empezara a vomitar absurdo tras absurdo y que no sólo el pueblo indefenso tuviera que comer ese vómito sino que muchos intelectuales y políticos de izquierda que habían creído efectivamente que la URSS era socialista etc., se tragaron ese vómito y no les dolió la barriga sino que les transformó las ideas y el corazón de un modo deprimente. Renunciaron a sus ideales y dejaron de ver su propio sufrimiento y el de los pueblos dominados por el capitalismo o creyeron precisamente que éste, látigo en mano, los iba aliviar de esos sufrimientos que él mismo les infringía. Estos absurdos depresivos, a los cuales se les puede añadir resentimientos en diversos casos, son el fondo de lo que dio en llamarse ideología posmodernista, una cosa que recoge ideas de izquierda desvaídas y fragmentarias y que están engomadas en un afán de derecha que llega a la muerte y ahí, en ese extremo, lanza un gritito de júbilo pero muy moderado, dándose una especie de erotismo a lo Bataille o de “afirmación de la vida hasta en la muerte” pero no para afirmar la vida sino para regodearse en la muerte, como si el Barroco del siglo XVI [29] reapareciera a fines del siglo XX, como si las transverberaciones de Santa Teresa arrobaran a todo mundo y todo mundo las estuviera mimetizando. Y así hasta llegar al momento en que en noviembre de 2001 George Bush hijo dijo sin recato en el Congreso de Estados Unidos que su guerra preventiva a lo Göbbels contra Afganistán, estaba inspirada por Dios padre y lo volvió a repetir en el 2003 en ocasión de la invasión de Irak. La magistral obra de Bellini palidece ante tal perfección: “Las nes de Santa Teresa” ante nosotros mirándonos cara a cara fijamente pero con la jeta de Baby Bush Hitler. 

Las diversas ideologías neoliberales basadas en un credo económico absurdo dieron pie a argumentos sociológicos, cienciopolitológicos, psicosociales, antropológicos y aún históricos, bueno y hasta pseudofilosóficos como los que también introdujo en su libro Fukuyama, todos con la intención de retrotraer a la humanidad del 1991 al 1815. Pero como vemos, éste neoabsolutismo también arrellanado en las letras y en las ciencias, sugería en sus dramatizaciones retornos al Barroco del siglo XVI como para mejor amarrar la cosa y que aceptáramos que ya era un gran progreso encontrarnos en el 1815, con la Santa Alianza encima de nosotros presidiendo el Papa y las trasnacionales llevando a cabo despojos a diestra y siniestra con la connivencia de los Estados nacionales. Y que aceptáramos que ese era el mejor de los mundos posibles (Leibniz) en el que se realizaba la dignidad y la democracia, en fin, la meta de la historia, el fin de la historia. Es lo que pretenden representar —por supuesto en resumen— las tres flechas curvadas rojas retrogradas de nuestro esquema.

Lo inquietante es la muy grande flecha retrograda roja que brota en el 2013 —aunque representa, en verdad, una tendencia de todo el período pero que, incluso, en 2013 no cesa— y se curva hacía atrás como felino queriendo caer sobre la nuca de su presa, y que representa el gran retroceso histórico y la decadencia ideológica ya no de la filosofía y las ciencias sociales, no digamos de la ideología mediática de la derecha, sino de las ciencias naturales, las ciencias duras, las encargadas del progreso tecnológico del capitalismo. De pronto van pa’’tras. Expliquemos el caso. 

Durante toda la segunda posguerra mundial, la Guerra Fría y aún después de ésta, una vez desmembrada la URSS, las ciencias naturales habían estado generando mediante sus conocimientos precisos cada vez mayor cantidad de tecnologías capitalistas nocivas, hasta que ésta se volvió dominante en todo el mundo en 1971--- año en que reventó la primera crisis mundial del capitalismo-- y, luego entre los ochenta y noventa, se volvió dominante, incluso, país por país inundando el planeta con valores de uso nocivos hasta ofrecer el espectáculo de Gestell totalitario que es propio de la subsunción real del consumo bajo el capital realizada y que caracteriza al capitalismo contemporáneo [30]. Pero las ciencias naturales en cuanto tales no se habían visto degradadas hasta la médula ética y epistemológica, como les sucedió crecientemente desde mediados de los noventa. 

Para que entendamos el fenómeno y podamos medir su gravedad, tomemos como motivo de contraste la génesis de la bomba atómica durante los primeros cinco años de la década de los cuarenta del siglo XX. Tanto los científicos que participaron directamente en el Proyecto Manhattan (como Julius Robert Oppenheimer, Leó Szilárd, Enrico Fermi etc.) que habría de construirla, como los que estuvieron alrededor del mismo promoviendo y aconsejando su diseño, como el caso de Albert Einstein, son perfectamente conscientes de la destructividad del artefacto y de que la ciencia se está utilizando para un asesinato masivo de seres humanos y así lo expresan en diversos escritos e intervenciones verbales; pero se ven presionados por la coyuntura histórica de la Segunda Guerra Mundial en la que el Estado nazi alemán alzándose peligrosamente va ganando terreno, así que en defensa de la democracia y contra el nazismo que está devastando Europa y amenaza extenderse, también, fuera de ella, estos científicos deciden que deben desarrollar los conocimientos científicos hasta el punto de lograr construir la nueva tecnología de destrucción masiva; e, incluso, son conscientes y se pronuncian al respecto, de que después de que sea utilizada la bomba atómica para detener el peligro nazi, este artefacto quedará en manos de Estados Unidos que podría utilizarlo de manera no defensiva sino amenazante y aún agresiva en proyectos de dominación geopolítica; pero la amenaza nazi allí presente —como dijimos— los urge a desarrollar la ciencia en este sentido y construir la nueva tecnología que quizá está a punto de ser construida también por los nazis. 

Sin embargo, para el momento en que pudieron construir la primera bomba, el nazismo decaía y los Aliados pronosticaban vencerlo próximamente; así que cuando fueron estalladas las dos bombas atómicas una en Hiroshima y otra en Nagasaki en 1945, no sólo los nazis habían sido ya derrotados sino previsiblemente, también, el imperio de Hirohito. Las bombas atómicas no fueran utilizadas entonces, para contraatacar una amenaza en contra de la humanidad y la democracia, porque sin ellas esta amenaza ya había sido derrotada. Su estallamiento constituye, por así decirlo, el primer acto de la segunda postguerra mundial pero todavía en medio de ésta guerra, pues Estados Unidos las estalló para amenazar al resto del mundo especialmente a la URSS y para demostrar quién era el nuevo amo. Así que los encargados políticos y militares del Proyecto Manhattan procedieron durante un prolongado período a manipular a los científicos participantes en el mismo, en vista de que concluyeran la investigación y los cálculos matemáticos necesarios y los experimentos para llegar a la construcción de la bomba.

Otra muy distinta es la situación de los científicos y de la ciencia en la actualidad y desde la década de los noventa del siglo XX. Sin ninguna amenaza político-militar enfrente de la envergadura del nazismo y contratados y cebados por diversas empresas trasnacionales, los científicos han estado desarrollando conocimientos hasta arribar a la construcción de tecnologías altamente nocivas y letales para la humanidad e, incluso, para la biosfera toda como la biotecnología de los transgénicos y la nanotecnología. Ciencia y tecnología que dichos científicos saben aberrantes y letales o si al inicio no lo sabían y, luego, se enteraron, toman una actitud psicológica irracional de negación de este hecho o, francamente, una actitud cínica e hipócrita con la que pretenden contraargumentar a sus críticos y promover entre el público dichas tecnologías a favor de las trasnacionales que les pagan. Incluso el acopio de datos para la biotecnología se ha convertido en biopiratería que despoja de conocimientos ancestrales a comunidades indígenas que usan tradicionalmente ciertas plantas o animales de interés comercial para las trasnacionales; pero éstas patentan estos conocimientos como propios y se los enfrentan, incluso, a dichas comunidades indígenas. Y no solamente pululan los científicos venales y pervertidos como en el caso de Robert Gallo que se ha presentado como el descubridor del VIH sin serlo y como promotor de los productos farmacéuticos como el AZT para el tratamiento del SIDA al tiempo en que no sólo contesta falacias a sus críticos acerca del hecho de que el VIH produzca SIDA sino que se dedica a la persecución de los científicos disidentes respecto de la campaña oficial del SIDA y que ya se cuentan por miles. No, sino que en el afán de defender sus posturas venales y las mentiras favorables al negocio de las trasnacionales, los científicos naturales involucrados ya avanzan en distorsionar no sólo los datos científicos sino, incluso, la filosofía de la ciencia, la epistemología y la ética de la misma. Incluyo aquí la denegación por décadas no sólo por parte de políticos prominentes sino, también, por científicos prominentes, de la existencia del calentamiento global, que sólo ya entrado el siglo XXI ha sido reconocido formalmente, aunque todavía aquí y allá brotan científicos y voceros recalcitrantes que lo niegan siempre vinculados con empresas trasnacionales (sobretodo petroleras y fabricantes de automóviles) para cuyos negocios dicho reconocimiento es incómodo. Y es esta grave perversión de los científicos y de la ciencia así como el grave retroceso histórico y sapiencial que involucra, el que quiere ser representado en nuestro esquema con esa gran flecha roja curvada hacía atrás que brota en el 2013 pero, en realidad, rige con toda virulencia desde la última década del siglo XX.

Nos resta comentar las dos flechas verdes lanzadas hacía adelante y que representan progresos ideológicos y sapienciales llevados a cabo por el pensamiento crítico en general y por el marxismo en particular; mismo que desde 1994 inició la superación de su segunda crisis (1976-1994) y a inicios del 2000 comenzó su franca reconstrucción. Un jalón formidable para ello ha sido el estallamiento de la crisis económica mundial de 2008 y que todavía sufrimos, la segunda crisis auténticamente mundial del capitalismo y en la que, por ende, se ha repetido la sorprendente demostración de la vigencia de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia formulada por Marx para entenderla a cabalidad. Así que el conjunto de la crítica de la economía política queda convalidado con esta prueba empírica sobreabundante de su tesis culminante; y en gran medida, también, queda convalidado el materialismo histórico en su conjunto en tanto lógicamente imbricado con la crítica de la economía política [31]. Esto a nivel profundo y estratégico en cuanto a la estructura y dinámica propia de estos conocimientos; pero, mientras tanto, vemos por todas partes emerger argumentaciones críticas marxistas y no marxistas en contra de las iniquidades neoliberales, y vemos cómo se vinculan conocimientos políticos y sociales críticos con un ecologismo de izquierda crecientemente anticapitalista, así como posturas críticas en contra de los embates de la salud del pueblo, de la degradación alimentaria y de todo tipo de iniquidades económicas sociales, políticas y culturales. Y ya comienzan a reconstruirse cada vez más desarrolladas visiones de sociedad alternativas cada vez más encaminadas en una vía socialista democrática y ecologista.

Ahora bien, estas flechas que representan el progreso ideológico y sapiencial del marxismo y del pensamiento crítico en el mundo —y con mayor intensidad en América Latina— debemos distinguirlas de flechas análogas de períodos previos. En primer lugar, son más largas así que indican no sólo un más largo aliento de su progreso sino, también, estratégicamente más radical. Si las comparamos con las firmes flechas verdes que representan el aporte de Rosa Luxemburgo y de Lenin, tenemos que las que nos ocupan son sólo punteadas porque la tendencia progresista todavía espera consolidarse y afirmarse pero se trata ya de una franca superación de la crisis del marxismo; mientras que las flechas verdes que representan los aportes de Rosa y de Lenin son las de una pseudosuperación de la primera crisis del marxismo; sin embargo, representamos dichos aportes con flechas continuas por lo maduro y consolidado que llegaron a ser esas tendencias dando de sí todo lo que podían dar incluido el desencadenamiento de la Revolución de 1917 y los rebrotes de revoluciones europeas en Alemania, Hungría e Italia. 

Mientras que si comparamos nuestras flechas punteadas verdes con la también verde del segmento del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, vemos que ésta es sólo una y más corta pues predominan las tendencias ideológicas decadentes de la burguesía y la reversión de las tendencias ideológicas decadentes es sólo inicial y parcial. Y si volteamos la mirada a la flecha verde progresista que representa los efectos del marxismo oficial en la década de los 50 y 60 del siglo XX, esa flecha implica que la crisis del marxismo no se ha revertido y que los efectos progresistas representados por ella ocurren sólo por contraste; es decir, estos son valorados como progresistas sólo por contraste con las tendencias retrogradas a nivel ideológico del período. Así que las actuales tendencias sapienciales e ideológicas progresivas del pensamiento crítico en general y del marxismo en particular, no sólo logran criticar eficientemente todos los aspectos que muestra la época de la degradación civilizatoria mundial neoliberalmente generada, sino que están pudiendo abrir en la cárcel del horizonte ideológico creada por el Gestell totalitario capitalista material e ideológicamente constituido, están pudiendo abrir una grieta cada vez más honda y amplia que ya da como para vislumbrar y, aún, restablecer teóricamente el sentido de la historia trascendente respecto del capitalismo, en vez de finitarlo como quiso Fukuyama o dando vuelta en círculos sobre sí mismo como trompo atado al capitalismo neoliberal y como perro que quiere echarse a dormir.