Parece que fue ayer cuando empezamos a escuchar esta palabra, como todos los anglicismos, sonaba a innovación, a futuro, a novedad tecnológica, pero nada más lejos de la realidad.

Después de dos años donde hemos aprendido a traducirla y conocerla por su nombre, la “fractura hidráulica”, no es más que la última vuelta de tuerca de las grandes energéticas por mantener girando su noria de crecimiento económico y como es habitual, de seguir ahondando en un modelo energético antiguo y caduco, basado en el uso de los hidrocarburos como maná que vino del cielo y que se niega a avanzar hacia ese nuevo modelo que a través de  las energías renovables, en el consumo responsable y eficiente, nos lleve a un nuevo modelo que democratice la energía como derecho fundamental y nos de esperanza de que el cambio climático pueda frenarse dentro de nuestras posibilidades.

Aunque el recorrido de esta técnica en nuestro Estado es relativamente corto, solo se basa en derechos de investigación de hidrocarburos (genéricos en todos los casos) que pueden ser susceptibles de ser explotados mediante esta técnica y los recientes permisos de exploración en la burgalesa región de las Merindades (las explotaciones se basan en tresfases, investigación, exploración y explotación), ya podemos afirmar que conocemos técnicamente en qué consiste esta técnica de extracción de gas y las consecuencias medioambientales y sanitarias que esta nos puede acarrear.

La fractura hidráulica es una técnica para explotar gas y petróleo no convencionales, como gas de pizarra (el más habitual), hidrocarburos en arenas compactas, metano en vetas de carbón…, que se diferencian del llamado gas convencional en que este último se encuentra en rocas de mayor porosidad y menor profundidad, que al contrario que el no convencional puede extraerse sin la necesidad de estimularlo con la inyección de fluidos o  fracturando la roca.

Entrando en detalles y derivando a la abundante documentación existente, esta actividad extractiva consiste en una perforación vertical hasta alcanzar los estratos objetivo y una vez en ese punto, continuar en horizontal 2 o 3 km instalando cargas explosivas que fracturan la roca que mantenía el gas entre sus intersticios. Posteriormente se inyecta a alta presión una mezcla de agua, arena y un cóctel formado por más de 900 productos químicos para que la arena mantenga las fracturas abiertas y permita la salida de gas, la presión y parte del agua junto con estos productos.

La declaración Europea contra el Fracking, respaldada por más de 30 organizaciones de toda Europa, resume algunos de sus impactos, en la no reducción las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) con respecto al uso del gas convencional, la prospección de gas y las operaciones conexas derivan en escapes gaseosos (benceno, metano, precursores de ozono troposférico…), de partículas en suspensión y compuestos orgánicos volátiles (sustancias toxicas, carcinógenas, mutagénicas y alteradores endocrinos).

La fractura hidráulica conlleva el riesgo de contaminar las aguas superficiales y subterráneas aumentando en dichas aguas la concentración de metano, materiales peligrosos e isótopos radioactivos. Además, son necesarias grandes cantidades de agua dulce (15.000 m3), lo que podría causar problemas con la sostenibilidad de los recursos hídricos y que explica el porqué de la acumulación de solicitud de permisos de investigación en las cuencas de ríos como el Ebro o el Guadalquivir.

Aumenta los riesgos de microsismos locales, los riesgos de fugas procedentes de depósitos de almacenamiento de residuos contaminados, de las aguas residuales y de los posibles incendios de los pozos. Se altera el paisaje, afecta a las zonas rurales y a los espacios protegidos, aumentando las molestias por ruido a los residentes de la zona, al ganado y a la vida silvestre.

Cabe recordar, que la vida útil de estas explotaciones, rara vez supera los tres años, dejando unas repercusiones socioeconómicas evidentes, al provocar ciclos de “expansión y recesión” en las economías locales en detrimento de otras economías más sostenibles basadas en la agricultura, ganadería y el turismo rural.

Ante estas consecuencias, las poblaciones afectadas así como las distintas organizaciones ecologistas se han puesto en pié de guerra, consiguiendo en muchos países de la UE la prohibición o moratoria de estas técnicas extractivas, pero no consiguiendo el mismo resultado a nivel de la unión, donde una proposición de moratoria fue rechazada por dos tercios de los europarlamentarios, y recientemente fue excluida de la nueva Directiva de Evaluación de Impacto Ambiental.

Suerte parecida estamos teniendo en nuestro Estado donde, mientras los parlamentos autonómicos de Rioja, Cantabria y Nafarroa han desarrollado leyes que prohibían esta técnica, el gobierno central las denunciaba ante el Tribunal Constitucional basándose en la identidad estratégica de los recursos energéticos y consiguiendo paralizar por ahora las dos primeras, demostrando que el Fracking cuenta con el beneplácito de nuestras autoridades presionadas por el siempre omnipresente lobby energético.

La presión y la propaganda de este lobby está siendo exhaustiva y repite hasta la saciedad la seguridad de esta técnica, pero corroborando todo lo dicho anteriormente existen informes científicos y de organismos internacionales (Comisión de Medio Ambiente de la Unión Europea, Agencia de Protección Medioambiental de EE.UU, Estudios de universidades…) además de que se han constatado gran número de daños al medio ambiente y a la salud pública como demuestra la reciente sentencia de EE.UU. donde por primera vez una petrolera es condenada a indemnizar a una familia de Texas (EE UU) que enfermó por la proximidad de los pozos de extracción de gas a su hogar.

¿Por qué entonces conociendo la peligrosidad de esta técnica las empresas gasísticas y energéticas se lanzan a la explotación del gas de pizarra en una zona que hasta ahora les había sido vetada como es Europa?

Se hace difícil contestar a esa pregunta dejando de lado la realidad energética en que vivimos, donde lejos de dejar de invertir en combustibles fósiles, se sigue buscando a toda costa nuevas reservas de Hidrocarburos con las que mantener una gestión energética contaminante, especulativa y lejos de toda lógica, que nos garantice un futuro, una vez que las reservas de combustibles fósiles llegan a su límite y los países que antes habían permitido esquilmar sus recursos de forma barata y sin cortapisas, comienzan a reclamar su parte en el reparto energético y de beneficios.

 

 

De este modo, las empresas que ayudadas por las políticas neocoloniales de los países occidentales extraían los antes “abundantes” recursos existentes en terceros países, ahora se ven en la necesidad de buscarlos en sus países de origen donde ayudados por los gobiernos existentes, comienzan a repetir las actitudes abusivas, que mirando únicamente en sus interés están dispuestas a obtener nuevos recursos a toda costa.

Por este motivo, vemos como toda nuestra geografía se ve inundada de nuevos proyectos de investigación de Hidrocarburos, de nuevos proyectos de explotación que alternan solicitudes de extracción convencional con técnicas de fractura hidráulica, apareciendo como un nuevo “milagro energético”, nuevos reservorios gasísticos, que pintan nuestra geografía como si de una gran gasolinera se tratara.

Además, esta incesante actividad de cierre de cuadrículas geográfica para la investigación, debe entenderse en el contexto especulativo del valor accionarial de las empresas que la solicitan en relación con sus competidoras, por lo que les es imperante que los gobiernos autonómicos no puedan prohibir esta técnica, ya que en ese caso, el gas que en ellas se encierra no puede venderse como reservas naturales, que serían anulados en caso de prohibir el Fracking. Así que podemos afirmar que las empresas ya están ganando sin ni siquiera extraer el gas.

 

 

Pero nuestra respuesta no debe centrarse en una negativa a la extracción de hidrocarburos a nivel local, regional o estatal, sino que nuestra respuesta debe ser global, de enmienda ante un sistema caduco, dañino y basado en la especulación con nuestros recursos y nuestros bienes naturales, la energía debe estar en manos de sus beneficiarios y no en manos de grandes multinacionales, buscando en todo momento la sostenibilidad, el ahorro y la eficiencia, usando las únicas herramientas que nos aseguran el futuro de nuestro planeta, el sol, el agua, el viento o el calor de nuestra tierra, en si, energías renovables y limpias.

Recordemos que en un principio, la energía era “pública, universal y gratuita”, no les dejemos poner vallas a la energía… revirtamos el problema, cambiemos el sistema, y pidamos una soberanía energética, justa y en equilibrio.