En las Elecciones Generales celebradas en marzo de 1979, el PCE obtuvo el 10’8 % de los votos y veintitrés diputados. Unos meses más tarde, los días 14, 15 y 16 de diciembre, se celebraba el Congreso Constituyente del PCA, el Partido Comunista de Andalucía, una de las Federaciones más importantes del PCE.
El PCE tenía ya entonces una larga historia de lucha política, desde su constitución en 1921: eran muchos los hombres y mujeres que abrazaron estas ideas en los años previos a la proclamación de la II República, en la Revolución de Asturias, en el Frente Popular, durante la Guerra Civil que siguió al golpe de estado del General Franco, en la lucha contra la dictadura y en la Transición política. Muchos hombres y mujeres, sí, pero las mujeres en cada momento histórico tenemos que ganarnos el derecho a ser sujetos de la revolución y de hacer que nuestros derechos se abran camino, cuando se supeditan una y otra vez a otras conquistas.
Las mujeres que llegamos al PCE en los años setenta teníamos clara la contradicción de clase y, aunque los ecos del debate feminista que se estaba dando en Estados Unidos y Europa, llegaban a nuestro país, lo que nos preocupaba era acabar con la dictadura, conquistar la democracia y los derechos para la clase trabajadora, nuestra clase. Algunas decíamos aquello de lo personal es político, pero no dejaba de ser una frase en nuestra teoría y en nuestra praxis; en el debate entre las corrientes feministas, las mujeres comunistas nos apuntamos decididamente al feminismo de la igualdad, pero estábamos convencidas de que la opresión de las mujeres deriva del capitalismo. Tendríamos que haber leído ya entonces a Clara Zetkin y a Alejandra Kollontai, dirigentes comunistas que, muchos años antes, planteaban la contradicción de género, porque no basta con la abolición de la propiedad privada y con la incorporación de las mujeres al trabajo productivo y remunerado, para conseguir la igualdad; recordemos que La Igualdad era el nombre de la revista que estuvo dirigida por Clara Zetkin.
En la Transición, las mujeres participamos en todas las luchas políticas y sociales, planteamos propuestas a los manifiestos y programas de los partidos políticos, pero nuestras reivindicaciones quedaban relegadas a la conquista y consolidación del sistema democrático y el ámbito público seguía siendo, muy mayoritariamente, de los hombres. Aun así, conviene recordar algunos hechos de aquellos años. La Organización de Naciones Unidas declaró el año 1975 Año Internacional de la Mujer y, en España, las mujeres se organizaron para impedir su utilización por parte del régimen y tener una voz propia que no fuera la voz oficial. En diciembre de ese mismo año, se celebraron en Madrid, en la clandestinidad, las Primeras Jornadas Feministas y, en junio de 1976, se celebraron en Barcelona, las Jornadas Catalanas de la Dona. Durante estos años, había diversas asociaciones de mujeres, algunas promovidas por partidos políticos, como el Movimiento Democrático de la Mujer que impulsó el PCE, la Asociación Democrática de la Mujer, impulsada por el PTE y la Unión para la Liberación de la Mujer, impulsada por la ORT; reaparece también Mujeres Libres, de ideología anarquista. Ya se podían apreciar en aquel incipiente movimiento feminista dos líneas de trabajo: una parte consideraba que las mujeres debían de organizarse de forma autónoma y, dentro de esta corriente, estaban el Seminario Colectivo Feminista de Madrid, el Colectivo Feminista de Barcelona y otros colectivos feministas coordinados entre sí.
Otra línea de trabajo vinculaba la lucha feminista a la lucha de clases y practicaba la doble militancia; citemos la Asociación Universitaria para el estudio de los problemas de la Mujer (AUPEM), que actuaba en varias universidades, el Frente de Liberación de la Mujer, fundado en Madrid, en enero de 1976, y el Movimiento Democrático de Mujeres-Movimiento de Liberación de la Mujer, que se presentó en Madrid en mayo de 1976. Como hemos dicho, el Movimiento Democrático de Mujeres empezó a organizarse en España a mediados de los años sesenta del siglo pasado con el impulso de mujeres comunistas como Dulcinea Bellido y Carmen Rodríguez, entre otras. Siguió funcionando durante los últimos años de la dictadura y, tras la muerte de Franco, se unió al Movimiento de Liberación de la Mujer; la noticia aparece en Mundo Obrero con el título «Avances del Movimiento Feminista», en junio de 1976.
El trabajo de las mujeres, no obstante, no se refleja en las candidaturas de los partidos para las Elecciones Generales de junio de 1977 y solo salieron elegidas veintiuna diputadas y seis senadoras de un total de quinientos setenta miembros de las dos Cámaras. De entre ellas, tres diputadas comunistas: Dolores Ibárruri, Pilar Bravo y María Dolores Calvet Puig.
La Constitución de 1978, en el artículo 14, establece la igualdad de derechos sin discriminación de sexo: las mujeres conseguimos la igualdad ante la Ley, pero queda un largo camino para que ésa sea la igualdad ante la vida. Este mismo año, se consigue la despenalización del adulterio y de los anticonceptivos y se conmemora, por primera vez, el 8 de marzo, el Día de la Mujer.
Un año después, tuvieron lugar las primeras elecciones a los ayuntamientos democráticos y, entre las concejalas elegidas, estaban las que integraban las candidaturas del PCE en puestos de salida.
Poco a poco, iba aumentando la participación de las mujeres en los Sindicatos, en el Movimiento Vecinal, en los Partidos políticos… y empezó una presión, aunque lenta, para hacernos visibles en la vida pública y que se concretaría después en la cuota de representación en la estructura orgánica de los Partidos y en las Instituciones. En el año 1979, el PCE celebra una Conferencia sobre Feminismo y Política, en la que ya se empieza a plantear la necesidad de unir a la contradicción de clase, como mujeres comunistas, la contradicción de género; se plantea que es necesario reivindicar el feminismo como estrategia política, analizar las formas de opresión específicas de las mujeres y ofrecer una alternativa al modelo capitalista que pase por transformar las relaciones entre hombres y mujeres, pero la realidad política y organizativa del Partido iba muy por detrás del debate.
Cuando se constituye el PCA, las comunistas de Andalucía seguimos trabajando en el Partido —algunas, con responsabilidades importantes en el Comité Central y en los Comités Provinciales— y participamos en todas las tareas del Partido: la Marcha por la Reforma Agraria Integral, el Referéndum por la Autonomía para Andalucía, el Referéndum contra la entrada de España en la OTAN, las campañas de solidaridad con los países de Hispanoamérica, etc. Éramos compañeras en todos los frentes de lucha, pero aceptando, en primer lugar, un papel secundario y, en segundo lugar, una vida personal que solo pertenecía al ámbito privado y que nos teníamos que organizar para hacerla compatible con nuestro compromiso político. Nos quejábamos de la doble y triple jornada que soportábamos, pero sabíamos que ése era el precio que teníamos que pagar; después de todo, militar en un Partido era acceder al espacio público y las mujeres, por injusto que nos parezca, teníamos que conquistarlo. En las primeras Elecciones al Parlamento Andaluz, en mayo de 1982, de los ciento diecinueve nombres que conforman las candidaturas del PCA-PCE, solo hay ocho mujeres: ninguna en Almería y Cádiz, en las provincias de Córdoba, Granada y Huelva, solo una mujer en los puestos número cinco, doce y ocho; en Jaén y en Sevilla, dos mujeres en cada candidatura, los puestos segundo y tercero en Jaén y cuarto y décimo, en Sevilla. El PCA-PCE obtuvo ocho representantes en el Parlamento Andaluz y, como ya era predecible en la composición de las candidaturas, ninguna mujer.
Dos años después, el PCA lanza la propuesta de Convocatoria por Andalucía para una alternativa de gobierno, con una nueva metodología de trabajo, inscrita en la estrategia aprobada por el PCE de convergencia política. El PCA convoca a la izquierda política y cultural para analizar la situación de Andalucía y buscar respuestas que superen las contradicciones que existen. Una de las contradicciones es la de género y, desde el Partido y con otras mujeres, empezamos a organizar nuestra fuerza de mujeres para convertirla en fuerza de trasformación, en fuerza política, pero en las Elecciones al Parlamento Andaluz de 1986, aunque la candidatura de Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía consigue once escaños más que en la anterior cita electoral, no hay ninguna mujer en el nuevo Grupo Parlamentario. Las razones de que esto ocurriera las sabemos muy bien: las mujeres aportábamos trabajo de elaboración programática y de organización, pero había una resistencia tácita a la igualdad también en el ámbito político; a esto se une el papel subalterno que la cultura patriarcal nos ha hecho asumir durante siglos: las responsabilidades familiares que asumíamos en gran medida cuando no totalmente, nos hacía dar un paso atrás en las candidaturas e incluso en las reuniones internas, teníamos que vencer muchos prejuicios a la hora de intervenir y expresarnos y todo se convertía en un círculo del que nos resultaba difícil salir. En las Elecciones al Parlamento Andaluz de 1990, podemos decir que se da un paso en la presencia de mujeres en las candidaturas de IU-CA, pero un paso tan pequeño que tiene como resultado la presencia de una sola diputada comunista por la provincia de Córdoba, y diez diputados; todas las candidaturas estaban encabezadas por hombres, había mujeres en el número 2 en Jaén, Granada, Almería, Cádiz, Huelva y Córdoba pero, excepto en esta última, solo salió un diputado por cada provincia; no así en Málaga y Sevilla, donde obtuvimos dos diputados, pero las mujeres eran el número 3 y el número 4. En las Elecciones al Parlamento Andaluz de 1994, hubo una mujer encabezando la candidatura de IULV-CA en Sevilla y, en las demás provincias, eran el número 2 en Cádiz y Jaén y el número 3 en Córdoba, Granada, Huelva, Málaga y Almería. El Grupo Parlamentario quedó formado por cinco mujeres y quince hombres, muy lejos de la proporcionalidad razonable y exigible, pero ya nos parecía un avance.
Han pasado muchos años y queda un largo camino por recorrer, pero las mujeres del Partido, en el PCA y en Izquierda Unida, hemos avanzado en conciencia de género y en cultura feminista y seguimos poniendo en el centro del debate que la revolución feminista no puede ser siempre la revolución pendiente. Es cierto que, en algunos momentos, los problemas internos o la coyuntura política nos han hecho ceder en algunas reivindicaciones totalmente justas; pero también es cierto que la presencia de mujeres en los órganos del Partido, desde el treinta y cinco por ciento inicial hasta las candidaturas paritarias en la actualidad, es algo que ya nadie cuestiona. Igualmente, desde aquellas Elecciones de 1982, 1986 y 1990, hasta ahora, se han ido incorporando progresivamente mujeres en todas las candidaturas en las que participa el PCA no solo en las listas electorales, sino en la previsión de grupos institucionales. También ha habido candidatas a la alcaldía y alcaldesas en distintas ciudades y pueblos de Andalucía y en los grupos municipales y las candidaturas al Congreso y al Senado.
Sabemos que la presencia de las mujeres tanto en las listas electorales como en los órganos de dirección del Partido son importantes en tanto reflejan una sociedad de hombres y mujeres en la que queremos convivir y compartir las decisiones, pero en una organización como la nuestra, es imprescindible profundizar la contradicción de género. El feminismo es mucho más que presencia —eso ya lo empezaron a hacer otros partidos de derechas hace tiempo—, es incorporar las luchas de las mujeres por la igualdad, contra el capitalismo y el patriarcado. Y, para eso, las mujeres nos hemos organizado en el Partido y en IULV-CA, con más fuerza desde mediados de los años noventa del siglo pasado. No es casualidad que, en el año 1995, la Conferencia de la Mujer de Beijing acordara que las mujeres tenemos que acceder al poder y el camino es incluir la igualdad de género en todos los aspectos de la sociedad. En esta Conferencia participaron comunistas del PCA y del PCE que nos trasladaron los debates y las conclusiones para incorporarlas a nuestro trabajo político.
En los Congresos y Conferencias del PCA y del PCE, cada vez más levantamos nuestra voz para reivindicar nuestro espacio como sujetos políticos, tras debatir las tesis y los estatutos en los distintos ámbitos organizativos. La Secretaría de la Mujer ha sido un espacio de encuentro y de avance en nuestra conciencia feminista, con reuniones periódicas y tareas que trasladábamos de las Agrupaciones del Partido a la Secretaría del Comité Central y en sentido contrario. En Sevilla organizamos, en julio de 1998, la Conferencia de la Mujer del PCA, en la que participamos camaradas de todas las provincias. El feminismo también ha sido uno de los ejes en la programación de las distintas Escuelas de Verano del PCA. En estos años se han organizado distintos Encuentros de Mujeres Comunistas, uno de ellos, en 2014, para impulsar el Movimiento Democrático de Mujeres que, un año antes, había acordado reconstruir la Secretaría Federal de la Mujer, como espacio de lucha feminista. Desde la Fundación de Investigaciones Marxistas, también se ha contribuido con la organización de Jornadas, como la que tuvo lugar en Madrid, en diciembre de 2001, «Debates en el feminismo político». Las mujeres del PCA hemos participado en todas las plataformas de mujeres que existen en Andalucía y en cada una de las provincias: nuestra aportación al trabajo y a la elaboración de propuestas ha sido y sigue siendo importante: hemos dado contenido político al 8 de marzo, al 25 de noviembre, a la Marcha Mundial de las Mujeres, a las Huelgas Feministas; hemos participado en todas las movilizaciones conjuntas y, en cada Ayuntamiento, hemos presentado iniciativas contra la violencia de género, para denunciar la discriminación, para concienciarnos y avanzar en la igualdad. En cada pueblo y en cada ciudad, las comunistas hemos sido las aliadas naturales de las mujeres y siempre han contado con nosotras para cualquier reivindicación y denuncia, también para participar en actos conmemorativos, culturales, de memoria democrática, etc.
Como no podía ser de otra forma, estamos en el Área de la Mujer de Izquierda Unida desde su fundación pues, como recordaremos, las áreas de elaboración son espacios de encuentro para debatir y consensuar propuestas programáticas con la participación de personas de la izquierda política y cultural. Nuestra organización en Andalucía se concretaba, desde entonces, como un proyecto rojo, verde y violeta y las mujeres comunistas hemos contribuido decisivamente a que sea así. El trabajo de elaboración programática y de profundización y debate en el movimiento feminista, además de formar parte de todos los documentos políticos y organizativos, contó también con publicaciones propias como la revista Tiempo de Mujer, Manifiestos, Dípticos, etc.
El Área Federal de la Mujer organizó unas Jornadas en Madrid, en febrero de 1997, en las que participamos las comunistas de Andalucía y el Área de la Mujer de IULV-CA también organizó, en marzo de 1998, el Primer Congreso Feminista «Contra la Violencia a las Mujeres», al que seguiría el Segundo Congreso Feminista en Granada, en marzo de 2002. De ámbito andaluz fue también el Encuentro de Mujeres que celebramos en Córdoba, en enero de 2004. Además, hay que señalar los distintos reuniones, jornadas y encuentros provinciales, abiertos a las mujeres de cada ámbito territorial, y siempre con la ayuda y la implicación del Área de la Mujer de Andalucía y de la Secretaría de la Mujer del PCA.
Como decía en otro lugar, los problemas internos han tenido su traslación a la realidad organizativa y política de las mujeres comunistas y, por otro lado, unir la contradicción de género a la contradicción de clase ha encontrado dificultades e incluso resistencias dentro de la Organización. Pero, en estos momentos, no entenderíamos la estrategia de un partido como el PCA sin el feminismo, sin la aportación de muchas feministas marxistas, sin nuestra praxis revolucionaria contra la explotación del capital y del patriarcado al mismo tiempo. De hecho, el feminismo y la lucha contra el patriarcado están en las Tesis de los Congresos del PCA y en el Manifiesto Programa, y el Área Feminista del Partido cuenta con una estructura que contempla el trabajo en los distintos Frentes Feministas, el MDM, la afiliación y la participación, la elaboración programática y la formación feminista, es decir, un instrumento para trabajar en el PCA y con otras mujeres para que la revolución feminista deje de ser la revolución pendiente y las mujeres podamos vivir sin miedo, repartir el trabajo y los cuidados, compartir el poder…
En estos cuarenta años de historia, han ocurrido muchas cosas, pero pienso que lo que el Partido ha avanzado en feminismo es una de nuestras fortalezas; y esto es un trabajo colectivo, pero es justo reconocer que las mujeres, a pesar de los problemas y haciéndolo compatible con otras responsabilidades, hemos mantenido este compromiso, porque somos conscientes de que sin nosotras —sin nuestras necesidades, nuestras propuestas, nuestros derechos, nuestra voz…— no hay revolución posible. Mientras escribo esto, pienso en las mujeres de la República, en su lucha heroica y, en muchos casos, poco reconocida; en las mujeres del MDM de la dictadura que se jugaban la libertad en cada acto que organizaban; en las mujeres del Partido con las que he compartido tantos proyectos, con las que tanto he aprendido y discutido y que son mis amigas, mis compañeras de lucha… Y pienso, sobre todo, en las dirigentes de ahora y del futuro, porque creo que la palabra «sororidad» adquiere todo su sentido -que es un sentido político- cuando todas nos sentimos parte de la misma historia y de la misma estrategia de transformación social. Avancemos en igualdad, consolidemos lo que hemos conseguido, pero bueno es recordar las palabras de una de las mujeres que más nos han enseñado, Simone de Beauvoir:
No olvidéis nunca que bastará con una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres se cuestionen. Estos derechos nunca son adquiridos. Deberéis permanecer alerta durante toda vuestra vida.
Pues estar alerta sigue siendo nuestro compromiso, como feministas del PCA.