INTRODUCCIÓN

El cálculo, la confianza, la gestión del riesgo y la dinámica de reproducción y ampliación de los mercados están mediatizados, en el capitalismo financiero, por el acceso y disponibilidad de información. No hay actividad económica en la globalización capitalista que no esté determinada por el poder de la mediación. Pues, en esencia, la principal cualidad de lo informativo es su carácter fiduciario. Implícitamente, se sostiene en un contrato comunicacional. Se funda en la creencia y el reconocimiento de la veracidad de lo representado. Informar, a priori, es representar lo real verídico. Lo que significa dar cuenta en el mensaje de un contenido lógico de representación de lo fáctico en tanto que noticia de lo eventual (media events), lo contingente y/o la ruptura del acontecer. El problema que se plantea cuando pensamos la mediación y su influencia en lo que hace décadas  Eliseo Verón denominó, como parte fundamental de la semiosis social, la producción ideológica de la realidad es que la información es una mercancía doblemente determinada, material e ideológicamente. Toda mediación informativa plantea, de hecho, un problema subyacente de valorización de capitales que ha de ser tomada en cuenta para comprender las contradicciones del mundo en que vivimos. Pues toda información obedece a una lógica económico-política sobredeterminada por el contexto social y el proceso general de subsunción que la industria periodística ha venido experimentando desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. La noticia, en otras palabras, más aún en la información económica, es una mercancía, un producto o contenido formal que carece de sustancia representacional, salvo la de contribuir en su función al ciclo de acumulación y reproducción ideológica. Así, toda información económica encubre tanto como muestra, calla tanto como informa, y performa tanto como transforma la práctica social, como resultado del poder de configuración cognitiva y sociocultural que proyecta en el espacio público. Es por ello que podemos afirmar que si bien los medios de comunicación son un factor básico de fiabilidad y confianza, desde el punto de vista bursátil, la información económica financiera puede ser más  bien considerada contrafáctica.

“Cuanto más se socializa y se globaliza la producción, más se presentan las conexiones monetarias (que sirven de base a los instrumentos financieros) como indicadores y expresiones (abstractas y diríamos que incoherentes) de la producción social general y del conjunto de relaciones que reúnen a los distintos agentes económicos. De hecho, solo el poder del dinero puede representar la generalidad de los valores de la producción cuando son expresión de las multitudes globales” (Negri/ Hardt, 2004: 186).

En este marco, el índice de confianza del consumidor de noticias es directamente proporcional al sentido configurado públicamente por los medios de comunicación y el clima de opinión compartida con la presión o certidumbre administrada por los grandes propietarios de los medios de producción noticiosa, en su gestión de la novedad y la incertidumbre. La regulación y control de la información en el mercado de valores constituye por ello un problema estratégico para el capitalismo. Y no tanto por los problemas de corrupción y abuso de información privilegiada en el intercambio bursátil, como por los problemas de confianza y equilibrio global del capitalismo. Pues la subida o brusca caída de la contratación de un valor pueden ocasionar efectos imprevisibles en la estructura económica nacional de un país o amenazar, como estamos viendo, la propia estabilidad del sistema.

 Ello es posible porque la estructura comunicacional favorece los sesgos del comportamiento en los mercados de capitales en virtud de una disposición asimétrica de los recursos de información y, en segundo término, porque en el sistema dominante de información, nucleado en torno a Wall Street, la norma común impuesta en la organización de la información económica es el secreto. Así, la Comisión de Control del Mercado de Valores (SEC) estadounidense apenas abre expedientes contra individuos y fondos de cobertura por el uso privado de información con fines interesados, al tiempo que la inversión privada en acciones bursátiles no es fiscalizada por los poderes públicos. De hecho, la Measured Markets constata la comercialización anómala de acciones de las empresas incluidas en el Nasdaq o en la American Stock Exchange sin interferencia del gobierno ni organismos internacionales.

El círculo vicioso está perfectamente organizado. “El emisor obtiene un acceso rápido y relativamente fácil al capital, los inversores obtienen una participación en la empresa a precio más bajo, y los agentes, como resultado de la mediación, comisiones” (Morgenson/ Anderson, 2006). El papel de los medios en esta estructura es la de ariete o simple correa de transmisión de los intereses especulativos hegemónicos, asumiendo la función desinformadora que la liberalización impulsada en los años ochenta, por la contrarreforma conservadora de Ronald Reagan, marcó como nuevo modelo de referencia.

Durante este periodo, no sólo se construyó un entramado jurídico comercial que explica la actual deriva de los mercados bursátiles en virtud de la política de opacidad instaurada por los tiburones de Wall Street, sino, más allá aún, en la década de los ochenta, cabe observar cómo el Estado otorga a las grandes corporaciones capitalistas libertad absoluta en sus debidas obligaciones de transparencia, al tiempo que el sector de la comunicación y la cultura es sometida a un proceso intensivo de concentración, participaciones accionariales cruzadas y, claro está, la creciente financiarización de su estructura de propiedad, so pretexto de la necesaria competitividad de las nuevas economías de escala y la modernización tecnológica.

De la era Reagan a las proclamas parafascistas de la Fox, pasando por la doctrina del shock de los Chicago Boys, y la instrumentación activa de los medios de comunicación para ampliar las tasas de beneficio del capital especulativo y rentista, es posible rastrear una historia oculta, un hilo rojo y lógica de dominio, eludida y apenas representada por la academia y la opinión pública, que nos permite comprender el papel estratégico de la mediación espectacular en la actual cobertura de la crisis financiera internacional, un proceso que tiene su génesis en la progresiva mercantilización de la industria periodística y en la paulatina dependencia del capital financiero internacional, por las que hoy se restringe y anula toda posibilidad de pluralismo ideológico y diversidad editorial en el tratamiento de las alternativas de salida del círculo vicioso implementado por los amos del mundo y de la información en lo que, conforme a las tesis de Navarro y Torres, podemos considerar, sin duda alguna, un proceso ideológico de imposición del terror y de propaganda ideado con el único objetivo de imponer la sumisión de la población al entramado de intereses de Wall Street y, en general, el capital financiero internacional (Navarro/Torres, 2012).

IN MEDIA RES: UNA LECTURA DE ECONOMÍA POLÍTICA DE LA COMUNICACIÓN

Una primera hipótesis de partida es, así pues, que la actual mediación espectacular es decisiva para garantizar los procesos especulativos contra la moneda única. La lógica de la profecía que se autorealiza es un hecho en buena medida por el control oligopólico de la industria periodística y la falta de pluralidad en los canales de información económica a nivel internacional. Apenas tres grandes medios y agencias de referencia (Reuters, Wall Street Journal y Financial Times) controlan el 80 % del flujo de la información especializada. Así, cuando observamos la cobertura de la crisis económica, los procesos de volatilidad extrema con bajadas de un 9,1% y rebotes al alza, hay que preguntarse quién está controlando los mercados, qué sentido tiene el proceso de especulación y cuál es la conexión e intereses compartidos de los grandes medios que marcan la agenda de la información económica internacional con los beneficiarios del proceso de especulación. Ello exige, desde una perspectiva crítica, cuestionar el proceso antes citado de financiarización del sistema mediático (Almirón, 2005) partiendo, in media res, del análisis de la Economía Política de la Comunicación.

La Economía de la Información es la disciplina que estudia los procesos de producción, distribución y consumo de la información, la comunicación y la cultura como factores generales y aplicados de producción y desarrollo económico. Desde este punto de vista, la producción cultural ya no constituye sólo una función residual de la acumulación o una función suplementaria ejercida por el Estado, como era tradicional en la concepción de Servicio Público de la BBC, la RAI o RTVE en Europa, sino más bien una actividad inscrita en la producción directa de capital. En este nuevo marco de colonización del sistema mediático por las lógicas de valorización del capital, la información determina los procesos de asignación de recursos, desempeñando una función crucial en la actividad económica no sólo por la función publicitaria, como era tradicional a finales del XIX y comienzos del siglo XX (nueva norma de consumo de masas), sino también y sobre todo por los derechos de propiedad intelectual y el peso que ha adquirido en el conjunto de la actividad económica las funciones relativas a la comunicación y la cultura.

La relevancia económica de la información altera así los tradicionales vínculos existentes entre la economía, la política y la sociedad, planteando de hecho una reformulación de las funciones productivas y la revisión de la teoría del valor por la relevancia que adquiere la informatización de la economía, y del trabajo inmaterial, en el conjunto de la cadena productiva. De hecho, la concepción económica de la información como factor de carácter endógeno en el proceso de producción viene tratando de redefinir la teoría económica desde la década de los sesenta. Desde Machlup hasta nuestros días, la economía neoclásica concibe la ciencia, la tecnología y la información variables independientes y neutrales que determinan el progreso socioeconómico. A diferencia de Mandel, la productividad e impacto de las Nuevas Tecnologías de la Información (NTIC) es valorada como positiva e ineluctable en el proceso de modernización de la estructura empresarial, pues la información como valor agregado acelera el ciclo de realización del capital.

En el mismo sentido, la consideración neutral de la información explicaría la dinámica racional y la búsqueda de equilibrio de un mercado de la comunicación regulado por un entorno incierto y abierto a la acción transformadora y natural de la oferta y la demanda. Pues la economía es considerada inteligente por la aplicación de la información como conocimiento y recurso distribuido entre los agentes sociales. El problema, sin embargo, no considerado por esta teoría, es que el mercado ni es inteligente ni la información neutral y libre o simplemente accesible para todos los agentes económicos por igual.

El escándalo Enron, la estafa premeditada de trabajadores, accionistas y Administración Pública, ilustra hasta qué punto la neutralidad de la información no parece sino una entelequia y principio doctrinal más que una evidencia empírica, y cómo, por el contrario, antes bien, la opacidad reina en el mercado libre de la información económica según las necesidades y directrices dominantes institucionalmente en los grandes medios de comunicación social, en virtud de los intereses de los propietarios y los filtros que marcan y canalizan a diario las líneas editoriales de acuerdo al enfoque ideológico de los intereses de los que son acreedores los accionistas de las grandes corporaciones mediáticas, en una suerte de estrategia sistemática de ocultación de la realidad económica que podemos considerar, ciertamente, fruto de una deliberada política del engaño. O, cuando menos, como señalara Galbraith, la consecuencia directa de un “fraude inocente” ante los abusos del capital y la mixtificación a las que da lugar la acción informativa de las grandes compañías periodísticas, deudoras, nunca mejor dicho, de intereses ajenos al derecho social a la comunicación.

Pero el caso Enron es sólo un antecedente sintomático de lo que habría que suceder con Goldman Sachs, un nuevo episodio de la previsible historia de quiebras, crisis y latrocinios públicos resultado de la euforia desreguladora de la Administración Reagan. Un periodo, como decimos, de inflexión en los sistemas de información y regulación financiera, que habría de afectar también al sistema mediático, inmerso en un proceso de desregulación y concentración intensiva, sin precedentes en la historia del sector, al tiempo que el despliegue de las nuevas tecnologías daba lugar a lo que Cees Hamelink denominó la financiarización del campo comunicativo, pasando a depender el capital financiero directamente de las redes de telecomunicaciones y los nuevos sistemas de información y comunicación (Hamelink, 1984). En este proceso, los flujos de capitales, y de información, se tornaron más volátiles y menos controlables, precisamente por su dimensión global, y específicamente por las contrarreformas del neoliberalismo, al concentrar en manos privadas la vasta red de telecomunicaciones.

Desde entonces, la información aplicada a la actividad económica ha establecido como modelo el turbocapitalismo y la ley de la selva, donde la norma es sobrevivir interconectado, compitiendo sin límites geográficos las veinticuatro horas del día, para hacer real el sueño cibernético de Norbert Wiener y la literatura cyberpunk: mientras los hombres duermen, las máquinas de procesamiento de información producen valor.

Los estudios, sin embargo, sobre la gestión de riesgos derivada de la vulnerabilidad informativa del capitalismo financiero apenas ha abordado cómo afecta al bienestar de la mayoría este gobierno virtual, y mucho menos cómo limita el derecho de transparencia y libertad de expresión constitutivas de la moderna comunicación de masas. Esto es, la actual visión ideológica que gobierna la política financiera no se plantea como reto la democratización (Shiller, 2004) y menos aún la desigualdad informativa y la opacidad que rige la cobertura de los flujos de capitales con el control del propio espacio público, pues este, sin duda, es un problema revelador de los intereses macroeconómicos y especulativos que inspiran la perspectiva neoclásica.

Ahora bien, por más que se trate de negar la caja negra de esta visión complaciente de la nueva economía, los tiempos en el que la informatización y el gobierno telemático del flujo acelerado de capitales se ha impuesto en el desarrollo de las finanzas, más pronto que tarde tienen que confrontarse en la gestión del riesgo y las inversiones con la defensa de la democracia cuestionando, por ejemplo, el proceso de desmontaje y apropiación de las reglas del juego por un selecto grupo de conspiradores contra el Estado y los bienes comunes. La historia oculta de la revolución conservadora y de la privatización paralegal de los sistemas de información pública, de Reagan a nuestros días, da cuenta de esta tensión y debe ser el punto de partida cuando se cuestiona el papel de los medios y del Estado en el debate público y la salida a la crisis. Pues, como advierten De Soto y Wise:

“En los últimos veinte años, los estadounidenses y los europeos silenciosamente han ido destruyendo este tipo de información. Los mismos sistemas que podrían haber proporcionado a los mercados y gobiernos los medios para entender la crisis financiera mundial —y para evitar otra— se están socavando. Los gobiernos han permitido que se desarrollen mercados informales y que estos alcancen un tamaño más allá de lo imaginable. Las hipotecas han sido concedidas y registradas con tan poca atención que los propietarios de viviendas y los bancos con frecuencia no saben y no pueden probar quién es dueño de sus hogares. En pocas décadas, Occidente ha echado por tierra 150 años de las reformas legales que hicieron posible la economía mundial. Los resultados no sorprenden. En los Estados Unidos, se ha quebrado la confianza entre los bancos y los titulares de hipotecas de alto riesgo, entre los agentes de ejecución hipotecaria y los tribunales, entre los bancos y sus inversionistas, incluso entre los bancos y otros bancos. En general, el crédito (que proviene del latín ‘confianza’) sigue fluyendo de manera constante, pero una mirada más acuciosa revela que el crédito no gubernamental se ha contraído. Los préstamos privados se han reducido un 21 por ciento desde el 2007. Las proyecciones de préstamos para las pequeñas empresas cayeron más de 6 por ciento en el último año, mientras que los préstamos a grandes empresas, medidos en préstamos comerciales de más de US$ 1 millón, cayeron casi un 9 por ciento” (SOTO/WISE, 2012).

Paralelamente, se ha ido imponiendo una nueva forma de organización e información contable, bajo el imperio del sector empresarial y las élites económicas de las grandes compañías industriales y financieras del mercado global. Los principios de la International Accounting Standard Borrad (IASB) plantean, a priori, garantizar una mejor información económica adaptada al mundo moderno cuando, en el fondo, con este eufemismo, se encubren las lógicas sociales de un sistema de registro y de información bajo control de la dirigencia tecnocrática de las grandes corporaciones y los accionistas y diversas técnicas de ingeniería como la que ocultaron el fraude ENRON o la doble contabilidad de Goldman Sachs, con los resultados por todos conocidos.

En definitiva, nos encontramos con una situación de clara quiebra de la información de dominio público y de ausencia de fiscalización democrática por la que un grupo privilegiado puede alterar el precio y realidad económica de una empresa o sector sin que el Estado pueda garantizar los derechos sociales de la mayoría. Es por ello que, ya en enero de 2009, la CNMV en España llamara la atención sobre la necesidad de un mayor autocontrol de las empresas intermediarias, evitando el uso y abuso de la información privilegiada, ante el hecho constatado de la continua circulación de rumores interesados y el uso fraudulento de datos supuestamente oficiales que favorecen la posición dominante y la especulación en el mercado de valores. Pero, paradójicamente, ante este problema de las turbulencias y ataques especulativos contra la moneda única, las autoridades de la CNMV concluirían que, frente a la sanción y el control de los profesionales del sector, era más conveniente medidas preventivas de autocontrol informativo. En otras palabras, las autoridades reguladoras en España, como en el resto de la UE, optaron por asumir las directrices neoliberales de Estados Unidos para eximir de toda responsabilidad a los usuarios de información interesada y, por ende, a los intermediarios de la información de actualidad.

Como resultado de esta estrategia de desreglamentación,

“a medida que los mercados se globalizan y que las políticas neoliberales bajan el listón de la regulación política, aumenta el poder financiero. Todo ello ha traído consigo, entre otras cosas, un enorme desarrollo de los productos financieros derivados, es decir, de instrumentos financieros cuyo valor depende de la cotización de otro activo, como una materia prima o una moneda” (Negri/Hardt, 2004: 322).

Y que fácilmente pueden ser adulterados por la filtración de noticias o informaciones interesadas, además de la publicidad.

La ideología de las falacias objetivistas de la información neutral impone así, como reconoce el propio Galbraith, la lógica de los intereses privados hegemónicos del capital financiero sobre la estructura real de la economía. En otras palabras, la omisión de la estructura de poder que condiciona el flujo de noticias y la toma de decisiones de los agentes económicos abstrae los procesos reales y concretos de condicionamiento, favoreciendo la capacidad de influencia de un selecto número de operadores que tienen la capacidad de canalizar y orientar la opinión pública por su acceso a las fuentes de información estratégicas. Tenemos así un mercado financiero abstracto, ajeno a la información y escrutinio público y unos medios y mediadores profesionales de la información bursátil que orientan el futuro económico según los intereses del gran capital, en tanto que portavoces y/o representantes de los reyes de las finanzas.

Todos sabemos que el ADN del capitalismo financiero es la natural tendencia a la especulación. Y que el modo de producción noticiosa viene marcado por las decisiones y representación a corto plazo. Tal convergencia de dinámicas contribuye y refuerza la volatilidad de una moneda como el Euro y, desde luego, los movimientos especulativos del Capital. Si a ellos sumamos la vulnerabilidad del Estado, desprovisto de instrumentos suficientes de regulación bancaria por décadas de privatización y renuncia a sus competencias de los sucesivos gobiernos neoliberales, y, lo más importante, sin capacidad de intermediación en el sistema global de medios de los nuevos misioneros del capitalismo corporativo, la explicación del poder e incidencia real de las noticias de las Agencias de Calificación sobre la “deuda pública” de España, Grecia o Portugal, es evidente, y deja entrever, de hecho, la interesada administración de la crisis de confianza a golpe de informe, sin que la ciudadanía sea consciente del conflicto de intereses y los procesos de especulación que encierra esta perversa lógica de construcción del acontecimiento informativo. La paradójica solución del CNMV sobre la autorregulación de los periodistas que informan del mercado bursátil no deja de resultar irónica en este contexto.

Y es que la velocidad de la luz de las noticias y flujos de capitales y el esplendor del nuevo universo virtual del turbocapitalismo contrastan soberanamente con la destrucción creativa de la economía que dice representar, y ello de manera más evidente y dolosa desde el inicio del nuevo siglo.

NUEVA ECONOMÍA, OPACIDAD Y ESPECULACIÓN

La crisis bursátil del año 2000, con la vertiginosa caída del valor de las nuevas empresas punto.com, y sus secuelas de cierres, absorciones y despidos masivos hasta el año 2003, puso en cuestión por vez primera, tras dos décadas de neoliberalismo, un sistema financiero internacional que hace posible la descapitalización de pequeños y medianos ahorradores en beneficio de los grandes tiburones de Wall Street, mientras en los medios periodísticos se construía una imagen esplendorosa e irreal del turbocapitalismo que tendía a promocionar el libre juego de la economía casino. La experiencia, sin embargo, no habría de sorprender a los críticos de la llamada nueva economía. Pues, históricamente, la lógica especulativa del capitalismo ficción venía jugando sus cartas en perjuicio de los pequeños inversionistas sin información privilegiada, por más que la Dama de Hierro quisiera convencer a la humanidad de las ventajas sociales del capitalismo popular. Tal y como demostraron algunos tribunales de justicia en EE.UU. en varios recursos anteriores al descalabro y explosión de la burbuja de las empresas punto.com, el recurso habitual a prácticas ilegales de ocultación y doble contabilidad de los herederos de la “Moral Majority” tiende a ser favorecida por una mediación periodística espectacularizante que, con su apelación al enriquecimiento rápido y el discurso de la innovación, propia de la lógica de la destrucción creativa,  acelera el proceso de circulación mientras se ocultan a la opinión pública las consecuencias de las decisiones bursátiles, y el valor real de las operaciones, emplazados como están los públicos a participar activamente del capitalismo ficción. Ejemplos de esta doble articulación de abertura y cierre, de efecto llamada y demostración, de ocultación y publicidad sesgada del mercado son muy comunes. Como también, el uso de la información privilegiada. Recordemos aquí el caso de FRANCE TELECOM y su sospechosa privatización, cuestionada por la Autoridad de los Mercados Financieros galo, ante la evidencia de movimientos accionariales y transacciones previas a la negociación de la teleoperadora francesa por el que se cedía más del 10 por ciento del capital público a grupos privados. Un ejemplo claro de cómo el llamado capitalismo virtual si por algo se distingue es por el uso y abuso real y concreto de información en exclusiva al realizar el principio de la mano invisible del mercado, siguiendo patrones más parecidos a un sistema de relación clientelar feudalista que a la pregonada dinámica de la libre concurrencia. Con la diferencia, claro está, de que hoy por hoy, en este, como en muchos otros casos, es difícil concretar la responsabilidad de los intermediarios interesados en gestionar ciertas órdenes de compraventa y valorización de las acciones de operadores en manos privadas o cercada por intereses particulares de grupos de avisados financieros con acceso a información privilegiada, siempre en perjuicio del interés público y las economías menos pudientes. Y ello es más corriente de lo que se pensara, casi es pauta común, como en el caso de la misma operadora en la absorción de las acciones de WANADOO, cuyos títulos fueron adquiridos a partir de una oferta menor a nueve euros cuando en bolsa se cotizaba a más de 18.

Paradójicamente, sin embargo, los grandes medios occidentales asocian estas prácticas irregulares a la opacidad e ilícita actividad financiera de países corruptos y Estados fallidos como Rusia. Los procedimientos de apropiación y evasión de impuestos de la nueva oligarquía económica postsoviética y su participación en el capital financiero internacional son señalados por reputados medios de información económica como el contraejemplo de la normalidad y transparencia en los países occidentales. Asesinatos como las del periodista Paul Klebnikov por la publicación en FORBES de pruebas contrastadas sobre esta mala praxis no acontecerían en Estados Unidos y los países del centro del sistema financiero internacional. Pero lo cierto es que no es verdad. En la propia UE, como hemos visto en el caso francés, existen pruebas irrefutables que señalan todo lo contrario, por no volver a citar el caso Enron en Estados Unidos.

El caso paradigmático de control total de la información y ausencia de democracia en asuntos económicos y sociales ha sido y sigue siendo por ejemplo Italia. Durante más de una década, Silvio Berlusconi ha llegado a copar, en forma de virtual monopolio, los medios audiovisuales e impresos, al asumir la cartera de Economía, de la que dependía el control de la radiotelevisión pública, ampliando así considerablemente su poder, ya de por sí de virtual monopolio, con FININVEST y el control de más del 95% del negocio publicitario en el país. No viene al caso comentar en este artículo los delitos de evasión fiscal del grupo Berlusconi en España (objeto de investigación del juez Garzón) e Italia (más de 160 millones registrados y evadidos al fisco), por ser esta, ciertamente, tal y como se observa hoy en España, una práctica común del gran capital financiero. Lo verdaderamente relevante, más allá de la información política y la capacidad de ocultación ante la opinión pública de los procesamientos judiciales por parte del presidente  que a fecha de hoy ha sido el más mediático de Europa, es sin duda el hecho ilustrativo de ejemplificar un modélico caso, similar al estadounidense, de integración del poder económico y financiero y el sistema de comunicación, con la consecuente falta de transparencia de la maraña de intereses que ligan, por ejemplo en el caso italiano, al sector periodístico con la banca (Mediolanum) y el poder político, a través del Departamento del Tesoro, hoy bajo liderazgo de Mario Monti, ex Comisario de Competencia de la UE, presentado en los medios como un estadista neutral (de nuevo la neutralidad) ajeno al sistema político y al establishment dominante, pese haber sido por muchos años colaborador del propio Silvio Berlusconi, además de Goldman Sachs y la Comisión Trilateral. De modo que antes en la Presidencia de la República y ahora con antiguos y leales colaboradores los detentadores de grandes fortunas pueden dictar medidas favorables de recortes fiscales, al tiempo que pregonan la necesidad de las medidas de “austeridad” y conspiran contra la opinión pública presentando sus intereses especiales como nacionales, y los nacionales, como especiales o ajenos a la deseable estabilidad financiera y económica de la República. Una vez más, poder financiero, poder político e industria cultural, caminando hacia el recorte de libertades públicas y derechos ciudadanos.

Tales abusos y desequilibrios han dado pié, como consecuencia, a reivindicar desde organizaciones como ATTAC, pero también entre diversas fuerzas políticas de progreso, la necesidad de regulación del fenómeno de la información privilegiada o intencionadamente manipulada por intereses privados del capital financiero. Pues es evidente que puede ser fiscalizado por un organismo regulador las millonarias transacciones del capitalismo global, modelando las reglas del juego según el principio de transparencia, a fin de ordenar las fraudulentas prácticas de ingeniería financiera que desde los años ochenta se han venido produciendo por la política de liberalización de transacciones y actividades bursátiles. En la propia UE, el Parlamento llegó a debatir medidas y procedimientos de regulación de la especulación financiera, trasladando a las autoridades comunitarias una propuesta de Directiva sobre Abuso de Mercado (MAD) centrada en la regulación del procedimiento de difusión de los datos bursátiles y el uso de información privilegiada en los procesos de cotización. La normativa, que incluía a los periodistas de información económica -además de analistas y agentes de Bolsa- obligaba, por ejemplo, a revelar las fuentes de información a los supervisores del mercado, a fin de procurar tomar medidas judiciales en el caso de que procediera una acción penal por alteración del precio de las cosas. Pero tal propuesta recibió un fuerte rechazo del gremio que llegó a calificar la norma como un atentado al secreto profesional de los periodistas.

Frente a este tipo de medidas que pretenden regular las prácticas fraudulentas de los intermediarios del mercado, la Asociación de Periodistas de Información Económica viene defendiendo desde entonces la idea de autonomía profesional o que, en su defecto, se actúe por la vía penal en caso de abuso y comportamiento corrupto de los profesionales de la información. En definitiva, tal y como propusiera el Consejo Europeo de Editores, la mejor fórmula es la autorregulación. El problema es que, sencillamente, con tal propuesta, estamos observando a diario continuos abusos de grandes capitales e intereses especulativos en la información económica, sin que los códigos deontológicos específicos contribuyan a paliar mínimamente los devastadores efectos de esta ausencia de regulación, como demuestra el caso de EE.UU., el país con mayor número de códigos deontológicos que regulan la actividad de los periodistas, y en el que más abundan los casos de corrupción, con Premios Pulitzer de reportajes falsos publicados inclusive, por mor de un malentendido sentido de la autonomía profesional. Más aún en la era de los big brothers mediáticos.

La reciente cobertura de la crisis financiera internacional demuestra, antes bien, que el proceder de esta falsa autonomía en manos de los grandes propietarios de la información en el mundo no sólo es lesiva a los intereses colectivos de la ciudadanía que sufre estos ataques especulativos sino que, peor aún, atentan diariamente contra los derechos sociales a una comunicación democrática, transparente y accesible para todos.

GUERRA DE CLASES Y PROPAGANDA INSTITUCIONAL. UN MODELO DE ANÁLISIS

Tal y como indicábamos en la introducción, el objetivo del presente artículo es plantear un primer avance o hipótesis de trabajo sobre el tipo de cobertura y efectos de la mediación espectacular de la actual crisis financiera internacional. Hasta aquí, hemos tratado de esbozar los antecedentes y marco general que explica el papel estratégico que la información y la comunicación pública tiene en la hipermediatización del tratamiento de esta guerra económica que, como se va a tratar de argumentar, puede ser analizada como un fenómeno de propaganda y guerra de clases.

A fin de ser operativos, y tratar de ilustrar la función de la estructura mediática aplicaremos, en esta primera aproximación a nuestro objeto de estudio el modelo de propaganda de Noam Chomsky y Edward Herman, por tratarse de un análisis institucional que nos aporta herramientas conceptuales y metodológicas adecuadas para comprender la lógica sistemática de estructuración de las noticias, especialmente considerando la naturaleza del proceso social de luchas y antagonismo que atraviesan los relatos noticiosos sobre el conflicto que estamos viviendo.

Pese a la marginalidad y poca receptividad de la academia, poco dada a análisis de Economía Política de la Comunicación (EPC) que pongan el acento sobre el control ideológico en el acceso a las noticias de naturaleza económica o cualesquiera otras, el modelo de análisis de la propaganda de Chomsky y Herman puede ayudarnos a definir claramente los factores y causas estructurales de la actual cobertura de la crisis, situando los ejes y modos de construcción del acontecer social que hacen posible la deriva de privatizaciones e imposición ideológica que hemos señalado.

El análisis de la EPC puede revelarnos, como vector estratégico de comprensión de las formas y perfiles de la nueva mediación social, el sentido y funcionalidad que tienen los productos y las culturas mediáticas socializadas por el mercado y la industria de los media, según la tendencia a la concentración en conglomerados multimedia y en las dos últimas décadas con dependencia directa del capital financiero. El reciente crecimiento de estas interconexiones es indicativo de un cambio básico en la estructura de la industria periodística, que ya no corresponde o se ajusta al modelo sencillo de los monopolios sectoriales específicos, sino más bien, por el contrario, tiende a constituirse autónomamente como ecosistema según un patrón más complejo y de mayores alcances económica y socialmente. No se trata, en fin, de que un puñado de empresas predomine en cada sector, sino, además, del hecho de que, cada vez más, las grandes empresas mantienen posiciones dominantes en varios sectores a la vez (Sierra, 1999). Este control progresivo de la producción y distribución de contenidos simbólicos en manos del gran capital monopolista ha terminado por imponer en el mundo de las ideas las visiones geopolíticas de la clase dominante mediante un proceso de producción e imposición ideológica sobre los grupos subordinados que, indirectamente, favorece de forma eficaz el mantenimiento de las desigualdades de clase.

Hoy más que nunca, el acceso a la información, la cultura y los nuevos medios tecnológicos está determinado por las posibilidades prácticas de apropiación del excedente que delimitan las relaciones de clase en la sociedad capitalista. El lenguaje, de hecho, hoy aparece mediatizado por la colonización de las necesidades de reproducción del capital, a través de la omnipresencia de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías informativas. Más allá de lo señalado funcionalmente por los portavoces de la sociedad de la información, la aplicación de las nuevas tecnologías tiene siempre un componente de valor que establece, en términos de la economía política, un uso y difusión específicos, al fin de garantizar la rentabilidad de las industrias culturales, sin mencionar las formas de privatización del conocimiento y la educación asociadas a los procesos de aplicación de estos medios.

Tradicionalmente, el estudio de las mediaciones de tipo organizativo en la producción noticiosa ha sido sin embargo objeto de conocimiento básicamente a nivel meso, considerando las dinámicas intersubjetivas y grupales en los procesos de estructuración administrativa, a nivel interno, o, desde otra perspectiva,  tomando como referencia el nivel institucional, en tanto que los medios constituyen, organizacionalmente, un complejo sistema de mediaciones internas, y también externas, que establecen formas concretas y determinadas de disposiciones institucionales, lógicas productivas y culturas de trabajo específicas, así como climas organizativos e ideológicos que inciden directamente en la producción de información de actualidad. En esta segunda perspectiva,  los mass media están subordinados a relaciones de fuerza políticas y económicas que atraviesan el modo de información dominante. Pero para capturar la complejidad del tratamiento de conflictos como la crisis financiera, es preciso incluir varios factores y aspectos asociados al proceso de mediación a nivel estructural. Esta es justamente la virtud del modelo formulado en “Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media”.

A partir del estudio sistemático y de las pautas institucionales de actuación vigente en los medios norteamericanos, el modelo de propaganda ilustra cómo los medios de comunicación de masas operan como eficaces transmisores de mensajes y símbolos culturales, según criterios estratégicos de manipulación informativa dirigidos a moldear, predecir y controlar el comportamiento público de las clases medias y los sectores populares, en beneficio de las clases dirigentes:

“Los factores estructurales cruciales derivan del hecho de que los medios de comunicación dominantes están firmemente incrustados en el sistema de mercado. Estos son negocios con fines de lucro, propiedad de personas muy ricas (o de otras compañías); se financian en gran parte a través de los anunciantes, que también son entidades con fines de lucro y que desean que sus anuncios aparezcan en un entorno favorable a las ventas. Los medios de comunicación dependen también del gobierno y de las grandes firmas empresariales como fuentes de información, y tanto por cuestiones de eficiencia como por consideraciones políticas- y frecuentemente por intereses coincidentes -prevalece un cierto grado de solidaridad entre el gobierno, los principales medios de comunicación y otras grandes compañías. El gobierno y las grandes empresas ajenas a los medios también están mejor situados (y poseen suficiente poder económico) como para poder presionar a los medios de comunicación con amenazas de retirada de campañas publicitarias o de licencias de televisión, pleitos por difamación y otras formas de ataque, directas o indirectas. Los medios de comunicación también sufren un sesgo anticomunista, impregnado desde antes y durante la época de la Guerra Fría, frecuentemente movilizado para evitar que los medios de comunicación criticasen las agresiones contra pequeños países etiquetados como comunistas”. (Chomsky/ Herman, 1990: 36 y 37).

Cinco filtros o factores implicados en el control y orientación de la actividad informativa marcan pues toda agenda noticiosa:

1. La envergadura, la concentración de la propiedad, la riqueza del propietario y la orientación de los beneficios de las empresas dominantes en el ámbito de los medios de comunicación. Las presiones del mercado determinan la actividad mediática limitando las opciones informativas, el enfoque editorialista de los medios y el modo de organización del trabajo periodístico, sujeto a las fluctuaciones financieras, en el proceso de concentración y conglomeración de la industria cultural. Los grupos de control de las grandes networks y conglomerados multimedia estrechan de tal forma los vínculos económicos con el capital financiero e industrial que los medios de comunicación terminan reproduciendo fielmente la línea ideológica de las elites y el statu quo de las clases dominantes.

2. La publicidad como fuente de ingresos y financiación de los medios. El discurso publicitario, como ha hecho ver Armand Mattelart, actúa como ideología del mercado libre y los intereses capitalistas en la sociedad de consumo, al punto incluso de influir y determinar la existencia de los medios y sus contenidos. La comercialización de los espacios mediáticos como soportes publicitarios no sólo deriva en una directa dependencia de los medios respecto a los anunciantes, además la profesión informativa ha acabado plegándose a los intereses de la poderosa industria de relaciones públicas. La publicidad juega además un rol significativo en el proceso de concentración informativa, como factor de desarrollo de los conglomerados multimedia que ha terminado restringiendo los estrechos márgenes del pluralismo informativo en detrimento de la prensa obrera y radical.

“Con la publicidad, -argumentan Chomsky y Herman- el mercado libre no ofrece un sistema neutral en el que finalmente decide el comprador. Las elecciones de los anunciantes son las que influyen en la prosperidad y la supervivencia de los medios”. (Chomsky/Herman, 1990: 43).

Y, peor aún, determinan la orientación de los contenidos y la estrategia de programación de los medios masivos, especialmente de la radio y la televisión, cuya oferta resulta banalizada por la lógica del rating que obliga a cautivar grandes volúmenes de audiencia, en un marco de desreglamentación competitiva cuyo resultado es el creciente declive y empobrecimiento cultural en los espacios mediáticos; sin olvidar la funcionalidad de esta cultura del entretenimiento, criticada por Neil Postman, como una forma de bárbara intromisión del show business en la configuración del espacio público, funcional en última instancia a los fines de las elites del poder.

3. La dependencia de los medios de la información proporcionada por los expertos, el gobierno y las empresas, financiada y aprobada por los proveedores principales y otros agentes del poder. Los medios de comunicación colectiva mantienen una relación simbiótica con las fuentes de información poderosas, tanto por necesidad económica como por reciprocidad de intereses. La regularidad con la que operan los medios de información está fuertemente determinada por los supuestos restringidos impuestos por la dependencia acrítica de las fuentes de información de las elites y su participación en campañas de propaganda. Las fuentes gubernamentales y económicas tienen el mérito de ser “respetables” y ser reconocidas como veraces ante la opinión pública debido a su status y prestigio.

“Para consolidar su privilegiada posición como fuentes de información, los promotores de informaciones gubernamentales y empresariales se esfuerzan por facilitar las cosas a los organismos informativos. Así, les proporcionan instalaciones en las que reunirse, dan a los periodistas copias de discursos por adelantado, e informes posteriores; programan conferencias de prensa teniendo en cuenta las horas de cierre de recepción de noticias; escriben comunicados de prensa en lenguaje asequible, y organizan cuidadosamente sus conferencias de prensa y sesiones fotográficas (...) Debido a los servicios que proporcionan, a los continuos contactos que genera su actividad normal y a la dependencia mutua, los poderosos pueden utilizar relaciones personales, amenazas y recompensas para influenciar y coaccionar aún más a los medios de comunicación. Estos pueden sentirse obligados a dar por buenas historias extremadamente dudosas y a acallar sus críticas para no ofender a sus fuentes de información y perjudicar su estrecha relación con éstas” (Chomsky/Herman, 1990: 55 y 56).

Las fuentes oficiales de información tienden de este modo a aprovecharse de las rutinas y de la dependencia de los medios para reforzar sus posiciones y puntos de vista en el espacio público y manipular en consecuencia el debate político mediante el establecimiento de una agenda temática.

4. Las contramedidas y correctivos diversos como método para disciplinar a los medios de comunicación. En el caso de periodistas o espacios críticos disidentes en sus líneas editoriales y modo de representar la realidad sociopolítica, el sistema de control de la comunicación dispone de diversas formas de respuesta al fin de restablecer la función social asignada por las elites y el poder económico a los medios informativos, silenciando las réplicas y críticas al sistema dominante.

“El gobierno es uno de los mayores productores de estas respuestas críticas, que ataca, amenaza y corrige habitualmente a los medios de comunicación, e intenta poner cualquier desviación en la línea establecida. La propia gestión de las noticias está diseñada para producir estas respuestas críticas” (Chomsky/Herman, 1990: 68).

De tal forma que antes que la autocensura ponga en juego su función de adaptación a la norma dominante de las elites, el sistema empresarial, las elites del gobierno y los propios propietarios de los medios disponen de amplios resortes de coerción para presionar sobre los informadores, incluida listas negras que hagan efectiva la sumisión del sistema público de información al servicio de los “intereses especiales”.

5. El anticomunismo como religión nacional y mecanismo de control. La ideología de la guerra fría ha extendido además entre los medios estadounidenses una cultura de movilización contrarrevolucionaria, arraigando entre los profesionales y propietarios de los medios los mecanismos ultraconservadores de control por la fe en la bondad del modo de vida americano.

“Esta ideología ayuda a movilizar a la población contra un enemigo, y dado que éste es un concepto difuso puede utilizarse contra cualquier persona que propugne una política que amenace los intereses de la propiedad o apoye los acuerdos con los estados comunistas y los radicales. De esta manera ayuda a fragmentar a los movimientos obreros y de izquierdas, y actúa como mecanismo de control político” (Chomsky/Herman, 1990: 68).

La importancia de este filtro no sólo es identificable en Estados Unidos y la época de la guerra fría. En los países occidentales, toda referencia a políticas alternativas en el ámbito económico es descalificada y representada marginalmente por el discurso anticomunista reinante en los medios, prevaleciendo en otros casos la implementación de un discurso periodístico de la amenaza oculta como paranoia informativa, ya sea en forma de guerra santa (Guerra del Golfo Pérsico), guerra humanitaria (Guerra de Kosovo) o diatriba contra el “peligroso fundamentalismo islámico”. En los medios se impone así, de forma totalizadora, una dicotomía ideológica y cultural que hace efectiva y duradera la actuación de los filtros de control político sobre la población.

El modelo de propaganda describe, en definitiva, un sistema de mercado informativo descentralizado por el que se ejerce el control sobre el procesamiento de la información según las necesidades administrativas del gobierno, el capital privado y las elites del sistema dominante:

“El poder del sistema de propaganda estadounidense radica en su habilidad para movilizar un consenso entre las elites, para dar la apariencia de consentimiento democrático y crear un nivel suficiente de confusión, malentendido y apatía en la población general como para permitir que prosperen los programas de las elites” (Herman,  1998 : 15).

Los criterios de objetividad, independencia o responsabilidad social de los informadores juegan aquí un papel secundario respecto al poder profundo y estructural que establecen las relaciones de control asociadas a cada filtro. Si acaso la única función reconocible es, como critica Bagdikian, la de cegar y omitir explícitamente los compromisos y dependencias que ligan a los profesionales de la información con las autoridades y los poderes económicos. De hecho,

“la censura (en los medios) es en gran medida autocensura, por un lado de periodistas y comentaristas que se ajustan a la realidad  de los requerimientos organizativos de las fuentes y de los medios de comunicación, y por otro de los responsables de alto nivel de dichos medios, que fueron elegidos para poner en práctica las constricciones -que en muchos casos han interiorizado- impuestas por los propietarios y por otros centros de poder, tanto del mercado como gubernamentales”. (Chomsky/Herman, 1990: 14).

El modelo de propaganda analiza el origen de tales formas de control según las constricciones propias de la economía política, concibiendo los medios de comunicación colectiva como instituciones relativamente independientes, sujetas a la paradójica dialéctica de servilismo extremo y mínimo control estatal, jurídica y políticamente. Si bien la gama de posiciones destacadas por los medios, los temas de debate público que acentúan, la oportunidad de las historias, las fuentes que son tratadas de respetables y la propia interpretación del papel de los medios son explicados por Chomsky y Herman como altamente funcionales para los poderes establecidos y sensibles a las necesidades del gobierno y de los más importantes grupos de poder, la teoría del control mediático que desarrollan ambos autores presupone la diversidad de juegos de articulación y contradicción propios de las democracias formales, en las que los derechos de expresión, asociación y prensa hacen posible que la coerción física y el control del pensamiento, para el mantenimiento del orden social sean mucho más complejos y subliminales tal y como evidenciaremos en el caso de la cobertura de la crisis en los medios nacionales y europeos.

LECCIONES DE UNA CRISIS  MEDIATIZADA

A partir del marco lógico del análisis institucional propuesto por Chosmky y Herman, podemos observar los siguientes aspectos en la cobertura de la crisis de los medios nacionales e internacionales de referencia:

A. El imperio absoluto de la economía política y los intereses de los grandes grupos globales y/o misioneros del capitalismo corporativo que, en virtud de su orientación y maximización de los beneficios, pero sobre todo de su dependencia de los intereses financieros en juego, terminan reeditando una lectura de la crisis prácticamente monolítica. El poder de las élites de Wall Street se impone así al tiempo que se refuerza la hegemonía de Reuters, The Wall Street Journal y Financial Times en la agenda informativa global. De tal modo que el complejo entramado de intereses de Ciudadano Murdoch (The Wall Street Journal) y grandes corporaciones como Pearson, contribuyen a reforzar el poder y capacidad de definir el sentido de la realidad de la crisis, por los principales responsables causantes de la misma en Wall Street y con nexos con el gobierno de Estados Unidos o incluso, como citamos con el caso Monti, en Italia o España. Esta capacidad de imponer el sentido común de las salidas posibles a la misma, regulando los tiempos, agendas y principales medidas económicas a partir de los códigos estrictos fijados por el programa neoliberal de los Chicago Boys y la manipulación de la realidad con ella aparejada no sería posible sin la hiperconcentración de la información económica en apenas dos agencias de noticias, básicamente Reuters y Bloomberg L.P, propiedad del alcalde de Nueva York, y apenas dos publicaciones de referencia que marcan las concepciones y cobertura del resto de medios, siguiendo el guión milimétricamente expuesto por los amos del mundo cuya agenda mudó de inmediato, en pocos días, merced a esta intermediación, de los timoratos intentos del G8 de refundar el capitalismo con una salida keynesiana a la crisis a la ortodoxia neoliberal del capital especulativo.

B. La crisis, como consecuencia, ha desacreditado el papel de los medios por su propensión a reforzar las fuentes oficiales autorizadas. Tanto durante el 15M como durante el 25S, de El País a ABC, de El Mundo a Gaceta, de El Periódico de Catalunya a la prensa local, han prevalecido los puntos de vista gubernamentales, de las fuerzas de seguridad y fuentes institucionales de las elites dominantes. Sabemos que todo acceso a productos y servicios de información están predeterminados por el valor semántico asignado por quien domina el código y fuentes de referencia, afectando al mercado con la producción de determinados efectos de sentido en la esfera pública, pero esta espiral del silencio y del disimulo se polariza en momentos de antagonismo como el que vivimos, deslegitimando el papel de los medios oficiales, paulatinamente sustituidos por las redes sociales como contrainformación al relato y narrativa fingida del capitalismo financiero.

C. La convergencia de la ideología dominante en el sistema informativo, salvo resquicios en las redes alternativas, ha tendido a criminalizar la acción de respuesta y oposición de la ciudadanía. Esta inercia se produce igual en Chile que en México (soy 132), en España que en Grecia, en Inglaterra tanto como en Estados Unidos. Como Humpty Dumpty, el lector puede y tiene derecho a reinterpretar la realidad informada por los medios, pero son los conglomerados multimedia y el capital financiero quienes tienen el poder y la fuerza de enmarcar (framing) los términos del discurso público, los universales abstractos, monológicos y unilaterales de representación de lo real. Esto es, por principio, el público no puede oponerse en la praxis, salvo a condición de sufrir las contramedidas y correctivos de la criminalización mediática, tal y como hemos visto en el caso del 25S o más recientemente en la huelga de estudiantes durante la que replicaron nacionalmente el incidente puntual de Mérida.

D. Para legitimar esta operación de inversión semiótica, de convertir en agresores y victimarios a los ciudadanos que defienden sus derechos, es preciso varias operaciones de manipulación del lenguaje informativo. Así, “como en la “neolengua” de Orwell, las nuevas nociones son a menudo “negroblancos”, inversiones del significado común de los vocablos. El “Plan de Garantía de los Servicios Sociales Básicos” es el programa de recortes del gobierno de Castilla-La Mancha. El “proceso de regularización de activos ocultos” de Montoro es una amnistía fiscal” (Abril/Sánchez Leyva/Tranchel, 2012). En otras ocasiones, se utilizan procedimientos paralingüísticos para enmarcar la realidad. Así, por ejemplo, al hablar de deuda ilegítima, los titulares de los grandes medios suelen entrecomillar la expresión, al tratarse de la crítica de los movimientos sociales a la política de socialización de las pérdidas de la banca por el conjunto de la población y la estructura del Estado. Este caso suscitó una agria polémica en las redes por cuenta del teletipo de la Agencia EFE. En www.eldiario.es, la Defensora del Lector señalaba que es común en la ideología dominante de los medios recurrir a marcar

“toda una serie de expresiones que suelen entrecomillarse o evitarse en el periodismo de masas, a pesar de que no son subjetivas, pero sí consideradas políticamente incorrectas, porque no están legitimadas por el poder”.

“Al hilo de este asunto de las comillas, merece la pena observar cómo el periodismo de masas suele optar por los eufemismos y las terminologías adaptadas a los intereses del poder y no a los de la ciudadanía. De ese modo, se habla de austeridad para evitar la palabra recortes; de reforma laboral para evitar la expresión abaratamiento del despido; de flexibilización para referirse a los despidos; de reestructuración para hablar de la reducción de personal, de rescate para nombrar los créditos que se conceden con duras condiciones que afectan negativamente a la calidad de los servicios públicos” (Rodríguez, 2012).

E. La producción de efectos cognitivos duraderos, conforme a la teoría del encuadramiento noticioso (framing analysis), que fijan en el público marcos de sentido y dicotomías de deliberación entre la opinión pública del tipo “es preciso optar qué prefiere la gente: financiar una costosa televisión pública o cerrar un quirófano”. Así, por ejemplo,

“la acción del gobierno de Zapatero era tachada de improvisada, mendaz e insensata. Establecido ese marco, cualquier medida gubernamental corroboraba la imputación general y así se lograba una incontrovertibilidad que desconocen las fórmulas dialogantes. En el espacio público se tiene más poder cuando se controla el marco de lo decible y discutible. La derecha es magistral utilizando esta estrategia, pero tras una prolongada degeneración de la vida pública, de la que el PSOE es corresponsable, se ha consolidado una visión consensual indistinta de la lógica del sistema: no hay más que una realidad y ninguna opción para interpretarla” (Abril/Sánchez Leyva/Tranchel, 2012).

Este operador cognitivo refuerza la naturaleza ingobernable de la crisis, y la única vía posible que es la socialización de las pérdidas y la privatización de los beneficios. En esta lógica de encuadre noticioso, los medios han tratado de situar el marco del debate en el gasto público, o específicamente en la clase política, siempre en el plano local, nunca en el ámbito global del capitalismo financiero que depreda los recursos e impone las condiciones lesivas para los intereses generales. Pues, como advierte Sousa Santos,

“las empresas transnacionales privilegian la perspectiva del conflicto en pequeña escala, porque esa es la escala en que operan en el mundo. Justamente con las instituciones financieras multilaterales, ellas son los actores en pequeña escala por excelencia, cubriendo vastas regiones del globo y reduciendo drásticamente la cantidad de pormenores o contrastes como condición de eficacia operativa. La economía convencional tiende también a favorecer una visión del conflicto en pequeña escala. El hecho de que esta manera de ver converja con la de las empresas transnacionales es, en términos epistemológicos, una coincidencia y, en términos políticos, el encubrimiento de una combinación de intereses. La economía convencional crea la realidad que maximiza la eficacia de la regulación que propone” (Santos, 2011: 69).

F. La extensión de una campaña de propaganda del miedo. La ruptura de la confianza es impulsada como una estrategia de control que inicia con la frase lapidaria del expresidente Rodríguez Zapatero (“No hay crédito”) y continúa con la velada amenaza de la destrucción total de la economía si no se aceptan las medidas de “austeridad”. De esta forma, la domesticación de la economía monetaria, en el sentido de Peter Sloterdijk, tiene lugar con un discurso de agitprop y terror en torno a los efectos previsibles de una negativa a aceptar la ley de hierro del capital rentista. Y dado que existe una relación, como hemos tratado de explicar, inversamente proporcional entre anomalías en el flujo y circulación del capital financiero internacional y el control democrático de escrutinio público, el discurso del miedo, el pesimismo de los dividendos y los mensajes catastrofistas cumplen una función de desmovilización y aceptación de la quiebra del sistema público en beneficio de la apropiación privada. Tal y como demuestra la propaganda de guerra en conflictos como el de Irak, el miedo es negocio. Así, por ejemplo, en Brasil, se percibe un esfuerzo mediático para convencer a la clase media que mudaron sus condiciones de vida con ascenso social. Y, por tanto, deben ser aceptadas las políticas económicas conservadoras para mantener las mejoras en las condiciones de vida. El juego mediático articulado, de acuerdo con Caccia Bava, es el miedo a la pérdida de lo logrado. De modo que el respaldo a las políticas desarrollistas garantiza la  continuidad de las políticas dominantes a favor de las rentas más altas (Caccia Bava, 2012).

G. La instauración de este sistema hegemónico de dominación espectacular ha supuesto, como consecuencia, una mudanza social tan profunda que, lógicamente ha transformado el arte del gobierno y de la guerra. Y señalamos con ello un tema central en la comunicación contemporánea, la relación estructural entre medios de comunicación y conflictos bélicos. Como bien ha analizado Mattelart, la historia de la comunicación es la historia de las formas de producción simbólica de la cultura bélica, del ser para la guerra. Hoy, sin embargo, esta banalización de la guerra como instrumento ético de las viejas naciones imperiales es reactualizada desde una cultura mediática diferente, en la que la “pantalla total” que coloniza los medios de vida adquiere una relevancia insospechada: la de representar la fuerza del Imperio, la de reproducir la potencia de la soberanía, sobrecodificando la capacidad del Imperio de garantizar policialmente el orden al servicio del derecho y la paz, alterando las condiciones de organización y planeación de la guerra informacionalmente. Así, si Clausewitz hizo célebre la distinción entre táctica, como empleo de la fuerza en combate para alcanzar la victoria, y estrategia, como el empleo de las victorias a fin de alcanzar los objetivos de la guerra, hoy la solución de continuidad entre una y otra es prácticamente indiscernible en la definición de la escalada de intensidad, baja o alta, de los conflictos, al punto que toda la vida social aparece como un problema estratégico de seguridad pública, en una concepción de la guerra, representada en los medios, total y prolongada, pensada incluso como la anticipación calculada de previsibles puntos de intervención conforme a lo que Debord denomina “lo espectacular integrado” (Debord, 1999: 97). Así, la sofisticación tecnológica y la pregnancia de una retórica de escenificación militar espectacularizada, característica de los sistemas imperiales, envuelven hoy los discursos económicos, informacionales y bélicos de la aldea global. En esta operación, el discurso espectacular es un discurso terrorista.

“La sociedad del espectáculo manda utilizando una antigua arma. Hobbes reconoció tiempo atrás que a los efectos de una dominación adecuada la Pasión más efectiva es el miedo. Para Hobbes, es el miedo el que conduce a y asegura el orden social, y aún hoy el miedo es el mecanismo primario de control que inunda la sociedad del espectáculo. Aunque el espectáculo parece funcionar mediante el deseo y el placer (deseo de mercancías y placer de consumo), lo hace en verdad mediante la comunicación del miedo: es decir, el espectáculo crea formas de deseos y placer que están íntimamente asociadas al miedo” (Negri/Hardt, 2000: 157).

Y, de acuerdo con el modelo de propaganda de Chomsky, este es un poderoso dispositivo de control social, al inspirar una visión paranoica que hace más eficaz si cabe la extensión de las formas de poder y control de las conciencias y cuerpos de la población a través de la totalidad de las relaciones sociales. De manera que la construcción noticiosa del pánico moral de las multitudes impulsada por la prensa valida la hipótesis de Klein sobre la doctrina del shock como pérdida de sensibilidad y conciencia de la situación real vivida. Del Chile de Pinochet a la guerra de Irak, pasando por los conflictos de los profesionales del silencio, las ideas de Milton Friedman cobran hoy actualidad en una situación de Estado de emergencia en el que, como critica Agamben, la excepción es la norma y la mediación informativa una comunicación del pavor orientada a reproducir la narrativa estática del neoliberalismo, esto es, el aislamiento físico, psicológico y, claro está, político contra las medidas de expropiación (Klein, 2007).

H. El juego metafórico de naturalización del proceso de especulación financiera. El lenguaje del periodismo económico, como en otras especializaciones de la actividad informativa, tiende a recurrir a tropos que presentan procesos históricos y sociales como fenómenos de la naturaleza. Así, el proceso de destrucción creativa del capitalismo especulativo se presenta como una tormenta financiera, un tsunami, una oleada de caídas, un terremoto económico o, simplemente, una dinámica gravitatoria de caída libre de la economía nacional. Tal proceso de metaforización naturalizada de lo económico y social es reforzada a su vez por el continuo recurso a los eufemismos. Así, el gran atraco estadounidense, así calificado por Stiglitz, es presentado en los medios nacionales como rescate, siendo de facto un secuestro, utilizando un sinfín de acrónimos y abreviaturas (RAE, ROE, EBITDAS, SUBPRIME, CREDIT DEFAULT SWAPS) que refuerzan la opacidad e incomprensión informativa del público, a cuyos ojos la crisis alcanza dimensiones cuasi sobrenaturales.

I. Junto a estas estrategias formales, se observa en la cobertura periodística el recurso habitual al rumor como estrategia de orientación de la agenda pública de gobiernos y agentes económicos. Esta forma de comunicación informal tiene su origen en la combinación de varios factores: la prevalencia de un sistema autoritario de ejercicio del poder,  elevada incertidumbre por situaciones extremas de crisis y/o inestabilidad, alta presión social y demanda de conocimiento por parte de la ciudadanía y una clara falta de transparencia de las fuentes que concentran la información sobre el acontecer social. Dado el marco señalado, y al hilo de los antecedentes que hemos tratado de explicar sucintamente en la primera parte de este artículo, la lógica del rumor en el sistema  financiero contribuye al control de los flujos de capitales del que participan, en parte, las agencias de calificación crediticia.

“La inestabilidad, sistémica y empíricamente comprobada, de los mercados sería causada por aquello que Castells llama turbulencias de información, es decir, informaciones imperfectas provenientes de diversas fuentes que, al proliferar en la red, generan evaluaciones incorrectas o subestimación de las empresas y, en consecuencia, a la inversión o desinversión en capital de riesgo y con eso aceleran o frenan el ritmo de innovación” (Sardinha en Bolaño, 2012: 92).

Esta dinámica se ve favorecida por la unificación en las últimas décadas de los métodos contables y la flexibilización de las legislaciones que supervisan las transacciones. La comprobación de que tales agencias calificadoras es errática y favorable a las empresas contratantes refuerza por otra parte las dinámicas de opacidad e incertidumbre y, en consecuencia, las situaciones de riesgo e inestabilidad adecuadas a las filtraciones de información privilegiada y los ataques especulativos en virtud del proceso de volatilidad y ambivalencia de la información. Así, noticias sobre el rescate o no de España, de la inyección o no del BCE de sumas millonarias a la banca, rumores de posibles desplomes o de falta de claridad en las cuentas del Estado, contribuyen de forma interesada al abuso de la información con fines especulativos, además de al histerismo y alarma social de la prensa de referencia, cuyos intereses son convergentes con los actores que impulsan dicho rumor. En el caso de España esta experiencia ya se vivió el último año de la Administración González cuando una noticia sin comprobar de la Agencia Reuters hizo circular en medios periodísticos el rumor de que el presidente de gobierno despachaba con el Rey en la Zarzuela para presentar su renuncia antes los casos de corrupción, el proceso de los GAL y la grave situación económica. La noticia fue pronto desmentida por Moncloa pero en el proceso generó ataques especulativos contra la peseta que generaron sustanciosos beneficios a especuladores de Wall Street y la Bolsa de Londres.

J. Finalmente, otro dispositivo determinante de control de los relatos informativos es el efecto COPYCAT. El cortar y pegar se ha atribuido tradicionalmente a la influencia que tienen los medios audiovisuales entre la población que tiende a imitar conductas, valores y actitudes sobrerepresentadas en los medios. Pero ciertamente esta lógica de la mímesis podría aplicarse también a las rutinas periodísticas que tienden a redundar en el mismo sentido común del marco cognitivo fijado por los medios de referencia y los diferentes gatekeepers. Así,

“los medios funcionan como laboratorios discursivos que difunden las nuevas expresiones y consignas, y los asesores preparan declaraciones inmediatamente traducibles a un titular. Inversamente proporcional al impacto de estos mensajes resulta la capacidad de contestarlos: los análisis críticos se disuelven en un aluvión de artículos, columnas y editoriales que logran una difusión e influencia mucho menor” (Abril/Sánchez Leyva/Tranchel, 2012).

Por lo que prevalece la redundancia y el sentido común de lo decible, pensable y políticamente factible. El dominio de esta circularidad del copycat es debida en buena medida al papel de reforzamiento de los economistas y expertos que dominan los espacios mediáticos. Como sabemos, de acuerdo al modelo de propaganda de Chomsky y Herman, es notoria y demostrada la relación simbiótica entre fuentes institucionales y medios de comunicación. En el caso de la prensa económica esta relación es extrema y alimentada por los llamados reforzadores de opinión, cuyos discursos basados en el principio de gobernanza y la estabilidad macroestructural termina por naturalizar el proceso de expropiación de la riqueza social.

CONCLUSIONES

Una mirada atenta a las páginas de los diarios de referencia y los medios audiovisuales de difusión nacional dan cuenta en suma de la prevalencia de un discurso único, que afecta por igual a medios comerciales de diferentes líneas editoriales, y a los propios medios de servicio público y titularidad estatal, paradójicamente inmersos, fruto de la actual política económica, en un proceso de destrucción sistemática en coherencia con el discurso que reproducen acríticamente. Ello demuestra que

“el campo periodístico ha establecido unos límites muy estrechos para el debate público en el terreno económico, circunscribiéndolo en lo fundamental a las elites económicas y organizativas, que son, además, las que producen la mayor cantidad de noticias, las fuentes de referencia y las generadoras de los marcos explicativos. De hecho, este modelo periodístico no contribuye a articular los distintos núcleos de opinión que existen objetivamente frente a cualquier decisión económica, más allá de los conflictos que se dan dentro del establishment en torno a las decisiones económicas. Esta forma de organizar la información y de elaborar las noticias ha contribuido mucho a legitimar la autonomización de la economía y a situar, crecientemente, diversos aspectos de la actividad económica fuera del ámbito de la política y del control democrático” (Zeller, 2001: 134).

Tal es así que toda voluntad de construcción de alternativas democráticas es tipificada como utópica, como inviable, o directamente fuera de la ley, en función de un proceso de inversión semiótica y mixtificación por el cual el capital rentista aparece como única garantía de salida a la propia crisis. Así:

“El capital financiero apuesta sobre el futuro, y funciona como una representación general de nuestras futuras capacidades productivas comunes. (Aunque) el lucro del capital financiero es probablemente la forma más pura de expropiación de lo común” (Negri/ Hardt, 2004: 182).

Este proceso es, como hemos visto, posible por la concentración intensiva de las industrias multimedia y las redes de telecomunicaciones de las que depende el poder financiero global.

“El poder que tienen los nuevos imperios del bit no se basan tanto en su productividad, es decir, los ingresos y beneficios (reales) que aportan; su poder está basado sobre todo en los movimientos especulativos de los mercados de valores mundiales. Se están produciendo fenómenos de acumulación de poder económico impensables en otros tiempos, en muchos casos sin un valor real de lo que se produce. Estas burbujas especulativas a falta de un respaldo real podrían romperse provocando un auténtico desastre económico arrastrando consigo toda la economía mundial” (Busón, 2000: 8).

Y multiplicando, como vemos, la violencia y expropiación de la riqueza social de forma terrorista.

Frente a esta lógica devastadora del capital rentista, es precisa la lucha democrática por la información y las mediaciones simbólicas. Comenzando por las redes digitales. De acuerdo con Pierre Lévy, la transparencia financiera ciberdemocrática exige: 1. Luchar contra la corrupción impulsando medidas y soluciones de control presupuestario por la función pública. 2. Inspirar la confianza de los ciudadanos. 3. Implicar a la ciudadanía en la administración de la prosperidad (Lévy, 2002: 154) definiendo otra comunicación del riesgo y la dinámica económica en lo que debería ser una política que pase de lo reactivo a lo proactivo, especialmente pensando en los agentes implicados en la mediación de los abusos especulativos, a saber: poderes públicos, periodistas, agencias reguladoras y sociedad civil. Y es que ahora

“enfrentamos un desafío jurídico y político. Un desafío legal porque los gobiernos estadounidenses y europeos permitieron que la actividad económica cruzara la línea del sistema de derechos de propiedad gobernada por reglas, dentro del cual se puede establecer las informaciones económicas como hechos verificables, a un espacio de anarquía jurídica, donde los intereses arbitrarios pueden imponerse a los hechos y el papel se mueve en remolinos caóticos. El Estado de derecho es mucho más que un aburrido cuerpo de normas: se trata de un sistema de información y gestión enorme y próspero, que filtra y procesa los datos locales hasta que se transforman en información económica organizada de tal manera que nos permite inferir si encajan y tienen sentido. Sin embargo, principalmente es un desafío político. Los políticos deben elevar el tema de la crisis financiera a los altos puestos de mando, donde los arraigados problemas institucionales de un orden que se desmorona puedan ser abordados. Los mercados nunca estuvieron destinados a ser anárquicos: el Estado siempre tuvo el rol de supervisar las normas, los pesos y medidas, y los registros, y de no tolerar prestidigitación legalizada en las sombras de la economía informal. Para comprender y resolver la crisis de uno de los mayores logros de la humanidad -la creación de información económica que se puede verificar a través de la memoria pública-, se requiere el concurso de los constructores de naciones” (Soto/Weise, 2012).

La gobernanza de la información económica y el respeto a los derechos sociales de la comunicación exigen, en fin, otra Ecología Mediática, basada en el control de fuentes y flujos de información, de regulación de los tiempos y actividades bursátiles, de regulación del periodismo económico ante la ineficacia y criminal abuso de la praxis de las élites periodísticas y sus interesados benefactores.

Pero dada la complejidad del sistema global de comunicación esta regulación solo es posible a nivel de organismos internacionales como la UNESCO y el sistema de Naciones Unidas, que en las últimas décadas ha dejado de manifiesto la nula voluntad de intervención ante peligrosas situaciones de concentración y falta de pluralismo. Deberán ser, como en España, la sociedad civil organizada, las multitudes y movimientos sociales, quienes rescaten el sistema mediático del modelo imperial de terror que nos amenaza, si queremos, de verdad, hacer efectivo un Periodismo Real Ya en estos tiempos de propaganda, mentira y desinformación. La democracia es lo que nos va en ello.

Sao Paulo, 27 de Octubre de 2012.

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