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En la primera novela de Fanny Rubio, La sal del chocolate, los jóvenes universitarios que transitan por sus páginas a finales de los años sesenta, hablaban con tal familiaridad de un filósofo marxista de la época que lo llamaban «Tío Luis»; muchos de aquellos jóvenes se plegaron a las exigencias del sistema y no solo renunciaron a cambiar el mundo sino que aceptaron con gusto que el mundo les cambiara a ellos; dejaron atrás las referencias filosóficas y las proclamas políticas de su juventud y olvidaron el magisterio del tío Luis que no era, ni más ni menos, que el filósofo francés Louis Althusser, un nombre que aprendimos todos los estudiantes de Letras de aquellos años en las clases de Felipe Alcaraz en Jaén y de Juan Carlos Rodríguez, en Granada. Empezamos a hablar de marxismo en clase, de matriz ideológica y de inconsciente ideológico burgués y, aunque muchos lo olvidaron como algunos jóvenes de La sal del chocolate, otros ya no pudimos dejar de ver el mundo de aquella manera que era nueva y era otra, aunque eso nos complicara la vida.

A Juan Carlos Rodríguez lo conocíamos antes de que fuera nuestro profesor, porque conocíamos sus textos, aquel primer libro titulado Teoría e historia de la producción ideológica que decía cosas radicalmente distintas a las que sabíamos, como que la literatura no ha existido siempre y, aunque no lo entendíamos muy bien, nos encantaba participar en aquellos debates y, de alguna forma, sentirnos miembros de la escuela althusseriana en la que el profesor granadino ejercía un magisterio indiscutible. En sus libros y en sus clases enseñaba Literatura de otra manera y aprendimos a pensar y a leer los textos literarios como una producción ideológica en unas determinadas relaciones sociales, el Quijote como una novela moderna porque el protagonista decide asumir su vida y luchar por la libertad, que la burguesía presenta como valor absoluto, aunque ya sabemos que no puede ser sino una conquista.

En los años noventa, cuando el pensamiento único se expandió por todos sitios, la Universidad no estuvo ajena a su influencia y Juan Carlos Rodríguez siguió siendo marxista y comunista y escribiendo textos en los que hablaba de la explotación y el dominio del sistema capitalista. Hubo silencio a su alrededor, porque así actúa el poder cuando no tiene argumentos contra la inteligencia y la brillantez, pero Juan Carlos Rodríguez siguió siendo, además de comunista y marxista, el profesor que seguía enseñando a leer y que mostraba siempre una gran disponibilidad y una gran generosidad con sus alumnos. Por eso, yo me llevé una gran alegría cuando mi hija, estudiante universitaria de principios de siglo en la Universidad de Jaén, llegó una vez de Granada, después de participar en unas Jornadas de Filología Hispánica, impresionada porque había conocido a un profesor magnífico, que no era otro que Juan Carlos Rodríguez.

Para el Partido Comunista era un amigo y un compañero y no nos defraudaba cuando queríamos contar con él: de las charlas y conferencia en las que ha participado a propuesta del Partido, recuerdo las dos más cercanas porque tuvieron lugar en Linares: una, en el año mil novecientos noventa y siete, cuando recordamos el sesenta aniversario de la muerte de Gramsci y, en el año dos mil nueve, una charla-coloquio sobre marxismo y postmodernismo. La revista de pensamiento y cultura Pensar desde abajo, que edita la Fundación Andaluza Memoria y Cultura, le dedicó la portada del primer número y tanto sus trabajos como aportaciones de otros autores sobre su obra, han ido apareciendo en cada uno de los ejemplares publicados hasta ahora.

Cuando el lunes pasado me enteré de su muerte, pensé en el teórico marxista, el comunista, el profesor, el amigo al que vi hace unos años en Granada… porque él era todo eso y mucho más, una referencia cultural y política para la izquierda y para el pensamiento marxista que ya no está con nosotros, pero que sigue viviendo en sus libros y en la memoria de sus amigos y de sus alumnos. Pensando en sus libros, y precisamente porque nos enseñó tanto, quiero recordarlo parafraseando dos de sus títulos más conocidos: me pregunto «¿De quién hablamos cuando hablamos de maestros?» y la respuesta es clara: de Juan Carlos Rodríguez.