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40 años del Partido Comunista de Andalucía

En 1979 tuvo lugar en Torremolinos el Congreso Constituyente del Partido Comunista de Andalucía. Culminaba así el PCE un proceso iniciado años atrás en el que se apostaba por el reconocimiento de las características políticas y culturales propias del pueblo andaluz y su claro apoyo, como una de las fuerzas con más implantación en la realidad social de Andalucía, a la lucha por la autonomía y el autogobierno andaluz que había tenido su punto álgido en las movilizaciones del 4 de diciembre.

Desde entonces el PCA ha estado presente al lado del pueblo trabajador andaluz como sujeto político de pleno derecho, federado con el Partido Comunista de España. El PCA ha sido un agente fundamental en la construcción de la autonomía andaluza. Fue un importante altavoz de las demandas de la clase obrera a la redacción del Estatuto de Autonomía para Andalucía 1981 y a la reforma que se hizo en 2007, dentro de los estatutos de segunda generación.

En el plano de la articulación de alianzas, el PCA —en el marco de su soberanía política— dio a los a un proyecto tan ilusionante como fue Convocatoria por Andalucía que más tarde alumbraría a Izquierda Unida. El PCA ha estado presente en las luchas por la paz y contra las bases militares de la OTAN en nuestro territorio; en las luchas del campo y en las sindicales; en la defensa del medioambiente y de Doñana. Ha dado la batalla ideológica tanto fuera como dentro del Partido, donde las mujeres comunistas tuvieron un papel decisivo al introducir el hilo morado del feminismo en las reivindicaciones obreras.

Estos 40 años de historia no han sido fáciles para Andalucía, la brecha de desigualdad económico frente a la media española, fruto del desarrollo del capitalismo español, no se ha cerrado. En vez de propiciar la configuración de un sistema productivo basado en el desarrollo endógeno se ha apostado por una especialización funcional en sectores de bajo valor añadido como pueden ser la agricultura extensiva o la especialización turística del litoral andaluz, con un fuerte impacto medioambiental. La reconversión industrial ha golpeado los grandes polos industriales andaluces y comarcas como la de Linares –uno de los principales polos industriales- han visto su futuro condenado. Las inversiones europeas y las grandes infraestructuras planteadas no han propiciado la convergencia de Andalucía con el resto de España. Aquí se baten récord de paro juvenil y en todos los rankings de barrios y municipios más pobres de España la mayoría son andaluces. Las políticas puestas en marcha por el Partido Socialista, hegemónico en el gobierno de la Junta de Andalucía, no han sabido revertir la situación de subalternidad de Andalucía ni han sido capaces de reclamar con éxito la deuda histórica que, para con Andalucía, tiene el Estado Español. El breve paso de los consejeros y consejeras comunistas por el gobierno de la Junta de Andalucía solo constató el rechazo de este PSOE de Andalucía a apostar por las reformas que transformen de verdad a nuestra tierra.

Además, el PCA cumple 40 años de historia en medio de una de las crisis más graves que ha tenido que afrontar Andalucía en su historia reciente provocada por la pandemia del Covid 19. Esta crisis sanitaria ha dado pie a una crisis económica de proporciones que aún están por cuantificar y que, sin duda golpeará de manera importante en nuestra tierra. Y es que, en poco más de una década, Andalucía ha tenido que afrontar dos crisis económicas que han impactado de manera determinante tanto en nuestro modelo productivo como en las condiciones de vida de la clase trabajadora andaluza.

La crisis de 2008 puso en evidencia la insostenibilidad del modelo neoliberal basado en la desregulación laboral, la financiarización de la economía y la especulación inmobiliaria. La respuesta a esta crisis, que señaló las contradicciones del sistema de acumulación capitalista, fue la apuesta por la austeridad (recogida en la reforma del artículo 135 de la CE) y los recortes en los servicios públicos. Las consecuencias de esta crisis para el empleo y los servicios públicos fueron muy graves y la recuperación económica posterior llego a Andalucía tarde y mal. El sistema productivo andaluz no se reformó, se siguió apostando por el desarrollo turístico como eje central del crecimiento económico en un entorno de creciente precariedad laboral y de uberización de las relaciones laborales.

Actualmente, la crisis que se está viviendo a raíz de la pandemia a causa de la Covid-19 ha mostrado la fragilidad del turismo como factor de desarrollo, al mismo tiempo que la necesidad imperiosa de contar con servicios públicos de calidad, bien dotados y financiados capaz de sostener a la población más vulnerable. Además, estas crisis económicas no deben hacernos olvidar la mayor crisis a la que enfrenta nuestro planeta, la crisis ecológica, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y la degradación del aire que respiramos son retos antes lo que nuestra generación debe responder de manera inmediata.

Por último,  en el marco del Estado Español, afrontamos una profunda crisis política. El régimen político marcado por la constitución de 1978 se ha mostrado incapaz de responder a las demandas y necesidades de la sociedad. La reforma del artículo 135 de la Constitución consagrando las políticas austericidas o la crisis territorial abierta en Cataluña han marcado los límites del régimen del 78. La abdicación del rey Juan Carlos y los escándalos relacionados con la Corona ponen de manifiesto la necesidad de avanzar hacia una forma republicana de Estado. Pero la crisis política ha derivado en los últimos tiempos en una auténtica emergencia democrática. La irrupción de la Ultraderecha en el panorama política y los discursos de odio que lleva asociados suponen una seria amenaza para el conjunto del sistema político. Discursos de odio que se han acrecentado a raíz de la crisis sanitaria y, sobre todo, de la entrada en el gobierno de España de ministros pertenecientes a la coalición de Unidas Podemos en la que participa el Partido Comunista. Esta estrategia de la tensión contra el Gobierno ha encontrado eco en los sectores más reaccionarios de la elite empresarial, de los medios de comunicación y del poder judicial. El objetivo que pretenden  es otro que acabar por todos los medios a su alcance con el actual gobierno.

Son muchos los desafíos a los que se enfrenta el pueblo trabajador andaluz y para afrontarlo es necesario disponer de herramientas de reflexión y debate. Fruto del trabajo como intelectual colectivo y tras un amplio proceso de participación y reflexión, el Partido Comunista de Andalucía aprobó en su XI Congreso el Manifiesto Programa del PCA que se planteaba más que como un programa electoral, como una propuesta política de mirada larga. En el Manifiesto Programa, por tanto, se plasmaba la apuesta por un nuevo modelo productivo basado en un desarrollo ética y ecológicamente sostenible y en la democracia económica para Andalucía. Llegados al 40 aniversario del Partido y con el horizonte del XIII Congreso del PCA, se plantea la necesidad de, a la luz de los grandes retos a los que se enfrenta el pueblo trabajador andaluz, actualizar la propuesta política del Partido que debe de pivotar entre dos ejes claves: El primero, la apuesta por una Andalucía soberana en el marco de la República Federal Española; el segundo, una propuesta de mirada larga que plantee como sería la Andalucía por la que luchamos las y los comunistas

Por tanto, desde el Partido Comunista queremos hacer una propuesta para el futuro de Andalucía que hunda sus raíces en el presente, que recoja el acervo histórico de lucha que atesora nuestra organización y que sea capaz de construir, desde el primer momento, una alternativa socialista para nuestra tierra.

 

La apuesta del PCA por una Andalucía soberana

Como hemos indicado, el Partido Comunista de Andalucía lleva aparejada a su fundación la reivindicación de la soberanía política y económica de nuestra tierra. Este posicionamiento es el que promueve que en el año 1979, los comunistas andaluces nos constituyésemos como Partido, tras un intenso debate sobre la construcción soberana de Andalucía. Una realidad que se materializa en ese Congreso Constituyente de Torremolinos y donde el PCA, tras un fuerte debate interno, se reivindica a sí mismo como un sujeto político de numerosa presencia en la sociedad andaluza y con capacidad de influencia en el movimiento autonomista que, recordemos, se desarrollaba tras las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977 y donde el PCA fue uno de los principales motores movilizadores de aquellas impresionantes manifestaciones.

El PCA entonces, como los andaluces en las calles, manifestaba ante Madrid —en nuestro caso, ante la dirección del PCE de entonces— su voluntad de ser soberanos en la toma de decisiones, en su organización y en la construcción de un programa político para nuestra tierra. El PCA, como realidad política, por tanto, podemos entenderlo paralelo al desarrollo del movimiento autonomista de Andalucía y lo será así hasta nuestros días.

A principios de los 80, con el Estatuto de Autonomía refrendado por el Congreso y por las urnas, los comunistas andaluces eran parte de todas las luchas sindicales y obreras que se daban en Andalucía. Nuestra gente estaba alambicada en cada uno de los conflictos sociales y laborales. Para entonces, cuando los militantes del PCA se organizaban y representaban la vanguardia del movimiento obrero andaluz, ya lo hacían con una aproximación a un programa político propio. El “Programa Regional del PCE para Andalucía”, que había sido aprobado en el año 1976, desgranaba la propuesta política, económica y social para la Andalucía democrática. Entre otras cuestiones, este documento ponía negro sobre blanco la reivindicación de un modelo descentralizado en forma de Estado Federal, idea que se hacía compatible la unidad de España como realidad política mediante el reconocimiento de sus distintas nacionalidades y, por ende, de sus autogobiernos.

En ese mismo documento, el PCA desbroza su propuesta de reforma agraria que desarrollaría, a lo largo de los años 80, como principal bandera de los trabajadores del campo: La Reforma Agraria Integral (RAI).

A principios de los años 80, y a pesar del calor de todo el movimiento autonomista que empujó la constitución de Andalucía como Comunidad Autónoma y los primeros avances bajo la presidencia de Rafael Escuredo, poco se tardó en desvanecer la esperanza de las políticas que más ilusión despertaban socialmente y que habían despertado la consciencia en aquellas multitudinarias manifestaciones.

«María, coge las riendas de la Autonomía / Marcelo, que los paraos quieren currelo», decía la letra de la murga de Carlos Cano, en una letra que bien refleja el sentir y los anhelos sociopolíticos, socioeconómicos y socioculturales andaluces en esta etapa. Pero la llegada del PSOE al Gobierno de España en 1982 con Felipe González supuso un freno radical a cualquier política valiente de transformación iniciada por aquella incipiente Junta de Andalucía.

El 16 de febrero de 1984, Rafael Escuredo Rodríguez, acudió a Madrid a una entrevista con Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno entonces. Nunca se supo el contenido de aquella conversación que provocó la dimisión de Escuredo e hizo que Rodríguez de la Borbolla, entonces secretario general del PSOE-A, llegara a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Lo que sí se sabe es que a aquel cambio en la sala de mandos le sucedió un cambio de política que conllevó un avance de la autonomía sin apenas modificar su carácter dependiente de los centros de decisión en Madrid. Todo nos hace pensar que a ese PSOE que se había instalado en la Moncloa, ya no le era necesario el músculo que había empujado en la Transición a plantear un modelo autonómico simétrico para todos los territorios del Estado; y Escuredo dimitió por ello.

Tras casi cuarenta años desde la victoria del referéndum, las herramientas políticas de la autonomía andaluza —su Estatuto, el Parlamento y la Junta de Andalucía— no han servido para contrarrestar esa situación de subalternidad política y económica. Los elementos de mayor ambición plasmados en el Estatuto de Autonomía, que podrían haber transformado la estructura económica de Andalucía, se han visto frustrados por sucesivos gobiernos del PSOE en la Junta y de los gobiernos centrales que, lejos de avanzar en reformas de calado, han ido desarrollando una política de tierra quemada de los principales sectores económicos de las industrias andaluzas, incluida la del campo.

La reforma del Estatuto de Autonomía aprobada en 2007 fue un nuevo impulso, tras el desmantelamiento de todo el tejido industrial, generadora de una nueva esperanza soberanista para nuestra tierra. Pero si había alguna intención de desarrollarlo, por poca que fuera, la crisis económica de 2008 y la guadaña de la Troika, no han permitido en este tiempo romper con la inercia de una tierra que ha sido relegada en el reparto internacional del trabajo a su supervivencia a base del sector servicios y, especialmente, del sector turístico como único elemento de desarrollo.

Pero no nos engañemos. Incluso con un Gobierno en la Junta de Andalucía sensible a los principios rectores del Estatuto de Autonomía y comprometido con la soberanía política y económica de nuestra tierra, tendría que batallar —y así lo hicieron nuestros compañeros y compañeras que accedieron al gobierno andaluz en 2012— formalmente con una Constitución Española que deja poco margen al modelo autonómico en la práctica. Todas y todos recordamos la batalla de la que entonces fuera consejera de Fomento y Vivienda, Elena Cortés que, amparándose en el Estatuto de Autonomía y en el derecho a la vivienda que este promulga, decretó la paralización de los desahucios diciendo que la función social de la vivienda estaba por encima de la especulación bancaria. Una medida que el Gobierno de Mariano Rajoy se encargó de laminar amparándose en su prerrogativa como presidente para paralizar la norma vía Tribunal Constitucional.

Por tanto, las competencias que ejerce la Junta de Andalucía son dependientes de las decisiones de los centros de poder externos. Las políticas de control del déficit del anterior lustro dificultaron la puesta en marcha de las líneas sociales recogidas en nuestra ley orgánica y que los militantes comunistas que accedieron al Gobierno autonómico no cejaron en exprimir. Pero más allá de la voluntad política, nula por parte del PSOE, el desarrollo de las plenas competencias se hace muy difícil sin un ambicioso plan que proporcione mayor capacidad financiera a Andalucía.

En cualquier caso, y superado lo peor de la anterior crisis económica, la pérdida de la hegemonía electoral del PSOE trajo la llegada al gobierno autonómico del PP y Ciudadanos que, con el apoyo de Vox, supone y supondrá una profundización en el abandono de las líneas magistrales y transformadoras del Estatuto de Autonomía de 2007.

Por ello, y tras 40 años de batallas con mayor o menor acierto, el objetivo del PCA en Andalucía sigue siendo que el régimen sea sustituido por un bloque político y social andaluz soberano que luche por la autonomía política de Andalucía, conscientes de que ésta va de la mano de la lucha por la República Federal en el conjunto del estado español. Una república que sea plurinacional y que establezca un sistema competencial efectivo que permita a los territorios autogobernarse desde la plena soberanía.

Esa, y no otra, es la principal diferencia que tenemos con algunos sectores de la izquierda con los que hemos venido compartiendo espacio electoral y que, desde posiciones legítimas, ahora se reivindican andalucistas de corte nacionalista. Las y los comunistas de Andalucía no nos reconocemos si no es en el andalucismo soberano, pero lo hacemos desde la lucha codo a codo con el resto de organizaciones hermanas del conjunto del estado, empujando por la consecución de la tercera república española. Como aquel lema del XI Congreso del PCA, una Andalucía libre en una España republicana.

 

Una Andalucía con futuro

Con todo ello, el Manifiesto Programa del Partido Comunista de Andalucía es la propuesta que planteamos las comunistas para nuestra tierra. Se parte desde la experiencia histórica del Partido Comunista, que recoge a su vez la tradición de lucha del pueblo trabajador andaluz.

En este sentido, la actualización del Manifestó Programa del PCA, proceso en el que estamos inmersos, debe ser el fruto de una reflexión y de una elaboración colectiva lo más amplias posibles en el seno del Partido que nos lleve, en los próximos meses, a plantear la propuesta comunista para Andalucía. Por lo tanto, este documento deberá recoger el diagnostico que desde el Partido Comunista se hace de la realidad andaluza y de las reformas necesarias para avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria, sin perder de vista el horizonte de una alternativa socialista para nuestra tierra.

Para ello, queremos pensar y proponer los diferentes ejes que conformarán la propuesta comunista para construir la Andalucía del futuro:

En primer lugar, recogiendo lo ya propuesto en el Manifiesto Programa aprobado en el XI Congreso, las y los comunistas creemos que es urgente desarrollar un nuevo modelo productivo para Andalucía que garantice el futuro de las nuevas generaciones y que las fije al territorio a través del fomento del desarrollo endógeno. Asimismo, que impulse la creación de riqueza en condiciones de justicia social y la democracia económica apostando por el cooperativismo y la economía social.

Los poderes públicos deben ser actores claves en el desarrollo de este nuevo sistema productivo, que debe estar guiado por principios de desarrollo ético, social y sostenible, avanzado en la reindustrialización verde de Andalucía, apostando por las energías renovables, la investigación y desarrollo científico que sea capaz de convertir las potencialidad geográficas y territoriales que posee Andalucía en bienestar para el conjunto de sus habitantes. Un nuevo sistema productivo donde el medio rural tenga un papel determinante, a través de una reforma agraria integral donde, más allá del necesario cambio de la estructura de propiedad de la tierra hacia formas más colectivas, avance en la propuesta de medidas de transformación de las estructuras de financiación, producción, transformación, comercialización y distribución de los productos agroalimentarios y que promueva la agroecología. 

Es necesario, también, construir un futuro de igualdad entre mujeres y hombres, avanzando hacia un nuevo sistema de cuidados que reparta equitativamente los tiempos y el trabajo de cuidados que suponga, en última instancia, la superación de la doble explotación (capitalista y patriarcal) que sufren las mujeres trabajadoras andaluzas y que ponga la vida en el centro. Para acabar con la lacra de la violencia machista es necesario desmontar el sistema de opresión patriarcal a través del compromiso firme que debe unir a las instituciones públicas con el movimiento feminista.

La emergencia sanitaria producida por la pandemia del Covid-19 nos ha demostrado la importancia de unos servicios públicos que garanticen nuestro presente y nuestro futuro. No solo la sanidad y la educación, centrales para el sostenimiento de la vida, sino también los servicios sociales, los orientados a las personas mayores o a la conciliación son fundamentales para un horizonte de progreso.

Hemos de comenzar a construir, desde ya, una Andalucía verde para las generaciones futuras. Andalucía posee un rico patrimonio natural que se ve amenazado por la voracidad del sistema capitalista. La agricultura ultra intensiva, la sobreexplotación de los acuíferos, el fracking o el urbanismo sin control en las zonas de costera deben de ser cosas del pasado. Toda la sociedad y, sobre todo, las instituciones públicas deben ser conscientes del reto crucial al que se enfrenta nuestra especie e implementar medidas para empezar a parar el desastre ecológico.

Por otro lado, es necesario avanzar hacia un nuevo sistema de justicia fiscal y laboral, que redistribuya la riqueza y que penalice a los especuladores. La nueva economía digital necesita ser regulada y poner fin a la uberización de las relaciones laborales.  No podemos permitir que empresas exploten a la clase trabajadora andaluzas sin cumplir la legislación laboral y que, además, tributen en paraísos fiscales.

Hemos de fomentar una cultura emancipadora, que recoja el amplio bagaje cultural andaluz, desde sus tradiciones, el mestizaje entre culturales y la innovación de las propuestas culturales más rompedoras y las ponga al servicio del pueblo del que emanan.

Estas son solo algunas ideas para abrir el debate, como se ha dicho, el proceso de actualización del Manifiesto Programa del PCA que comienza ahora y culminará en el próximo Congreso del Partido. Es, pues, el momento de la amplia participación y del debate, de la reflexión teórica basada en la compresión de la realidad cotidiana de nuestro pueblo y de nuestra clase. Como dice la canción, el futuro (de Andalucía) ya está aquí y empieza hoy.