MANUEL DEL PINO: Empezaste a leer a Marx muy joven. ¿Cómo ocurrió?, ¿qué encontraste en él que te atrapó tanto y te llevó a leer más y más textos suyos?

JORGE VERAZA: Conocía ideas de Marx por mi padre y por mi hermano mayor que eran marxistas; así como por el segundo esposo de mi madre, con quién  —desde los 8 años— tenía una relación muy afable y de reflexión teórica e información en las más diversas áreas del saber. La realidad mexicana en sus contrastes de riqueza y miseria, así como de autoritarismo y rebeldía enmarcaban estas comunicaciones y muchas veces eran el motivo de las mismas. La conquista española y la opresión colonial, la guerra de independencia y la invasión norteamericana de 1846/48 con el cercenamiento de más de la mitad del territorio nacional como resultado; de por medio la heroica defensa contra el invasor por parte de los Niños Héroes en el Castillo de Chapultepec —al que de niño visitaba asiduamente— daban profundidad histórica a esta intensa formación. La coherencia de pensamiento de mi padre aunada a su perseverancia y consistencia llevadas hasta convertirlas en actitudes éticas y políticas ante la vida, me influyeron decisivamente. Mi madre —socialista desde joven— divorciada de mi padre desde pocos meses antes de mi nacimiento, era una mujer inteligente, emprendedora y valiente, de mucho carácter; y a mí, como su hijo menor —producto del matrimonio con el hombre que fuera el amor de su vida, según me confesó ya contando yo unos cuarenta años— me prodigaba un afecto profundo y de muy intensa comunicación de toda su emocionalidad y experiencia. En vez de contarme un cuento, acostumbraba cada noche arrullarme con canciones sobre héroes patrios independentistas o combatientes contra la  invasión francesa de 1862; así como de Simón Bolívar, “el héroe de los héroes”. Y siempre concluía cantándome la “Internacional”, antes de ya arroparme bien y darme un beso en la mejilla y otro en la frente para que me durmiera. Costumbre que duró hasta mis 8 años, a causa de sus segundas nupcias.

La revolución cubana fue un faro de esperanza y regocijo para muchísimos mexicanos. Mi madre lloraba conmovida al escuchar los discursos de Fidel; y sobre todo con la noticia de la entrada en La Habana del ejército guerrillero.

Leo el Manifiesto Comunista [1] a los 15 años con este telón de fondo y como horizonte esperanzador y ya sabio —como te cuento— de muchas ideas marxistas antes de leer su primera página.

Para mí el pensamiento de Marx —y el de Engels— aclaró mi mundo y centró mis emociones, en primer lugar. Y luego me sirvió para entender el mundo y propugnar por su transformación revolucionaria no sólo clasista sino integral. Lo que se redondeó a mis 17 años, con mi lectura de los Manuscritos de 1844 [2], texto en el que la crítica de la economía política es postulada como fundamentó de la crítica global de la sociedad; el verdadero objetivo teórico a cumplir. Seis meses después de leerlos, estalla en México el movimiento estudiantil de 1968.

MP: Supongo que te afectó política e intelectualmente la terrible represión que sufrió el movimiento. En todo caso, continuaste con tus lecturas de Marx y pronto leíste El Capital [3]...

JV: Exactamente. Mi participación en el movimiento estudiantil me llenó de entusiasmo y combatividad; además, me abrió la mente para concebir una lucha no sólo económica y política sino también cultural y de profunda raíz democrática. No sólo sino que vino a darle un sentido trascendente y práctico revolucionario a mis recientes experiencias en Alemania y Europa Occidental en general. Pues entre 1966 y 1967 —la Primavera del Amor de por medio— estuve estudiando en ese país, dado que la primaria y la secundaria las había cursado en el Colegio Alemán “Alexander von Humboldt” en México. Esa experiencia de diversidades internacionales de todo tipo, de formas de libertad y de opresión y manipulación variadas, así como el contacto con el movimiento hippie y de gamblers en Europa, no sólo llenó de colorido mi adolescencia sino, también, dio concreción a un internacionalismo sólo abstracto hasta entonces y sólo atenido a lo dado; mientras que ahora lo dado, él mismo, ofrecía sugerencias libertarias y utópicas a ser realizadas y  por las cuales propugnar. Pues bien, todo eso se vio redimensionado en un sentido político revolucionario integral —cuando que sólo parecían haber sido experiencias de vida cotidiana no hacía un año— en el curso de la experiencia del 68 internacional y mexicano en particular. Así que la brutal represión del movimiento estudiantil democratizador mexicano por parte del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, el “Asesino de Tlatelolco”, por supuesto que me cimbró y entristeció pero el contenido vital y combativo para mi involucrado, posibilitó que con más ahínco y convicción propugnara por la transformación revolucionaria del mundo, en vez de caer en  depresión o en alguna forma de desesperación. Se vieron eso sí cerradas las vías democráticas en mi país, ahora de modo patente; y la vía guerrillera apareció como único camino. Recién retornado de Alemania leí el Diario del Ché en Bolivia [4]; y en todo México se desataron múltiples movimientos armados guerrilleros. Así que los meses y años siguientes estuvieron llenos de noticias sobre su represión y reivindicaciones. Por mi parte después de un corto lapso de tiempo en que —en medio de la impotencia general— la guerrilla me pareció la única salida, se me hizo evidente mi falta de preparación ante la necesidad generalizada de  conocimientos, de conciencia cívica y de clase que sufre mi país. Mi inteligencia y dotes intelectuales, así como mi preparación cultural previa relativamente sólida (obras completas  de Shakespeare leídas entre los trece y catorce años; Don Quijote [5], El Decamerón [6] y La Divina Comedia [7] entre los catorce y los quince etc.) me sugirieron el camino revolucionario que debía seguir por que era en el que mi contribución podría ser óptima.

Y, fíjate, debido a la larga huelga estudiantil del 68 y de posteriores, el calendario escolar se desfasó tanto hacia 1973, que al terminar mis estudios de bachillerato debí esperar 13 meses antes de ingresar en la Universidad en la escuela de Economía —carrera por la que opté, aunque mis preferencias eran por filosofía o por física, debido a que era aquella en la que el número de horas dedicadas al marxismo era superior— así que entré habiendo leído ya El Capital bajo la dirección de Bolívar Echeverría durante cuatro semestres; pues iniciado el último año de bachillerato me inscribí en el Seminario de El  Capital, que después de 1968 se había inaugurado en la escuela de Economía de la UNAM.    

MP: Ese Seminario sobre El Capital debió de ser fundamental en tu desarrollo intelectual porque, aún antes de licenciarte en Economía, ya participaste en él como profesor y acabaste a principios de los ochenta siendo su Coordinador...

JV: Efectivamente. Ramón Ramírez lo fundó, un exiliado español muy cercano a la Revolución Cubana. Y Bolívar Echevarría fue invitado a impartir clases en él al semestre de haber yo iniciado la lectura de El Capital con Pedro López y Gilberto Argüello, intelectuales del PCM [8] muy bien formados. Pero desde la primera sesión con Bolívar, en la segunda mitad de 1972, a todos los integrantes del curso nos fue evidente la gran distancia que había entre ellos y él. Pues su lectura de El Capital retomaba lo mejor de las lecturas europeas de ese entonces; la de Althusser y su escuela, la del marxismo italiano, Panzieri y Negri incluidos, así como la de Alfred Schmidt, Backhaus, Alvater, Reichelt, Krahl, etc, y más allá del marxismo alemán, la lectura de Rosdolsky y la de Kosik y la del ruso Ilienkov etc. Pero, además, los criticaba —especialmente a la de la neoestalinista escuela althusseriana— y proponía una interpretación original así refinada. De suerte que con el Lukács de Historia y Conciencia de Clase [9] y con Korsch, teníamos de nuevo a la crítica de la economía política en su especificidad y al proyecto crítico de Marx en su integridad, puesto en pie ante nosotros. Ni hablar que el Filosofía de la praxis [10], de Adolfo Sánchez Vázquez era telón de fondo para asumir el carácter ontopraxeológico del pensamiento de Marx, según lo caracteriza Zeleny [11]. Basta  leer de Echeverría su Discurso Crítico de Marx [12]  —producto de esos años de estudio para tener una probada de lo que estoy diciendo, como quien degustara un vino jamás conocido en Europa y sin embargo superior al mejor de allá y con cierto regusto a los vinos franceses, a los del Rhin y hasta al dulce vino  griego de Samos etc.; pero con un dejo radical cubano y latinoamericano en rebeldía que por un extraño rodeo se acompasa muy bien con Rosa Luxemburgo y con los consejistas alemanes y holandeses, Henrik  Grossmann [13] y Paul Mattick [14] de por medio. Pero no se crea que es un potaje ecléctico  de lo que hablo; sino que ninguna sutura es perceptible al tacto y, más bien, un único movimiento interpretativo problematizador del texto de El Capital es lo que recibimos como una refrescante bocanada de aire puro. No puedo aquí sino resumir y metaforizar. Pero, ciertamente, toda la obra de Bolívar Echeverría desde entonces hasta su teoría crítica del cuádruple ethos de la modernidad capitalista, se basa y vertebra en su lectura de El Capital.

Diré ya sólo que como los acusmáticos, estuve atento a la enseñanza de Bolívar Echeverría desde entonces hasta 1978 en que fungiera como director de mi tesis de licenciatura: Presentación de las tesis principales de la crítica de la economía política. Un ejercicio: Georges Bataille [15]. En la que desde la perspectiva de los Manuscritos de 1844 (comentados como Introducción) y apoyándome en El Capital, el Capítulo VI inédito [16], los Grunndrisse [17] y el Urtext [18], pongo a prueba las tesis de la crítica de la economía política de Marx confrontándolas con la crítica de la “economía limitada” desde la “Economía General”  formulada por Bataille en La Parte Maldita [19]. De suerte que en el capítulo quinto, a propósito de dar cuenta de las condiciones históricas de posibilidad del discurso batailleano sobre el consumo y el gasto, me veo obligado —ante los materiales, por así decirlo, teóricos y reales que tengo ante mí— a formular por vez primera el concepto que caracteriza al capitalismo contemporáneo; el de subsunción real del consumo bajo el capital, precisamente sobre la base de los de subsunción formal y real del proceso de trabajo bajo el capital formulados por Marx. Pero esta caracterización supone rebasar la del imperialismo hecha por el muy admirado por mí, Lenin [20], precisamente para reconectarnos directamente con Marx para analizar al capitalismo contemporáneo no sólo en su generalidad sino en su especificidad [21].

MP: Siempre me ha llamado la atención la presencia en El Capital, y en los materiales elaborados por Marx durante su redacción, de una serie de conceptos con una enorme potencialidad teórica para entender el capitalismo de ayer y de hoy y que, sin embargo, la tradición marxista apenas considera. No es tu caso, que construyes esa conceptualización de subsunción real del consumo bajo el capital a partir de dos de esos conceptos: la subsunción formal y la subsunción real del trabajo en el capital...

JV: Tienes mucha razón. Se trata de conceptos utilísimos y sorprendentes, producto de una reflexión realmente profunda. Pues si de entrada parecen ser sólo otra manera de decir plusvalor absoluto y plusvalor relativo, los de subsunción formal (sf) y real (sr) caracterizan el modo, profundidad y extensión en que esté ocurriendo el dominio del capital sobre el trabajo en vista de lograr la explotación de plusvalor. Lo que ya constituye un gran aporte estructural y funcional de Marx para analizar las diversas situaciones prevalecientes en la sociedad burguesa hoy mundializada. Conceptos que permiten determinar el dominio del capital industrial, el modo en el que los esclavos penan, así como las alternativas que se les ofrecen en cada situación. Indicaciones de cómo organizarse y de cómo resistir en cada ocasión; y aun, de cómo proceder para la transformación revolucionaria de las relaciones sociales capitalistas. Pero quizá sea más sorprendente la dimensión genética propia de estos conceptos; pues nos permite pensar la historia del capitalismo. La teoría de la subsunción formal y de la subsunción real del proceso de trabajo bajo el capital  es decisiva para la comprensión histórica del capitalismo a lo largo de todas sus fases; por eso se echa de menos en la reflexión de Lenin sobre el capitalismo.  En efecto, los conceptos de sf pt/k y de srpt/k constituyen el núcleo de la teoría del desarrollo histórico capitalista de Marx; misma que se redondea con la ley del desarrollo capitalista, la ley de la tendencia de la cuota de ganancia a descender; que no sólo es la ley de las crisis capitalistas y ley del dominio del capital industrial; sino, como digo, del desarrollo histórico capitalista en general. Pero, precisamente, para que muestre de modo patente y concreto esa riqueza suya, dicha ley debe ser puesta en contacto con los conceptos nucleares con los que Marx piensa el desarrollo histórico no sólo del paso del feudalismo al capitalismo y del desarrollo capitalista del siglo XIX sino de todo posible capitalismo, los de sf y srpt/ k [22].

Y bien, si de pronto constatamos como es el caso en la actualidad, que el capital industrial adquiere una gran medida en cada uno de sus emplazamientos y aun se nos muestra de medida geopolítica mundial, y que en acuerdo a esa medida muestra un poder acrecentado; y que de lograr dominar el proceso de trabajo humano  —tanto en su forma como en cuanto a su contenido real—  para explotarle plusvalor a la clase obrera, logra remodelar y destruir el medio ambiente en el que la sociedad se reproduce y fabricar novísimos medios de consumo a cual más nocivo, con los que reproducen su vida celularmente los seres humanos, tenemos que asumir que si antes el capital industrial dominaba el proceso de producción directamente y el de reproducción de la sociedad sólo indirectamente — comercial, financiera, política y culturalmente— ahora también está logrando un dominio directo del proceso de reproducción de la sociedad. Estamos viviendo la era de la subsunción real de la reproducción social bajo el capital operada mediante srpt/k; o en otros términos la era de la subsunción real del consumo bajo el capital (src/k) [23] pues es el logro del sometimiento del contenido material del consumo humano lo que ha habilitado al capital para lograr el sometimiento real y directo —además del indirecto aludido— del proceso de reproducción de  la sociedad. Las células de nuestro organismo se reproducen con los valores de uso que consumimos; he ahí el carácter estratégico del  sometimiento real del consumo y de su liberación.

¿De qué estoy hablando?  Por un lado, de cuerpos y mentes sometidos directamente por los valores de uso nocivos que el capitalismo produce  en apoyo del sometimiento del proceso de trabajo en el que se produce la riqueza objetiva de la sociedad y que el capital se adueña. Y  por el contrario, estoy hablando de la autogestión libertaria y comunitaria y cara  a cara de nuestros cuerpos y de nuestras mentes y de la autogestión libertaria y comunitaria del proceso de producción social. La src/k —calentamiento global, enfermedades degenerativas in crescendo, y , en fin, degradación civilizatoria generalizada  de por medio y todo para sólo así garantizar la existencia  del capitalismo, esto es, del avasallamiento y enajenación totales de los seres humanos (enajenación total de la que forma parte, por supuesto, la destrucción ecológica)— la src/k, digo, abre la empresa histórica del desencadenamiento de la crítica global de la sociedad tanto en un sentido teórico como en su articulación práctica, diversificada y creativa. La src/k es la srpt/K que produce no sólo plusvalor absoluto y relativo sino simultáneamente —y hoy de modo sistemático— valores de uso nocivos y que los produce así porque sólo con ellos y no más con valores de uso salutíferos para los seres humanos, se pude realizar el plusvalor contenido en las mercancías que vomita el capital sobre la sociedad y sobre la naturaleza. Y es a nosotros a quienes nos toca contestar a este predicamento.

MP: Marx plantea que la condición fundamental para que sea posible la producción de plusvalía relativa y, en consecuencia para que sea posible la subsunción real del proceso de trabajo bajo el capital, consiste en el desarrollo de la ciencia “al servicio del capital”. ¿Podrías darnos algunas indicaciones del papel que juega la ciencia y la técnica en los procesos que acabas de describirnos?

JV: Efectivamente, la técnica y las ciencias tanto las naturales como las sociales, son requeridas por el capital sistemáticamente para poder incrementar la explotación de plusvalor relativo a la clase obrera mediante el desarrollo tecnológico que propicia el incremento de la productividad; y esta descripción es el contenido decisivo del concepto de srpt/k. Consecuentemente, el sometimiento de las ciencias por el capital constituye un factor esencial para el desarrollo de la srpt/K, aunque en los periodos iniciales de esta subsunción incluso ya en su figura de maquinaria y gran industria —no se diga en los de cooperación y de división del trabajo y manufactura— fueron los propios capitalistas o los obreros con base en la experiencia laboral y la observación y no los científicos, quienes dieron los pasos decisivos de la srpt/k. Pero, posteriormente, con máquinas más complejas cada vez y procesos cooperativos, de división laboral y de integración psicológica de equipos de trabajo cada vez más bastos y complejos, es evidente que cada siguiente paso de la srpt/k sólo puede ser dado mediando el sometimiento de las ciencias bajo el capital.

Ahora bien, es muy importante caracterizar la profundidad y extensión de este sometimiento. En correlato con la premisa asumida por Marx en El Capital, de que el soporte del valor de las mercancías es el valor de uso satisfactor de las necesidades humanas; y ello precisamente  en tanto valor de uso positivo, el desarrollo tecnológico sometido al capital es, también, positivo; pues debe producir ese tipo de valores de uso. Así que la ciencia que el capital somete, es aquella que en acuerdo a la verdad ontológica y antropológicamente considerada posibilitaría la producción de valores de uso positivos. Es decir que en  El Capital se asume que  el capital subsume sólo formalmente a la ciencia bajo el capital (SFc/K). Y aunque durante el siglo XIX llegaron a producirse valores de uso nocivos casualmente y la industria capitalista inició el deterioro ambiental, preponderó la producción capitalista de valores de uso positivos mediante tecnología y conocimientos correspondientes; sólo en lo referente al consumo obrero, la degradación de los valores de uso fue intensa; pero, precisamente, reconocida por todo mundo —incluidos los infractores— como una degradación para abaratar costos e incrementar ganancias a costa de los obreros. Como se ve, la srpt/k se coordina, aquí, con una SFc/k. Pero poco a poco va  acumulándose un lastre de valores de uso nocivos producidos por el capital y que inciden en el consumo humano general— no sólo obrero— y unas tecnologías capitalistas correspondientemente nocivas. Caso resaltante es el del creciente consumo de azúcar y de harinas refinadas. Así que inicia una incipiente src/k, para la que la explotación de plusvalor relativo al obrero se acompaza con una lesión, también, en la fisis de los consumidores en general mediante valores de uso nocivos con base en una tecnología capitalista nociva (tkn).

Pero conforme nos acercamos al fin del siglo XIX y, sobre todo, conforme nos adentramos en el XX y la industria química se compenetra con la explotación petrolera (iniciada en Pensilvania en 1858), la generación capitalista de valores de uso nocivos crece cada vez más. El desarrollo de la industria automotriz y las dos guerras mundiales fueron la ocasión para desarrollos tecnológicos pacíficos ulteriores basados en conocimientos y técnicas generados para la guerra; y que resultaron ser valores de uso nocivos y tecnologías nocivas, como fue el caso de los agroquímicos; y que, incluso, supusieron ya el sometimiento real de la ciencia bajo el capital (SRciencia/k). Evento que se volvió sistemático con la conformación a partir de la década de los 60 del siglo XX, de toda una civilización petrolera —tal y como lo denuncia  Andrés Barreda [24]— en tanto figura histórica de una cada vez más dominante src/k.

Este breve panorama nos permite entender que la obra clásica de John D. Bernal [25] sobre la historia  de la ciencia se mueve intelectualmente dentro del horizonte de la SFc/k, aunque fácticamente observa fenómenos de tkn y de SRciencia/k, intentando denunciar a ambos como si se tratara de asuntos que no involucran ya la src/k y como si fueran sólo casos de SFc/k. Y todo ello sin, por lo demás, concebir con precisión a la propia SFc/K debido a no retomar los conceptos de Marx de sf y srpt/k. Ciertamente, una nueva historia crítica de la ciencia espera ser narrada.

Vistas así las cosas, la SRciencia/k corresponde a una sistemática producción de valores de uso nocivos con base en una tecnología capitalista nociva (tkn)26 en la que dicha ciencia subsumida realmente bajo el capital se ha objetivado. Es decir, que sólo una vez desarrollada con cierta amplitud la src/k, en medio de un mar de valores de uso subsumidos realmente bajo el capital y por ende nocivos, tiene lugar la SRciencia/k como parte de dicha subsunción; esto es, sólo en un contexto tal se precipita el hecho de que  la ciencia en tanto valor de uso sea subsumida realmente por el capital; así que en vez de responder prioritariamente a su índole social (bien común) y epistemológica (verdad)  es transformada en un valor de uso nocivo ella misma encaminada a generar una tkn y valores de uso nocivos para todo tipo de consumos. Responde en primer lugar al interés privado de maximizar las ganancias a costa de lo que sea; y la verdad es negada como su producción específica, reputándose a la utilidad como el nuevo valor científico central.  Habrá que sufrir la participación de científicos  de la talla de Einstein, Fermi y Szilard en la fabricación de la bomba atómica, no digamos su estallamiento doble, como magno síntoma de lo dicho. La Crítica de la Razón Instrumental de Max Horkheimer [27], denuncia dicha transformación del valor de uso de la ciencia en un sentido nocivo ya cuando campea como fenómeno dominante (1947). Y no tardó en quedar sometida sistemáticamente la ciencia al Complejo Militar Industrial (1951), primero al estadounidense y, después al soviético y al de cada nación capitalista desarrollada, presuntamente por razones de seguridad nacional; ámbito en el que se ensayó la mediación, connivencia y contubernio entre el sector privado y el estatal, con lo que la SR ciencia /k progresó degradantemente. El quiebre de la ética de los científicos en este sentido general fue la base para el siguiente paso en la SRciencia /k: la sr de la misma no ya  al capital social estatal sino, incluso, bajo cada uno  de los grandes capitales transnacionales, ya sin mediar el pretexto de la seguridad nacional; tal y como lo muestra el despliegue de Monsanto o Singenta, etc., en la producción de transgénicos; o  como el desarrollo de la nanotecnología por diversas empresas, fenómenos ambos denunciados ampliamente por el grupo de investigadores del ETC Group, coordinado por Pat Mooney. Síntoma indeleble del sometimiento incluso epistemológico de la ciencia bajo el capital, es decir de su sr bajo el capital, lo constituye el tardío (2008) reconocimiento del calentamiento global por la ciencia oficial, con un retraso de por lo menos cuarenta  años.

Parte de la src/k, la SRciencia/k no sólo genera una src/k  más extensa y potenciada, sino que desencadena un nuevo tipo de acumulación originaria de capital, antes sólo eventualmente suscitada y de medida muy menor. Me refiero a la que he llamado acumulación originaria residual terminal (AORT) [28]. Pues tiene por objeto específico despojar a los productores directos —léase a la humanidad en general— no ya de la tierra e instrumentos de producción para labrarla, lo que por lo demás prosigue, sino de los remanentes o residuos que no les habían sido arrebatados por no importar o no parecer útiles en general y al capital en particular; pero, precisamente, ahora, nuevos conocimientos científicos mediantes, se han vuelto valiosos, valores de uso que el capital ya puede utilizar para acrecer su proceso de acumulación; y procede a despojarlos. Caso, por ejemplo, de los conocimientos ancestrales de comunidades  amazónicas o de las sierras y selvas del mundo en general, que pasan a ser patentados como propiedad privada de empresas farmacéuticas en vista de lucrar con ellos. Biopiratería que no es sino el síntoma de un despojo generalizado  análogo. Otro caso  es el ocurrido a toda una población de dos cientos mil habitantes cuando violando todas las normas y los científicos a cargo de las mismas, haciéndose de la vista gorda, permiten el funcionamiento de una gasolinera, por ejemplo, sobre un manto acuífero de aguas someras sobre un predio a escasos 300 metros aguas arriba del principal pozo de abastecimiento de agua de la ciudad. Así que el peligro de contaminación del agua usada por entre 100 y 150 mil personas es inminente. Sufren despojo de sus condiciones de producción y de subsistencia. Y llama la atención la utilización integral de múltiples tecnologías en un sentido nocivo como el que nos muestran los proyectos de “Geoingeniería”, esto es de remodelación del clima del planeta en tanto valor de uso.

Y ya tocamos la dimensión terminal de esta nueva acumulación originaria de capital y no sólo el hecho de que arrebata los residuos. En efecto, los transgénicos pueden ser terminales para la biosfera, como terminal para la humanidad se significa el calentamiento global evidentemente; o terminales son las catástrofes nucleares como las de Chernobil o Fukushima para una parte de la humanidad; como en el referido caso de la gasolinera. Y esto está sucediendo de manera multiplicada en todo el orbe. Se trata de la globalización de la AORT caminando de la mano de la SRciencia/capital en tanto que ambas son articulaciones de la src/k sustentada en una tkn. Intencionalmente concentro los diversos conceptos que tuvimos que utilizar para caracterizar los fenómenos involucrados, para que se haga patente no sólo su novedad sofisticada propia de una segunda naturaleza en versión retorcida o cuasimódica  sino, también, el hecho de que es mediante conceptos de la crítica de la economía política de Marx rediseñados según su lógica inmanente que es posible pensar con precisión dichos fenómenos.

La ciencia y la técnica son formidables fuerzas productivas de la humanidad que el capital somete  convirtiéndolas en fuerzas productivas del capital, en tanto se sirve del valor de uso positivo de las mismas enderezándolo a la producción de mercancías para que contengan la mayor cantidad de plusvalor explotado a la clase obrera. Otra cosa es lo que aquí se nos muestra con la SRciencia/k: aquí la tkn no sólo produce plusvalor sino que la ciencia y la técnica mismas se han degradado casi dejando de ser fuerzas productivas de la humanidad, incluso bajo el estatuto de ser utilizadas para explotar plusvalor; sino que son fuerzas contrarias a la afirmación y sobrevivencia de la humanidad: ciencia y tecnología capitalista específicamente nocivas y propiamente no productivas, pues que la noción concreta de producto involucra la de ser un bien no un mal cada vez más terrorífico y destructor de humanidad y vida. En el mundo de hoy la liberación de la humanidad se trenza con la empresa de lograr su sobrevivencia y esta con la liberación de la ciencia y de la técnica respecto del sometimiento real que sufren bajo el capital, convirtiéndolas este sometimiento en valores de uso nocivos poderosísimos;  vuélvese así patente —algo que en El Hombre Unidimensional (1957) de Herbert Marcuse [29], quedó equívocamente negado— el que la liberación del proletariado coincide con el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad y ambas con la liberación de esta.

MP: Junto al marxismo, tu otra gran pasión es Latinoamérica: obtuviste el Doctorado en Estudios Latinoamericanos...

JV: Ciertamente, Manuel. Desde el pecho y los arrullos de mi madre, como te relaté; y luego durante mis estudios de primaria y bachillerato, pues la formación en ese entonces —y todavía hoy aunque en menor medida— era profundamente nacionalista. Y desde la Revolución Cubana, Latinoamérica como un todo significó para mí la patria ampliada; cuya vocación de independencia frente a E.U. era necesariamente antiimperialista; y en vía al socialismo, dada la inclinación proyanki de las oligarquías burguesas vernáculas; de suerte que si había que ser independientes del imperio, no podía contarse con que la burguesía dirigiera al pueblo a tal fin, sino que debía ser este el que lo realizara con la participación de miembros de la burguesía esclarecidos o sin ellos. De hecho, la nación burguesa veía cada vez más dificultada su mera posibilidad conforme sentaba sus reales el neoliberalismo; y la nación proletaria sometida por aquella —que no sólo la clase proletaria explotada por la burguesía nacional y transnacional— la nación proletaria, digo, de por sí carente de territorio, tenía que aliarse a la nación plebeya en vista  de afirmar la soberanía nacional que la burguesía no defendía. Afirmación soberana que obligaba  a la territorialización de la nación proletaria y a la expansión territorial de la plebeya. Lo que solamente podía ocurrir mediante un proceso revolucionario o de reformas radicales antineoliberales y antiimperialistas, que propugnaran por devenir anticapitalistas. Explicación  que expuse en La lucha por la nación en la globalización.  ¿Quién lucha? ¿Y por qué tipo de nación? [30] (2005) basado en ideas que logré aclararme hacia 1985. Posteriormente, gestas como la de Hugo Chávez en Venezuela (1998) o como la de Evo Morales y el MAS en Bolivia (2005), me parece que corroboran dichas ideas rectamente; mientras que la burguesía nacionalista brasileña aliándose con el PT para llevar  a Lula da Silva a la presidencia  de la república, mostraba que los burgueses habían hecho mejor sus cuentas y no querían dejarle la mayor tajada de la riqueza nacional a las empresas transnacionales sino apropiársela ellos; para lo cual entendieron que era necesario un dirigente socialista con amplio apoyo de masas, en especial obreras. Lo que constituye una variante de lo dicho, si bien se mira.

Aludes a dos pasiones mías; y es buen modo de hablar, plástico y elegante; pero quizá debido a la mencionada influencia materna, la verdad, a mí se me da todo en un sólo movimiento confundido: marxismo, México y América Latina. Y confundido con la aparentemente abstracta idea de liberación de la humanidad y de internacionalismo proletario; que las vivo como asuntos concretos. Así que intentando darle concreción teórica a la del internacionalismo proletario, forjé —en el contexto de una intensa discusión mexicana sobre la nación en la que Bolívar Echeverría [31] pusiera los puntos sobre las íes, forjé— el concepto de nación proletaria que te salió al paso como si nada hace un momento. Premisa del internacionalismo proletario, la nación proletaria —en tanto lugar de los nacimientos de generaciones—, expropiada del territorio nacional que la nación burguesa se apropia, pero poseedora de una compleja identidad histórica singular múltiple, confiere concreción a dicho internacionalismo. Sin embargo, es mera coincidencia mi doctorado en Estudios Latinoamericanos. En vez de otra opción de doctorado —filosofía y sociología eran mi primera y segunda— seguí la de dichos estudios a invitación de Ruy Mauro Marini, que a fines de los noventa estuvo al frente de ese posgrado en la UNAM; por lo que pude postular como trabajo de tesis una investigación que venía haciendo y que, finalmente, titulé: 1847-1997. Los Escritos de Marx y Engels sobre México y E.U. (Su Coherencia y Vigencia en Confrontación con el “Marx y América Latina” de José Aricó) [32]. En la inteligencia de que Aricó soslaya lo fundamental de dichos escritos, además de asumir falazmente que Marx aplaude la invasión estadounidense de 1847 a México; sobre la base de  tergiversar una ironía histórico dialéctica de Marx. Y en paralelo le confiere valor máximo —en referencia  a la concepción de Marx sobre América Latina— al artículo de este sobre “Bolívar y Ponte”, en el que Marx, panne lucrando como atinadamente señalara Aníbal Ponce, nos ofrece una semblanza del Libertador basada en fuentes insuficientes acerca de la personalidad y gesta de Simón Bolívar. Cuando que son los escritos sobre México —en especial el contenido en “Los Movimientos de 1847”, como dije, tergiversado y mal leído por Aricó— los que ofrecen el posicionamiento auténtico de Marx respecto de América Latina en el contexto de su visión del desarrollo histórico capitalista mundial; pues se contiene en dicho escrito la sorprendente previsión, con casi 100 años de anticipación, de la próxima hegemonía mundial de E.U. sobre la base  del dominio del territorio que estos le arrebataran a México y que habilita  a E.U. a dominar la Cuenca del Pacífico amén de la atlántica. Lo que abrirá una nueva era en el desarrollo histórico capitalista (la nuestra); no sobre la base de un cambio funcional en la relación de producción dominante, como el que imaginara Lenin fusionando al capital industrial y al bancario bajo el nombre de capital financiero. Sino teniendo Marx como clave de su teoría del imperialismo al valor de uso; ese territorio, por ejemplo, que el capitalismo norteamericano somete o subsume. Por eso es que el título previo de mi tesis de doctorado había sido: México y la verdadera teoría del imperialismo de Marx. La invasión estadounidense y la francesa o Geopolítica y Estrategia revolucionaria.

En definitiva, el desencuentro de Marx con América Latina que Aricó termina por sellar con base en los procedimientos aludidos, puede ser revertido y transformado en reencuentro, si se sacan las conclusiones racionales de una recta interpretación del planteamiento de Marx sobre la región y sobre la historia del capitalismo. Del reencuentro de Marx con América Latina. En la época de la degradación civilizatoria mundial [33], es el título de la antología de mi obra que obtuvo el VII Premio Libertador Simón Bolívar al Pensamiento Crítico en 2012; libro que contiene además de pasajes escogidos de los dos recién aludidos sobre la nación y sobre los escritos de Marx y Engels sobre México, otros sobre mi interpretación de El capital, sobre la historia del desarrollo capitalista y sobre mi teoría de la subsunción real del consumo bajo el capital para dar cuenta de la especificidad del capitalismo mundial contemporáneo, así como sobre “la dialéctica del amo y del esclavo” de Hegel y sobre El malestar en la cultura [34] de Freud, autores decisivos para analizar la  cultura contemporánea y, en especial, su centro rector, la ideología de dominio; con su doble amenaza de muerte al esclavo: desde la voz del amo (Hegel) y desde la voz del amo en función ventrílocua o fingida como si naciera desde el corazón del esclavo (Freud) .

MP: En la única modificación importante que realizó al Manifiesto Comunista, tras la comuna de París y sin duda como consecuencia de sus análisis teóricos que desembocaron en El Capital, Marx sostiene que “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines”. En relación a ello, ¿cómo ves la situación de los procesos latinoamericanos que has citado?

JV: Cuando Marx escribió eso, sacaba enseñanzas de lo ocurrido en la Comuna de Paris en 1871. A juicio de Karl Korsch en sus escritos sobre esta, se trata de un gobierno democrático nacido de una revolución popular pero que no llegó a ser socialista; así que critica a Marx por creerlo. A mi modo de ver, Marx coincide con Korsch —aunque este no lo cree así— pero saca enseñanzas de esta gesta revolucionaria que servirán para una próxima revolución socialista propiamente dicha [35]. En cualquiera de los dos casos, los procesos latinoamericanos actuales, en especial de Venezuela y Bolivia, con sus respectivas diferencias, distan de lo sucedido en la Comuna de Paris. En los procesos latinoamericanos la máquina estatal burguesa se encuentra intacta en su esencia; aunque con añadidos decisivos de gestión popular ausentes en otros países capitalistas; y que cumplen la función de canalizar a favor del pueblo excedentes que antes se apropiaban las empresas transnacionales y la burguesía nacional, particularmente excedentes petroleros. Estas modificaciones en la estructura estatal, si bien no la alteran en su esencia en tanto garante de la acumulación del capital nacional —toda vez que la burguesía nacional ha perdido su antigua vocación nacionalista y entrega las riquezas nacionales a las empresas transnacionales para quedarse así con las sobras— sólo pueden existir sobre la base de una amplia movilización social caracterizada por ser democrática, antiimperialista, antineoliberal y —menos nutrida y potente pero ciertamente presente—  anticapitalista. Me refiero a las instancias de gobierno que redistribuyen el ingreso, que gestionan la economía en un sentido no entreguista y otras en las que se organiza el poder popular democráticamente apoyando al presidente de la república, de probada vocación antiimperialista, nacionalista y socialista; mismo que ha sido elegido democráticamente en votaciones transparentes y legítimas, en las que todos los partidos —en especial los de la burguesía— han participado. Líder auténtico de masas puesto a su servicio, se ve apoyado en su gestión directamente por las organizaciones populares de base;  de cuya  gestión democrática emanan continuamente directrices de gobierno que este jefe de estado intenta implementar fielmente, dada su vocación. Así que el talante  personal del líder político es aquí decisivo.

Sin embargo, aunque esta relación biunívoca (presidente líder de masas / poder popular organizado democráticamente) constituye la columna vertebral del nuevo gobierno favorable  al pueblo, es la democracia representativa y no ésta de las organizaciones populares la que domina la vida soberana de esas naciones. Pues sólo así se garantiza que la burguesía pueda tener una representación significativa en el estado nacional. En el entendido de que de otra suerte, se abriría un proceso de confrontación armada en el que el imperialismo norteamericano se inmiscuiría apoyando a la oligarquía vernácula contra el poder popular. Adicionalmente,  cierto número variable de gobiernos o alcaldías regionales de elección popular son ocupados por representantes de dicha clase, así como un porcentaje a veces mayoritario de los escaños de los congresos correspondientes. Finalmente, la gestión gubernamental —en especial la presidencial— no puede permitirse no fomentar la acumulación de los capitalistas nacionales eficientemente, mientras endereza los poderes económicos, políticos y culturales del Estado para beneficiar a las masas obreras, campesinas y de la pequeña burguesía. De suerte que la intensa  ambivalencia de todo el proceso político descrito se reconcentra en la gestión presidencial fuertemente apoyada por las organizaciones populares; relación no carente de fricciones, por supuesto; pero que confieren al proceso ambivalente el sentido característico antes mencionado. Por eso es que, por ejemplo, en Venezuela, Hugo Chávez pudo lanzar la iniciativa del “socialismo del siglo XXI”; no como demagogia sino como consigna movilizadora de las masas y como proyecto a intentar realizar paulatinamente en la medida de lo posible cada vez. Y ciertamente se han creado grandes comunas democráticas de miles de personas tanto convivenciales como de producción, algunas exitosas otras no; que detentan un papel todavía magro en la economía nacional. En general, más allá de la histórica experiencia venezolana, las contradicciones de estas sociedades lograrán resolverse a  favor del pueblo, sólo en la medida en que surjan constantemente y se los fomente, procesos democratizadores y aun de democracia directa; hasta el punto incluso en que esta someta  a la representativa. De lo que están muy lejos aún los gobiernos antiimperialistas y  progresistas latinoamericanos.

Con los procesos latinoamericanos aludidos se trata, en definitiva, de eventos como los que el Manifiesto del Partido Comunista describe en el programa de transición formulado en sus últimas páginas. Sociedades de transición al socialismo, se las ha llamado. Y lo son ciertamente y, por ello, necesariamente sociedades burguesas de transición; pues sólo así tiene sentido la idea de transición. Desafortunadamente, tanto la lectura de Lenin [36] de estos pasajes del Manifiesto —y de la realidad— como la del Che Guevara [37], fuertemente influenciada por Lenin, tienden a proponer el periodo de transición como un evento que ha trascendido ya el horizonte de la burguesía. Ahora bien, la meta máxima a la que una sociedad burguesa de transición puede arribar consiste en que la democracia directa domine a la democracia representativa y se sirva de ella para afianzar y promover su poder, el poder del pueblo [38]. Gestión democrática aun compatible con la existencia de la propiedad privada. Y es máxima, porque constituye ya una forma política que bajo ciertas condiciones ya sería adecuada para que exista a nivel económico la abolición de la propiedad privada y la existencia de la propiedad común de los medios de producción. Lo que nos entregaría una sociedad propiamente socialista. Sobre todo, si esta gestión económica (abolición de la propiedad privada etc.) y política (democracia directa mediante democracia representativa) está sustentada en fuerzas productivas positivas y no en tecnologías capitalistas nocivas (tkn) por ser productoras de valores de uso nocivos, aunque ya no cumplan la función de explotar plusvalor a la clase obrera; y cuyo despliegue técnico redunda en destruir bienes comunes y en degradar la salud física y mental del pueblo.

Así que, de hecho, tenemos una gran discontinuidad entre la sociedad burguesa y la socialista: la abolición de la propiedad privada; pero esta es posible efectivamente —y no sólo de palabra— si convive con dos continuidades; la primera muy subrayada por el propio Marx , es el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad —lo que hoy supone la destrucción de la dominante tkn—; mientras que la segunda —también reconocida por Marx y Engels— es el desarrollo de la democracia hasta alcanzar no sólo la figura  de la Comuna de Paris, sino aun desde el seno de la sociedad burguesa, la figura de democracia directa mediante democracia representativa; según la podemos encontrar descrita ¡sorprendámonos! en los escritos políticos de Sade de 1792,  desarrollados con base en tesis de Marat. En síntesis: abolición de la propiedad privada/ suficiente desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad/ democracia directa mediante democracia representativa, triángulo que no ha sido realizado hasta hoy. Pues, por ejemplo, el Soviet Supremo en lo que fuera la URSS, fue un órgano de democracia representativa y que dominaba a las instancias de democracia directa. Lo que no es sino una variante del modo en que se afirma el dominio burgués republicano. De suerte  que la abolición de la propiedad privada de los medios de producción fue desviada en dirección a la apropiación del excedente por quienes controlaban el Estado. Capitalismo de Estado o, si se quiere —para decirlo con un concepto  del Marx de los Grundrisse—  “gobierno despótico de la producción”, es lo que allí se tuvo.  Por lo que  una sociedad socialista  auténtica aún está por nacer.  Por supuesto los procesos latinoamericanos juegan sus cartas y posibilidades en el horizonte descrito por los conceptos recién vertidos; por eso es que ha cabido hablar de ellos. 

MP: Para finalizar, ¿qué cuestiones crees que debe afrontar la teoría marxista hoy día para profundizarse y ayudar a construir el camino hacia una vida sin explotación?

JV: La aplicación exitosa de la ley del desarrollo y del dominio del capital industrial formulada por Marx en los Grundrisse y en El Capital, la ley de la tendencia  de la cuota  de ganancia  a descender, para explicar y aun para pronosticar la crisis económica de 1971-1982 —aplicación exitosa que volvió a hacerse patente en la actual crisis en curso y que estallara en septiembre de 2007— demuestra empírica y científicamente, teórica e históricamente, la verdad, actualidad y coherencia del pensamiento de Marx en su conjunto y en lo esencial: método, arquitectura y aun temas torales, pues esa ley redondea el corpus de El Capital y este el del materialismo histórico. Por eso es que desde 1983 —a 100 años de la muerte de Marx— se volvió evidente también de un modo histórico y teórico- que la crisis del marxismo no es crisis del pensamiento de Marx sino del  de los marxistas. Así que la primera tarea de la teoría marxista hoy es la de establecer la diferencia crítica entre ambos, así como la especificidad del de Marx; incluidas las consecuencias para su aplicación a la realidad contemporánea. Lo que puede resumirse diciendo que se  trata de una lectura científica de El capital [39] (y del materialismo histórico todo), de una crítica  a las teorías del imperialismo, la de Lenin en primer lugar —por supuesto desde la perspectiva de El Capital— (y de otros menores desacuerdos de los intérpretes con Marx) y de  la demostración del dominio del capital industrial hoy [40], así como de su proceso histórico de desarrollo [41]. Hace casi cuarenta años que me dedico a esta labor  de reconstrucción y de desarrollo, por eso en mi respuesta a tu pregunta me verás responder trayendo a cuento, sobre todo, aportes míos.

En fin, la segunda tarea consiste consecuentemente en establecer la especificidad del capitalismo contemporáneo o el modo de dominio del capital industrial hoy o, lo que es lo mismo, caracterizar el desarrollo de su modo de subsumir realmente a la totalidad de los valores de uso: la sociedad, la naturaleza y la riqueza objetiva socialmente producida. Lo que he iniciado con la teoría de la subsunción real del consumo bajo el capital (src/k) [42]; por supuesto a ser perfeccionada, por ejemplo, dando cuenta  de la singular civilización petrolera en que se ha corporeizado privilegiadamente dicha subsunción durante el siglo XX y lo que va del XXI. Tema fundamental al respecto es la distinción crítica entre las fuerzas productivas de la humanidad, las fuerzas productivas del capital y, de entre estas, la tecnología capitalista nociva que constituye la base tecnológica propia de la src/k [43]. Distinción que permite refrendar la unidad de la revolución proletaria con el desarrollo de las fuerzas productivas  de la humanidad, superando el arriba mencionado error del marxista Herbert Marcuse, al señalar éste que en el capitalismo contemporáneo dicha unidad se había roto y que las fuerzas productivas militaban contra la revolución proletaria. Distinción crítica que, así mismo, obliga  a revalorar la relación positiva entre la revolución proletaria y las formaciones precapitalistas con todas sus fuerzas productivas; incluidas tanto las técnicas como las procreativas o relativas  a la energía vital y sexual, la organización y el discurso. Tanto más necesarias hoy para superar la crisis ambiental y la degradación civilizatoria provocadas por el capitalismo. Ni que decir que para conformar el frente antiimperialista, antineoliberal y anticapitalista plebeyo defensor de la soberanía nacional  de cada país contra la globalización capitalista [44]. La fundamentación de la crítica  de la economía política en el doble carácter del trabajo y la correspondiente consideración esencial del trabajo concreto y del valor de uso, encuentran aquí concreción en vista de restaurar un sistema de necesidades humano en acuerdo a valores de uso concretos salutíferos en contra de los valores de uso nocivos que nos agobian y enferman actualmente en función de la acumulación de capital pero en contra de la reproducción sexual y biológica  de la sociedad (dimensiones fisiológicas y genéticas incluidas). A no olvidar al respecto, la recuperación —luego de su, estigmatización, persecución, tergiversación y casi desintegración—  de la valiosísima teorización de Wilhelm Reich sobre la función del orgasmo, la psicología de masas del fascismo y la energía orgón, en tanto desarrollos particulares del materialismo histórico en temas apenas tocados por sus fundadores; pero exaltados por el propio desarrollo histórico  del capitalismo conforme avanzaba la src/k y, con ella, la del sujeto a nivel sexual fisiológico y ya no sólo laboral y político: desde la psicología social y la cuestión sexual, hasta la alteración patológica tanto energética como fisiológica [45].

Bien vistas las cosas, la distinción crítica establecida por Marx entre la Forma Natural (FN) de la reproducción social (valor  de uso) y la Forma Valor (FV) de la misma —tematizada y subrayada brillantemente por Bolívar Echeverría en polémica con György Márkus [46]— es lo que he ido particularizando en lo que antecede; es decir, el sustento crítico científico concreto del materialismo histórico; del que la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción (formula del Prólogo del ´59 [47]) es sólo una particularidad económica productiva que en aras de resumir no explicita el tema del consumo ni el de la reproducción social desde la economía  a la cultura. Cátese por ello la importancia de la contradicción entre la FN y FV de la reproducción social  formulada en El Capital. He aquí postulado al valor de uso total como fundamento de la revolución comunista.  Pero con lo dicho ya avanzamos desde la crítica de la economía política hacia el materialismo histórico. Tercera gran tarea del marxismo hoy. Y que como se ve, permite la articulación de la crítica  de la economía política (CEP) con la crítica global de la sociedad (CGS).

Ciertamente, el proyecto crítico de Marx se fundamenta en la CEP en vista  de desarrollarse hasta la figura  de CGS, tal y como lo formulara en sus Manuscritos  de 1844 [48]. Según vemos, esta cuarta tarea del marxismo hoy, es viable a partir de la reflexión crítica de los valores de uso nocivos, pues la articulación de la economía con la socialidad, la política y la cultura tiene en el consumo humano su ámbito sintetizador concreto, pues a partir de él inicia la reproducción celular del sujeto social. Y de hecho, la src/k impulsa el desarrollo de la CGS, en la exacta medida en que “la emancipación de la autoenajenación hace el mismo camino  que la autoenajenación” y al desarrollarse esta fuerza promueve el desarrollo de aquella crítica. O más simplemente dicho, la forma de la esclavitud y de la enajenación condiciona la forma de liberación; y el análisis de ambas es el objeto del pensamiento crítico comunista de Marx. La teoría del cuádruple ethos de la modernidad capitalista, formulada por Bolívar Echeverría, constituye un sustancial aporte a la CGS —por sobre el que Lukács hiciera en Historia y conciencia  de clase— superando la unilateralidad de la perspectiva basada en el valor en la que cae este autor, contra el hecho de que él mismo parte de la mercancía— y su inherente contradicción del valor con el valor de uso— como premisa del fenómeno de la cosificación, decisivo para la reconstrucción de la cultura y la política capitalistas a partir de la economía. En efecto, Echeverría descubre cuatro formas fundamentales del sometimiento del valor de uso por el valor; lo que se concreta como  cuatro correspondientes comportamientos o ethe humanos. Mientras que Lukács pudo considerar sólo uno.

De suerte que por un rodeo, vemos el camino para concretar nacional y regionalmente —no sólo por épocas— la manera en que el capital industrial domina hoy al todo social y no sólo la economía, sobre la base de la src/k generalizada. Concreción tanto más necesaria en la época del mercado mundial capitalista realizado, que es la nuestra; coincidente con ser la de la degradación civilizatoria mundial. Por eso es que una quinta tarea del marxismo hoy, tanto para precisar las previas como para ir más adelante de ellas, consiste en llevar la CEP más allá del libro primero dedicado al capital (objetivado en los tres tomos de El Capital) en vista de cumplir el plan en seis libros de la misma anunciado por Marx en 1859; plan al que nunca renunció, como creyera erróneamente Henrik Grossmann [49] (error sólo parcialmente revertido por Roman Rosdolski [50]). El libro dos sobre la propiedad de la tierra, es decisivo para la cuestión ecológica y para la dialéctica de la descampesinización y de las revoluciones agrarias; así como el tercero, sobre el trabajo asalariado, lo es para la observación concreta de los esquemas de reproducción de la clase obrera (cual los exigiera Claude Melliasuox [51], pero desafortunadamente ubicándolos en el tomo dos de El Capital, cuyo objeto teórico no es pertinente al respecto) y de la proletarización de la humanidad , así como de la alteración del sistema de necesidades concreto de la clase obrera y de la humanidad en acuerdo a la modalidad de srpt/k de cada periodo capitalista [52]. Mientras que el cuarto, sobre el Estado, en tanto síntesis de las clases, sus luchas y del todo de la economía, es decisivo para plantear la función de la democracia representativa en el dominio capitalista; así como la dialéctica entre democracia representativa y directa en referencia a las vías de liberación del proletariado [53]; de las sociedades burguesas de transición; así como del capitalismo de Estado y del gobierno despótico de la producción. Con lo que tendríamos una teoría sistemática para explicar fenómenos como la URSS y todo el así llamado bloque socialista. Teoría complementaria de la aclaración respectiva que nos ofrece el análisis del desarrollo histórico capitalista con base en los conceptos de sf y de srpt/k; y que nos indican que el proceso de industrialización forzada  de Rusia durante el siglo XX extendió el capitalismo mediante una revolución de vocación socialista [54]. El quinto libro sobre el comercio internacional, es el que los diversos aportes marxistas durante todo el siglo XX y XXI más han elaborado; y sólo habría que sistematizarlo y arreglarlo en acuerdo a los restantes. No obstante vale la pena señalar que este es el lugar en el que corresponde tratar el desarrollo de los medios de transporte y de comunicación, pues son los soportes materiales como para que el comercio internacional tenga lugar. Lo que obliga también a tratar del desarrollo de la ideología de dominio vehiculizada por dichos medios de comunicación como punta de lanza del dominio imperialista [55]. Finalmente el del  mercado mundial, el sexto libro, nos entrega al planeta Tierra en tanto valor de uso sometido no sólo formalmente sino realmente; pues se trata de un mercado mundial maquinísticogranindustrial o específicamente capitalista, lugar privilegiado de la teoría del imperialismo de Marx, como lo demuestran sus escritos sobre México. Lo que pone a la orden la reflexión sobre las diversas medidas geopolíticas de capital —y a la geopolítica en general—  en especial la europea continental y la mundial, pues entregan las grandes cotas del desarrollo histórico capitalista. La europeocontinental realizada en 1850 y la mundial hoy; de por medio las medidas geopolíticas de América del Norte y la del Sur, la de China y la de África y Medio Oriente etc [56]. Este libro sexto nos  abre a la cuestión del cambio de hegemonía de Gran Bretaña a EU; y el sustrato de valor de uso continental que lo habilita para ser hegemón ventajosamente, más allá de ilusiones respecto de la decadencia de su hegemonía en ocasión de coincidir hoy la crisis económica mundial y el calentamiento global [57]. Este último  expresión, precisamente, del sometimiento real y catastrófico del planeta  al capital industrial. Así que al cerrarse prácticamente la hebilla del dominio del capital industrial en toda la extensión circular del orbe, tenemos también  —ahora a nivel funcional— la subsunción real no sólo de la producción sino circularmente, también, la del consumo. Con lo que se pone a la orden la cuestión del perfeccionamiento de la ideología de dominio, partiendo de su matriz productiva en la que la amenaza de muerte del amo al esclavo es lo decisivo (Hegel) [58] hasta su redondeamiento a partir de su matriz consuntiva, en la que la amenaza de muerte es pretextada como dimanando desde el interior del sujeto, bajo la forma de Principio de Muerte (Freud) [59].

De tal manera la CGS se ve mejor perfilada cuando tenemos desplegada en toda su amplitud —así sea en esbozo— la CEP en sus seis libros. Y este mismo mercado mundial, etc., nos obliga a replantear  el análisis comparativo e histórico del capitalismo y de las sociedades precapitalistas, en vista de completar la Crítica de la Civilización ejercitada por Charles Fourier, y retomada por Marx en sus Notas Etnológicas [60] y por Engels en El Origen de la Familia la Propiedad y el Estado [61]. Pues este es otro ingrediente necesario para concretar el desarrollo de la CGS a partir de la CEP; y, entonces, una sexta gran tarea del marxismo hoy.

Como se ve, el marxismo se encuentra en pleno proceso de  reconstrucción y de desarrollo por sobre la apariencia de estar en crisis. Es necesario para que avance mejor, hacer patente este proceso de desarrollo y de reconstrucción a partir del pensamiento de Marx en su especificidad, hasta destruir la apariencia mencionada que somete la conciencia  a veces, incluso, de muchos marxistas. Y no, más bien, pretextar, “desarrollarlo” partiendo del pensamiento del prominente marxista en curso, que —tal y como arguyera falazmente el stalinismo primero respecto de Lenin y, luego, de Stalin— somete  al de Marx “para aplicarlo a la nueva época”, siendo esta, en primer lugar, la que queda desfigurada a tal efecto. Pues pierde su esencia: ser contemporánea de Marx; y a nosotros y a él nos expropia tal contemporaneidad. Análogo error vimos cuando se postuló a Trotzki y a Mao o, más  adelante, a Gramsci o a Rosa Luxemburgo etc., para cumplir tal función de dominio ideológico. Autores que unos más y otros menos, nos entregan aportes importantes al marxismo, por supuesto; pero eso no debe ser usado como pretexto para someter el pensamiento de Marx a sus respectivas perspectivas.