Javier Navascués. Navegando en aguas peligrosas. Una actitud ante la crisis. Atrapasueños, Sevilla, 2017.

 

Joaquín Recio, compañero de batallas y luchas sociales, culturales y políticas de la Andalucía de nuestro tiempo, a través de Atrapasueños, nos ha facilitado tener en un solo volumen, «Navegando en aguas peligrosas. Una actitud ante la crisis», los análisis y reflexiones que el camarada, y sin embargo amigo, Javier Navascués realizó mes a mes sobre la implementación en tiempos de crisis/estafa del programa socio-político e institucional del Capital, tanto a nivel internacional (sobre todo en el ámbito europeo) como en el interior del estado español. Sin abdicar ni un ápice de lo que se conoce como «rigor académico», Navascués compartió con los lectores  de Mundo Obrero, publicación comprometida con los intereses y demandas de las clases subordinadas españolas, entre el mes de marzo de 2009 y el mes de abril de 2017, la evaluación que un militante y activista de izquierdas realizaba de ese proceso que,  unas veces de forma planificada y en ocasiones de manera improvisada, lideraban los poderes económicos, políticos y mediáticos.

Los casi cien artículos que se compilan en este libro se presentan de forma cronológica según fueron publicados en MO, lo que nos ofrece a sus fieles u ocasionales lectores no sólo releerlos con más sosiego, sino leerlos con una perspectiva global. Releer estos artículos es también un ejercicio de retrospectiva sobre la acción militante de los integrantes de las fuerzas tradicionales de la izquierda transformadora, tanto políticas como sociales, de su inteligencia y capacidad para acumular fuerzas con su intervención en esta fase compleja de la lucha de clases en la formación social española.

Para los que no tuvieron la oportunidad de leerlos en su momento, con este libro podrán explorar, como ya se ha apuntado, la evolución de la situación socioeconómica y política, especialmente en el estado español, más allá de la visión mediatizada por la matriz de opinión dominante, y sacar sus propias conclusiones. Pero que nadie se llame a engaño, estamos ante unas reflexiones con más preguntas que respuestas, que impelan a ponerse manos a la obra, a construir las alternativas entre la gente y con la gente, es decir, a navegar en aguas turbulentas con la convicción de que depende del «nosotros» llegar a un puerto a partir del cual sea posible caminar con los valores de libertad, igualdad y fraternidad.

Naturalmente, estos artículos también han radiografiado las contradicciones interestatales y las fracturas sociales que la implementación de este programa socioeconómico provoca, especialmente en los estados del sur de Europa. Es evidente que han sido las clases populares las que más han sufrido las consecuencias del ajuste de caballo impuesto por el capital bajo el paraguas de la crisis/estafa, aunque la intensidad del sufrimiento se relaciona directamente con la posición de cada país en el concierto europeo.

Estos análisis y argumentaciones, en su inmensa mayoría, se publicaron bajo una cabecera denominada «Desde el chozo», título que me parece significativo, porque muestra la voluntad de hacerlo desde el punto de vista social y territorial de los de abajo. Por eso, creo que existe una gran fuerza simbólica en que sea desde ese pequeño y frágil refugio de los trabajadores de la tierra desde donde se realice la tarea de destripar los intereses de clase que subyacen en el programa y planes de estabilización y ajuste, a la vez que se proponen iniciativas, medidas e instrumentos organizativos para ir articulando, primero, la resistencia popular y, después, la construcción de «poder popular».

Aunque soy consciente de que una síntesis no es capaz de trasladar la riqueza y profundidad teórica y política de todos y cada uno de los artículos que contiene este libro, me tomo la licencia de presentaros una de las muchas síntesis que se pueden realizar de los análisis y opiniones que Javier nos ha ido ofreciendo sobre la evolución de la situación socio-económica y política del Estado español, en su contexto europeo, durante la última década.

 

La crisis/estafa socio-económica

Esta serie de artículos se inicia analizando el pinchazo de la burbuja inmobiliaria («capitalismo del ladrillo») y la oportunidad que se abría para cambiar el rumbo de la política económica española. Entonces, un  año después del triunfo electoral del PSOE, presidía el gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y nadie ponía en cuestión que, en esa situación, el Estado debería tener un  papel protagonista en la búsqueda de la solución.

A partir de ese punto de partida, las reflexiones se centrarán en cómo se dilucida el dilema sobre si se apuesta por una salida de apoyo al Capital o de apoyo al Trabajo, mostrando la apuesta del régimen monárquico neoliberal bipartidista por la primera opción: se siguen las recetas impuestas por los cancerberos del capital, la troika (recortes en los servicios públicos, austeridad en el gasto público, reforma laboral, reforma de las pensiones, bancarización de las cajas, etc.). Todas estas medidas impulsadas e implantadas por el gobierno socialista, que allanaron el camino al PP para llegar al gobierno, culminaron con la aprobación exprés de la reforma de la Constitución (artículo 135). Durante los primeros años de la crisis/estafa la resistencia popular no alcanzó la fuerza e intensidad suficiente para afectar la política imperante, situación de debilidad de la que alguna responsabilidad debió tener la izquierda tradicional, sus organizaciones sociales, sindicales y políticas. Poco después de que se echara en falta este músculo social opositor al programa de recortes y ajuste, se produjo una «plaza Tahrir» a la española, el movimiento popular del 15M.

Cuando el PP alcanzó la hegemonía política institucional, controlando la inmensa mayoría de los gobiernos locales y autonómicos, además del gobierno del Estado, quedó expedito el camino para desplegar intensa y extensamente el programa impulsado por la troika para España. Algunos de los hitos de ese programa analizados en estas páginas hacen referencia al permanente proceso de reestructuración del sistema financiero español, sobre todo de las cajas, con dinero público y en beneficio de la banca, pagando esta ayuda pública con la subida del IVA, los recortes sociales y la creación de la SAREB; a la apertura al mercado de los bienes comunes locales mediante su desregulación y privatización; o al ajuste salarial a través de la desregulación del mercado laboral, el cambio en las condiciones de la negociación colectiva y la reestructuración fiscal.

La consecuencia de todo ello ha sido el aumento de la desigualdad en España, que aunque aumentó ya en la fase del «capitalismo del ladrillo», ahora se aceleró, especialmente, entre los trabajadores con salarios más bajos, mujeres y jóvenes. Desde el poder, en cambio, se recurre a la propaganda positiva para animar a la sociedad a mirar al futuro con optimismo, antes con ZP con los «brotes verdes» y ahora con Rajoy con «ya está superada la recesión». Siempre el criterio fundamental para afirmar el fin de la crisis es que los beneficios aumentan, Ciertamente los beneficios se recuperan, pero el desempleo, la caída del consumo, el endeudamiento popular, la pérdida de derechos y prestaciones no, es decir, hay una reducción del salario directo e indirecto sin que la inversión repunte.

 

Crisis del modelo europeo/crisis del euro

Si ya estaba meridianamente claro que solo existía la Europa del capital, que solo defendía los intereses de la banca, el nombramiento como presidente del BCE del tramposo Mario Draghi aún lo hace más evidente. Se impone el programa del Gran Capital, sin aprobación de ninguna institución electa (déficit democrático), con el objetivo de adelgazar el Estado Social, meta que esperan conseguir con la creación de un ambiente de miedo que se encargan de alimentar los burócratas y tecnócratas de las instituciones financieras internacionales con la ayuda del poder mediático. A pesar de que se asiste a la muerte de la Europa social y de que las sociedades europeas han perdido su capacidad de decidir, sigue vigente el «mito europeo» que dificulta la construcción de la alternativa o de las alternativas.

Si bien la crisis sistémica de los países centrales se ha trasladado a los países emergentes, no han dejado de acentuarse las contradicciones del modelo de Europa y del euro realmente existente. El empecinamiento en mantener «la austeridad» no es una política económica sino una política de clase, que solo sirve para mejorar la posición del Capital frente al Trabajo. Cada vez es más evidente la naturaleza de clase y el carácter reaccionario de la Unión Europea («Todo el poder a la banca, tecnócratas y capitalistas»), y prueba de ello es el calvario que está sometiendo la troika al gobierno griego, medida ejemplarizante como aviso a navegantes que pretendan aventurarse en la dirección inicial de la izquierda griega.

El Pacto del Euro, cristalización del programa del gran capital, se implanta sin ser aprobado por ninguna institución electa, frente a una débil oposición de la izquierda política y la sindical incapaz de movilizarse (CES). Prueba de ello es la ausencia de la cuestión europea en el debate previo a las elecciones del 20 D de 2015. Se reprodujeron rutinariamente las propuestas «socialdemócratas», recetas viejas para problemas nuevos. La alternativa en España debe proponer medidas que puedan aprobarse aquí y después negociar con Europa. Hay que ganar espacios de soberanía y democracia.

 

Crisis política/deslegitimación del régimen del 78

Para hacer frente a la crisis/estafa desde los sectores populares, se plantea desde el primer artículo, era necesario tejer nuevas alianzas con la gente, sobre todo, en la movilización social. Por ello, además de ir a un proceso de acumulación de fuerzas por la izquierda, era obligatoria la refundación de la izquierda transformadora, la construcción de una izquierda nueva. Por el contrario, la estrategia del gobierno de Zapatero y del PSOE fue insistir en una «pacto de estado» (pacto con los nacionalistas y reafirmación de la política de recortes y austeridad), una política a la defensiva que daba ventaja a la política maximalista del PP, pues no se ponía en cuestión la correlación de fuerzas favorable al capital. Una estrategia, además, que le enfrentaba al movimiento sindical como se pudo comprobar con la convocatoria  y desarrollo de la huelga del 29 de septiembre de 2010. Aunque la movilización sindical parecía que iniciaba una fase para dar la batalla de los de abajo, serían las manifestaciones del 15 de mayo de 2011 y las subsiguientes acampadas las que provocaron un movimiento popular de largo aliento. Frente a las demandas de cambio democrático y mayor participación popular, el régimen del 78 creyéndose aún incontestado y fuerte tras las elecciones municipales y autonómicas de 2011, respondió con la reforma exprés de la Constitución (artículo 155).

El tsunami electoral conservador, que en la segunda mitad de 2011 permitió al PP copar un inmenso poder institucional, se encontró con un primer dique social, con la huelga general convocada por los sindicatos de clase, y con un primer dique político, en la correlación de fuerzas favorable a la izquierda tradicional en las elecciones andaluzas de marzo de 2012. Pero ni el PSOE se renovó política y organizativamente, manteniendo su posición estratégica socio-económica (la competitividad y la exportación como receta y los emprendedores como sujetos protagonistas) ni IU fue capaz de superar las fuertes inercias internas que evitaron su refundación.

Lo que la izquierda transformadora tradicional, tanto política como social, no supo ni pudo impulsar y canalizar lo hizo la ciudadanía crítica y activa a través de la revitalización o constitución de organizaciones sociales y «mareas» que, además de dar respuesta a los afectados de la crisis, confluyeron en una gran movilización popular el 22 de marzo de 2014, las «Marchas de la Dignidad». En aquel momento se demostró que para plantar cara al poder había que movilizar y organizar a los de abajo, pero varios meses después se comprobó que a través de las urnas también se puede poner en marcha el proceso de deslegitimación de la institucionalidad imperante, hasta el punto de que hubo sucesión exprés en la propia Jefatura del Estado. Las siguientes convocatorias electorales confirmaron la deslegitimación del régimen del 78, dificultaron las operaciones para recuperarlo y acentuaron sus contradicciones.

¿Cómo influir en que la crisis del régimen del 78 desemboque en una situación más favorable hacia las clases populares? Dado el empate en la situación político-institucional existente, ya que ha sido insuficiente el crecimiento de las fuerzas rupturistas, hay que prepararse para la guerra prolongada para hacer frente a la continuidad de la política de ajuste. En esta segunda transición, aún inconclusa, es fundamental el trabajo paciente de organización y concienciación a través de la movilización para lograr la ruptura a favor de las demandas e intereses populares. Desde una posición ideológica débil no se da alternativa al régimen, pero tampoco sin unidad popular.