Lo que sigue es una reelaboración de una nota suprimida de mi colaboración en el libro colectivo en homenaje a Juan Carlos Rodríguez de 2015 [1], Folio 669 [2], y, de una explicación no dicha en la mesa redonda del 22 de marzo de este año 2017, De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UGR, organizada por la FIM [3].

Nunca Juan Carlos Rodríguez relató de dónde procedía la famosa primera frase de Teoría e historia de la producción ideológica. Y nunca me adelanté a contar la génesis de esa proposición primera de ese libro fundamental que acabo de citar, esperando que él lo haría en alguna ocasión.

Cuando he hablado sobre esa proposición, «la literatura no existido siempre» algunos me recordaban que en realidad no era tan original, porque ya Barthes en uno de los artículos de sus Ensayos Críticos la había adelantado. En efecto, dice literalmente Barthes: «Desde que la “Literatura” existe (es decir, a juzgar por la datación del término desde hace muy poco tiempo)»  [4].

Ahora bien, toda la distancia que existe entre el planteamiento de Juan Carlos Rodríguez y de Barthes, la podemos observar recurriendo a otro ensayo suyo titulado «La muerte del autor», de 1968, en la que reconoce que el autor es un personaje moderno, descubierto por nuestra sociedad al salir de la Edad Media gracias a las corrientes filosóficas y religiosas de los siglos XVI y XVII,  y, añade: «en Francia ha sido, sin duda, Mallarmé el primero en ver y prever en toda su amplitud la necesidad de sustituir por el propio lenguaje al que hasta entonces se suponía que era su propietario; para él, igual que para nosotros, es el lenguaje, y no el autor, el que habla» [5].

No hay que extenderse en esto ahora, porque además salta a la vista; de todas formas, una indicación es suficiente: véase el comienzo del capítulo «Formalismo o historicismo: una falacia arqueológica», en La norma literaria.

Una vez defendida su tesis, durante los años 1973 y 1974 se estrechó mi colaboración con Juan Carlos, que no era solamente teórica, … pero era básicamente teórica, al pedirme que le ayudara con la lectura de multitud de nuevas publicaciones que se estaban produciendo, mientras redactaba su obra decisiva, Teoría e historia de la producción ideológica.

Es necesario acotar ahora ese panorama bibliográfico al máximo, para huir de una prolijidad superflua para nuestro objeto, que ya desarrollaré en su momento.

Dentro del debate antialthusseriano que no escampaba, y, que iba acompañado con la relectura de las obras disponibles de Marx y Engels, precisando conceptos, disolviendo argumentos falaces, lecturas malintencionadas, etc., en 1972 aparece la traducción de los Grundrisse, por el equipo de trabajo compuesto por José Aricó, Miguel Murmis y Pedro Scarón. Dejando de lado las cuestiones epistemológicas de su significado, de su relación con El Capital posterior (o anterior con los Cuadernos de París, y los Manuscritos del 44 etc.), recordé que ya Juan Carlos me había pedido que revisara la diferencia entre el Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política… y el Prólogo.

Por supuesto que ya sabíamos que la edición de esa obra de Marx, que se había hecho en septiembre de 1970, en la serie B de Comunicación (Alberto Corazón editor), traducida por J. Merino, contenía ambos textos mal puestos, ya que el Prefacio es el Prólogo (conocido como Prólogo del 59 —1859—), y, el Prólogo, la Introducción de los Grundrisse. Entonces, con el texto recién editado en Siglo XXI, todo estaba ante los ojos y en su sitio.

Tras comparar la traducción de la Introducción de Comunicación y la de Siglo XXI y hacer diversas investigaciones, me topé otra vez con una frase que había ya subrayado en la de Comunicación. Durante la redacción de la Tesis, Juan Carlos me explicó a qué venía en Marx lo de los «niños griegos» tantas veces citado. Y lo de los «niños griegos»… estaba justo después de la antedicha frase que, dice así: «La historia universal no ha existido siempre» [6].

La frase está al final de la Introducción, antes de pasar al capítulo del dinero en los Grundrisse. Y en ese final, está dentro de una NOTA BENE (sic) que acentúa los puntos que no se deben olvidar y que son 8. La frase está en el 7, pero tiene que ver con el 2 que sí voy a copiar:

 

 2. Relación del método idealista de escribir la historia tal como se ha seguido hasta ahora, con la historiografía real. Particularmente la llamada historia de la civilización, que es la historia de la religión y de los Estados.

Con este motivo podrá decirse algo sobre las diferentes maneras de escribirse la historia hasta ahora. El modo llamado objetivo. El subjetivo (moral y otro). El modo filosófico.

 

Tampoco me voy a extender sobre las consideraciones que Juan Carlos me hacía sobre el tratamiento de la historiografía en relación con la «literatura» española, francesa o inglesa, que trataba intensamente en esos momentos finales de su obra maestra seminal. Solo que me obligaban a extenuantes (maravillosas) lecturas.

Sí recuerdo con fuerza que me indicó que leyera  Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan los socialdemócratas, y, además, El contenido económico del populismo…  y que me fijara en la distinción de Lenin entre subjetivismo, objetivismo y materialismo [7].

Cuando me alargó los folios de la Introducción a Teoría e historia de la producción ideológica, me detuve un largo instante ante la cita de Carroll y la primera frase con punto y aparte.