Recientemente, Angelo Nestore ha sacado a la luz un importante artefacto poético: Adán o nada (Bandàparte Ediciones): Ante la declinación de los nombres del Padre, la caída de las formas tradicionales de autoridad ante la crítica práctica y teórica del feminismo por un lado, y de las nuevas formas de capitalismo por otro, la palabra «hombre», «varón», ha quedado suspendida en el aire como una vieja bandera rota en la que nadie cree (del todo), pero cuyo sino hay que seguir obedeciendo. Es aquí donde el artefacto Nestore funciona como una máquina poética, prendiéndote de un «Yo soy hombre» y hundiéndose con él en el abismo de un significante vaciado por la crítica feminista y el movimiento queer. «Yo soy Adán» luego «Yo soy Nada» es posible desde una mirada interna pero invertida. Literalmente invertida (Adán-Nada, Eva-Ave) y simbólicamente invertida: trasgresión transgénero, que permite una política emancipatoria tras un vacío, un Nada, tras el fracaso de una identidad. Fracaso-vacío-nueva lógica, un proceso clownesco o de «Noche oscura» a lo San Juan de la Cruz, y a la vez de ruptura ideológica a nivel de las identidades. Se habilita entonces el compartir un nuevo relato en esas nuevas lógicas, que liberen de la vieja bandera rota «hombre», que aún hondea en un campo de batalla desolado.

La poesía compone su potencia política en la manera de interpelar, prender, capturar, ese «Yo soy». El trabajo de Nestore es uno más de los muchos ejemplos y desarrollos poéticos  en este sentido. El trabajo teórico de Juan Carlos Rodríguez nos entrega herramientas para dicha tarea de enorme valía y que, desgraciadamente, no tienen la difusión que requieren. Pero, obviamente, esa también es la batalla.

La utilización poético política del «Yo soy» en la ruptura ideológica de las identidades tiene cierto desarrollo dentro del panorama poético. Más allá de nombrar las injusticias, de evidenciar su existencia, esta poesía se sirve de hacer viajar ese «Yo soy» por ese sendero del fracaso-vacío-nueva lógica. Actualmente, lo encontramos en la posición feminista, claro, pero también en otros niveles: la identidad como individuo consumidor, trabajador, amante, espectador, militante, etc. Encontramos en el trabajo de poetas como Ana Pérez Cañamares, Antonio Orihuela, David Transhumante, Violeta Niebla, Enrique Falcón, Ángeles Mora, Javier Egea, José Ignacio Moreno Olmedo… (la lista podría abrumar), un camino de experimentación y ruptura del que podemos aprender enormemente.

Sin embargo, el trabajo teórico de Juan Carlos Rodríguez, siendo útil para estas lides de detonación identitaria del «Yo soy», apunta un poco más lejos. Supone un reto para el que sólo puntualmente y en breves escarceos, ha sido aprovechado desde la práctica poética emancipatoria. El «Yo soy mercancía».

«Yo soy mercancía» es una identidad que puede ser criticada, nombrada al menos. Reconocerse como materia de explotación intempestiva es posible en la poesía más radical. Pero el efecto que ejemplificamos con el artefacto Adán o nada, en el que no sólo se reconoce el «Yo soy hombre», sino con el que se quiebra, permitiendo que ser rompa y rompiéndolo también, ¿es posible en el «Yo soy mercancía»?

¿Por qué no podemos romper con la identidad mercancía?

Cuando Juan Carlos Rodríguez nos dice que la literatura es la búsqueda del propio Yo, y que en ese sentido es vida, y que por tanto nos remite a una búsqueda, que es también una lucha (contra la lógica interna de la ideología burguesa), no apela a una suerte de bella autoafirmación narcisista, sino a una nueva lógica que requiere de visibilizar ese mecanismo de explotación: «Yo soy mercancía» es la contracción del «Yo soy libre – para ser explotado». Y que la dificultad, por tanto, de poder realizar una ruptura con el «Yo soy mercancía» radica en que no conocemos el invertido, el queer de mercancía. Si Adán es Nada, ¿qué es Nada para la mercancía? ¿Dónde está el fracaso de esa lógica que es sustancial al mantenimiento biológico de nuestra existencia? No olvidemos que tenemos acceso a comida mientras se invierta en esa mercancía con patas que somos, porque nos ganamos la vida.

El giro poético de Angelo Nestore es posible porque habita unas performatividades distintas. El movimiento queer implica una radical historicidad del género (masculino vs femenino) al hacerlo descabalgar de la naturalidad de las cosas, del «las cosas son así», de «el barco sobre la mar / y el caballo en la montaña», dice Lorca, «las cosas le están mirando / y ella no puede mirarlas», termina esa estrofa del Romancero Sonámbulo. El agenciamiento político de Nestore posibilita la ruptura ideológica, a la que nos seduce en su Adán o Nada.

Desde ese punto de vista, la acción política es imprescindible para descabalgar también al «Yo soy mercancía», e ir más a allá de su denuncia.

Pero, ¿dónde? La religión de la identidad de clase del capitalismo fordista, nos permitía jugar con la idea de que ser invertido en el capitalismo era ser clase obrera. Es decir, que desde un posicionamiento obrerista podía nacer esa ruptura. Sin embargo, el «Yo soy obrero» no es el invertido del «Yo soy mercancía», tal como «Yo soy Nada» es de «Yo soy Adán». «Yo soy obrero» es la plasmación concreta de «Yo soy mercancía». Hay una relación lineal, no un giro y menos un fracaso.

 

Un área de diez metros cuadrados, apretada y mojada.
La luz del sol no entra ni un día al año.
Aquí como, duermo, me cago.
Toso, tengo dolores de cabeza, envejezco.
Me enfermo, pero no muero.

 

Xu Lizhi tenía 24 años cuando decidió romper con la lógica que evidencia en estos versos, y acabó con su vida. Así escapó de esos diez metros cuadrados que le proporcionaba Foxconn, subcontrata en Taiwan del emblema del capitalismo emocional, Apple.

«…pero no muero» es el nudo del desastre y, a la vez, es lo que marca a la mercancía llamada fuerza de trabajo, que conocemos más habitualmente como nuestra vida. La imposibilidad de adaptarnos, de no sufrir, el malestar ¿está ahí la inmanencia intemporal de la lucha? ¿Y la de la posibilidad de una poética emancipatoria?

 

Todos lo dicen, soy un chico de pocas palabras, no lo niego.
Pero no importa lo que usted hable, es con esta empresa que estoy en conflicto.

 

La batalla existe. Existe una poesía que trata de buscar la ruptura ideológica en nuestras vidas. Sin embargo, el propio aparato Poesía, la idea misma de elitización que tenemos de la poesía, impide que podamos socializar y compartir espacios de creación, en los que poder investigar este agujero necesario. Romper con la división trabajo manual/trabajo intelectual, por ejemplo, o, dicho de otra manera, ¿qué posibilidades reales tiene la poesía de Xu Lizhi de funcionar en los aparatos de distribución de la Poesía? ¿Tejeremos caminos para ir abriendo agujeros en el relato de nuestra vida-mercancía con preguntas como esta:?

 

Por la línea de ensamblaje me mantengo firme como el acero y mis manos vuelan.
¿Cuantos días y cuantas noches
habré estado dormido de pie?

 

Juan Carlos Rodríguez nos dio herramientas teóricas que están sin estrenar, en lo poético y más allá. Ahora, es nuestro turno. Aprendemos con su lectura que lo ingobernable no es simplemente un extra, un exceso, sino que tiene una brecha. No hay continuidad. Hay una salto entre una lógica y otra. Eso es la Historia. Y eso es la vida.

 

Bibliografía

Adán o nada,  Angelo Nestore. Ed. Bandàparte.

«Algún día en Italia», Carlos Enríquez del Árbol. Revista Laberinto, nº9.

Teoría e historia de la producción ideológica. Las primeras literaturas burguesas, Juan Carlos Rodríguez. Ed. Akal.

Tras la muerte del aura. A favor y en contra de la ilustración, Juan Carlos Rodríguez. Ed. Universidad de Granada.

«“Obituario de un cacahuete”: la poesía obrera de Xu Lizhi», Xu Lizhi, Eleanor Goodman. http://www.sinpermiso.info/textos/obituario-de-un-cacahuete-la-poesia-obrera-de-xu-lizhi-0